Es increíble ver como un día triste va acompañado de amarguras, un cielo gris que amenaza con las lluvias. A lo lejos puedo escuchar los insistentes rayos que estallan al llegar a tierra y no me dejo de preguntar por qué yo tengo que ser tan desdichada, a mis 13 años me sentía la única persona que más había sufrido en el mundo, mi autoestima, mi felicidad, mis ganas de vivir estaban por el suelo. Luego de ver como bajaban poco a poco aquella caja negra con cruces de metal hasta más allá del fondo de la tierra en donde por fin mi querido y amado padre ya descansaría luego de tanta lucha por su vida, sé que tenía que estar preparada para su muerte como todos los que me rodean los están, pero no puedo, es difícil que mi único amigo, la única persona que en realidad me amaba me haya dejado sola y desamparada en este mundo. Después de él ya no tenía a mas nadie.
Las manos regordetas de Candy presionan fuerte mi hombro para tratar de consolarme y solo la ignoro, nada podría hacer, era tan difícil este dolor inconmensurable. Sabía que nada, ni nadie podía llenar jamás este vacío que sentía por dentro.
Aprieto contra mi pecho el ultimo retrato y lo aferro tanto como mi esperanza de volverme a unir con el algún día, él no podía dejarme sola y seria yo quien le iría a buscar.
- ¡Cariño! -mi madre me dice algo, pero su voz suena tan vaga, sin expresión, como si fuera robótica. Ella había estado así todos estos días, no le importaba en nada lo que a él le pasara y sé que al fin estaba alegre de separarse de ese hombre enfermizo, aunque una vez hace años no fue así y soy testigo de que los dos se amaban muchísimo a pesar de que siempre mi madre fuera superficial y mi padre un hombre modesto y cándido.
Sus personalidades diferentes según él los hacia más felices, pues una cosa compensaba la otra, recuerdo como siempre él se acercaba a ella y le tocaba una suave melodía en su piano a la vez que le miraba con ojos de inspiración.
Lilian era una mujer con curvas marcadas y unos ojos gatunos que enganchaban a cualquiera y esa era la razón que mi padre la consideraba su gran ninfa de los bosques, siempre le susurraba cosas al oído y junto a un gran poema que el componía le ponía música y lo recitaba poco a poco hasta brotarle una gran sonrisa.
Ahora la veo sola con sus lentes que tapan aquella mirada de ilusión.
¿qué cosas estará tramando ahora que mi padre ha muerto?
-Heaven, necesito que seas fuerte-besa mi cabello y me toma de la mano para llevarme hasta la casa pues esto no había terminado y como era una costumbre en las reuniones de los Condell se había armado una muy grande para recibir a todos aquellos que fueran a darnos el pésame, pero yo en realidad no lo apetecía.
No quería que alguien me abrazara con lastima y dijera que lo sentía, ¿qué sabían de ellos de mi dolor?, había perdido a mi modelo a seguir y nada podía solucionarlo.
Cierro los ojos otra vez y dejo que la suave brisa acaricie mi piel, mi padre es en lo primero en lo que puedo pensar, él y ese recuerdo en su habitación llena de aparatos eléctricos que los mantenían con vida hasta su último suspiro.
Odiaba a la muerte, odiaba a la vida, uno no quiere jamás llevarse estas decepciones y aquí estaba yo afligida por la partida de mi padre a sus 49 años, un hombre que todavía no había dejado todo, su pasión por la música y el arte fue algo que lo mantuvo feliz cada día de su vida y yo hacía posible porque siempre fuera así.
Cuando llego a su habitación, en aquella solitaria casa, sé que todo es muy real, su cama está vacía y todo está apagado, ya no escucho esa máquina horrenda que le daba aire a sus pulmones, no veo por ningún lado el correr de las enfermeras y ya no puedo sentir el aroma a medicina que estaba esparcido por el aire, al contrario. mi madre hizo que todo aquello desapareciera y solo el jazmín bañaba la brisa e inundaba por completo a aquella gran casa que mando hacer en honor a su promesa de salir de la pobreza.
La servidumbre estaba atareada y con las caras bajas, todos estaba triste levemente, pero seguían trabajando para mantener a gusto a los invitados. Mis familiares habían entrados consternados y solo estallo en un llanto profundo cuando mi querida abuela me estrecha entre sus brazos, ahora la veo tan pequeña y delicada que solo puedo besar su cabeza y hundirme en nuestro sollozo por un largo rato. Mi abuelo también me frota los brazos, él no está llorando, nunca fue un hombre de esos que se la pasaba mostrando sus sentimientos con el mundo y por eso mi padre conmigo era tan diferente.
-Mi pobre Heaven -acarició mi cabello rubio y aparto varias hebras de mi rostro-se nos ha ido, nuestro Alberto nos ha dejado-y soltó un grito de dolor que me hizo sentir ridícula, después de todo yo no era la que más sufría por su perdida, su madre estaba destrozada por que el mayor de sus hijos la dejo luego de perder la lucha contra el cáncer.
La sala estaba muy cambiada para la recepción después del sepelio, por primera vez mi madre mando a cubrir los espejos y quito cada cuadro, cada adorno que le recordara la muerte. Las coronas de flores con el nombre de papá y la fecha de nacimiento y muerte estaban en sus lugares.
Me senté con ellos a un lado saludando solo a mis tíos y primos e ignorando al resto del mundo hasta que de pronto a la llegada de la luna aquel horrendo hombre entro con su mirada repugnante abrazar a mi madre con cierta indecencia. Su melena rubia y larga estaba atada a una cola, que mostraba más aún aquel rostro pálido y siniestro que me provocaba odio y miedo a su vez.
Donald Camil, era en si un hombre perverso, cínico que se había considerado en algún momento amigo de mi padre cuando en realidad lo que era su peor enemigo en el mundo. Alto y delgado, pero con una contextura algo fuerte se apodera de mi madre entre sus brazos y yo solo hiervo de la rabia, mis entrañas se retuercen y siento un gran asco al verlos, aquellos solo eran unos viles traidores que deseaban que papá muriera para seguir con su camino.
Mis manos temblaron por la furia de tener que ver como se paseaban con una actuación perfecta llena de dolor por su partida, aunque por dentro se reían porque así fuera.
- ¡Querida! -exclama de preocupación mi abuela-mírate, estas temblando, será mejor que vayas a descansar-me recomendó mientras me acariciaba dulcemente mi mejilla.
-si abuela, eso es lo que hare-y me levante con pasos rápidos y furiosos, tratando de ignorar toda aquella patética escena hasta que sin darme cuenta me había topado con su indeseable presencia que me arropaba la mía por esa altura inigualable, note la maldad en sus ojos dorados y aquella sonrisa maliciosa solo provoco que le golpeara la cara, pero no lo hice solo me quede tiesa mirándolo sin temor a esconder mi odio.
-Pobre Heaven, siento tu dolor pequeña-y antes de que lo pudiera impedir me abrazo fuertemente, pude sentir aquel olor a muerte que revolcó mi estómago y como aspiraba mi aroma mientras me susurra que fuera buena chica.
-No me toques-le grite y lo empuje bruscamente huyendo de su nuevo intento de ataque.
Los días sin la presencia de mi padre eran muy duros para mí y solo la única forma de poderlos combatir era con el piano mientras tocaba la sonata de claro de luna que tanto me había enseñado desde los inicios de mi infancia, cuando vio que podía tener talento en la cosa que más lo hacía feliz y como veía su sonrisa tan estremecedora que seguí intentándolo una y otra vez hasta hacerlo perfecto como él.
Candy estaba conmigo viendo con una media sonrisa y lágrimas en sus ojos cuando seguía tocando aquella apacible melodía que se volvía extraña y sombría recordando mis más enteras pesadillas hasta que terminé turbia.
Siento una brisa gélida y esa sensación de que me observaban desde las penumbras.
Alzo mi rostro y es cuando veo de nuevo a ese tipo en mi casa. esta vez bajaba las escaleras y su torso estaba desnudo lo que me dejo herida al ver lo pálido que era y como brillaba bajo la luz incandescente de las lámparas flotantes, su cabello estaba hacia atrás dándole un aire guapo y maduro pero lleno del más fino terror que cualquiera podría contemplar y eso le gustaba, olía mi miedo y lo atraía de cierta manera.
Mis dedos se detienen soltando una nota baja que desaparece a medida que él se acerca mientras aplaude lo que había hecho.
-Eso fue impresionante, ni los grandes músicos se podrían comparar antes tu gran maravilloso talento querida mía-aquel tono era tan pausado y elegante que el parecía no pertenecer a este mundo por aquella forma caballerosa de articular cada palabra.
-No soy tu querida ¿y qué haces aquí en esas fachas? -le exigí saber.
Cobré fuerzas de donde no las tenía y me levante para enfrentarle, pero solo era una chiquilla ante él.
-Tranquila, Heaven-se osó a tocar mi pelo, pero le di un manotazo fuerte, la señora Candy se levantó asustada por mi actitud-está bien, no te tocare hija mía. Sé que estas todavía destrozada por la muerte de tu padre, mi gran amigo-y fingió un sollozo lleno de burla.
-Eres un cretino-grite furiosa-lárgate, vete de mi casa-dije golpee su pecho que era duro y frio como el acero, mis brazos me dolieron, pero aquella rabia que sentía por dentro fue lo suficiente como para que apenas fuera leve.
-Tranquilízate, pequeña. ¡oh! mi pobre niña-y tomo mis brazos con fuerza deteniendo mi circulación enseguida y me abrazo encontrar de mi voluntad. Quería salir de ese agarre, pero era fuerte y me dolía mis movimientos.
- ¿Que está sucediendo? -exigió saber mi querida madre bajando con una ligera bata transparente y sin ninguna gota de maquilla, Lillian tenía un ligero aire, lucia menos tensa y feliz de cierta manera, pero al vernos de aquella forma solo frunció su ceño y coloco sus manos en aquellas enormes caderas que estaba acompañada con una cintura diminuta sin tener ni un gramo de grasa.
Donald me soltó precipitadamente y caí al suelo súbitamente, se acercó a mi madre y rodeo toda su gran cadera y le dio un beso en la mejilla sin disimular sus caricias en mi presencia.
-Nada querida, solo trataba de consolar a Heaven, pobrecilla, esta triste por la muerte de Alberto, es una pena que ese gran hombre halla fallecido -y acaricio su rostro.
-Suéltala-grite lanzando un jarrón a su dirección que estallo frente a sus pies.
Mamá furiosa camino a mi dirección y sin decir palabra alguna me abofeteo tan fuerte que mi rostro cambio de dirección y mi carne palpitaba enrojecida.
- ¿Qué comportamiento es este? -grito con un tono severo. Candy corrió hacia mí y me rodeo con su brazos-no permitiré que actúes de esa forma y mucho menos en contra de Donald. ¿me escuchaste? eres una niñita malcriada-
-Y tu una puta-gruñí sin darme cuenta de la furia de mis palabras y fue en ese instante que todos quedamos callados por la crueldad que había dicho. mamá dio dos pasos hacia atrás y coloco en sus labios carnosos aquellos dedos perfectamente hermosos atónita. De pronto vi que Donald solo sonreía, gozaba con saber que había irrespetado a mi madre, pero solo cambio su expresión cuando ella se dio la vuelta y corrió hacia sus brazos como una niña pequeña en busca de protección.
-Lo siento-profundamente era verdad, la amargura me había hecho actuar de esa manera -mamá-mi voz era apenas un hilo muy fino.
-Mejor subamos, cariño-Candy me dijo.
Al principio la gran mansión de aspecto antiguo con toque de piedra y dorado que simbolizaban el oro de aquella época pertenecía a gente burguesa que luego de la guerra tuvieron que dejarla abandona hasta que por fin papá la compro después de haber ido de gira con su gran concierto de piano por el mundo. Aquí trajo a mi madre y ella decoró todo a su gusto y en especial mi habitación que era tan grande como un departamento con el cielo pintado en el techo y las imágenes de ángeles que me custodiaban mis más grandes sueños y venciendo mis grandes pesadillas.
Las cortinas de terciopelo azul claro hacían juego con mi enorme cama en donde tenía a mis grandes muñecas que eran mis compañeras por las noches. Estampo con brusquedad mi cara en una almohada y tomo a Carlota Sofía, la muñeca de trapo que papá y yo confeccionamos una de esas tardes luego de que había regresado de su gira.
-Yo lo siento, Candy-le confesé a mi niñera, aquella anciana de 60 años se había hecho cargo de todos mis cuidados desde que tenía días de nacidas.
-Eso que hiciste estuvo mal, Heaven, no debiste haberle hablado de aquella manera, mira como la dejaste, le has roto su corazón-acaricio mis cabellos.
-Lo sé, lo sé. créeme que no quise hacerlo, pero odio lo que hace, yo sé que Donald y ella son amantes desde hace mucho tiempo, una vez los escuche hablar de lo que harían cuando papá haya muerto-y ese recuerdo golpeo mi corazón y lo hizo trizas, yo creía en el amor, estaba segura que mis padres se amarían para siempre, pero uno siempre es el que ama más y ese fue el que perdió. Me sentía brutalmente herida ante lo que había hecho, pero no había perdón que valiera.
-Mi pequeña, no llores más o te vas a enfermar, duérmete –dijo acariciándome hasta que al fin pude cerrar mis ojos.
La mañana siguiente fue solitaria y marchita, traté de llamar a la habitación de mamá, pero estaba cerrada y no se escuchaba ni un solo ruido de ella por más que gritase o lamentara haberle dicho lo que le dije, no quería ser una mala hija, no tenía justificación para lo que había hecho, pero nadie salió de ahí.
Para la cena el comedor era grande y solitario, aquellas once sillas estaban todas solitarias y silenciosas mientras comía mi pollo relleno que Candy me había dado para alegrarme.
-Si te lo comes todo te daré chocolate de triple capa como a ti te gusta -me incentivo a probar aquel bocado y se fue para que estuviese tranquila.
Los espejos ovalados que estaban en la sala habían sido cambiados por pinturas extrañas que tenían rosas rojas que se disolvían en las orillas como si fuesen sangre.
Bajé la mirada a mi plato y solo la subí con el alma en hilo cuando ella apareció en el comedor. Lillian estaba hermosa como siempre, su vestido verde oscuro le quedaba pintado a ese enorme cuerpo que tanto les gustaba a los hombres, su melena rubio plata era también la mía, pero su brillo era diferente un poco más estilizado por esas suaves ondas que estaban sueltas en su cabello abundante y enceguecedor como el oro. Ciertamente creo que me parezco mucho a ella, siempre todos me lo decían y cada vez que la miraba con un vestido nuevo no veía la hora de tener sus cuervas en mi cuerpo.
-Mamá-salí de forma instantánea, pero ella no dijo nada solo se limitó a ignorarme-yo lo siento mami, no quise decirte algo como eso, pero...
-Solo cállate, Heaven. Me duele la cabeza y no quiero hablar contigo, sabes lo que hiciste y estoy decepcionada, fuiste una grosera ayer y de verdad te desconozco, no quería hacerlo pero no me dejas más remedio y esto lo hago por tu bien-me dice con sus ojos de gatos duros como piedra para poder herirme-hable con tus abuelos y te iras con ellos a Europa a seguir con tus estudios y cuando estés ahí espero que reflexiones por esta conducta tan grosera e impropia de ti y mientras sigas aquí no quiero que me dirijas palabra alguna al menos que te disculpes con Donald, el solo es un amigo mío y no dejare que hagas lo que quieras con él. quizás tu padre te consintió en todo, pero yo no, yo no soy tu padre y no permitiré esa conducta bajo mi techo ¿entiendes? -luego solo salió sin decir más nada arrojándome un balde del agua más fría que pueda existir, mi mamá ahora se deshacía de mi para siempre.