Cuando abrí los ojos, supe que algo no estaba bien.
No era solo el hecho de haber despertado en un lugar desconocido, sino la sensación de que mi cuerpo no era el mismo. Me levanté tambaleante y, con el corazón latiéndome con fuerza, busqué el objeto más cercano que pudiera reflejar mi imagen. Al encontrar un pequeño espejo roto en la cabaña donde desperté, miré mi reflejo y el mundo pareció detenerse.
Cabello largo y desordenado, ojos afilados... ¡Era Yamcha! ¡Yo era Yamcha!
Me tomó una semana asimilarlo. Poco a poco, los recuerdos de mi vida pasada se mezclaban con los de esta nueva identidad. Supe que estaba en el año 738 y que aún era un niño de cinco años, lo que significaba que tenía tiempo antes de los eventos principales de Dragon Ball. Pero una cosa estaba clara: si quería sobrevivir en este mundo, debía volverme fuerte.
Decidí partir de inmediato hacia la isla del Maestro Roshi, el legendario artista marcial. Aunque en la historia original Yamcha no entrenó con él hasta cumplir los 16 años, yo no iba a desperdiciar la oportunidad y el tiempo de aprender de uno de los mejores.
El viaje fue largo y desafiante, pero lo que más marcó mi travesía fue un encuentro inesperado.
Atravesando un denso bosque, escuché gritos y el sonido de una pelea. Me acerqué con cautela y encontré a un grupo de bandidos armados con cuchillos, acorralando a una niña de cabello azul que no debía tener más de tres o cuatro años. Sus ropas estaban rasgadas, sus mejillas llenas de lágrimas y, a su alrededor, dos cuerpos inertes: sus padres, asesinados sin piedad.
Algo dentro de mí se encendió.
Salté de mi escondite y ataqué a los bandidos sin pensarlo. Al principio sentí miedo. No tenía experiencia real en combate, y ellos estaban armados. Pero cuando uno intentó apuñalarme, mis sentidos se agudizaron y pude ver su movimiento con claridad. Esquivé el ataque con facilidad y, sin darme cuenta, mi cuerpo reaccionó solo. Con una serie de golpes precisos, derribé a uno tras otro.
Los demás bandidos, aterrados, recogieron a sus compañeros heridos y huyeron, gritando amenazas de venganza. No me importó. Mi atención estaba en la niña, quien seguía temblando y sollozando.
Me acerqué y me arrodillé a su lado. "Tranquila, ya se fueron. Estás a salvo."
Ella levantó la mirada con los ojos llenos de lágrimas y, con un hilo de voz, respondió: "M-Mi nombre es Launch...".
En ese momento, supe que su destino había cambiado para siempre, al igual que el mío.
Recordé que en la historia original, esta chica tenía una extraña condición: al estornudar, su personalidad cambiaba por completo, volviéndose una rubia agresiva y violenta. Mientras pensaba en eso, le sonreí con amabilidad.
"Mi nombre es Yamcha. Dime, Launch, ¿sabes si tienes algún familiar cercano a quien podamos buscar?"
Ella bajó la mirada y negó con la cabeza. "No... mis padres nunca me hablaron de algún pariente. Ahora que ellos... ya no están, estoy sola en este mundo...". Su voz se quebró mientras nuevas lágrimas rodaban por sus mejillas.
La abracé suavemente y le di unas palmaditas en la espalda para consolarla hasta que esta se quedo dormida.
Al dia siguiente cuando Launch se desperto. "No estás sola ahora me tienes . Primero enterremos a tus padres como se merecen. Luego, voy a dirigirme a Kame House para pedirle al Maestro Roshi que me entrene. Él es un gran artista marcial y trata a sus discípulos como una familia. Si vienes conmigo, podríamos hacernos más fuertes juntos. ¿Qué dices?"
Launch me miró con sus ojos llorosos y, tras un momento de duda, asintió lentamente. No sabía qué nos depararía el futuro, pero a partir de ese instante, su camino y el mío estarían unidos.
De repente, Launch estornudó. Su cabello se volvió dorado y sus ojos adquirieron una mirada desafiante. Sin embargo, a pesar del cambio, las lágrimas seguían rodando por su rostro. "Sí, lo haré... Me convertiré en una artista marcial muy fuerte para poder derrotarlos y no volver a perder a nadie más", dijo conteniendo el llanto.
Ver su determinación me sorprendió. Durante el camino, charlamos sobre nuestras comidas favoritas. Como en mi vida anterior sabía cocinar, cazaba pequeños animales en el trayecto y los preparaba con las especias que llevaba en una gran bolsa de cuero. Cada noche, compartíamos una comida caliente junto al fuego, fortaleciendo nuestro vínculo poco a poco mientras nos dirigíamos a nuestro destino.
Una noche, mientras asábamos un par de conejos sobre la fogata, Launch me miró con curiosidad y preguntó: "¿Oye, Yamcha? ¿Cuál es tu comida favorita?"
Me quedé pensando por un momento antes de responder. "Me encantan los platos bien sazonados. Si tuviera que elegir uno solo, diría que el ceviche. Es un plato de pescado crudo marinado en jugo de limón, con cebolla, ají y otros condimentos. Me gusta su frescura y el toque ácido del limón."
Launch parpadeó sorprendida. "Nunca había oído hablar de eso. ¿Es difícil de preparar?"
Me reí. "No realmente, pero necesitas pescado fresco y buenos ingredientes. Si algún día encontramos pescado en el camino, te haré uno."
Launch, en su forma de cabello azul, sonrió con nostalgia. "Me gusta el pan dulce... Mi mamá solía hacerme pan con miel cuando era pequeña. Era suave y esponjoso, y siempre olía delicioso." Sus ojos se llenaron de tristeza por un momento, pero luego sacudió la cabeza y sonrió. "También me encanta el arroz, aunque nunca aprendí a cocinarlo bien. Siempre se me quema."
Me reí suavemente. "No te preocupes, te enseñaré a cocinar cuando lleguemos a Kame House. Es importante saber prepararse la comida si queremos ser fuertes."
Más tarde, cuando Launch volvió a estornudar y su personalidad cambió, la rubia cruzó los brazos y bufó. "¿A quién le importa cocinar? Lo que importa es que la comida sea abundante y rápida. La carne bien asada y la comida picante son lo mejor.
Me reí de su cambio de actitud. "Bueno, mientras podamos encontrar suficiente comida para ambos, está bien. Aunque te aseguro que la comida bien preparada sabe mucho mejor."
Viajamos por bosques, cruzamos ríos y atravesamos pequeños pueblos, donde a veces intercambiábamos favores por provisiones. Con el paso del tiempo, Launch y yo nos volvimos más cercanos, compartiendo nuestras experiencias y sueños.
Durante nuestro viaje, llegamos a una aldea que estaba siendo atemorizada por un grupo de bandidos. Los aldeanos nos contaron que estos criminales exigían dinero a cambio de no matar a nadie, y cualquiera que se resistiera sufría las consecuencias. Al escuchar esto, Launch se enfureció.
"¡No podemos dejarlos seguir con esto! Tenemos que hacer algo," dijo con determinación, apretando los puños.
"Pero son muchos y están armados..." intentó advertir un anciano de la aldea, con miedo en su mirada.
"Eso no nos va a detener," respondí con confianza. "Ya hemos enfrentado situaciones difíciles antes. Si dejamos que estos tipos sigan aterrorizándolos, nunca tendrán paz."
Los aldeanos intentaron detenernos, temerosos de que enfrentar a los bandidos solo los enfureciera más. Sin embargo, no íbamos a quedarnos de brazos cruzados. Sigilosamente, seguimos el rastro de los bandidos hasta su base, una cueva en lo profundo del bosque. Planeamos nuestro ataque cuidadosamente, ya que algunos de ellos estaban con armados de fuego.
"De acuerdo, yo me encargaré de atraer su atención. Cuando estén distraídos, tú puedes derribar a los que estén más cerca de la entrada," le expliqué a Launch mientras nos ocultábamos detrás de unos arbustos.
"No te preocupes por mí, puedo con ellos," dijo ella con una sonrisa confiada, aunque sus ojos brillaban con furia contenida.
Lanzamos un ataque sorpresa, derribando a varios en los primeros instantes. Algunos intentaron contraatacarnos con sus armas, pero antes de que dispararan los noqueo. Mientras yo me encargaba de los más fuertes con golpes precisos, Launch, en su versión rubia, peleaba con fiereza, derribando a los enemigos con potentes patadas y puñetazos.
"¡Esto es por todas las personas a las que han lastimado!" gritó mientras enviaba a uno de los bandidos volando con un golpe directo al rostro.
Uno de ellos intentó atacarme por la espalda con un garrote, pero giré rápidamente y lo golpeé en el estómago con un puñetazo, haciéndolo caer de rodillas antes de dejarlo inconsciente con un golpe en la nuca.
Uno a uno, los derrotamos hasta que los pocos que quedaban huyeron despavoridos.
"¡Malditos! ¡Nos vengaremos!" gritó uno mientras corría.
"Si los volvemos a ver haciendo lo mismo, no serán tan afortunados," advertí en voz alta, asegurándome de que lo escucharan.
Cuando regresamos al pueblo, los aldeanos nos recibieron con lágrimas de alegría y gratitud. Nos ofrecieron comida y refugio por la noche como agradecimiento.
Mientras cenábamos, un niño se nos acercó con una sonrisa tímida. "¿Ustedes son héroes?"
Me reí un poco y negué con la cabeza. "Solo somos viajeros que quieren ayudar."
Launch, aún con su cabello rubio, sonrió de lado. "Pero sí, somos los más fuertes de por aquí."
Fue una experiencia que reafirmo recordó la voluntad de Launch de hacerse mas fuerrte: para proteger a los inocentes y evitar que otros sufrieran lo que le paso a ella.
Antes de marcharnos, devolvimos a los aldeanos todo lo que los bandidos les habían robado. Sin embargo, descubrimos que aún había otra guarida donde escondían más riquezas saqueadas. Decidimos quedarnos con una parte de ese botín para cubrir nuestros gastos de viaje, asegurándonos de que los aldeanos recuperaran lo que era justo para ellos.
"Oye, Yamcha, ¿qué vamos a hacer con el dinero?" preguntó Launch mientras revisaba las bolsas llenas de monedas y objetos de valor.
"Primero, comprar provisiones y algo de ropa nueva. También algunas herramientas útiles para el viaje," respondí.
Después de un largo día de caminata y entrenamiento improvisado, nos sentábamos a comer lo que habíamos cazado o conseguido. A veces eran conejos, otras veces aves, e incluso encontramos un río donde pudimos pescar. Aproveché esa ocasión para cumplir mi promesa y prepararle ceviche a Launch.
"¿Así que este es el famoso ceviche?" preguntó ella, mirando el plato con curiosidad. El pescado fresco estaba marinado en jugo de limón y mezclado con cebolla, ají y otros condimentos.
"Sí, pruébalo y dime qué piensas." Sonreí confiado.
Launch tomó un trozo con los dedos y lo llevó a su boca. Al principio frunció el ceño, pero luego sus ojos se iluminaron. "¡Está muy bueno! Es ácido, pero tiene un sabor muy fresco. Nunca había comido algo así."
"Me alegra que te guste. Cuando lleguemos a Kame House, podemos intentar prepararlo de nuevo si conseguimos los ingredientes."
"¡Sí!" respondió con entusiasmo, pero luego se puso pensativa. "Aunque... yo también quiero aprender a cocinar. No quiero depender siempre de los demás para comer."
Asentí. "Claro, te enseñaré lo básico. Saber cocinar es importante, especialmente si quieres ser fuerte."
Por otro lado, cuando Launch estornudaba y se convertía en su versión rubia, su actitud cambiaba radicalmente. Una noche, mientras asábamos carne al fuego, su otra personalidad tomó un gran trozo y lo mordió sin esperar a que se enfriara.
"¡Así es como se come! Nada de cortes finos o recetas complicadas. Solo carne bien asada y lista para devorar." Masticaba con energía, disfrutando cada bocado.
Me reí ante su entusiasmo. "Está bien, pero deberías probar otras cosas también. No solo de carne vive un artista marcial."
"¡Bah! Mientras tenga comida en mi plato y no tenga que esperar demasiado, estoy feliz. Eso sí, la comida picante es lo mejor. ¡Si no pica, no tiene gracia!"
Cada noche era una nueva aventura culinaria, dependiendo de qué Launch estuviera presente. Sin embargo, fuera cual fuera la versión de ella, ambas compartían el mismo deseo: hacerse más fuertes y no volver a perder a nadie más.
Además de hablar de comida, también nos dedicamos a entrenar. Aunque aún éramos pequeños, practicábamos lo básico de las artes marciales. Me aseguraba de hacer ejercicios de resistencia, flexiones y mejorar mis reflejos. También ayudaba a Launch a fortalecer su cuerpo con ejercicios simples, lo cual la motivaba mucho más cada día.
Así pasaron dos meses de viajes, entrenamientos y risas. Finalmente, llegamos a Kame House. El sol brillaba sobre la pequeña isla y la brisa marina nos recibía con su frescura. Era un lugar tranquilo y acogedor, con la icónica casa rosada en el centro de la isla.