La bendición de Neris
La muerte recorría su muñeca, rastros de sangre aún por sus uñas. Nadie podía negarlo, estaba huyendo.
Su vestimenta representaba poder, un hombre de posición y habilidad. Su rostro el de un soldado, cansado de la guerra y rencoroso con lo que le obligaron a crear. Aún así, no era un hombre, no era un soldado, ni siquiera un héroe. Era un niño, un crío en el cuerpo de un hombre que debió afrontar la guerra y ser la llave para terminarla. Todo culminando en la deserción de lo creó, y sobre todo a su título de héroe. Ahora en camino a un nuevo hogar, un nuevo inicio. Confiado en su habilidad para sobrevivir, la magia en su cuerpo ansiando salir para provocar emoción, tratando de mostrarse al mundo y ser reconocida. Pero no podía mostrarla, no otra vez.
Quién podría saber lo que le harían si vuelve a revelarla otra vez.
Ella muy diferente a su compañero. Un rostro sin alguna preocupación o temor de lo que le esperaba. Su informe sin rango pero sus habilidades pulidas como nunca. Apretaba el torso de su compañero con amor, sin querer volver a soltarlo. Su largo cabello bailando con el viento y su sonrisa tan cálida como el dragón que montaba. Su vestimenta formal no encajaba con ninguna escama de su montura, su cuerpo lleno de historia pero oculto por la tela. Si el mundo pudiera recibir una pizca del amor que le entrega a él quizás no habría tanto sufrimiento, quizás tanto dolor se pudo haber evitado si ella lo hubiera recibido de niña aunque sea un sola vez. Pero, ¿Quién la culparía? ¿Quién podría sobrevivir a ella una vez se le acusa por lo que ocurrió en Iera? Nadie, nadie vivo.
Ambos huyendo.
Él tratando de olvidar.
Ella alejándose de su nación.
Pero Neris no será su paraíso, y no sería su escondite.
La guerra no era única de Iera. El sufrimiento no pararía fuera de su continente.
Y Iera no era fácil de olvidar, no podías simplemente alejarte de su agarre.
Él jamás podrá escapar de la nobleza pues se atraen sin control. Y jamás podrá olvidar con su compañera a su lado.
Ella jamás podrá encontrar un momento donde alguien no querrá usar su habilidad.
Y jamás podrá lograr que él tenga paz.