"Entonces, por esa misma razón debemos exterminar a los Nitropis. Acabarlos en su totalidad, a ellos y a su país, sin darles oportunidades de mantener su cultura o el mínimo de respeto humano básico", expresó Aias con severidad mientras veía a los ojos a Paris.
La mujer de cabellos cobre lo pensó, y para bien logró detectar que Aias tuvo un punto válido. Aún así cuestionó:
"Mi padre, ¿está enredado de esto?"
En el momento que Aias volteó los ojos ligeramente a un lado, está lo tomó de la parte trasera de su cabeza y lo estampó contra la pared más cercana. El resultado fue la cosa más esperada: Aias estuvo ileso, aunque con una sonrisa nerviosa.
"Vamos, tranquilízate, estoy viendo una forma de que Talemonio no se enfurezca o me ponga una sanción por esto", trato de bajar los ánimos de Paris, la cual ya estaba a poco volver a estamparlo. Claramente no le hizo daño, pero si le dolían esos golpes.
"Vamos a hacer un jodido genocidio, esto no es tan sencillo, imbecil." Aun así ella lo soltó para irse a sentar en una de las sillas de la pequeña sala de juntas en la cual estaban hablando. Por fuera de la sala se escuchaba a los niños jugar en el patio trasero de Aias.
Con el movimiento de una rama de árbol por fuera de la ventana, se lograron filtrar los rayos de luz solar. La piel trigueña de Aias brilló un poco menos oscura de lo que alguna vez fue en su infancia, dándole un tono más parecido a un tranquilo dorado terroso. Este simplemente paso la mano por su pelo moviéndolo para atrás, aunque algunos mechones cayeron sobre su rostro. Los ojos en forma de almendra se hicieron aun más visibles por la sombra que provocó la luz solar en su rostro.
"Podrías dejar de tratar de lucir como la última bonona del desierto", dijo la mujer de tonos pálidos con un suspiro. París estaba un poco hasta las puntas de Aias, igual que su padre. Al menos ella lo toleró menos y fue capaz de ponerle un alto.
"No me pidas dejar de ser perfecto", las palabras de Aias vinieron cargadas de un tono melodramático. Todo mientras movía su cabeza en negación, mismo que hizo que las hebras de cabeza revolotearan y al estas golpear con la luz del sol tomando un color castaño antes de volvieran a su lugar.
"Vuelves a hacer eso y le diré a Tecmes que use a Gorgona para rostizarte." Los grisáceos ojos de Paris interceptando los de Aias, la intención asesina de su propia autoridad conceptual reforzando su mirada.
Y por fin cediendo Aias simplemente se movió para sentarse frente a Paris. Con eso por fin se tomó enserio la conversación. "Bien, tengo la idea de poner a todas las naciones en contra de los Nitropis. Conseguí información de parte de varios especies sobre el escuadrón 731 que tiene alojados en el continente. Y bueno, sus experimentos son bastantes inhumanos, incluso para nuestros estándares." El rostro de Aias era calmado, misma calma que puso nerviosa a Paris.
"¿Qué tipo de experimentos para ser exactos?", Paris sintió que la respuesta a su pregunta no le gustaría. "Digo, solo son un par de enanos isleños con complejos de superioridad racial por sobre los Zuyuanes y los Hanianes, aunque esas últimas dos no se quedan atrás, pero sin más abiertas que los Nitropis", racionalizó Paris, más para ella misma que para Aias.
"Bien prepárate, porque según recuerdo, sus experimentos van desde: cuanto tiempo sobrevive un bebé sin necesidad de alimento, cuanto daño celular es capaz de soportar un hombre adulto, inducir a mujeres embarazadas a altas dosis de radicación, gas manzana y bueno, a violaciones masivas." Aias se mantuvo tranquilo, aunque este pudo observar cómo Paris se enojaba más y más.
"Eso es bastante brutal, inclusive para mi." Paris trato de calmarse, ella ya ha asesinado niños e incontables vidas más, bebés no, su código no lo permitió. Aun así tan solo esos pocos experimentos que dijo Aias le hizo revolver el estómago. Ella siempre prefirió evitar el mayor sufrimiento, ya sea masacrando pueblos enteros que no se rendían para evitar el resentimiento de los sobrevivientes, junto a evitar abusos por parte de sus propios soldados a los civiles. Ella aún recordaba a cuántas cabezas de sus propios hombres había cortado al enterarse de que se atrevieron a abusar o torturar a un civil en vez de matarlo rápidamente. Fueron 36 cabezas.
"Entonces me parece factible. Por un lado el genocidio nunca es la respuesta, pero digamos que esto sería más como un karma cósmico", las palabras de Aias fueron acompañadas con una sonrisa tranquila.
"Bien, aunque queda en tu trabajo el hacer que esto salga bien, yo solo seré tu mano ejecutora." Paris por fin cedió. Su cabeza aún llena de dudas, pero confiaba en Aias, para bien o para mal.
"No pido más", dijo Aias mientras se levantaba de la silla para acomodar su túnica. La blancura de la misma contrastando con su piel mientras dejaba al descubierto sus hombros y espalda alta.
"Bien, entonces me iré. Tengo que ir a ver a Tecmes." La chica igualmente se levantó, de la misma forma acomodando su túnica, aunque a diferencia de Aias, la de ella dejó más al descubierto su pecho.
Todo esto fue divertido ya que en Hermopolis, la capital donde están, se esperó que sea la mujer que descubra sus hombros y espalda.
"Salúdame a Tecmes, y no te olvides que en 1 hora y media es la hora de comer. Rosario quiere pasar tiempo con sus madres." Aias vio como Paris sonreía con diversión mientras ella se volteaba haciéndole la señal de que se metiese el dedo por el culo, el cual consistía en poner el dedo gordo en medio del índice y el medio mientras haces un puño. "También te quiero." El chico solo sonrió mientras la veía salir.
Este por otro lado se fue recostar en el pie de ventana. Tomando una de las almohadas cercanas para ponerla en contra de uno de los pilares gemelos de mármol que estaban a cada lado de la ventana. Dando un suspiro mientras se quitaba los zapatos y simplemente se dejaba caer en el semi colchón que cubría el pie de ventana.
"Muévete", con esas palabras uso su autoridad sobre el concepto de Rey en las ramas del árbol fuera de la ventana, mismas que se juntaron para cubrir los rayos de Sol que empezaron a golpear el rostro de Aias.
Con un suspiro levantó su mano para ver ese hermoso anillo de oro blanco que se fijo en su dedo medio, el dedo del corazón y a su vez el dedo con el cual se dijo que empezaron amores y acusaron traiciones. Volteando a ver la ventana este vio su reflejo, tan diferente a lo que recordaba, tan diferente a lo que fue en antaño.
"Ya 7 años de haber llegado a este mundo, ¿Cómo estará mamá? Espero esté bien." El recordó, su mente se perdió en un mundo que ni siquiera fue este. Las noches no fueron iguales, hasta las constelaciones cambiaron, para el todo cambio, menos la naturaleza del humano. 'Es irónico como en este y el otro mundo somos tan iguales.' Su mano se estiró para tocar su reflejo en el vidrio. 'Aunque no soy muy diferente a los demás, también tengo las manos manchadas.' Este sonrió mientras simplemente dejaba que el mundo onírico de la constelación de las 3 lunas lo reclamase. El mundo de Andersen, el solitario e infantil dios de los sueños.
Justo cuando Aias estaba por caer en la parte más profunda de las cavernas oníricas que conforman el mundo de Andersen. La escuchó, pequeña a la distancia aunque fuerte en su mente, era la voz de su pecado y a su vez de su querer. Con una pequeña vista al hermoso sueño que posiblemente tendría en lo que serían meses, este abrió los ojos. Justo en el momento que el primer rayo de luz tocó su iris, sintió que alguien abrió la puerta corrediza, el rechinar agonizante del riel que cargo la puerta de de madera con aleaciones de hierro blanco. No terminando allí, en cuanto se hizo suficiente espacio se abrió camino una pequeña figura. No llegando ni a la pantorrilla de Aias, pero ahí estuvo, parada con su túnica manchada de tierra. Lo verdaderamente importó fue lo que trajo en manos, fue una pequeña figurilla de barro solidificado que mostró a Aias con la pequeña figura en brazos.
"¡Yo, papá, por fin me salió, mira, mira!", ella corrió a los pies de Aias mientras mostraba la figurita. Los grandes ojos de la infante le devolvieron la mirada a Aias, brillantes por la aprobación de él.
El chico por otro lado suspiro a esto pero aún así la tomó en sus manos con cuidado. Sonrió al ver la emoción en los pequeños ojos del color de una bugambilia. Después de revisarla rápidamente, este simplemente uso un rápido y sencillo hechizo para resguardarla. Con un destello en blanco la pequeña estatua fue cubierta, y cuando bajo el brillo esta se encontró igual que antes. Solamente que Aias la dejó caer al suelo y esta pegó contra él mismo como si fuese ultra resistente sin siquiera tener un rasguño, para alivio de la pequeña que vio con horror cómo caía.
"Bien, ahora cariño, ve a guárdala y ve a la cocina, ya casi es hora de la comida", dijo el joven de ojos café mientras recogía la figurita y se la entregaba en manos a la pequeña. Y este le dio un beso en la frente.
"Pero papá, no quiero", viendo que estaba apunto de hacer berrinche Aias actuó y la levantó en brazos, lo que tomó a la niña por sorpresa. Aún así se aferró a él como un gato al techo en el momento en que Aias empezó a levitar. Y aún con eso ella no pudo evitar reír.
"Vamos juntos a la cocina, yo creo que también debería comer un poco, ¿te parece bien, Rosario?", la niña solo asintió sin prestar atención mientras disfrutaba de la sensación de estar técnicamente suspendida en el aire, a lo que Aias rio y simplemente los movió a ambos mientras flotaban en dirección a la cocina. Al salir ambos se vieron seguidos del guardia y la sirvienta personal de Rosario.
Ambos recorrieron los pasillos, algunos sirvientes junto a guardias iban y venían. Todo esto debido a que la propiedad de Aias servía parcialmente como área de negocios y área de investigación.
"Débiles", dijo Rosario mientras veía a los sirvientes batallando por cargar una caja de herramientas.
Aias suspiro ante esto, por lo que soltó a Rosario y la dejó flotando a su lado, tal como una luna sigue a su cuerpo celeste principal. Después bajo hasta pararse al lado del sirviente que estaba por tratar de dar una reverencia pero lo detuvo con un gesto de calma. Tocando la caja de herramientas y forzando un hechizo a la misma, hizo que está bajase su peso a la mitad.
"Ahí, ahora debes ser capaz de hacerlo sin problema." Rosario vio a su padre con curiosidad, sus cabellos castaños cayendo sobre su rostro mientras daba vueltas en el aire.
"Gracias mi señor." El sirviente le asintió con agradecimiento antes de seguir y hacer su trabajo.
"Descuida, mi deber es el darte un buen ambiente para tu labor." Con eso simplemente le dio una palmada suave en la espalda, antes de que el sirviente diese vuelta en otro pasillo. Aunque Aias nunca puso su vista en el sirviente, si no que mantuvo sus ojos en Rosario. La cual como calca de su padre en su infancia desvió la mirada con una sonrisa nerviosa. "Rosario, mírame a los ojos".
La pequeña de 3 años y 11 meses, no lo hizo, ella supo que había cometido un error, por lo que simplemente susurró:
"Pero siguen siendo débiles".
Esto atrajo otro suspiro de Aias. Aún así siguió su camino a la cocina con Rosario flotando a su lado. Después de 1 minuto de silencio por fin hablo:
"No son débiles." Antes de que la niña refutase, el levantó la mano para que le diese tiempo de hablar. "No son fuertes como yo lo soy, pero son fuertes. El poder es tan matizado como las autoridades y la magia, ellos tienen el poder de trabajar y ser responsables".
La niña solo asintió, nuevamente imitando parcialmente a su padre, esta suspiro. Y por fin lo admitió:
"Mi error, papá".
Aias solo asintió en confirmación, aún así la atrajo a un abrazo y volvió a flotar junto a ella en sus brazos. Dando vuelta en el pasillo se encontraron con la cocina, por lo que abrieron la gran puerta corrediza y entraron con tranquilidad. Los sirvientes que se movían alrededor les dieron un asentimiento en reconocimiento pero sin romper sus deberes, mismo asentimiento que fue devuelto por Aias y Rosario. Los trabajadores del hogar vistieron con una túnica de color azul celeste. Este uniforme fue hecho para ser unisex. Por lo que dejaba al descubierto el hombro derecho y parte superior del mismo lado, permitiendo frescura y comodidad.