Luces de Ithuriel: Se refiere a la luz del día.
Luces de Uriel: Se refiere a la luz de la noche.
La batalla contra los oscuros había terminado y el comienzo de su reinado había empezado temprano, siendo muy joven a la cabeza de todo el reino de las inmensidades. Su coronación fue precedida por el Supremo Cardenal del Santuario del Infinito, Teherán, quien cumplía el rol de mediador entre los seres mágicos y el Dios de Glad-Hium al interior de las murallas de Paternóster; presenciada por soldados del infinito, soldados del reino, los señores Elfos y una mínima parte del pueblo que residen al interior de las murallas del Filius, dando inicio a una nueva era más allá de las nubes.
Luces de Uriel e Ithuriel más tarde, Azularius se hallaba sobre el balcón real, mismo donde su madre, la reina Uriel, pudo presenciar el caos al interior de las murallas del Filius, mientras se intentaba acabar con el oscuro que había logrado penetrar las puertas; empezó a recordar a su padre y como su desafortunado deseo, condeno a Ithuriel eternamente y con él también a su madre. No había podido protegerlos, no había podido rescatarlos de ese destino tan atroz y debía vivir con esa culpa. Pero, también recordó el momento en que descendió a los suelos del mundo oscuro y su arma, la cual fue forjada con hierro en el reino de las inmensidades, no resultó ser de gran ayuda y no entendía por qué razón. Todo esfuerzo aquella vez fue inútil.
Así que, debido a lo ocurrido, ordenó al santuario del infinito -- protegidas por las murallas del Paternóster -- a forjar un arma que pudiera hacer frente a estas criaturas y proteger al reino de cualquier caos que los intentara cubrir, una que pueda incluso penetrar las murallas del reino o romper la misma luz en pequeños trozos, como si de cristal se tratara. Un arma que le permita sobrepasar los límites de cualquier ley o protecciones mágicas, una que sea incomparable. Una verdadera arma del reino de los cielos.
----- ¡Cúsian! ----- llamó el joven rey Azularius sin dejar de ver por el balcón real hacia la montaña adyacente, cubierta por las murallas del Filius.
----- ¡Majestad! ----- respondió inmediatamente el soldado del infinito al servicio del rey.
----- Prepárense, iremos de visita al Santuario del Infinito. ----- ordenó el rey Azularius viéndolo sobre su hombro. ----- No tarden.
Porque la oscuridad no descansa, y nosotros tampoco, pensó Azularius.
----- ¡Si, Majestad! ----- dijo Cúsian mientras se alejaba.
Cúsian volvió con cuatro guerreros más para escoltar al rey, al Santuario del Infinito. Cinco guerreros del infinito en total yacían frente al único rey de las inmensidades y a quienes cedió una Perla de Aparición para cada uno, un artefacto antiguo y mágico que les permitiría desaparecer al instante. Un destello de luz los rodeó, y en un parpadeo, aparecieron detrás de Azularius, frente al majestuoso templo que dominaba la montaña más alta del reino, SpiritSancti.
El Santuario del Infinito era más que un templo; era la cuna de la sabiduría y la fé celestial, y residencia del líder de la fé del Infinito en el reino, el Cardenal Supremo, Teherán. Un ser que canaliza directamente la voluntad del Dios Infinito.
Azularius subió las escalinatas de mármol que llevaban hacia la entrada, acompañado de sus fieles guerreros. Las puertas del santuario se abrieron a su llegada, custodiadas por soldados del Infinito que esperaban con reverencia.
Azularius subió los peldaños hasta su cima, sin descuidar a su escolta real que lo seguía lealmente. A lo lejos, en el pasillo central del santuario, apareció una figura conocida. Era Teherán, el Cardenal Supremo, un elfo de noble porte, con una barba blanca que le llegaba hasta el pecho y cabellos plateados que caían en ondas suaves. Llevaba una vestimenta espiritual tejida en hilos de plata y oro, que reflejan en su pecho una figura formada por dos curvas suaves que se entrelazan, creando un lazo continuo y simétrico. Cada curva comenzaba en un extremo, y se arqueaban suavemente hacia un lado, se doblaban y se cruzaban con la otra curva. Las líneas son finas y elegantes, manifestando un ciclo sin principio ni fin, lo que transmitía la sensación de un ciclo eterno. La forma fluida y sin interrupciones. Su presencia irradiaba una calma profunda.
----- ¡Majestad, que la luz de Ithuriel lo ilumine! ----- saludo Teherán, Cardenal supremo del Santuario del Infinito quien venía acompañado de dos guerreros del infinito y se inclinó respetuosamente ante el joven rey.
----- ¡Cardenal, que la luz de Uriel lo proteja! ----- Azularius respondió cortésmente, con una ligera sonrisa. Los guerreros del Infinito que lo acompañaban se inclinaron también ante el Cardenal.
----- Junto a los más grandes guerreros del infinito y héroes de la batalla contra los oscuros en nuestra reciente guerra acontecida. Cúsian, Meledid, Serosfine, Thansud y Gúlash, quienes regresan acompañados de nuestro ilustrísimo rey de las Montañas del Cielo, protegiéndolo de todo mal que lo aceche. ¡Que la luz de Ithuriel los proteja a ustedes también! ----- bendijo el Cardenal dirigiéndose a sus guerreros que ahora servían al reino.
Los guerreros del infinito, héroes de la batalla contra las fuerzas oscuras del mundo, asintieron y recibieron amablemente la bendición del Cardenal Supremo, regocijándose. El cardenal para ellos, era su padre y guía celestial en ese santuario del infinito, a veces se podían confundir de a quien obedecer en el lugar en donde se encuentran ahora, si al rey o al Cardenal Supremo y a su régimen espiritual. Al fin y al cabo, es gracias a la instrucción del Supremo Cardenal y a su bendición que podían hallar el poder celestial en su fé, la cual tanto les hizo falta y es su religión, y la vocación de servir al alma, eso representaba el Santuario del Infinito para ellos, un templo, un templo que formaban a los guerreros del infinito. Ellos como todos los demás guerreros del Infinito, fueron instruidos, primero, en la fé dentro del templo, y después, en batalla, para servir al Dios Infinito y al reino, según como sean ordenados. Algunos de estos guerreros, se ordenaron para la fé, protegiendo al líder espiritual del reino y su poderío en la montaña del PaterNoster, mientras que otros, se ordenaban a servir al rey y a su reino en la montaña del SpiritSancti, pero todo guerrero en esencia vive y muere solo por su dios Infinito. No al rey, ni al Supremo Cardenal.
----- ¿En qué puedo servirte, Azularius? ----- preguntó Teherán mientras ambos avanzaban hacia el corazón del templo, las paredes resonando con el eco de sus pasos.
----- ¿No soy "Mi Señor" para ti? ----- bromeó Azularius, mirando al Supremo Cardenal con una sonrisa traviesa.
Teherán soltó una risa suave, tocándose el pecho en señal de humildad.
----- Sabes bien que el título de 'Mi Señor' solo se aplica al infinito, donde habita nuestro verdadero soberano. En este mundo terrenal, yo soy solo un siervo. ----- aclaro Teherán tocándose el pecho a la altura de su corazón y señalando a los cielos.
----- Claro, lo entiendo perfectamente. -----Algo en la estructura del santuario le parecía distinto, pero no sabía bien qué. Su memoria de los viejos tiempos estaba nublada, pues fue su padre quien lo había traído aquí años atrás. ----- Deseo que se forje un arma única e inigualable entre las demás, una que pueda cortar hasta lo irrompible en este mundo. Una que sea capaz de atravesar cualquier defensa mágica, y no pueda ser replicada por nadie, ni siquiera por la oscuridad. Una que sea temida con solo contemplarla. Una que a su vez, nos proteja del mal.
----- No me pides imposibles, pero para crear un arma que pueda combatir todo lo que toque, tendrá que ser de luz pura y para ello,Necesitaré una estrella, una que emita tal resplandor que sobrepase incluso la oscuridad de los abismos. ----- aseguró el Supremo Cardenal, Teherán, mientras se hallaba frente al rey en medio del salón principal del templo.
----- ¿Una estrella? ----- Azularius frunció el ceño, sintiendo el peso de la respuesta. ----- Eso tomará años, siglos... Demasiado tiempo.
----- Debemos aguardar entonces. ----- Teherán suspiró, mirando al joven rey con tristeza. ----- Se lo que intentas Azularius y te digo, no es lo más recomendable. Más que un bien, podría ser perjudicial. Te imaginas si cayera en manos equivocadas, todos nos condenaríamos una vez más. No cometas el atrevimiento de volver a fallar en tus decisiones.
----- No se atreva usted hablarme así, cuide su tono Supremo Cardenal. ----- lo regaño el rey. ----- Usted servirá a un ente espiritual más allá de las nubes, pero sigue estando sobre el mundo terrenal donde yo soy el rey, y como rey, debo proteger a mi pueblo.
----- Perdone usted, Majestad. ----- reconociendo el Cardenal su error, Teherán inclinó la cabeza en ademán. ----- Solo quiero advertirle que la paz no se logrará construyendo más armas. No es una solución.
----- ¿Lo dice usted, quien instruye a los guerreros que combaten contra nuestros enemigos con más que armas en sus manos? Eso no es religión, Cardenal. Eso es lucha, lo mismo que estoy haciendo yo. ----- Ironizó el rey Azularius.
----- Majestad, la guerra contra la oscuridad es un mandato sagrado, una orden divina de combatir a la oscuridad. ----- Aclaró con firmeza el Supremo Cardenal. ----- Y usted lo sabe, lo vivió ahí abajo, debajo de las nubes, en los abismos del infierno, cuando luchó con esas criaturas. Sabe de lo que estoy hablando.
------ ¿Sugiere entonces que solo usted pueda decidir que armas forjar y en qué momento hacerlo? Pero, qué consejo más descabellado, Supremo Cardenal. ----- Azularius frunció el ceño, su mirada fija en el Supremo Cardenal. ----- Soy el rey, Supremo Cardenal, y como tal, deseo proteger al reino de todo mal.
----- No sugiero nada mi rey, pero mis acciones son la voluntad de Mi Señor, mi Dios Infinito. Lo que sí puedo sugerirte como acción de mi fé, es hacer a los elementos del mundo nuestros aliados. ----- Dijo Teherán amablemente.
----- ¿Qué quieres decir con eso? ----- Azularius preguntó, intrigado. ----- ¿A qué elementos exactamente se refiere?
Todo lo que existe aquí fue dado con amabilidad y amor, para complacer nuestra existencia ----- Teherán, con calma, explicó. ----- Nuestro creador, el Dios Infinito, nos bendijo con tantas maravillas, y como sabemos hasta hoy, cinco elementos sobresalen entre todos estos, cuatro de ellos son los elementos esenciales para la vida de los seres mágicos en este mundo, con los cuales incluso en manos equivocadas, podrían hacerse acreedor del inhóspito, hostil y desolado mundo de Glad-Hium, pero para evitar que esto suceda, el quinto elemento es imprescindible e imperativo. ----- explicó el Supremo Cardenal.
----- ¿Y cuáles son estos? ----- quiso saber el rey quien prestaba mucha atención y gran interés. ----- ¿Cuáles serían estos elementos que se aliarían al reino para combatir al mal? ¿Cuáles?
----- Los cuatro elementos esenciales para la vida son, Agua, Fuego, Aire y Tierra.----- Explicó el Supremo Cardenal ---- Agua, limpia, purifica y cura las heridas, confiere vida, juventud y sabiduría; el Fuego, nos brinda valor y combate a nuestros enemigos en tiempos de batalla; Aire, permite que los vientos se agiten creando un aire pacificador entre Agua y Fuego, quienes coexisten en un mismo tiempo y espacio; y Tierra, permite que estos tres elementos existan en el mundo, protegiéndonos de los abismos del inframundo. Estos elementos representan el equilibrio en el mundo mágico y con estos, pod...
----- ¿Y el quinto? ----- interrumpió Azularius. ---- ¿Qué hay del quinto elemento? ¿Cuál es éste?
----- La luz. ----- reveló al instante el Cardenal. ----- La luz, es la energía que nos permite hacer un uso real, consciente y responsable de estos cuatro elementos. Es a través de la luz que podemos diseñar un nuevo mundo, una nueva vida, un nuevo hogar. La luz es la que brinda y permite un perfecto equilibrio de estos elementos para el bien y que a su vez, estos no sucumban ante la oscuridad, pero si ésta los alcanzará, me temo que no habría lugar al cual llamar hogar, ni un mundo en donde existir, no habría nada, todos seríamos nada.
----- ¿Puedes hacerlo? ----- preguntó el rey mientras se acercaba más al Supremo Cardenal para hallarse a solo centímetros de su rostro y susurrarle. ----- ¿Puedes Cardenal?
----- Por supuesto, claro que puedo. ----- respondió el Supremo Cardenal aclarando las dudas del joven rey. ----- crearé ésta arma, las cuales serán conocidas en este mundo como las armas divinas, que solo atiendan a usarse sabiamente para el bien y que nos brinde guía espiritual. Esperaremos la estrella bendecida para esta jornada, Majestad.
----- Gracias, Cardenal. ----- Con una última mirada a Teherán, el rey se dio la vuelta y salió del templo, acompañado por sus héroes y guerreros del infinito, para desaparecer con destino hacia el reino de las montañas protegida por las inmensas murallas del SpiritSancti. Su hogar.