Piel; La Tentación De Las Palabras
A veces, el amor se construye en los rincones donde la piel es el único refugio. Allí en ese espacio sutil y clandestino, dos cuerpos se buscan y encuentran, como si en el roce de cada caricia pudieran ocultar todo aquello que no se atreven a decir en voz alta. Pero, ¿qué sucede cuando las palabras no logran más que enredarse en deseos inacabados, cuando el amor se torna un baile silencioso, donde el corazón parece extraviado y solo queda la intimidad desnuda de los cuerpos?
Es en estos encuentros donde la pasión se vuelve una jaula. Los amantes se sumergen en un río de sensaciones, uno que parece eterno, pero cuyo cauce siempre lleva a la misma orilla solitaria. Porque, al final, sin el alma que lo sostenga, el amor se convierte en un poema inacabado en el murmullo de una promesa rota antes de nacer. En esa danza de dos que se tocan y se pierden, el deseo se vuelve lumbre, arde, ilumina, pero no logra durar.
Así es como Lisette y Shelley se acercan, atraídas por una necesidad que aún no comprenden. Lisette, joven y vibrante, busca algo más allá de los límites de su propia piel; anhela un mundo en el que las palabras puedan crear puentes invisibles. Shelley, en cambio, ya ha cruzado esos puentes demasiadas veces, conoce el poder y el peligro de entregarse. Tal vez por eso, cuando sus miradas se cruzan, cada una encuentra en la otra algo que la inquieta, algo que desea y teme. Es un juego en el que ambas quedarán atrapadas, un laberinto hecho de versos y caricias que las llevará, poco a poco, a perderse y encontrarse en los rincones de la noche, en las sombras que cobijan lo prohibido, lo inevitable.