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Fumetsu No

Daoist8XFkn1
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Chapter 1 - Capítulo 1

Fumetsu No

Capítulo 1:

Kairo despertó en su cama, sin prisa, como siempre. La luz grisácea que iluminaba la habitación nunca cambiaba. Las paredes metálicas, lisas y brillantes, reflejaban una calma fría, sin alteraciones. Un zumbido suave, apenas perceptible, provenía de las máquinas ocultas en el techo, pero no había nada que pudiera indicar que el tiempo avanzaba.

Se levantó, con movimientos lentos, como si el peso del tiempo no se limitara a las horas, sino a todo lo que lo rodeaba. A su alrededor, la habitación seguía siendo la misma que había sido durante siglos: una cama sin adornos, una mesa pequeña, y el mismo traje negro doblado sobre la silla. Cada rincón de la estancia, como los otros miles que había recorrido, era perfecto en su simplicidad. No había imperfecciones, no había cambios.

Tomó el traje y se vistió con rapidez, los movimientos automáticos. No importaba cuántas veces lo hiciera, nunca cambiaba. Todo seguía igual. El uniforme ajustado de color negro, con el emblema de la IA bordado en el pecho, encajaba como siempre. La misma tela, la misma estructura. No había necesidad de mirarse en el espejo. Su imagen estaba grabada en su mente, intacta, como siempre.

Al abrir la puerta de su habitación, los pasillos lo recibieron con el mismo silencio. Las paredes de metal, los techos bajos, las luces fijas en su intensidad. Al principio había sido difícil acostumbrarse a la quietud, al vacío que se extendía más allá de cada esquina, pero después de tantas décadas, ya no significaba nada. Era solo parte del paisaje.

Caminó, sin prisa, y vio a algunos otros inmortales. Algunos caminaban en silencio, otros intercambiaban miradas vacías. No había sonrisas ni gestos de bienvenida. Nadie hacía preguntas. Los pasos resonaban suavemente en el suelo, pero nadie parecía escuchar. Las personas, al igual que el mundo que los rodeaba, habían dejado de moverse realmente.

Alaric apareció frente a él, como siempre, con su rostro impasible y su cuerpo inalterado por el tiempo. Había estado allí desde los primeros días de la inmortalidad. Era uno de los pocos con los que Kairo había intercambiado algunas palabras a lo largo de los siglos. Pero eso era todo. Las conversaciones se volvían breves, casi siempre sobre lo mismo.

—¿Otra misión? —dijo Alaric sin mirar a Kairo directamente, su voz baja.

Kairo no respondió de inmediato. No era necesario. Las misiones siempre llegaban. La IA central se aseguraba de que los inmortales siguieran ocupados, sin darles oportunidad de detenerse a pensar en lo que realmente sucedía.

La voz de la IA resonó por los altavoces del pasillo:

—Atención: Misión de emergencia asignada. Todos los inmortales reportarse a la sala de control.

Ambos continuaron caminando, sin cambiar de rumbo. Las luces del pasillo parpadearon y la imagen de un holograma apareció frente a ellos: coordenadas, mapas y una serie de datos incomprensibles. No había necesidad de más información. Kairo y Alaric sabían lo que significaba. Otro problema, otro intento de la IA por mantener a todos ocupados. Nadie cuestionaba las órdenes. No había espacio para preguntas.

La sala de control estaba tan impersonal como siempre, llena de pantallas flotantes y terminales. Al llegar, Kairo se detuvo frente a una de las pantallas, observando los datos. La IA había detectado una anomalía en el sector sur. Un área que, aparentemente, no había sido atendida por mucho tiempo.

Un par de inmortales ya se encontraban allí, al igual que él, esperando órdenes. Sin decir una palabra, Kairo se acercó a una de las mesas de trabajo, donde una serie de hologramas proyectaban la información sobre el área a investigar.

Alaric se acercó a él, observando la pantalla.

—Un fallo en la red, probablemente —dijo Alaric, sin mucho entusiasmo.

Kairo asintió, pero no dijo nada. Estaba acostumbrado a estas misiones sin sentido, a esta constante revisión de fallos que nunca terminaban. Los problemas eran tan pequeños, tan irrelevantes, comparados con el vacío que sentía por dentro.

La voz de la IA volvió a sonar, esta vez más clara:

—Instrucciones completas. Procedan con la investigación en el sector sur.

Kairo y Alaric se dirigieron hacia la salida, sin palabras. El tiempo continuaba su marcha, o tal vez no lo hacía. No importaba. Las puertas se abrieron automáticamente, y la misión seguía su curso.

El exterior del complejo era tan desolado como siempre. Las ciudades estaban vacías, las calles eran solo sombras de lo que alguna vez fueron. A lo lejos, un par de estructuras metálicas se erigían, imponentes, pero en silencio. Ningún rastro de vida más allá de los inmortales. Todo seguía igual.

En el aire flotaba una quietud absoluta. No había viento, ni sonidos, ni cambios. La realidad misma parecía suspendida en el tiempo. Kairo caminó por la ciudad, sintiendo el peso de su paso resonando en el suelo metálico.

Y, a medida que avanzaba, una vez más se preguntó, como lo hacía todas las mañanas: ¿Por qué sigo aquí? Pero no hubo respuesta. Porque no podía haberla.