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El Hechicero del caos

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Synopsis
Sofía siempre supo que era diferente. Desde niña, descubrió que tenía habilidad para la magia. Criada por un tío que la despreciaba y obligada a esconder su verdadero ser, finalmente toma una decisión que cambiará su destino. Con nada más que su determinación se aventura en busca de un maestro que le enseñe a controlar su poder. Su viaje la lleva hasta C, un hechicero que vive aislado en el bosque y que, para su frustración, se niega a entrenarla. Pero Sofía no está dispuesta a rendirse. Con el tiempo, descubre que su magia no es común: es una hechicera elemental, un linaje que se creía extinto. Juntos, Sofía y C iniciarán una travesía que los llevará a conocer aliados y enemigos, cruzándose con mercenarios, nobles en disputa y revolucionarios con sus propias ambiciones. Sin darse cuenta, se verán arrastrados al conflicto que amenaza con desgarrar el Reino del Acero, una guerra civil donde la magia y la traición van de la mano. Lo que comenzó como un viaje de aprendizaje pronto se convertirá en una lucha por la supervivencia, donde cada decisión marcará el destino de más que solo ellos.
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Chapter 1 - Capítulo I: ¿Quién eres?

Sofia

La determinación es como un fuego que arde dentro de cada uno de nosotros, impulsándonos a seguir adelante incluso cuando el camino parece oscuro y lleno de peligros. Eso fue lo que me dijo un niño en el último pueblo que visité antes de encontrarme sola y perdida en medio de este bosque. Pero en este momento de mi vida, ya no puedo dudar de las elecciones que he tomado.

Mi nombre es Sofía, y aunque quiero creer que soy una hechicera y aprender el arte de la magia, la verdad es que desde que tengo memoria he vivido con una familia que me menosprecia. Mi tío me había criado desde que mi madre murió, dejándome sola en un mundo que no entendía. Su casa, fría y austera, estaba llena de silencios incómodos y miradas de desaprobación. Siempre supe que era diferente. Mientras mis primos jugaban en el patio, yo me escondía en el desván, practicando en secreto los pequeños trucos de magia que descubría en libros viejos. Era la única con habilidades mágicas en una familia que despreciaba todo lo que no pudieran controlar.

A medida que fui creciendo, me di cuenta de que mi tío no me amaba realmente. Él me veía como una carga, como un problema que debía resolver. Nunca me permitió practicar mi magia, siempre me obligaba a esconder mis habilidades y actuar como cualquier otra persona normal. Pero yo sabía que no era normal, y eso me hacía sentir sola y abandonada. Recuerdo los días grises en esa vieja casa, donde cada rincón parecía susurrar promesas de libertad que nunca llegaban. 

Hace unos días, tomé la decisión que cambiaría mi vida para siempre. Empaque lo poco que tenía: un poco de comida, una manta raída y un puñado de objetos personales que guardaba como tesoros. Sabía que el camino sería peligroso, que los bosques estaban llenos de bandidos y criaturas que no dudarían en atacar a una joven sola. Pero el miedo a quedarme atrapada en esa casa, en esa vida, era mucho más grande. Estaba dispuesta a arriesgarlo todo con tal de encontrar a alguien que me enseñara a controlar mi magia. 

Así que me fui de casa con lo poco que tenía, un poco de comida y agua, y algunos objetos personales. Caminé durante días, siguiendo los rumores y las leyendas que había escuchado sobre hechiceros sabios y maestros. Finalmente, llegué a un bosque frondoso y oscuro, donde se decía que vivía un anciano hechicero que podía ayudarme. 

El bosque me rodeaba con su densa vegetación, donde los árboles parecían susurrar secretos entre sí. El aire olía a tierra húmeda y musgo, una suave bruma envuelve el suelo, dándole al lugar un aire misterioso y casi sobrenatural y el crujido de las hojas bajo mis pies era el único sonido que rompía el silencio sepulcral. Caminé durante horas, siguiendo un sendero que me llevó a una pequeña cabaña.

La cabaña se alzaba solitaria entre los árboles, como si el bosque la hubiera engullido hace siglos. Sus paredes de madera desgastada estaban cubiertas de musgo y líquenes, y el techo inclinado parecía fundirse con las ramas de los árboles que la rodeaban. La puerta, ligeramente entreabierta, dejaba escapar un resquicio de luz dorada que se filtraba por las rendijas, como si el lugar me estuviera llamando, tentándome a cruzar el umbral hacia lo desconocido.

Cuando me acerqué, vi a un anciano sentado en el porche, su figura envuelta en una túnica oscura que parecía fundirse con las sombras del bosque. Sus ojos, profundos y llenos de sabiduría, se posaron en mí como si ya supiera quién era y por qué había llegado. Una sonrisa amable se dibujó en su rostro arrugado, y con un gesto de su mano, me invitó a entrar en su cabaña, como si hubiera estado esperándome desde siempre.

—¿Eres tú el maestro del que hablan en los pueblos? —pregunté tímidamente.

—Sí, soy yo —dijo el anciano con una sonrisa amable—. Entra, Sofía.

Pasamos horas hablando, y él me enseñó cosas que nunca antes había escuchado. Me mostró cómo canalizar mi magia, cómo controlar mis emociones y cómo usar mi mente para controlar el mundo que me rodeaba. Me enseñó a ser más fuerte, a tener más confianza en mí misma, y a no tener miedo de mostrarle al mundo quién era realmente.

—Nunca te rindas, Sofía —me dijo el anciano—. La magia es una herramienta poderosa, pero también es peligrosa. Debes aprender a controlarla y no dejar que te controle a ti.

Pasé varios días con él, absorbiendo cada palabra, cada gesto, como si mi vida dependiera de ello. Aunque el recuerdo de mi tío y el hogar que dejé atrás aún pesaba en mi corazón, sabía que había tomado la decisión correcta. Cada noche, mientras me acurrucaba en el rincón que me había asignado, sentía una mezcla de nostalgia y esperanza. Sabía que este era el comienzo de algo más grande, algo que cambiaría mi vida para siempre.

Había encontrado a un maestro que me aceptaba por quien era, y eso era lo más importante para mí en ese momento. Aunque sabía que el camino no sería fácil, estaba decidida a seguir adelante y convertirme en la mejor hechicera que pudiera ser. Porque a partir de ahora, mi magia sería mi fuerza, y nada ni nadie podría detenerme.

Sin embargo, despierto de esa fantasía, sintiéndome tonta por pensar que sería así de fácil. Me toma un momento reunir algo de valor antes de acercarme y tocar el porche de la entrada. Camino hasta la entrada de la pequeña cabaña, respiro profundamente y extiendo mi brazo para tocar la puerta. 

Me detuve justo antes de tocar la puerta, pero esta se abrió de golpe, revelando a un joven de mirada fría y penetrante. Sus ojos negros, profundos y vacíos parecían reflejar un abismo infinito, como si hubiera visto cosas que nadie más podría comprender. Su cabello negro, descuidado y alborotado caía en mechones desordenados sobre su frente, dándole un aspecto aún más perturbador. Llevaba una túnica negra que ondeaba ligeramente con el viento, y su presencia era tan inquietante como fascinante. Era como si el mismo aire a su alrededor se volviera más pesado, más oscuro.

Sé que es un hechicero porque siento su poder mágico emanando de él. Ambos nos quedamos mirando durante unos segundos, me armé de valor y pronuncié mis primeras palabras.

—Hola, mi nombre es Sofía, por favor, necesito aprender a usar la magia.

Mi voz salió más temblorosa de lo que había esperado. El joven me observó con una mirada fría y calculadora, como si estuviera evaluando cada palabra que salía de mis labios. Sus ojos negros, profundos e impenetrables, parecían ver más allá de mis palabras, como si pudieran leer mis intenciones más ocultas. Por un momento, creí ver un destello de duda en su rostro, una lucha interna que lo hacía fruncir el ceño. Pero antes de que pudiera decir algo más, su expresión se endureció.

—No puedo enseñarte—. su voz era firme, pero no fría. Había algo en ella, que me hacía sentir intimidada.

Muerdo mi labio inferior, sintiendo la desesperación crecer en mi interior. Necesito convencerlo de que me dé una oportunidad.

—Eeeeh, vamos. He viajado desde muy lejos buscando un maestro. Los pueblos cercanos y los rumores hablan de un gran hechicero que vive aquí en el bosque—. insistí, tratando de sonar decidida.

—¿Y eso qué? ¿Porque los rumores dicen que soy un hechicero, crees que debería entrenar a cualquiera que toque mi puerta?—

Me mordí el labio. No esperaba esa respuesta.

—Pero…

Con un suspiro que parecía cargado de resignación, negó con la cabeza y dio un paso atrás, cerrando la puerta con un golpe sordo que resonó en mi pecho como un rechazo definitivo que me deja sola parada frente a la puerta y una vez más mis esperanzas frustradas y mi determinación tiembla con este rechazo.

Me quedé frente a la puerta, con el corazón latiendo fuerte en mi pecho y sentí una determinación feroz ardiendo en mi interior. No podía permitirme aceptar un no por respuesta. No después de haber caminado durante días, de haber superado el miedo y la soledad, de haber arriesgado todo con tal de encontrar a alguien que me entendiera. Había llegado demasiado lejos para rendirme ahora. Mi determinación ardía dentro de mí como una llama que no podía ser apagada. 

Respiro profundamente, tratando de calmarme, levantó la mano para golpear la puerta una vez más. Mi puño se detiene a centímetros de la madera, y una idea audaz comienza a formarse en mi mente.

—No puedo darme por vencida —murmuro para mí, con determinación palpable en mi voz—. He viajado a través de bosques oscuros y peligrosos, he enfrentado toda clase de problemas en el camino. No puedo permitir que una puerta cerrada me detenga ahora.

Con un suspiro decidido, doy un paso atrás y cierro los ojos. Siento la magia zumbando a mi alrededor.

—Si no puedo entrar por la puerta, encontraré otra manera —vuelvo a decírmelo yo misma. 

Con un gesto decidido de mi mano, sentí cómo la magia fluía a través de mí, como un río de energía que brotaba desde lo más profundo de mi ser. Concentré toda mi voluntad en la cerradura, imaginando cómo la energía se acumulaba en mis dedos. De repente, una chispa de fuego brotó de la cerradura, iluminando la oscuridad por un instante. La puerta se abrió lentamente frente a mi

Sonrío triunfante, pero el gusto me dura muy poco. Nuevamente, está ese chico con una expresión de incredulidad mientras me mira confundido.

—¿Qué pretendías? —pregunta con tono escéptico.

Siento como mi confianza se tambalea ante su mirada, nunca me había sentido tan juzgada. Por un momento, creí que había conseguido lanzar un hechizo, pero ahora caigo en cuenta de lo mediocre que fue mi intento. No entiendo lo básico de un hechizo, y eso me llena de frustración y vergüenza.

Todavía sintiéndome incómoda por mi fallido intento de hechizo, recuperé un poco la compostura y busco alguna señal de empatía en la mirada del joven.

—Yo… Bueno… al menos dime tu nombre. ¿Quién eres? —balbuceo, esperando que mi súplica sea recibida con al menos un destello de comprensión.

Hubo un largo silencio antes de que respondiera.

—C. dice con voz serena, aunque su expresión sigue siendo difícil de descifrar.

—¿Solo C?

—Solo C.

Me crucé de brazos y lo miré con atrevimiento.

—Eso es muy misterioso y dramático de tu parte.—

Sus labios se torcieron en lo que parecía una sonrisa, pero se disipó rápidamente.

Asiento, agradecida por la respuesta. Sé que se ha dado cuenta de que necesito más que solo mi propio deseo para ganarme su confianza y ayuda. Decidiendo probar un enfoque diferente, busco encontrar un terreno común.

—C, entiendo que puedo parecer una intrusa, pero estoy desesperada por aprender. He viajado tan lejos y he enfrentado tantos desafíos para llegar aquí. Por favor, te lo ruego, dame una oportunidad —digo, tratando de transmitir mi sinceridad, angustia y determinación.

C me mira por un momento en silencio, reflexionando mis palabras. Luego, con un gesto hacia la puerta de la cabaña, ofrece una solución.

—Sofía, no puedo enseñarte, ni siquiera sé qué clase de hechicería eres capaz de usar. Pero puedes dormir en la parte trasera de la cabaña y mañana te vas.— dice con calma, pero firmeza.

—Si no me enseñas, seguiré regresando una y otra vez—advertí.

C soltó un suspiro, cerró los ojos por un momento y luego volvió a mirarme con una expresión sombría.

—Ese es tu problema, no el mío.

Agradezco la poca muestra de hospitalidad de C, aunque sé que mi búsqueda de un maestro aún no ha terminado. Me preparo para pasar la noche y encontrar una manera de convencerlo de ser mi maestro.

Durante los siguientes días, rompí mi promesa de irme y seguí insistiendo en que me enseñara, pero él seguía negándose. Trato de ayudarlo en todo lo que puedo, aunque no me lo pida. Lo veo enojado con esto, pero tampoco me rechaza. Estos días he notado que C lleva una vida muy monótona: se despierta, hace la misma rutina y poco más. Nunca se aleja demasiado de la cabaña.

Al principio, me pareció extraño, como si estuviera cuidando algo. Finalmente, al tercer día, descubrí lo que parecía un altar improvisado, similar a los que vi en una ciudad cercana para recordar a un familiar fallecido. ¿Será que este lugar tiene un valor sentimental para él? Las preguntas inundan mi mente y me encuentro perdida en mis pensamientos.

Sin embargo, mientras estoy sumida en mis reflexiones, veo cómo él se acerca a mí y hace una pregunta: "¿Por qué quieres aprender magia?"

—Quiero aprender magia para ser fuerte y protegerme a mí misma —le respondo.

Le cuento sobre mi pasado, cómo mi madre murió y quedé al cuidado de mi tío en un pueblo donde ser una hechicera era motivo de discriminación, y tuve que ocultar mis poderes durante toda mi vida. Me sentía sola y abandonada allí, pero ahora quiero aprender a usar mi magia y no tener que ocultar quién soy.

C parece escéptico y comenta que el bosque está lleno de bandidos que suelen ser evitados por prácticamente la mayor parte de la población que le parece extraño que no me encontrara a ninguno y más aún porque aquel lugar era protegido por un hechizo que desorientaba a quienes se acercaban.

Después de aquello, C solo dice sígueme mientras se adentra en el bosque. Me lleva al lugar muy dentro de los árboles y puedo ver una fuente vieja llena de plantas que se apoderan de ella.

—La magia es algo peligroso, quienes la usamos conocemos las consecuencias de un mal enfoque —C se sienta a un lado de la fuente mientras dice esto—. Aprender es algo que lleva años, no es simplemente lanzar hechizos por todos lados, necesitas entender la naturaleza misma de ella, es una extensión de ti, un reflejo de tu ser.

Las palabras de C resuenan en todo mi ser, de alguna manera su tono al hablar es tan duro y sereno que de cierta manera me asusta. Entonces me pide que meta mis manos en sus aguas y que así tomarán un color y eso le permitirá saber qué clase de magia puedo dominar. Procedo a sumergir mis manos en el agua y veo cómo va tomando color.

—Muy bien, un tono rojo intenso... magia de fuego, poderosa y peligrosa si no se controla. —la expresión de C comienza a ser de sorpresa al ver como el agua comienza a tomar diferentes colores—. Pero espera... ¿Qué es esto? El agua se tiñó de un azul brillante, como si el océano mismo hubiera respondido a tu llamado. Y ahora... café y gris... tierra y aire. No puede ser... ¡Eres una hechicera elemental!. Se supone que todos los hechiceros elementales se habían extinto hace casi 20 años.

Después de un momento de silencio, C me dice:

—Es un gran honor que haya encontrado a alguien con la magia elemental, ya que se considera una magia muy poderosa y peligrosa.

Me sorprendí al escuchar eso, y le pregunto: "¿Por qué es peligrosa?".

C me explicó:

—La magia elemental se especializa en controlar los cuatro elementos, un hechicero con dos magias diferentes ya es algo poco usual y con un gran poder, y eso hace excepcional tu magia porque son cuatro las que puedes llegar a dominar. Sin embargo, eso no es todo, eso es solo la presentación. El verdadero poder de la magia elemental consiste en la fusión de las cuatro para crear algo único que tiene décadas que nadie presencia.

Me quedo pensando por un momento y luego C continúa:

—Normalmente, un hechicero ya nace con una magia dentro de sí y durante toda su vida se centra en dominarla. Los más hábiles llegan a aprender otra magia y los aún mejores pueden aprender a unir esas dos magias en una nueva más poderosa. Es por eso que los hechiceros elementales son muy poderosos.

Después de explicarme todo sobre la magia elemental, C me comenta que para comenzar mi entrenamiento debía viajar al norte por todo este país, la república de Egalitia, hasta llegar a la frontera del este con el Reino del Acero y el Reino del Viento. Allí, hay un lugar conocido como el río de las hadas, donde la magia se concentra fuertemente y será un buen lugar para entrenar.

Me emocionó la idea de continuar mi entrenamiento en un lugar mágico y poderoso. Pero C me advierte que el viaje sería largo y difícil, pero que valdría la pena una vez que llegue allí.

—Pero C… si es peligroso, tal vez me resulte difícil llegar sola y no entiendo nada de magia. Me vendría bien alguien que me pueda acompañar y orientar en mi entrenamiento —digo, esbozando una sonrisa coqueta, esperando que entienda a lo que me refiero.

C frunce el ceño, su expresión firme.

—Lo siento, ya te he dicho que no. Tengo una vida tranquila aquí y odio el contacto con la gente del exterior.

—Pero todos en los pueblos de los alrededores hablan de ti como un gran hechicero, muy sabio, que ayudaba a la gente —insisto.

—Sí… pero no se refieren a mí, sino a mi abuelo. Él vivía conmigo aquí, pero murió hace casi 5 años —responde C con un poco de tristeza en su voz.

—Lamento escuchar eso —digo, sintiendo una punzada de compasión por él.

Al salir de aquel lugar en el bosque y regresar a la cabaña de C, nos encontramos con una sorpresa desagradable: un grupo de unos treinta bandidos estaba frente a la cabaña. 

Me asusté mucho al verlos, pero C me aseguró que todo estaría bien y que yo tendría la oportunidad de ver cómo es de fuerte un hechicero en acción.

C avanzó hacia los bandidos con paso firme, su figura envuelta en una aura de energía morada que parecía vibrar con cada movimiento. Su mandíbula estaba tensa, y sus ojos brillaban con una determinación feroz, como si estuviera listo para enfrentarse a todo un ejército. Los bandidos, que antes parecían confiados, ahora dudaban, como si sintieran el poder que emanaba de él. Con un gesto de su mano mostró un tatuaje en forma de círculo del cual nacen tres puntas de estrella grabadas en su piel. Se presentó como un hechicero del caos, y el aire a su alrededor se volvió más denso, más peligroso.

—¿Qué está haciendo? —pregunto, mi voz temblorosa con la incertidumbre de la situación.

—Usar mi magia para protegernos —responde C con calma, aunque su tono revela una confianza inquebrantable en sus habilidades.

Los bandidos nos rodean, sus espadas y dagas que brillan bajo la luz del sol. La tensión en el aire es palpable, y puedo sentir el miedo corriendo por mis venas. Pero C se mantiene firme, sin mostrar un atisbo de duda.

—¡Manto del caos! —pronuncia C con voz fuerte y clara.

Un aura morada se despliega a su alrededor, brillando con una intensidad sobrenatural. Su velocidad y resistencia se multiplican, y se mueve con una agilidad asombrosa. Con un movimiento rápido, esquiva los primeros golpes de los bandidos, sus cuerpos moviéndose como sombras alrededor de él.

—¡Puño del caos! —grita C con determinación.

Su puño se envuelve en una energía de color morado, y lanza golpes poderosos que hacen retroceder a los bandidos. Cada impacto resuena en el aire, enviando a sus enemigos volando por los aires. 

Los bandidos intentan atacar desde todos los ángulos, pero C se movía como una sombra, esquivando y bloqueando los ataques con una precisión que parecía sobrenatural. Cada movimiento suyo era fluido y letal, como si hubiera nacido para esto. Uno de los bandidos, un gigante musculoso con una espada que brillaba bajo la luz del sol, cargó hacia él con un rugido. 

C se agachó en el último momento, esquivando el golpe con una gracia que parecía imposible. Con un movimiento rápido y preciso, lanzó una patada que impactó en la rodilla del gigante, haciéndolo caer al suelo con un estruendo que resonó en todo el bosque. 

Antes de que el bandido pueda recuperarse, C lo noquea con un golpe rápido en la cabeza. Otro grupo de bandidos intenta rodearlo, pero C solo sonríe y comienza a atacar rápidamente a los bandidos que lo rodearon. Los hombres gritan de dolor y confusión mientras son arrojados al suelo por la fuerza de sus hechizos. 

Uno de los bandidos más astutos intenta atacar a C por la espalda, pero C lo anticipa. Sin girarse, extiende una mano hacia atrás y detiene el ataque. Con un movimiento rápido, se da la vuelta y golpea al bandido con la fuerza de un rayo, dejándolo inconsciente al instante.

La pelea es intensa, con chispas de magia y golpes resonando en el aire. Los bandidos luchan con ferocidad, pero gracias a la habilidad de C, logró mantenernos un paso adelante. Con cada movimiento, demuestra su destreza como hechicero, controlando con abrumadora autoridad la situación.

Uno tras otro, los bandidos caen, incapaces de igualar la habilidad y el poder de C. Algunos intentan huir, pero C los detiene. Finalmente, solo queda un último bandido, temblando de miedo.

C se acerca a él, su mirada fija y severa.

—Dile a tus amigos que este lugar está protegido. Y si alguna vez vuelven, no serán tan afortunados —dice con voz fría.

El bandido asiente rápidamente antes de salir corriendo, dejando atrás a sus compañeros caídos, pero es detenido por C que aparece delante de él.

—Pensándolo bien no quiero que nada salga de este lugar— propinando un gran golpe en la cara al último de ellos.

No podía apartar la vista de C. Cada movimiento suyo era una obra maestra de precisión y poder, como si estuviera bailando en medio del caos. Sentía una mezcla de admiración y asombro, pero también un poco de miedo. ¿Qué clase de persona era capaz de hacer algo así? ¿Qué clase de poder tenía? Por un momento, me sentí pequeña e insignificante, pero también inspirada. Si él podía hacer eso, tal vez yo también podría aprender a controlar mi magia de esa manera.

C bajó la guardia, y el aura morada que lo envolvía comenzó a desvanecerse lentamente, como si el poder que lo había sostenido durante la pelea se retirara. Ahora, bajo la luz del atardecer, parecía un simple joven otra vez, aunque su respiración era pesada y su rostro mostraba signos de agotamiento. Pero incluso en ese estado, había algo en él, algo que lo hacía parecer más grande de lo que era, como si el poder que había mostrado no hubiera desaparecido del todo, sino que estuviera esperando el momento adecuado para volver a surgir.

—¡Eso fue increíble, C! —exclamó, sintiendo una oleada de asombro—Nunca había visto algo así antes. Realmente eres un hechicero muy poderoso.

C asiente con modestia, pero una chispa de orgullo brilla en sus ojos. Está claro que domina sus hechizos con una maestría impresionante. Aunque estoy agradecida con él, no puedo evitar preguntar cómo es que había tantos bandidos aquí.

Observó con curiosidad mientras C se toma un momento antes de responder, sus ojos escudriñando el horizonte como si buscara las palabras adecuadas.

—Me sorprende que no los hayas encontrado antes —comienza, su voz llena de sorpresa—. Esta casa está protegida con un hechizo. Nadie puede verla, y acercarse provoca que te desorientes y tomes otro camino. De alguna manera, tu presencia dañó esa protección.

—¡Eeeeh! ¿Culpa mía? Yo realmente lo siento —exclamó, sintiendo una oleada de culpa.

—Ya no es seguro seguir quedándome aquí si ese es el caso —continúa C, su tono lleno de preocupación—. El hecho de que nadie pudiera entrar hacía que mi existencia fuera una leyenda, y ahora eso va a terminar.

—En serio, no era mi intención causar esto —insisto, sintiéndome aún más culpable por las consecuencias involuntarias de mi presencia.

—No te preocupes por eso. Déjame entrar por unas cosas y nos vamos— dice C con determinación, dando un paso hacia la cabaña.

—¿Irnos? ¿Quieres decir que serás mi maestro? —preguntó con sorpresa, mi corazón latiendo con emoción ante la posibilidad.

—No me agrada la idea, pero mi abuelo me dijo que algún día debía dejar este lugar. Supongo que era profético. Así que ahora somos compañeros en este viaje. Me agrada más ese título que el de maestro —responde C, con una sonrisa cálida en su rostro.

Tenerlo de mi lado en esta peligrosa aventura me llena de alegría. C se ríe y me mira con complicidad.

—No te preocupes, joven aprendiz. Todo lo que hice fue utilizar mis habilidades mágicas. Cualquiera con un poco de práctica puede hacer lo mismo que yo —dice, infundiendo confianza en mí y en nuestras futuras hazañas.

Sentí un poco de alivio al escuchar eso, ya que todavía me sentía abrumada por la pelea.

—Bueno, eso suena esperanzador —dije, tratando de recuperar la compostura mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en mis labios—. Y yo prefiero el título de compañera en esta aventura que el de aprendiz.

C asintió con comprensión, su mirada reflejando una mezcla de admiración y determinación.

—Compañera suena bien —respondió, su voz llena de calidez.

Pero mi curiosidad todavía bullía, así que continué con mis preguntas.

—Pero, ¿cómo haces para controlar tus poderes? ¿Cómo puedes hacer que la magia obedezca tus órdenes?

C se tomó un momento para pensar en mi pregunta antes de responder. Observé cómo fruncía ligeramente el ceño, concentrado en encontrar las palabras adecuadas para explicar algo tan complejo.

—La clave para controlar la magia es la concentración —dijo finalmente, su tono sereno pero lleno de sabiduría—. Cuando lanzas un hechizo, debes visualizar claramente lo que quieres que suceda. Debes concentrarte en la energía mágica y dirigirla hacia tu objetivo. Eso claro en tu caso, para mí es diferente, la magia del caos sólo existe en hechizos específicos, por lo que sólo debo concentrarme en que hagan lo que se supone que deben hacer.

Asentí con la cabeza mientras procesaba esa información, admirando la claridad de las explicaciones de C. Mis ojos brillaban con emoción mientras absorbía cada palabra que decía. Sabía que tenía mucho trabajo por delante si quería llegar a ser tan buena como él, pero estaba decidida a hacer todo lo posible para mejorar mis habilidades y convertirme en una verdadera compañera en esta aventura.

C dio un paso hacia mí y, sin pensarlo, colocó una mano en mi hombro. Su toque era firme, pero había algo en su mirada que desarmaba cualquier duda.

—Confía en ti —dijo, su voz baja pero clara—. La magia responde a quienes creen en su propio poder. Y yo sé que tú lo tienes.

Una sonrisa iluminó mi rostro ante sus palabras alentadoras. Sentí un impulso renovado de confianza y determinación. Con C como mi mentor y guía, sabía que el camino por delante no sería fácil, pero estaba segura de que podría superar cualquier obstáculo que se presentara en mi camino hacia la maestría mágica. Estaba lista para enfrentar los desafíos que se avecinan y alcanzar mi máximo potencial como hechicera.