El olor a humedad y sangre llenaba la mazmorra. Las antorchas iluminaban tenuemente los rostros de los cazadores mientras avanzaban.
En medio del grupo, Gabriel caminaba en silencio, su espalda doblada por el peso de las mochilas.
—¡Apresúrate, montacargas! —gritó un hombre de cabello corto y ojos fríos. Marco, el líder del equipo.
Gabriel apretó los dientes, pero no dijo nada.
Su trabajo no era pelear. Solo cargar.
No siempre fue así. Cuando despertó como cazador, creyó que su vida cambiaría.
Pero su habilidad base era... una broma cruel.
[Detección (Rango E)]: Permite percibir presencias cercanas, pero su precisión y alcance son extremadamente bajos.
No servía para atacar.
No servía para defenderse.
Solo para sentir peligros… cuando ya era demasiado tarde.
En un mundo donde las habilidades se clasificaban desde E hasta SSS+, su talento estaba en lo más bajo.
Nadie lo quería en sus equipos.
Nadie.
Hasta que apareció Marco.
—"Puedes unirte… pero solo para llevar nuestro equipo."
Gabriel aceptó.
Y entre ellos, estaba Lina.
Una mujer hermosa, de cabello dorado, cuerpo escultural, sonrisa angelical. Siempre era amable con él… pero solo cuando necesitaba algo.
Se decía que se acostaba con todos del equipo menos con los ingenuos.
—Gabriel, ¿puedes llevar mi chaqueta? —preguntó, con una voz dulce.
Gabriel la tomó en silencio.
—Eres un amor. —le sonrió antes de alejarse.
Él quiso creer que había sinceridad en sus palabras.
Pero en el fondo, sabía que solo era otro juguete para ella.
"Algún día… lo cambiaré todo."
Pero ese día nunca llegaría.
Porque pronto…
sería traicionado.