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Chapter 2 - --- El Último Adiós ---

LA DESPEDIDA

La lluvia caía a cántaros sobre el cementerio, un torrente gris que parecía querer borrar cualquier rastro de vida. Kael, un joven de mirada intensa tras sus anteojos de montura delgada, se mantenía al margen de la multitud, observando el paisaje desolado. Había perdido a su mentor, el detective Javier Torres, esa mañana. Torres había dedicado su vida a resolver casos difíciles y a guiar a Kael en su camino profesional.

El sacerdote murmuraba palabras que se perdían en el eco del viento, pero Kael apenas las escuchaba. Su mente estaba atrapada en un torbellino de recuerdos. Recordó las noches largas en la oficina, donde la luz del escritorio iluminaba el polvo en el aire, y el aroma del café recién hecho llenaba el ambiente. Javier siempre le decía: "Cada caso tiene una historia, Kael. Detrás de cada crimen hay una víctima, una familia que busca respuestas". Ahora, esas palabras resonaban en su mente como un eco doloroso.

Con cada palabra pronunciada en la ceremonia, Kael sentía que el legado de Javier se desvanecía. La tristeza lo envolvía, pero también había un destello de determinación. Sabía que no podía permitir que sus enseñanzas se perdieran. El legado de Javier no era solo su habilidad para resolver crímenes, sino su incansable búsqueda de la verdad y la justicia.

Mientras el sacerdote ofrecía su último adiós, Kael se acercó a la tumba y dejó una flor, sintiendo la presión de la memoria y la responsabilidad que pesaba sobre sus hombros. No podía dejar que el sacrificio de Javier fuera en vano. Debía actuar, encontrar la verdad que su mentor había defendido con tanto fervor.

EL ÚLTIMO LEGADO

Mientras el sacerdote ofrecía su último adiós, Kael se acercó a la tumba y dejó una flor, sintiendo la presión de la memoria y la responsabilidad que pesaba sobre sus hombros. No podía dejar que el sacrificio de Javier fuera en vano. Debía actuar, encontrar la verdad que su mentor había defendido con tanto fervor.

Después de la ceremonia, la multitud comenzó a dispersarse, pero Kael permaneció junto a la tumba, sumido en sus pensamientos. Recordó la primera vez que había conocido a Javier, un día soleado en la comisaría. El detective lo había invitado a observar una investigación, y Kael, entonces un adolescente curioso y lleno de preguntas, había quedado fascinado por la manera en que Javier desentrañaba cada pista. "La verdad está en los matices, Kael", le había dicho con una sonrisa. "Nunca dejes que lo obvio te nuble la vista. A veces, para descubrir lo bueno, hay que arriesgarse, incluso si el miedo acecha".

Esas palabras resonaban en su mente, llenas de significado. El legado de Javier no era solo su habilidad para resolver crímenes, sino su incansable búsqueda de la verdad y la justicia. Kael sentía una mezcla de tristeza y culpa, como si hubiera fallado a su mentor al no poder ayudarlo en su momento de necesidad. La presión de honrar esa memoria se hacía más intensa.

Fue entonces cuando un viejo amigo de Javier se acercó, un colega de la policía con una expresión grave.

—Kael —dijo el hombre, sosteniendo un pequeño paquete envuelto en papel de estraza—. Esto es para ti. Javier me pidió que te lo diera si alguna vez necesitabas respuestas.

Kael tomó el paquete con cuidado, sintiendo el peso de la herencia en sus palmas. Desplegó el papel lentamente, revelando una cámara antigua de aspecto intrigante, con un acabado de cuero que había visto días mejores. Para él, era más que un objeto; era una conexión tangible con su mentor, una invitación a desentrañar el misterio que había dejado.

—Él decía que era especial —dijo el hombre, su voz temblando—. Nunca me explicó por qué, pero confiaba en que algún día te sería útil.

Kael sintió que la cámara era un vínculo con Javier, un recordatorio de su misión. Al girarla en sus manos, se dio cuenta de que no podía dejar que el legado de su mentor se perdiera. Con la cámara como su herramienta, Kael estaba decidido a buscar la verdad que Javier había defendido con tanto fervor.

Mientras la lluvia caía suavemente, Kael miró hacia el horizonte, sintiendo que el momento de actuar se acercaba. Sabía que, al hacerlo, estaba dando un paso hacia lo desconocido, pero también hacia la verdad.

LA CIUDAD EN SOMBRAS

Los días siguientes se convirtieron en una mezcla de sombras y recuerdos. La cámara permanecía en su habitación, un testigo silencioso del pasado. A veces la miraba, preguntándose por qué su abuelo se la había dejado, pero al final la consideraba solo eso: una cámara antigua sin mucho valor más allá de lo sentimental.

Una semana después del funeral, mientras revisaba sus cosas, Kael encontró un viejo diario de Javier en un estante polvoriento. Al tocar la cubierta de cuero gastado, sintió una punzada de melancolía. Al abrirlo, el aroma a papel envejecido lo envolvió, y entre sus páginas descubrió algo que lo hizo contener el aliento: no solo contenía notas sobre casos y sospechosos, sino también referencias a sucesos extraños y lugares olvidados.

Una entrada en particular le aceleró el pulso: hablaba de una serie de asesinatos en la ciudad y mencionaba algo inquietante.

"Hay algo en las sombras. Algo que nadie más ve. Algo que debe ser revelado."

Kael tragó saliva. Las historias de Javier sobre criminales astutos y casos no resueltos cobraban vida en su mente. "La verdad está en los matices", recordó. "Nunca dejes que lo obvio te nuble la vista."

Su pecho se oprimió con un presentimiento. Javier había estado tras algo grande... y peligroso.

Con el diario bajo el brazo, decidió buscar a Riu. La periodista siempre había mostrado un agudo instinto para descubrir verdades ocultas, y si alguien podía ayudarlo a descifrar aquello, era ella.

Cuando llegó a la pequeña cafetería donde solían reunirse, encontró a Riu revisando sus notas, su ceño fruncido en concentración.

—¡Kael! —exclamó al verlo—. ¿Qué tienes?

Kael se sentó frente a ella, colocando el diario entre ambos y pasando las páginas hasta la entrada sobre los asesinatos.

—Javier estaba investigando una serie de crímenes antes de... bueno, antes de que falleciera. —Hizo una pausa, sintiendo el peso de sus propias palabras—. Hay conexiones entre las víctimas y algo más.

Riu lo miró con expectación.

—¿Algo más?

Kael bajó la voz instintivamente.

—Un culto.

Riu parpadeó, y por un instante, su rostro reflejó algo entre el escepticismo y la inquietud.

—¿Un culto? —susurró.

Kael asintió y le pasó el diario. Mientras Riu lo leía, él sintió una mezcla de ansiedad y esperanza. Si Javier había estado tras la pista de algo así, su muerte podría no haber sido una simple coincidencia.

—Esto es importante —dijo Riu, levantando la vista—. Pero también peligroso. Si Javier no lo contó, quizá fue por algo.

Kael sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Algo en su interior le decía que ya había cruzado un umbral del que no podría regresar.

—¿Cómo piensas empezar? —preguntó Riu.

Kael exhaló, sintiendo el peso del diario en sus manos.

—Revisando sus notas. Encontró algo antes de morir, y quiero saber qué era.

Riu asintió, cerrando el diario con cuidado.

—Entonces empecemos.

Riu pasó la yema de los dedos por la tapa del diario, pensativa.

—Si Javier estaba investigando esto, seguro dejó más pistas en algún lado.

Kael asintió, sintiendo que algo encajaba en su mente.

—Tenía un viejo despacho donde guardaba sus casos. Tal vez ahí encontremos algo más concreto.

Riu esbozó una sonrisa fugaz.

—Entonces, ¿qué estamos esperando?

LA ALIANZA

Con el diario bajo el brazo y la determinación ardiendo en su pecho, Kael y Riu se dirigieron al despacho que Javier había utilizado en sus años como investigador. El lugar, aunque cubierto de polvo, aún conservaba la esencia de su mentor: estanterías abarrotadas de documentos, recortes de periódico clavados con tachuelas en un corcho desgastado y una lámpara vieja sobre el escritorio.

Kael sintió un escalofrío recorrerle la espalda al cruzar la puerta. No era solo la atmósfera del lugar, sino la sensación de estar caminando sobre los pasos de Javier, siguiendo su rastro en una investigación que jamás pudo terminar.

El olor a papel envejecido impregnaba el aire, y el viento silbaba a través de una ventana rota. Riu recorrió con la yema de los dedos los lomos de algunos libros, su mirada ávida de información.

—Este sitio parece un archivo de secretos —murmuró, examinando unos viejos recortes—. Si hay algo sobre ese culto, lo encontraremos aquí.

Kael no respondió. Caminó hasta el escritorio y empezó a revisar los papeles apilados. Al principio, todo parecía un caos de notas inconexas… hasta que encontró un mapa arrugado con marcas y anotaciones dispersas. Su respiración se volvió lenta cuando vio un símbolo dibujado con tinta oscura, el mismo que había encontrado en el diario.

—Aquí está otra vez —dijo, señalándolo.

Riu se inclinó para verlo mejor. Su expresión pasó de la curiosidad a la inquietud.

—Si Javier lo marcó, es porque significa algo. ¿Crees que sea su base de operaciones?

Kael no estaba seguro, pero algo dentro de él le decía que ese lugar era clave.

—Si lo es, no podemos ir a ciegas. Necesitamos información.

Riu asintió.

—Leo podría ayudarnos. Si hay algo en la red sobre este símbolo o sobre el culto, él lo encontrará.

Kael dobló el mapa con cuidado y lo guardó junto con el diario. Sin decir más, ambos salieron del despacho, dejando atrás el polvo de los recuerdos y la sensación de que habían abierto una puerta a algo mucho más grande de lo que imaginaban.

INICIO DE LA BÚSQUEDA

La cafetería donde solían reunirse estaba medio vacía. En una esquina, Leo tecleaba en su laptop, con los auriculares puestos. Cuando vio acercarse a sus amigos, arqueó una ceja y cerró el portátil.

—¿Otra vez metidos en problemas?

Kael dejó caer el diario sobre la mesa y sacó el mapa, desplegándolo con cuidado.

—Javier estaba investigando una serie de asesinatos antes de morir. Y parece que hay un culto detrás.

Leo parpadeó, sorprendido.

—¿Un culto? Mierda… —Su mirada bajó al mapa y al símbolo marcado—. Bueno, esto ya se siente como una película de terror.

Kael señaló el dibujo, su mente llena de preguntas sobre lo que podrían encontrar.

—Creemos que este lugar podría ser importante. Necesitamos saber todo lo posible antes de acercarnos.

Leo chasqueó la lengua y tomó el mapa, analizando cada detalle con atención.

—Dénme unas horas. Si hay algo en la red sobre ellos, lo encontraré. Pero debemos ser cautelosos. Si este culto es tan peligroso como parece, no podemos subestimarlo.

Riu sonrió con satisfacción, sintiendo que tenían una ventaja.

—Sabía que dirías eso.

Kael respiró hondo, sintiendo la adrenalina correr por sus venas. La decisión de investigar los asesinatos era un paso hacia lo desconocido, pero estaba decidido a honrar el legado de Javier. Sabía que había cruzado una línea invisible, y el peso de esa decisión lo acompañaría de ahora en adelante.

—Esto es solo el comienzo —murmuró, su voz resonando con determinación.

Mientras Leo se sumergía en su búsqueda de información, Kael y Riu se sentaron a discutir los detalles que habían encontrado en el diario. Riu pasó las páginas con cuidado, destacando los fragmentos más relevantes.

—Mira esto —dijo, señalando una nota—. Habla de un lugar donde se realizan rituales. Podría ser nuestra próxima parada.

Kael asintió, sintiendo que la tensión aumentaba en el aire. Cada palabra que leía los acercaba más a la verdad, pero también al peligro. Un escalofrío recorrió su espalda, como si por primera vez sintiera realmente el riesgo que estaban corriendo.

—Si este culto está detrás de los asesinatos, debemos ir preparados —dijo Kael—. Javier siempre decía que la clave para resolver un caso estaba en conocer al enemigo.

Riu lo miró, comprendiendo la gravedad de la situación.

—Entonces, ¿cuándo empezamos?

Leo levantó la vista de su laptop, con el ceño fruncido.

—Tal vez antes de lo que creen —dijo—. Hay algo raro en estas búsquedas… como si alguien más ya estuviera rastreando esta información.

Kael y Riu se tensaron. Por un momento, la cafetería se sintió más silenciosa de lo normal, como si las sombras de la ciudad se hubieran acercado un poco más.

Kael miró el diario de Javier una última vez, sintiendo la presencia de su mentor en cada palabra escrita. Si esto era una advertencia… ya era demasiado tarde para retroceder.

—No podemos permitir que más inocentes sufran —dijo finalmente.

Con un último vistazo al mapa y al diario, Kael sintió que estaban a punto de cruzar un umbral. Ninguno de ellos imaginaba lo que estaban por descubrir, pero la búsqueda de la verdad los uniría en formas que nunca habrían anticipado.