Esta vez el rostro de Ning Xueluo cambió por completo, y se puso a gritar:
—¡Ning Xi, eres una lunática!
Ella no le tenía miedo a Ning Xi, ni a que se esté adelantando a la hora de competir por estatus o por un hombre. Lo que realmente temía era que revele todo con el fin de arruinarla.
Viendo como Ning Xueluo se puso pálida del susto, Ning Xi no pudo evitar reír. Le dio unas palmadas en el hombro y con una expresión relajada le dijo:
—Ning Xueluo, relájate, estoy bromeando. No vale la pena morir por semejante escoria como tú.
Entonces, la mirada despreocupada de Ning Xi súbitamente se volvió increíblemente fría. Bajó la voz, y con un tono similar al de un demonio que se había arrastrado fuera del infierno hasta los oídos de Ning Xueluo susurró: