El chisporroteo de la fogata iluminaba la vieja cabaña del abuelo, proyectando sombras danzantes en las paredes de madera. Afuera, la lluvia golpeaba el tejado con un ritmo monótono, mientras en el interior, Makiro, de apenas ocho años, escuchaba fascinado la historia que su abuelo contaba con su característica voz grave y misteriosa.
-Hace mucho, mucho tiempo -comenzó el anciano, entrecerrando los ojos con dramatismo-, existían unas gemas con un poder inimaginable. Cada una albergaba un espíritu antiguo, seres tan peligrosos que fueron sellados en su interior para evitar la destrucción del mundo. Se decía que aquellos que entraban en contacto con una de esas gemas... -hizo una pausa, disfrutando del suspenso- terminaban siendo poseídos por la entidad dentro de ella.
Los ojos de Makiro brillaban de emoción.
-¿Y qué pasaba después, abuelo? -preguntó, completamente absorto.
-Bueno... algunos lograban controlar su poder, pero la mayoría perdía la batalla y se convertían en meras marionetas de las entidades. Nadie sabe cuántas gemas existen, pero dicen que aún están esparcidas por el mundo, esperando a su próximo huésped... -El abuelo dejó su frase en el aire, mirando fijamente a su nieto, como si la historia fuera más real de lo que parecía.
De repente, un sonoro bostezo interrumpió la tensión.
-¡Por favor! -exclamó Hana, la hermana mayor de Makiro, recostada en un futón con los brazos cruzados-. No puedo creer que aún te creas esas tonterías, Makiro. Seguro que el abuelo se inventó todo para que no salgas a buscar tesoros en el bosque como un tonto.
Makiro frunció el ceño y se giró indignado.
-¡No es cierto! ¿Y si las gemas son reales? ¡Podría encontrar una y convertirme en un héroe legendario!
Hana soltó una carcajada.
-Sí, claro. O más bien terminarías como un sirviente de un espíritu malvado. Aunque ahora que lo pienso... -se llevó un dedo a la barbilla con fingida seriedad-, dudo que una entidad quiera poseerte. ¡Tendría que aguantar tu torpeza todos los días!
Makiro se sonrojó de rabia.
-¡Retíralo, Hana!
-Nah, es la verdad. Pobre espíritu, estaría condenado a tropezar y caerse por las escaleras contigo.
El abuelo soltó una carcajada mientras sacudía la cabeza.
-Vamos, niños, no peleen. Ya es tarde. Vayan a dormir, que mañana será un día largo.
Makiro hizo un puchero, pero se acostó junto a Hana, sin dejar de pensar en la historia. Antes de cerrar los ojos, susurró para sí mismo:
-Si alguna vez encuentro una de esas gemas, demostraré que no soy un torpe...
Años después, en la ciudad de Akebara, Makiro se despertó abruptamente cuando su despertador sonó con un estruendoso ¡BEEP! ¡BEEP!
-Ugh... maldito aparato infernal... -gruñó, aplastándolo con la mano antes de darse la vuelta en la cama.
Tenía dieciocho años ahora, y aunque ya no era aquel niño crédulo, la historia de su abuelo aún rondaba su mente de vez en cuando. Claro, había crecido, madurado... y también aprendido que la vida no era tan emocionante como en las leyendas.
Se levantó con el cabello hecho un desastre y se arrastró hasta la cocina, donde su madre preparaba el desayuno.
-Buenos días, dormilón -dijo ella con una sonrisa, colocando un plato con tostadas sobre la mesa.
Makiro se dejó caer en la silla con un bostezo.
-Buenos días, mamá...
Ella lo observó con una ceja levantada.
-Déjame adivinar... te quedaste despierto hasta tarde viendo esos videos de peleas otra vez.
Makiro hizo una mueca.
-¡Es por entrenamiento! Nunca se sabe cuándo pueda necesitar esas técnicas.
Su madre rió suavemente.
-Oh, claro. Porque seguro te meterás en una pelea épica cualquier día de estos.
Makiro tomó una mordida de tostada y murmuró:
-Nunca se sabe...
Makiro masticaba su tostada distraídamente mientras miraba por la ventana. El cielo estaba despejado, un día normal en la ciudad de Akebara... o al menos eso parecía.
-Mamá... -dijo de repente, sin apartar la vista del exterior-. ¿Has sabido algo de Hana últimamente?
El sonido del cuchillo contra la tabla de cortar se detuvo por un breve instante antes de que su madre respondiera con voz tranquila, aunque con un matiz de incomodidad.
-No, nada nuevo.
Makiro dejó la tostada sobre el plato y suspiró.
-Siempre es lo mismo... Ya han pasado años desde que se fue, y apenas nos ha enviado un par de mensajes.
-Sabes cómo es tu hermana -respondió su madre, retomando su tarea-. Siempre ha sido independiente. Y si no quiere decirnos dónde está, no podemos obligarla.
Makiro hizo una mueca.
-Sí, bueno, tal vez si no se hubiera largado sin decir nada, no estaríamos teniendo esta conversación.
Su madre le lanzó una mirada de advertencia.
-No empieces, Makiro. Sabes que Hana siempre ha hecho las cosas a su manera.
Él cruzó los brazos y miró su plato con una expresión de fastidio. Desde que su hermana se fue hace un par de años, apenas habían tenido noticias de ella. Un mensaje ocasional para decir que estaba bien, pero nada más. Ni un "cómo están", ni un "volveré pronto". Nada.
Y lo peor es que, aunque le molestara admitirlo... la extrañaba.
-En fin -dijo, poniéndose de pie y llevándose el último pedazo de tostada a la boca-. Voy a salir un rato.
-¿A dónde?
Makiro se encogió de hombros mientras tomaba su chaqueta.
-No sé. A caminar, despejar la mente.
Su madre suspiró pero no lo detuvo.
-Ten cuidado.
-Siempre lo tengo.
Makiro salió de la casa, sintiendo el aire fresco de la mañana golpear su rostro. No podía evitar pensar en Hana. Se preguntaba dónde estaría, qué estaría haciendo... y por qué demonios nunca respondía con más que un escueto "Estoy bien, no se preocupen".
Con las manos en los bolsillos, comenzó a caminar sin rumbo fijo, sin saber que en poco tiempo su vida daría un giro completamente inesperado.
Makiro caminaba por las calles de Akebara con las manos en los bolsillos, sin un destino en particular. Su mente aún divagaba en pensamientos sobre Hana, preguntándose si alguna vez recibirían una respuesta más detallada de ella.
-Tsk... esa idiota seguro está en algún lugar viviendo su propia aventura mientras yo estoy aquí, varado en la rutina -murmuró para sí mismo.
Justo cuando giró en una esquina, sintió un impacto repentino contra alguien.
-¡Oof! -exclamó, tambaleándose hacia atrás.
El choque fue lo bastante fuerte como para casi hacerlo caer, pero logró mantener el equilibrio. Frente a él, un hombre alto y de aspecto descuidado también se tambaleó ligeramente. Llevaba una gabardina oscura y un gorro bajo el que apenas se asomaban mechones de cabello desordenado.
-¡Maldición, fíjate por dónde caminas, mocoso! -gruñó el hombre con una voz áspera.
Makiro parpadeó, sorprendido por la reacción.
-¡Oye, tú también estabas caminando sin mirar! No es que seas invisible, ¿sabes?
El hombre frunció el ceño, pero en lugar de responder, rápidamente miró a su alrededor, como si estuviera verificando que nadie los observaba. Entonces, sin decir nada más, siguió su camino con paso apresurado, casi como si estuviera huyendo de algo.
Makiro sintió un escalofrío. Algo en ese tipo le dio mala espina.
-Qué sujeto más raro... -murmuró, sacudiendo la cabeza.
Fue entonces cuando algo brilló en el suelo, justo donde había chocado con el hombre.
Makiro bajó la vista y vio una pequeña gema negra, redonda y con un brillo tenue, como si contuviera algo dentro.
-¿Eh? ¿Se le habrá caído a ese tipo?
Se inclinó y la recogió. En el momento en que sus dedos tocaron la superficie fría y lisa de la gema, un escalofrío recorrió su cuerpo. Una extraña sensación lo envolvió, como si algo antiguo y poderoso despertara en su interior.
-¿Qué demonios...?
De repente, una voz desconocida resonó en su cabeza.
-Vaya, vaya... parece que me han encontrado al fin.
Los ojos de Makiro se abrieron de par en par.
-¿Q-qué? ¿Quién dijo eso?
Pero no hubo respuesta. Solo un silencio inquietante y el eco de aquella voz dentro de su mente.
Makiro sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras miraba la pequeña gema negra en su mano. Su corazón latía con fuerza.
-¿Q-qué demonios fue eso...? -murmuró, mirando a su alrededor.
Pero no había nadie cerca. Solo el murmullo lejano del tráfico y el sonido del viento entre los edificios.
-Vaya, no esperaba un anfitrión tan lento... -resonó la misma voz en su cabeza, esta vez con un tono de burla-. Supongo que tendré que explicarte las cosas con calma.
Makiro sintió la sangre helársele.
-¡¿Quién eres?! ¡¿Dónde estás?! -exclamó, girando sobre sí mismo, esperando encontrar a alguien a su alrededor.
La voz soltó un suspiro exagerado.
-Aquí, dentro de tu cabeza, genio.
Makiro se quedó paralizado.
-...¿Qué?
-Oh, por favor. No me digas que nunca has escuchado una voz en tu cabeza antes.
Makiro abrió la mano con la intención de soltar la gema, pero en cuanto intentó hacerlo, sus dedos se cerraron automáticamente. Era como si algo lo obligara a sujetarla.
-No tan rápido, chico. Me ha costado mucho encontrar a alguien con quien hablar después de tanto tiempo atrapado en esta maldita piedra.
Makiro tragó saliva, intentando mantener la calma.
-Espera... espera... Esto no puede estar pasando. Seguro estoy alucinando. ¡Sí, eso es! Me quedé hasta tarde viendo videos otra vez y mi cerebro se está volviendo loco.
-Oh, claro, claro. Sigue diciéndote eso, chico. Eso hará que todo esto desaparezca mágicamente.
Makiro se frotó la cara con una mano, tratando de ordenar sus pensamientos.
-Ok, supongamos que no estoy perdiendo la cabeza... ¿Quién eres? ¿Qué eres?
La voz hizo una pausa antes de responder con un tono divertido:
-Mi nombre es Noctis. Y digamos que... soy una antigua entidad atrapada en esta gema. Pero, gracias a ti, parece que ahora tenemos un vínculo especial.
Makiro sintió un nuevo escalofrío.
-Un vínculo...
-Exacto. Felicidades, chico, acabas de convertirte en mi nuevo anfitrión. Espero que seas más entretenido que el último.
Makiro sintió que se le revolvía el estómago.
-Oh, no... no, no, no. ¡Esto no puede estar pasándome a mí!
-Créeme, tampoco es mi escenario ideal. Pero ya que estamos juntos en esto, ¿por qué no lo hacemos interesante?
Makiro cerró los ojos y respiró hondo.
-Ok, Makiro... piensa. Esto tiene que ser un mal sueño. O un truco. Tal vez si me deshago de esta gema...
Sin pensarlo más, intentó arrojar la gema al suelo con todas sus fuerzas. Pero en el momento en que lo hizo, su brazo se detuvo a mitad de camino, como si una fuerza invisible lo obligara a mantener la gema en su mano.
-Ja, ja... lindo intento. Pero no funciona así.
Makiro sintió un sudor frío recorrerle la espalda.
-¿Q-qué significa esto?
-Significa que ya es tarde para arrepentimientos, chico. Ahora estamos conectados. Y créeme, esto es solo el comienzo.
Makiro sintió su mundo tambalearse. No tenía idea de en qué se había metido, pero una cosa era segura...
Nada volvería a ser normal.