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Relatos Eróticos

JULIARE
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Synopsis
Compilación de relatos eróticos. Algunos relatos se subieran en varias partes, pueden dejar en los comentarios que fantasías quieren ver plasmadas. Espero lo disfruten y le den apoyo al libro.
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Chapter 1 - Fiesta con árabes

Habíamos acabado las clases y afortunadamente, tanto Menchu como yo, habíamos aprobado todo el curso de cuarto de Derecho. Por aquel entonces éramos compañeras de clase y de habitación en el colegio mayor donde vivíamos durante el curso.

Era primeros de junio y ya habíamos decidido irnos a descansar unos días a Marbella. Bueno a descansar precisamente no, la idea era beber y follar hasta hartarnos y si caía alguna cosa más, pues también.

Salimos de Madrid directamente hacia la Costa del Sol en el Clío de Menchu un martes por la mañana y a media tarde ya estábamos en Marbella. Habíamos reservado habitación en una pensión para no gastar demasiadas pelas porque íbamos muy cortas.

Lo importante era enrollarnos con tíos que manejaran pasta y que nos invitaran en las discotecas, era lo que hacíamos en Madrid y nunca nos fallaba. Además de copas gratis, conseguíamos echar unos polvos cojonudos.

Llevábamos dos días en Marbella y la cosa iba según lo previsto. Playita por la mañana, siesta y paseo por la tarde y juerga por la noche. En esto último no nos habíamos gastado un euro y ya habíamos follado la noche anterior con dos tíos con los que habíamos quedado para follar esa noche otra vez.

Se nos acercó un hombre totalmente vestido de blanco y con turbante, no es raro verles por Marbella pululando, aunque no se mezclan mucho con la gente. Son muchos los multimillonarios árabes, jeques incluidos, propietarios de mansiones en la zona.

Muy educadamente nos preguntó si nos apetecería asistir a una fiesta privada en un yate de lujo y añadió que su señor era una persona muy esplendida con sus invitadas. Nos miramos y dudamos si preguntar algo o mandarle directamente a tomar por culo. Nos había confundido con unas putas y nos cabreó, aunque por otro lado ya lo habíamos hecho alguna vez para sacarnos unas pelas. Al fin y al cabo, se trataba de echar un polvo y a lo mejor el tío merecía la pena.

Le pregunté en que consistía la fiesta. Fue sincero y contestó que en mucho lujo, buena comida y bebida y sexo. Antes de que yo abriera la boca añadió que nos iban a pagar mil euros a cada una solo por asistir. En cuanto al sexo, iba aparte dependiendo del estado de ánimo de su señor y sus invitados.

Por la ropa no teníamos que preocuparnos, al llegar al barco nos acicalarían profesionales y podríamos escoger la ropa que quisiéramos y después nos la podíamos llevar si queríamos. Joder, la propuesta era tentadora de verdad. Una fiesta a todo trapo y pasta suficiente para alargar las vacaciones. Quien sabía si nos podríamos permitir un hotel y dejar el cuchitril donde nos alojábamos.

Nos dio una tarjeta escrita en árabe y solo un número de teléfono en nuestra escritura. Nos dijo que nos lo pensáramos y si nos apetecía acudir le llamáramos antes del mediodía. Hizo una seña al camarero del chiringuito y se acercó con una cubitera de champagne y dos copas. Las sirvió y nos las ofreció dejando la cubitera encima de una banqueta de plástico.

- Cortesía de mi señor – dijo y se marchó.

Joder que dilema. Nos miramos como si no entendiéramos nada y analizamos la posibilidad de que se tratara de una broma. El champagne era real y sabíamos como se las gastaban los millonarios. Sopesamos lo bueno y lo malo de la propuesta y Menchu sentenció la decisión con una sonrisa.

- Esta noche nos toca follar con moros – dijo dándome un abrazo y un pico.

Dejamos pasar un rato y llamé al teléfono de la tarjeta. Me contestaron en árabe y al hablar yo en español me respondió en nuestro idioma. Cerramos el trato y me pidió la dirección de donde nos hospedábamos para que pasara un coche a recogernos a la seis de la tarde. Le dije que quedábamos en la puerta de uno de los mejores hoteles de Marbella que estaba cerca de la pensión.

Nos pusimos un biquini con unos pantalones cortos, una camiseta y nos calzamos las chanclas de la playa. Total, si nos iban a vestir de princesas para que más. Solo echamos la pasta de dientes y los cepillos en una bolsa de lona, junto con las gafas de sol y lo habitual que solemos llevar siempre.

Cuando llegamos a la puerta del hotel vimos una limusina blanca con los cristales tintados de la que se bajó el árabe de la playa y nos invitó a entrar. Nada más entrar nos sirvieron otra vez champagne, aunque yo habría preferido una cerveza. El coche arrancó y las dos permanecimos calladas hasta que se detuvo en una marina privada, junto a un yate de más de cuarenta metros de eslora. Antes de salir del coche nos entregó un sobre a cada una con dos billetes de quinientos euros.

Nos recibió la tripulación como si fuéramos gente importante y nos llevaron a una sala grande donde nos esperaban dos mujeres vestidas con los atuendos típicos árabes. En español nos dijeron que nos desnudáramos porque nos iban a bañar. Iba a decirles que éramos gente decente y veníamos bañadas de casa, pero me callé.

Nos metieron a cada una en una bañera metálica llena de burbujas que olían a rosas. Luego nos revisaron el bello del cuerpo y a mí solo me retocaron el del pubis que ye empezaba a raspar después de tres días.

Nos trataron el cabello como si estuviéramos en una peluquería de lujo y nos ofrecieron joyas para ponérnoslas en el peinado. Aceptamos por la posibilidad de que nos las regalaran también al final. Nos pusieron un collar de perlas en el cuello y nos vistieron con dos trajes iguales de distinto color, ambos de seda y abiertos por los lados hasta la cintura prescindiendo de ropa interior, nos calzaron unas sandalias de pedrería con un tacón de vértigo y dieron por finalizado su trabajo.

Nos acompañaron a cubierta y por fin vimos la zona donde se celebraba la fiesta. Había cuatro hombres, todos vestidos con túnicas blancas y bordados, además de dos chicas y dos chicos jóvenes para el servicio.

Al entrar se levantaron todos y se acercaron a saludarnos educadamente al estilo occidental, besándonos la mano. Nos invitaron a sentarnos con ellos y nos ofrecieron de beber. Cuando empezó a sonar música Menchu se levantó y pidió permiso para bailar, los hombres encantados le pidieron que por favor lo hiciera.

Me cogió de la mano y tiro de mí para que bailara con ella. Empezó a contonearse y la seguí. Deslizábamos las faldas a los lados para darles una sutil visión de por lo que habían pagado y no se hicieron de rogar. Si la fiesta iba de sexo, cuanto antes empezáramos antes acabaríamos y podríamos marcharnos.

Los más jóvenes, no alcanzarían los cuarenta años, se pusieron a bailar con nosotras y no lo hacían mal. Poco a poco nos fuimos acercando y nos fueron acariciando cada parte del cuerpo que nosotras íbamos dejando al descubierto.

Me retiré la falda completamente a un lado mostrando el pubis recién depilado y perfumado. Le cogí la mano al que estaba conmigo, me pasé dos de sus dedos por la raja y me los llevé a la boca. Empezaron a reírse y a habla en árabe, al acabar se disculparon por utilizar su idioma en vez del español para que les entendiéramos.

Me dijo que le sacara la polla y se la chupara y yo le dije que se esperara, todo lo bueno hay que desearlo para sacarle el mayor provecho, le dije. Mientras se la sacaba el hombre mayor puso un billete de doscientos euros en una caja y me dijo que esa caja era la mía. Me quede a cuadros.

Me empecé a pasar su polla por el chichi y se empalmó. Le puse saliva con la mano y empecé a maneársela sobre mi pubis mientras le abría la camisa con la otra mano. Con el pecho al descubierto me puse a chuparle los pezones, sin dejar de mirar a la caja de la pasta por si ponían más.

A cada iniciativa que tomaba sumaban un billete más así que había que improvisar todo lo posible para que disfrutara sin permitirle que se corriera. Ya era hora de quitarme el vestido y mostrar mis encantos, así que me despojé de el y me cayeron quinientos euros extras. A estas alturas estaba dispuesta a hacer lo que quisieran.

Me giré y empecé a pasarme la polla por el culo dejándole que me presionara la entrada, aunque no iba a conseguir metérmela hasta que yo quisiera. Cuando por fin se la chupé para ponérsela bien dura y que me penetrara a conciencia, había perdido la cuenta de los billetes que había en mi caja y supuse que en la de Menchu habría alguno más, a estas alturas se la chupaba a uno mientras el otro la daba por el culo y no paró hasta que les hizo correrse a los dos.

Finalmente eyaculó dentro de mi culo, después de correrme dos veces. Me dirigí al hombre que repartía el dinero en las cajas y le dije que quería que me poseyera. Contestó que era muy viejo para el sexo y ya solo le gustaba ver disfrutar a sus hijos y vivir de los recuerdos.

Le pregunté si me dejaba intentarlo, aunque fuera gratis. Sonrió levantándose la túnica y mostrándome su polla flácida, no llevaba ropa interior. Le dije que le iba a ayudar a quitarse la túnica para que estuviera más cómodo y aceptó. Nunca debían haberle comido los pezones porque nada más morderle un poco, se extrañó y se le movió el pene.

Menchu vino en mi ayuda y le puso el coño cerca de su cara pidiéndole que la acariciara. Aquel hombre debía haber tenido mucho sexo en su vida, pero nunca debían haber jugado con él, seguramente en su cultura solo ellos se satisfacían con las mujeres sin dejarlas disfrutar. La situación era nueva para él y la estaba disfrutando como si fuera algo prohibido. Hasta llegó a meterle dos dedos a Menchu en el coño.

Cuando observé que se le ponía morcillona, estuve segura de que íbamos a conseguir que se corriera. Le dije a Menchu que se ocupara de un pezón y yo del otro mientras le comía la polla, ella metió la mano entre sus piernas y le acarició el culo. Al notar que le gustaba les dijo a los hijos y al servicio que se salieran de la habitación porque quería quedarse solo con nosotras.

Mientras yo le chupaba por delante Menchu le metía la lengua en el culo y conseguimos que se corriera y el pobre hombre lloraba de felicidad. Hacia años que no lo conseguía. Fue realmente generoso y nos pidió los teléfonos.

Nos llevaron a tierra en una lancha y de allí al hotel donde se suponía que estábamos hospedadas en la limusina. Entramos al hall, nos miramos y empezamos a reírnos. Nos cogimos de la mano y nos dirigimos a recepción. Pedimos una habitación y nos quedamos allí el resto de las vacaciones. Entre las dos habíamos conseguido de los árabes casi diez mil euros.

Han pasado seis años. Acabamos la carrera de derecho y nos instalamos juntas por nuestra cuenta abriendo un buffet. Al menos una vez al año viajamos a Abu Dabi y desde allí en avión privado volamos otras dos horas para reunirnos con nuestro jeque y hacerle feliz durante dos días. Viajamos a gastos pagados y nos volvemos con cinco mil euros cada una en el bolso. Una inversión rentable.