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Chapter 50 - Don Armando

"En serio, qué paliza le dio al Capitán de los Guardias señor." – dijo un atacante.

"…" – el líder de los atacantes no dijo nada, solo limpiaba una de sus dagas que Kane le había regresado, esta daga había sido una que envió directo a la cabeza de Kane para matarlo, pero Kane logró agarrar la daga y lanzarla hacia él, la sangre en la daga era de la mano de Kane.

"Pero Ter…" – dijo otro atacante.

"¡Hm!"

"Perdón Señor."

"¿Sí?"

"Porque, ¿Por qué no acabó con la vida de ese hombre?"

"Porque aun tenía espíritu de lucha, y sí nos quedábamos más tiempo, más guardias llegarían."

"Pero, no es mejor acabar con todos los guardias, tenemos la suficiente fuerza para…"

"Sí, pero esa no es nuestra misión todavía, solo hemos venido por dinero, bienes y personas, nada más." – dijo el líder. – "Además, con las heridas que le deje, es muy difícil que sobreviva." – dijo el líder con una sonrisa bajo su máscara.

"…" – todos los atacantes que le acompañaban no dijeron nada.

"Llámalos a todos." – dijo el líder de los atacantes, que se preparaba para irse.

Uno de los atacantes hizo sonar un silbato que alertó a todos los demás que se encontraban en el pueblo de que era hora de irse.

"Hm." – y el líder vio a lo lejos a un hombre viejo correr hacia una dirección rápidamente. – "Interesante."

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En el Restaurante del Espadachín Carmesí, Luciel que era estrangulado fue soltado finalmente, cayendo al suelo gravemente herido y con la inmensa necesidad de poder respirar.

"Qué lástima, apenas empezaba a divertirme." – dijo el tipo que estrangulaba a Luciel.

"Ya escucharon el silbido, es hora de irnos, tú, mata al mocoso." – dijo el asesino de Cindy.

"Tch, además de que no me pude divertir con la chica, tengo que hacer el maldito trabajo sucio." – dijo quejándose aquel que decapito a Cindy.

"No te quejes, en la base podremos divertirnos con algunas de las chicas, además, los otros grupos que atacaron otros pueblos puede que traigan a increíbles bellezas."

"Ja, tienes razón."

"No…" – dijo Luciel en el suelo, tratando de escapar de allí arrastrándose, pero era en vano.

"¡Ya te dije que no nos digas que hacer!" – el asesino de Cindy golpeó el rostro de Luciel lleno de sangre, lágrimas, mocos, sudor y orina. – "Hm." – y una vez le golpeó, tomo una servilleta que había en una mesa y se limpió su mano con la que golpeó al joven.

"Vaya, bueno, ojala también haya bellos chicos en la base con que jugar."

"Y mujeres hermosas." – dijo el otro.

"Ustedes dos dejen de pensar en eso, es hora de irnos, matad al chico de una maldita vez."

"Entendido." – dijo aquel que estranguló a Luciel. – "Lo siento chico, pero con tú rostro todo golpeado ya no eres mi tipo, y ordenes son ordenes así que…" – el tipo tomó su espada que había dejado en una mesa, y se acercó a Luciel. – "Ah, y tan lindo que eras."

"No… por favor… no quiero morir… no así… no ahora…" – dijo Luciel mientras lloraba.

"Lo siento pequeño, pero es hora de morir."

"No…"

Y, el atacante se dispuso a matar a Luciel, y justo cuando iba a atravesar el pecho de Luciel con su espada, una espada carmesí había detenido el ataque.

"¡¿Qué?!" – el tipo no entendió de donde apareció esa espada, y luego miró el rostro de un hombre viejo que se mostraba muy enojado.

"Muere." – dijo el hombre en voz baja y fría.

"¿Eh?" – y el tipo fue rápidamente decapitado.

Todo paso en meros segundos, y los otros dos atacantes se quedaron en shock por lo visto, pero el asesino de Cindy que era el más experimentado de los dos que quedaban fue el primero en reaccionar.

"¡Maldito!"

"Don Armando…" – Luciel no lo podía creer, su jefe, la persona en la que más confiaba en su nueva vida en el Gran Mundo de Gea, el hombre que le había salvado la vida una vez, y hoy, lo había hecho otra vez.

"Quédate atrás de mí Luciel." – dijo Don Armando que se encontraba furioso por ver el estado de Luciel, se sentía culpable de haberle dejado solo y de no haber podido llegar antes.

"¡Maldito Anciano! ¡Como te atreves a matar a uno de los nuestros!" – diría enfurecido el asesino de Cindy.

"Hm, y tú como osas hacerle daño a ¡Luciel!" – gritó Don Armando que se acercó al tipo y con su espada intentó degollarlo.

"¡No!" – el tipo no era rival para Don Armando, por lo cual no pudo reaccionar a tiempo.

"¡Ah!" – el tipo que degolló a Cindy quiso escapar al ver a dos de sus compañeros morir fácilmente ante Don Armando, pero no pudo llegar lejos, ya que Don Armando tomó el hacha del cadáver del asesino de Cindy, y le lanzó el hacha directo a su cabeza, matando al último de los tres atacantes que atacaron a Luciel.

"Hm, puede que sea viejo, pero aun sigo siendo el Espadachín Carmesí." – dijo Don Armando al matar al último de los atacantes. – "¿Estas bien?" – preguntó Don Armando con preocupación al ver el rostro golpeado y ensangrentado de Luciel.

"Don Armando." – Luciel con lágrimas, se acercó a Don Armando y le abrazó, Don Armando con su mano izquierda acaricio suavemente el pelo de Luciel.

"Ya todo acabó." – dijo Don Armando, quien seguía furioso consigo mismo.

'Sí hubiera llegado un segundo tarde…' – Don Armando en su mente lo sabía, un segundo tarde y Luciel hubiera muerto.

"Lo siento Luciel, no debí dejarte solo."

"…" – Luciel no decía nada, solo lloraba.

"Todo estará bien, ya todo ha acabado." – dijo Don Armando que quería calmar a Luciel.

"¿Acabado? No lo creo." – dijo alguien que se encontraba detrás de Don Armando, en la entrada del restaurante.

"¿Eh?" – Don Armando sintió a alguien con un poder mayor al suyo, y al querer voltearse mientras ponía a Luciel detrás de él, vio cómo tres dagas venían hacía él. – "¡Tch!" – Don Armando pudo bloquear dos, pero otra se incrusto en su hombro derecho, siendo herido por primera vez en lo que va del ataque.

Don Armando se quitó la daga pequeña que hirió su hombro derecho, mientras que el hombre que recién había llegado miraba el restaurante destruido, en especial viendo los cadáveres de sus tres hombres.

"Vaya, ¿Qué tenemos aquí? Un viejo al rescate, un chico golpeado, un restaurante hecho pedazos, y tres malditos cadáveres de tres subordinados míos." – dijo el hombre al ver la situación.

"¡Señor!" – en ese momento, otros tres atacantes llegaron, uno traía el cadáver de uno de los suyos.

"Tch." – Don Armando vio con furia a los atacantes que acababan de llegar, y al ver al tipo que cargaba con el cadáver de uno de los suyos, dijo: "Veo que no quieren dejar evidencia de quienes sois, malditos."

"Ja, que puedo decirte, está operación nuestra es de vital importancia, y es inconveniente que se logré vincular con nuestra verdadera identidad." – dijo el líder de los atacantes. – "Pero, bueno, la verdad no me esperaba perder tantos hombres al atacar un simple pueblo, en especial teniendo en cuenta que usamos a Perros Salvajes como distracción para los guardias y una buena parte de los aventureros."

"…" – Don Armando no dijo nada, solo se quedaba atento para defenderse por sí el tipo lanzaba otro ataque más.

"Aun así, también he de admitir que me encuentro sorprendido." – dijo el líder de los atacantes que empezó a aplaudir. – "El Capitán de los Guardias Kane, el Vicecapitán de los Guardias Glover, el Sacerdote Phillip, el Sargento de Fuego Onok, el Gerente del Gremio de Aventureros Patrick, el Guardaespaldas del Dueño del Restaurante y la Posada del Galeón de Oro Emiliano, y el Guardaespaldas del Alcalde del pueblo Derka."

"…" – Don Armando seguía sin decir nada.

"Solo sabíamos de la presencia de siete City Elites en el Pueblo de Esperanza, pero quien lo diría, que había otro City Elite en el pueblo. Realmente me encuentro sorprendido, puede que lo mismo pueda suceder en otros pueblos, por lo que nuestra información no es del todo confiable." – dijo el tipo que se puso a pensar que tal vez había otros City Elites como Don Armando ocultos en los otros pueblos.

"¿Señor?" – de pronto uno de los atacantes se acercó a su líder.

"Oh, cierto, se me olvidaba que es hora de irnos." – dijo el líder, quien en ese momento sacó de repente cinco dagas que mantenía escondidas entre su ropa, agarrando tres en su mano derecha y dos en la mano izquierda. – "Basta de charla anciano, es hora de que tú y ese mocoso mueran."