Hakko frunció el ceño mientras pasaba la vista por las estanterías de la pequeña biblioteca. A pesar de la era digital en la que vivía, él no podía darse el lujo de acceder a los libros electrónicos. No poseía magia, y sin ella, las interfaces mágicas de lectura eran completamente inaccesibles. Su única opción eran los libros físicos, que cada vez eran más escasos.
Suspiró pesadamente mientras observaba la pila de libros de autoayuda frente a él. Había probado de todo: "El poder de la magia en ti", "Hábitos mágicos para el éxito", "Magia en 4 semanas", pero ninguno le había servido. Página tras página, lo único que encontraba eran vagos consejos motivacionales, sin nada concreto que pudiera usar.
—Esto es inútil… —murmuró, dejando caer la cabeza sobre la mesa con frustración.
Casi rindiéndose, decidió intentar otra cosa. Se levantó y comenzó a recorrer los pasillos de la biblioteca en busca de otras secciones, cualquier pista que pudiera ayudarle. Sus pasos lo llevaron a un rincón que nunca antes había notado. A diferencia del resto del lugar, esta zona estaba repleta de libros viejos y cubiertos de polvo. Un ambiente tétrico lo envolvió, pero la intriga fue más fuerte que su inquietud.
Avanzó lentamente entre los estantes hasta que su mirada se posó en un libro extraño, más antiguo que los demás. Tragando saliva, estiró la mano y lo tomó con cuidado. La cubierta era dura y desgastada, la intriga y desesperación estaba buscando algo que le ayudará con sus deseos y al abrirlo…
Nada.
Las páginas estaban completamente en blanco.
La decepción lo golpeó como una bofetada. Con un gruñido de fastidio, lanzó el libro al suelo, pero antes de que pudiera tocarlo, alguien lo atrapó en el aire.
—¡Hey! ¡Ten más cuidado! —exclamó un joven, mirándolo con desaprobación.
Hakko parpadeó sorprendido. No lo había visto venir.
—Lo siento… —dijo, desviando la mirada.
El joven suspiró, sacudiendo la cabeza.
—Además, acabas de meterte en la sección de libros prohibidos. —Señaló un cartel de advertencia en la pared.
Hakko tragó saliva. No había notado el letrero en su prisa.
—¿Qué quieres? —preguntó el joven, observándolo con curiosidad.
Hakko dudó un momento, pero luego, sintiendo que no tenía nada que perder, respondió:
—Quiero aprender magia… Me quedan pocos días y prometí a alguien que entraríamos juntos a la academia.
El joven arqueó una ceja y luego sonrió con diversión.
—Vaya, así que lo haces por amor, ¿eh?
—¡N-no es eso! —Hakko se sonrojó y agitó las manos en negación.
El joven rió levemente, pero al ver la incomodidad de Hakko, cambió de tono.
—Está bien, está bien. Tal vez pueda ayudarte… Me suena que hay un libro de autoayuda que podría servirte. —Se acercó a uno de los estantes y sacó un viejo tomo cubierto de polvo.
Sopló sobre él para limpiarlo, pero la nube de polvo salió disparada directo a la cara de Hakko. Tosiendo y frotándose los ojos, perdió el equilibrio y cayó al suelo.
—¡Ah! Lo siento, lo siento. No fue mi intención. —El joven extendió una mano para ayudarlo a levantarse.
Hakko parpadeó varias veces hasta que su visión se despejó… y entonces se dio cuenta de algo. El libro, antes viejo y desgastado, ahora parecía completamente distinto. Su cubierta brillaba ligeramente junto con una llamativa estrella de seis puntas, como si el polvo hubiera estado ocultando su verdadera naturaleza.
—Esto es… —murmuró Hakko, tomando el libro con asombro.
—Parece que tienes algo interesante ahí. —El joven sonrió.
Hakko le dedicó una mirada agradecida.
—Gracias…
—Nah, dar soluciones es lo mio. —El joven se encogió de hombros. Luego, extendió la mano con una sonrisa.—Espero que logres tu objetivo.
Hakko estrechó su mano con determinación.
—Gracias. Espero que tú también.
—ayudarte, ya cumple mis objetivos
—Oh, casi lo olvido… ¿Cómo te llamas? —preguntó Hakko, pero en ese momento su propio teléfono sonó.
Al revisar la pantalla, se dio cuenta de la hora y su expresión cambió.
—Rayos, ya es tarde… —Guardó el libro en su mochila con rapidez, volviendo la mirada al joven.—Gracias por todo, de verdad. —Sonrió antes de darse la vuelta y apresurarse hacia la salida.
El joven lo observó marcharse y suspiró con una leve sonrisa.
—Espero que lo logres, Hakko…
Hakko salió de la biblioteca sintiendo una nueva chispa de esperanza encenderse en su interior.
Tal vez… esta vez sí encontraría una respuesta.
Antes de salir por completo, se despidió del anciano que atendía la biblioteca.
—Por cierto, su ayudante se merece un ascenso. —Dijo con una sonrisa antes de girarse.
El anciano lo miró con una expresión difícil de leer. Entre una sonrisa y un gesto de desconcierto, respondió con calma:
—Ah… sí.
Hakko asintió y se marchó, sin notar cómo los ojos del anciano lo seguían un tanto extraño de las palabras.
—Pero...si soy el único que trabaja en esta tienda...—dijo con un tono confuso mientras miraba la suciedad del chico, recordando haber limpiado todas las estanterías ayer.