El viento cortante de Montana golpeó el rostro de Clara Westfield en cuanto bajó del viejo autobús que la había traído de regreso a casa. Se ajustó el abrigo y miró a su alrededor. Nada había cambiado. La calle principal de Snowfall seguía siendo la misma: una tienda de abarrotes, una cafetería con el letrero desgastado y el viejo salón de billar donde los vaqueros se reunían después de un día de trabajo. Todo igual… excepto ella.
Habían pasado seis años desde que dejó el rancho de su abuelo para buscar una vida diferente en la ciudad. Y aunque había logrado construir una carrera decente como periodista, en ese instante se dio cuenta de que nunca había dejado de pertenecer a ese lugar.
—Clara.
El sonido grave de su nombre la hizo estremecer, y no fue por el frío. Se giró lentamente y ahí estaba él. Ethan Callahan, más alto, más fuerte, con esa misma expresión severa que recordaba tan bien. Llevaba un grueso abrigo de cuero y un sombrero negro que le daba un aire aún más imponente. Pero fueron sus ojos los que la atraparon: duros, helados, como si la odiara.
—Ethan —murmuró, sin saber qué más decir.
Él no se movió ni un centímetro, solo la observó con el ceño fruncido.
—Así que volviste.
No fue una pregunta, sino una declaración llena de resentimiento. Clara sintió que su estómago se apretaba. Había sabido que enfrentarlo no sería fácil, pero no esperaba que el peso de su mirada la golpeara tan fuerte.
—Mi abuelo está enfermo —dijo al fin, con la voz firme.
Ethan soltó una risa baja y sin humor.
—¿Y por eso decides aparecer después de seis años? Muy conveniente.
Clara sintió el calor subir a su rostro.
—No tienes derecho a juzgarme. Esto es entre mi abuelo y yo.
Él entrecerró los ojos.
—Tal vez, pero yo soy quien ha estado cuidando el rancho todo este tiempo. Yo, no tú. Así que no esperes que te reciba con los brazos abiertos.
Clara tragó saliva. Sabía que Ethan nunca había sido un hombre fácil, pero el rencor en su voz la hirió más de lo que quería admitir.
—No vine a causar problemas —dijo en voz baja—. Solo quiero ayudar.
Ethan la miró un instante más, luego sacudió la cabeza con desdén.
—Haz lo que quieras. Pero no esperes que todo vuelva a ser como antes.
Se giró y se alejó con pasos largos y decididos, dejándola ahí, en medio de la nieve, sintiendo que el frío del invierno no era nada comparado con el hielo en su mirada.
Clara apretó los puños. Sabía que el regreso no sería fácil… pero jamás imaginó que Ethan Callahan la seguiría haciendo temblar, de ira y de algo más peligroso: el recuerdo de lo que una vez hubo entre ellos.
Clara dejó escapar un suspiro tembloroso cuando Ethan desapareció entre la bruma helada del atardecer. El viento sopló con más fuerza, arremolinando la nieve a su alrededor como si el invierno quisiera tragársela entera. Se estremeció, pero no solo por el frío.
Sabía que enfrentarlo sería difícil, pero no había esperado tanta dureza en su mirada. La última vez que se vieron, él la había mirado con otra clase de intensidad… una que la hacía sentir viva. Ahora, solo veía en él resentimiento y una rabia contenida que la traspasaba como una hoja de acero afilado.
—Seis años no son nada, ¿eh?
La voz sarcástica de Maggie Donovan, la dueña de la cafetería, la sacó de sus pensamientos. La mujer se había apoyado contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre su abrigo grueso. Tenía esa expresión de "te lo dije" que Clara recordaba bien.
—Veo que la bienvenida no fue precisamente cálida —continuó Maggie, mirándola con curiosidad.
Clara forzó una sonrisa y caminó hacia la cafetería, agradecida por el calor que la envolvió al entrar. El aroma del café recién hecho y el pan casero llenó sus sentidos, trayéndole recuerdos de su infancia, de cuando venía con su abuelo después de un día en el rancho.
—Ethan nunca ha sido un hombre fácil —dijo al fin, quitándose los guantes y frotándose las manos para entrar en calor.
—No —concedió Maggie, sirviéndole una taza de café sin preguntar—. Pero antes, contigo, lo era.
Clara apretó los labios. No podía negarlo. Ethan Callahan había sido su primer amor, su única locura, y el hombre que le enseñó lo que era desear con cada fibra de su ser. Pero también había sido la razón por la que dejó Snowfall.
—No vine a remover el pasado —dijo al fin, envolviendo la taza caliente entre sus manos—. Solo quiero estar aquí por mi abuelo.
Maggie le sostuvo la mirada con escepticismo, pero no discutió.
—Entonces más te vale prepararte, cariño. Porque Ethan no es el único en este pueblo que tiene algo que decir sobre tu regreso.
Clara asintió, pero en el fondo, lo único que escuchaba eran las palabras frías de Ethan. No esperes que todo vuelva a ser como antes.
Lo sabía. Pero eso no significaba que su corazón no doliera al escucharlas.