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Universo X: Guerra de Mundos [versión español]

MarvinA27
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Synopsis
Bienvenido Queridos Lectores a una nueva Aventura de seguro te preguntas que es este Universo pues yo su querido narrador les explicaré y contaré sobre el Universo X. Pues en esta Dimensión sucedió un accidente que trajo consigo una catástrofe, no sólo para nuestro universo tal y como lo conocemos sino para el multiverso, donde varias realidades paralelas fueron unificadas con el origen del problema osea nuestro universo naciendo así el Universo X ,una anomalía de varias dimensiones combinadas en uno. Aqui en este Universo la humanidad deberá reparar este error, eso sí enfrentando los horrores que vinieron con las otras dimensiones tanto aliados como enemigos, exploraremos el cosmos y veremos cómo la humanidad soluciona los agujeros de gusanos, líneas de tiempo colisionando, Dioses de otras Tierras, entre otras cosas.. Así que Damas y Caballeros yo soy su querido Narrador y sean Bienvenidos al Universo X: Guerra de Mundos.
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Chapter 1 - Capítulo 1: El Demonio Alado.

(Hoy yo su Narrador favorito para no presentarme siempre así de ahora en adelante soy N de Narrador, hoy les contaré una historia sobre "El Demonio Alado" aunque ya lo saben por el título del capítulo de hoy, comenzamos).

Ubicación: Galaxia Flor Solar.

Sistema Solar: Élfico.

Planeta: Reino II.

En los hermosos páramos del Reino de Claitus, gobernado por el Rey Jorge IV, en el exoplaneta Kingdom II, ubicado cerca del sistema solar Élfico dentro de la Galaxia Flor Solar, se desarrolló un día espléndido.

Samuel, un joven de 24 años, caminaba con alegría bajo la luz del sol, que iluminaba su rostro con un resplandor cálido. Una simple vista, era el hombre más amable del reino, siempre dispuesto a ayudar a los demás. Se desempeñaba como mensajero, cocinero y realizaba múltiples oficios, pero ocultaba un secreto que no deseaba que nadie descubriera. Sin embargo, el destino tenía aviones para él, aviones que ni siquiera le desearía a su peor enemigo.

Mientras recorría el mercado del reino, el bullicio de los comerciantes y la alegría de la gente llenaban el ambiente.

—¡Hola, Charlie! ¡Hola, Jennifer, te ves hermosa hoy! ¡Hola, Carlos, no dejes que esas ovejas escapen o no podrás venderlas! —saludaba Samuel con una sonrisa radiante.

Pero aquella sonrisa no duraría mucho. El destino llamó su nombre, y un temblor planetario sacudió cada rincón del mundo, incluido el Reino de Claitus. El majestuoso castillo del rey comenzó a derrumbarse pedazo a pedazo. Afortunadamente, gracias a la intervención de los guardianes del reino—gigantes de acero inoxidable, dotados de vida por la fusión de magia prohibida y magia pura—, nadie murió aplastado. Sin embargo, los habitantes del reino pronto desearían haber perecido en la destrucción, pues lo peor estaba por comenzar.

Cuando cesó el terremoto, todos creyeron que lo peor había pasado. Pero Samuel vio algo que nadie más percibía: una sombra que emergía de la penumbra y se dirigía a él con una voz ronca y desgastada.

—Samuel Martínez Guzmán, hijo de Catrina Guzmán Hernández y de Pablo Martínez, hoy es el juicio final. Hoy pagarás por tus pecados, por lo que le hiciste a ella.

Samuel, con el rostro pálido y el cuerpo paralizado por el miedo, preguntó:

—¿Quién eres tú?

La sombra emitía una risa suave y, poco a poco, dejó ver su rostro: un cráneo femenino del que emergían gusanos a través de sus orificios. Aún quedaban restos de carne putrefacta adheridos a su estructura ósea, y por la abertura de su garganta podían verse las cuerdas vocales, vibrando mientras hablaba.

—Soy la Muerte, y he venido a reclamar tu alma, Samuel Guzmán —anunció, esta vez con una voz femenina, aunque aún ronca.

Samuel quedó petrificado. Un escalofrío recorrió su columna vertebral y su cuerpo se negó a responder. En un parpadeo, todos los presentes pudieron ver a la Muerte, quien alzó la voz para dirigirse a la multitud.

—Inocentes, no se preocupen. Llevaré sus almas al paraíso. Pero la tuya, Samuel, será la que más disfrutaré viendo arder en el infierno.

Con una velocidad imposible de seguir, la Muerte se acercó a Samuel y, creando una grotesca lengua hecha de gusanos y carne podrida, lamió su oreja. Samuel sintió el retorcer de los gusanos contra su piel y, con un grito ahogado, retrocedió de inmediato.

La Muerte río entre dientes y, dando media vuelta, comenzó a desvanecerse en las sombras. Antes de desaparecer por completo, pronunció su última advertencia:

—El Demonio Alado los matará. Y a ti, Samuel, tu corazón devorará. No importa dónde te escondas, siempre te encontrarás.

La silueta de la Muerte se disipó en la oscuridad, dejando tras de sí una sensación de terror indescriptible. Los habitantes del reino estaban perplejos, pero nadie más que Samuel, cuyo corazón latía desbocado, impactado por lo que acababa de presenciar y escuchar.

Pero no había tiempo para comprender el mensaje de la Parca, porque el cielo, que antes era hermoso y resplandeciente con su color azul, se cubrió de repente con una onda de energía. Todos la vieron recorrer el planeta, pero no solo se limitó a este mundo, sino que se expandió por todo el universo. (Sin embargo, sigamos la historia de Samuel; más adelante se hablará de las consecuencias en otros rincones del cosmos).

La onda de energía se desvaneció lentamente, dejando tras de sí algo que nadie esperaba ver, y mucho menos a tan poca distancia...

"¡UN MALDITO AGUJERO DE GUSANO TEMPORAL!" gritó alguien entre la multitud.

El agujero, que se manifestaba justo frente al planeta, comenzó a ejercer su influencia. No era un simple túnel espacial (Al ser temporal, no solo absorbía la materia, sino que también la enviaba a través del tiempo. No tenía la capacidad de matar, pero sí de alterar la estructura misma de todo lo que tocaba seres vivos), transportándolo a lugares desconocidos.

El fenómeno comenzó a envolver el mundo como si fuera una manta. Muchas personas corrieron desesperadas por sus vidas, mientras otras buscaban refugio en las tiendas, creyendo ingenuamente que las estructuras frágiles podrían ofrecer algún tipo de protección. Pero ¿qué más podía hacer ante algo tan incomprensible?

Samuel, el hombre más "amable" del reino, se encontraba en estado de shock, paralizado ante lo que veía. Fue entonces cuando Charlie llegó, lo sacudió y lo arrastró hasta una tienda, justo antes de que el agujero de gusano cubriera por completo el planeta. En ese instante, el cielo se volvió negro, más oscuro que la misma noche, y ni siquiera la luz del sol podía atravesar aquella negra.

Entonces, como si el desastre no fuera suficiente, los portales mágicos —la clave de la humanidad para viajar entre planetas y lunas— se destruyeron. Sus rocas de poder, el núcleo de su funcionamiento, se hicieron añicos, impidiendo cualquier escape (Aquí su amigo N se me olvidó mencionar que la humanidad se expandió por el universo gracias a magia y portales que se encontraban en planetas y algunas lunas). Y cuando todos creían que habían alcanzado el peor momento, sucedió lo inimaginable.

El agujero de gusano desapareció, y por un breve instante, la esperanza renació. Pero cuando los habitantes del reino salieron para ver la luz del sol, el horror los golpeó de lleno. Un dolor inimaginable recorrió sus cuerpos. Todo se distorsionó.

El agujero de gusano reapareció, más grande que antes, y con él, un destino aún más cruel. Consumió al planeta entero y comenzó a deformar la vida en su interior. Los animales retorcieron sus cuerpos de manera imposible, su piel se volteó y sus órganos quedaron expuestos. Las personas sufrieron un tormento indescriptible: el dolor se volvió tan insoportable que sus emociones se apagaron por completo. Entonces, comprendieron la gravedad de la situación al ver sus propios cuerpos tirados en el suelo. Estaban viendo cómo la Parca se les acercaba, tocando sus frentes, marcando a cada uno con una maldición distinta.

Sin embargo, algunos recibieron castigos peores. Aquellos que no soportaron ver sus propios cuerpos volvieron a entrar en ellos antes de tiempo. Como consecuencia, convulsionaron violentamente; espuma salió de sus bocas mientras sus órganos eran expulsados por la fuerza. Sus cerebros se derritieron parcialmente, dejándolos en un estado de existencia atrofiada, manteniendo solo una muestra mínima de conciencia. Se convirtieron en lo que luego serían llamados MCV (Masa de Carne Viviente), seres atrapados en un sufrimiento eterno. Otros, en un destino no menos macabro, se convirtieron en fideos humanos, sus cuerpos alargados y retorcidos sin sentido alguno.

Samuel, sin embargo, permaneció fuera de su cuerpo, evitando el destino de convertirse en una aberración. Luego, aquellos que lograron resistir la transformación regresaron a sus cuerpos, y poco a poco, los sobrevivientes comenzaron a levantarse del suelo. Entonces, de manera inexplicable, el planeta volvió a aparecer en el universo, en la misma ubicación, pero con una terrible diferencia: gran parte de su población ya no era humana.

Cuando Samuel y los demás alzaron la vista al cielo, se dieron cuenta de algo alarmante. Kingdom II ya no tenía lunas orbitando a su alrededor. Y peor aún, podían ver claramente su planeta gemelo, Kingdom I, sin necesidad de un hechizo de observación mágica. Lo que presenciaron fue aterrador.

Vieron cómo Kingdom I era devorado lentamente por una entidad colosal, del tamaño de un planeta. La criatura desgarraba la superficie del mundo con sus fauces, disfrutando cada bocado como si saboreara un exquisito manjar. De repente, la entidad alzó la mirada y fijó sus múltiples ojos de diferentes tamaños sobre Kingdom II. Pero Samuel supo de inmediato que no miraba el planeta. Lo estaba mirando a él.

La criatura abrió una de sus tres bocas y generó un portal. Luego, con la parte baja de su cuerpo, tomó parte de Kingdom I y lo arrastró consigo al vórtice dimensional. Mientras desaparecía, el impacto de su inmenso cuerpo colisionó contra los restos del planeta provocó una lluvia de asteroides que se dirigió directamente hacia Kingdom II.

Para empeorar las cosas, Kingdom I, ahora fragmentado y en ruinas, comenzó a acercarse peligrosamente a su mundo gemelo. Los sobrevivientes, aterrorizados, buscaron refugio en lo que quedaba de sus hogares, mientras Samuel observaba atónito, incapaz de comprender la magnitud del desastre que se desarrollaba ante sus ojos.

Fue Charlie quien, una vez más, lo sacó de su estupor. Lo tomó del brazo con fuerza y lo arrastró fuera de la tienda, gritando:

"¡Mueve tu trasero, a menos que quieras morir aplastado por eso!"

Lo que Samuel vio cuando salió era un espectáculo de puro horror. Los gritos de dolor y desesperación resonaban en el aire. Veía cómo padres, convertidos en monstruos deforme, devoraban los intestinos de sus propios hijos a través de sus estómagos abiertos. Y lo peor de todo: los niños seguían vivos.

El caos había comenzado, y no había escapatoria.

El ambiente estaba impregnado con el hedor de la sangre y la putrefacción. El sufrimiento se reflejaba en cada rostro, mientras la entidad miraba el planeta y usaba una telequinesis oscura para modificar la mente de aquellos que no estaban protegidos. Dentro de cada casa o tienda había amuletos Anti-Maldad, lo que evitó que algunos sucumbieran a su influencia, pero en las calles el caos se expandía sin control.

Grietas aparecían de la nada, tragándose personas enteras. Algunas se abrían en las cabezas de los desafortunados, separando cráneos de cuerpos y enviándolos a lugares desconocidos. Sin embargo, las víctimas seguían vivas, sintiendo cada herida gracias a una conexión mágica invisible.

Charlie volvió a gritarle a Samuel:

—¡Vámonos antes de morir en este sitio!

Ambos corrieron desesperadamente hacia el portal, mientras el caos reinaba a su alrededor. La multitud empujaba y atropellaba a cualquiera con tal de escapar. Cuando Samuel y Charlie estaban a punto de cruzar, una amalgama de carne putrefacta, moribunda, se aferró al pantalón de Samuel y balbuceó con voz quebrada:

—S-Samu... Samuel...

Horrorizado, Samuel pisoteó la masa viviente. Pero algo llamó la atención de la multitud. Todos dejaron de moverse. Un silencio de muerte invadió el lugar. Charlie tocó el hombro de Samuel, y él, al girarse, sintió una respiración pesada en su nuca.

Lentamente, Samuel volteó y se encontró con una visión aterradora: Charlie estaba atrapada entre las garras de una gigantesca criatura. Un demonio alado. Su piel quemada despedía un hedor a cenizas y carne chamuscada. Con una sola mano, sujetaba la cabeza de Charlie. Samuel, paralizado por el terror, observó impotente cómo el demonio lamía la mejilla de su amiga con su lengua áspera y alargada.

De repente, Samuel vio una figura en la distancia. La Parca. Con una macabra sonrisa, le mostró un reloj extraño. Luego, se llevó un dedo esquelético a los labios en señal de silencio y desapareció riendo. Samuel sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.

El demonio apretó la cintura de Charlie con su otra mano. Samuel cayó de rodillas, rogando que la dejara vivir. Pero la bestia solo sonrió y, con un movimiento brutal, comenzó a tirar en direcciones opuestas. Los gritos de Charlie resonaron en el aire, hasta que el demonio, fastidiado, metió su garra en su boca y le arrancó la lengua junto con las cuerdas vocales. La sangre salpicó el rostro de Samuel.

Sin piedad, la bestia reanudó su macabra tarea. Los huesos de Charlie crujieron, su piel se rasgó. Desesperado, Samuel cargó contra el demonio, golpeándolo con todas sus fuerzas. Pero la criatura ni se inmutó. Solo bostezó, aburrida. Otras personas se unieron a Samuel, arrojando piedras y palos, pero el demonio rugió con tal intensidad que todos fueron lanzados por los aires.

Sin esfuerzo, partió a Charlie en dos. Con un movimiento rápido, devoró la parte superior de su cuerpo. Luego escupió los huesos, dejando su corazón intacto, aún palpitante. Como si fuera un trofeo, lo guardó en una bolsa.

El demonio se estiró, listo para continuar la masacre. Se arrancó un cuerno, lo vació con su poder y lo utilizó como trompeta. Un sonido espeluznante se propagó por el aire, y entonces, desde el portal, emergieron los que habían escapado antes… pero ya no eran humanos. Eran zombis, seguidos por hordas de demonios de diferentes tamaños.

Antes de que la criatura diera la orden de ataque, Samuel tomó la espada ensangrentada de un caballero caído. Con la mirada encendida por la ira, la levantó y gritó:

—¡Hoy correrá más sangre sobre la tierra, pero esta vez no será humana! ¡Nuestros compañeros serán vengados! ¡Y tú, engendro, morirás por mi mano!

El demonio rio con burla, pero de pronto, un silencio antinatural se adueñó del lugar. Una voz profunda y penetrante, capaz de helar la sangre, se dejó oír:

—Me agradas, chico. Por eso, te haré una oferta. Déjanos devorar a tu gente y te dejaré escapar.

Samuel apretó los dientes con furia. La criatura continuó:

—Por cierto, mi nombre es Adrien Colón, pero puedes llamarme "El Demonio Alado". Aunque veo en tu rostro que no aceptarás. Así que… ¿qué tal un nuevo trato? Te devolveré a la chica y solo me llevaré a los demás. A cambio, tú y ella me guiarán hasta más humanos para torturar y consumir. ¿Qué dices?

Samuel sonrió… y luego comenzó a reír. Una risa maniaca, descontrolada, que hizo que el demonio perdiera su sonrisa.

—¿Quieres que entregue a esta buena gente para salvar mi pellejo? —Samuel se burló—. ¡Vaya oferta de mierda! ¡Y tu apodo es aún peor! "El Demonio Alado", ¡por Dios! ¡Suena ridículo! ¡Oh, mírenme, soy un demonio con alitas y mato humanos! —dijo con un tono burlón, mientras fingía agitar unas alas imaginarias.

El demonio frunció el ceño. La diversión había terminado.

El Demonio Alado se encabronó. Su furia no conocía límites. Sin previo aviso, lanzó un ataque feroz, acompañado por su ejército de mini diablillos y zombies. Samuel, con su espada en mano, corrió hacia su muerte segura, y otros lo siguieron, incluso hasta el final. En medio del caos, Samuel escuchó una voz, susurrante y seductora, que provenía de las sombras de la muerte:

—Aún no, cariño…

De repente, un milagro. Un gusano gigante emergió de las profundidades de la tierra, atacando a los diablillos. (Los gusanos gigantes era simples gusanos hasta que mutaron por la teletransportación, aún recordaban su llegada y defenderían todo lo relacionado con su mundo de origen, sin importar si se trataban de objetos o seres vivos).

El Demonio, enfurecido, se abalanzó sobre Samuel, tomándolo por el cuello. Las personas a su alrededor luchaban con palos, pero sus esfuerzos eran inútiles. Los demonios utilizaban sus habilidades para arrancarles el corazón con un solo golpe. A las mujeres las arrastraban al portal, lo que debía ser su esperanza ahora se había convertido en su perdición.

Samuel, ya al borde de la asfixia por el agarre del Demonio, decidió apuñalar al monstruo en el corazón con su espada y lo hizo. Pero el Demonio, sin mostrar signos de dolor, sacó la espada de su propio corazón sin titubear, sin perder ni una gota de sangre. No necesitaba respirar, no poseía órganos humanos bueno no todos.

—¿No que eras fuerte, Samuel? —dijo el Demonio, con una sonrisa cruel.

Pero justo cuando parecía que la muerte se llevaría a Samuel, otro gusano surgió de la tierra, tragándose la mano del Demonio. Este, con un grito de dolor, soltó a Samuel, tratando de librarse de la bestia que lo mordía.

Aprovechando la oportunidad, Samuel observó cómo las personas, a pesar del miedo, luchaban con valentía, pero no durarían mucho más. Con fuerza, gritó:

—¡Retirada! ¡Hacia el portal!

Todos comenzaron a correr hacia el portal, pero Samuel, herido y al límite de sus fuerzas, se dio cuenta de que no todos lograrían escapar. Los demonios, al ver a los más débiles, los mataban o arrastraban a las mujeres hacia su condena. Mientras tanto, el Demonio Alado se acercaba, con su presencia oscura dominando el campo de batalla.

Cuando ya casi todos habían atravesado el portal, Samuel, con lo último de su energía, empuñó su espada y corrió hacia el Demonio. El Demonio Alado se alzó en el aire, preparado para asestarle un golpe mortal, pero justo antes de que todo terminara, un golpe reluciente, como de un puño de acero, golpeó la cara del Demonio, salvando a Samuel. Era un Guardián.

El Guardián empuñó su espada con destreza, imbuyéndola con su magia. El arma, bañada en la sangre de un demonio y reforzada con la magia del Guardián, se convirtió en una herramienta mortal contra los demonios.

Samuel, aprovechando la distracción, corrió hacia el portal, pero vio cómo el Guardián fue arrojado por los aires, rompiendo el portal con su impacto. La caída provocó que Samuel fuera arrastrado por una grieta que apareció detrás del portal. El Guardián, con una determinación feroz, se levantó y se lanzó sobre el Demonio, quien comenzó a usar sus alas para intentar cegar al Guardián. Sin embargo, el Guardián no cedió, y con una fuerza sobrehumana, agarró al Demonio por la cola y lo azotó contra el suelo, causando un pequeño temblor.

Los mini diablillos intentaron intervenir, pero el Guardián, con un solo movimiento de su espada, exterminó a todos. Los pocos supervivientes huyeron al infierno. El Demonio Alado herido, pero no derrotado, se elevó en el aire, lamió sus heridas y sonrió.

—Eres un rival digno, mejor que Samuel. Lástima que no sientas dolor, Guardián. Ahora verás mi evolución. Gracias a ti, alcanzaré el rango de Príncipe Infernal.

El Demonio comenzó a preparar su ataque, tensando sus músculos, mientras el Guardián empuñaba su espada con más fuerza. Justo en ese momento, un gran temblor sacudió el suelo. Ambos rivales habían olvidado que un planeta estaba a punto de chocar con Kingdom II.

El Guardián, viendo la inminente catástrofe, creó una onda expansiva con su espada, enviando un poderoso golpe hacia un fragmento de roca que contenía el poder del portal. Cuando el Demonio se recuperó de la onda expansiva, vio cómo el Guardián desaparecía por un portal de teletransportación. En su furia, el Demonio rugió al cielo, frustrado por haber dejado escapar a sus rivales perfectos. Sin embargo, dejó el planeta y se fue a través de un portal que él mismo creó.

Kingdom I colisionó con Kingdom II, desatando una explosión devastadora. Kingdom I se destruyó por completo, dejando a Kingdom II con el 45% de su superficie arrasada y grandes grietas que la marcarían para siempre.

En algún rincón de la galaxia Flor Solar, en un exoplaneta verde, Samuel cayó por el portal, herido pero vivo. La caída por la grieta le causó un cambio irreversible: sus ojos, antes marrones, ahora brillaban en un rojo intenso, como los de los demonios.

En la luna de ese mismo exoplaneta, el Guardián aterrizó exhausto. Sintió una extraña energía emanando de Samuel, por lo que decidió lanzar su espada al mundo. Mientras tanto, Samuel, aún confundido por todo lo sucedido, encontró una pantalla de vidrio en el suelo. Al tocarla, apareció una imagen en la pantalla de vidrio, provocando que se sobresaltara.

— ¿Qué es esto? —dijo Samuel, mirando la extraña pantalla.

De repente, una roca de poder que había caído junto a él brilló intensamente, absorbiendo los datos de la pantalla de vidrio y transfiriéndolos a la mente de Samuel. Así, comprendió que el planeta Reino II había desaparecido durante un período de [Datos no calculables aún]. El concepto de "presente" había dejado de tener sentido, y el tiempo parecía distorsionado en varias partes de la galaxia no en todo el universo, pero en partes.

—Espero que este mundo no tenga ese efecto de tiempo alterado… —murmuró Samuel, guardando la roca en sus bolsillos y comenzando su caminar hacia un nuevo mañana, o más bien, hacia un ayer. El tiempo, en algunos sitios, ya no era lo que solía ser.

(Buenos queridos lectores, hasta el siguiente capítulo, que sin duda les encantará. Recuerden, no todos los capítulos seguirán a Samuel, y me des............ Esperan un momento, ¡falta la escena secreta de este capítulo!)

 

En un rincón muy lejano de Kingdom II, muy alejado del reino de Claitus, se encontraba una cabaña que parecía completamente abandonada. Los restos de lo que alguna vez fueron vidas humanas yacían esparcidos por el suelo, sus cuerpos quemados y mutilados, víctimas de un ser terrible. La escena era macabra, y el aire se sentía pesado, como si la muerte misma estuviera presente.

De repente, apareció una figura oscura entre las sombras: la Muerte. Con su presencia imponente, comenzó a reclamar los cuerpos, ordenándoles que se levantaran de sus sueños, pues aún no habían llegado a las puertas del inframundo, donde finalmente encontrarían la "paz y tranquilidad" que se les había prometido.

Con un movimiento rápido y preciso, la Muerte se teletransportó a los escombros del reino, donde había quedado la amalgama de carne que Samuel había pisoteado antes de la llegada del Demonio Alado. Con un gesto sombrío, la Muerte tomó esa masa deformada entre sus manos y, con un toque de su poder, la revivió.

—Vamos a casa, mi querida nueva familia —murmuró, mientras se llevaba consigo a las criaturas resucitadas, dejando atrás la destrucción y el caos que había dejado el Demonio.