Chereads / Melodías Calladas / Chapter 3 - Capítulo 3: Notas Incompletas

Chapter 3 - Capítulo 3: Notas Incompletas

El sonido de las teclas del piano resonaba en la habitación, una y otra vez, como si Akari estuviera intentando exprimir de ellas una melodía que se negaba a salir. Takumi observaba desde un rincón, con los brazos cruzados y una expresión pensativa. Llevaban horas trabajando, pero la canción seguía incompleta, atascada en un limbo de versos sueltos y acordes que no encajaban.

—No funciona —dijo Akari de repente, golpeando las teclas con frustración—. No importa cuánto lo intente, no puedo encontrar el puente. Todo suena... vacío.

Takumi se acercó lentamente, mirando las partituras desordenadas sobre el piano.

—Tal vez estás forzándolo demasiado —sugirió—. La música no siempre sale cuando tú quieres. A veces hay que dejarla respirar.

Akari lo miró con exasperación.

—No tengo tiempo para dejarla respirar. La audición es en dos semanas, y si no tengo algo sólido para entonces, todo esto habrá sido una pérdida de tiempo.

Takumi suspiró, reconociendo la presión en su voz. Sabía lo que era sentirse acorralado por el tiempo, por las expectativas. Pero también sabía que, a veces, la creatividad no respondía a los plazos.

—Bien —dijo, sentándose en el borde del piano—. Si no podemos terminarla hoy, trabajemos en lo que sí tenemos. Cuéntame más de ti. Tal vez ahí está la pieza que falta.

Akari frunció el ceño, claramente incómoda.

—Ya te dije lo que necesitabas saber.

—No lo suficiente —replicó Takumi, sosteniendo su mirada—. Las letras que escribí están basadas en lo poco que me has contado, pero falta algo. Algo que las haga sentir... reales. Y no puedo darte eso si no me dejas entrar un poco más.

Ella lo miró durante un largo momento, como si estuviera debatiendo internamente si confiar en él. Finalmente, bajó la vista y comenzó a tocar una melodía suave, casi como un susurro.

—Mi madre era pianista —dijo en voz baja, sin dejar de tocar—. Ella fue quien me enseñó a tocar. Pero cuando tenía doce años, se fue. Sin explicaciones, sin despedidas. Solo una nota diciendo que no podía seguir viviendo atrapada en una vida que no quería.

Takumi escuchó en silencio, sintiendo el peso de sus palabras. No era difícil imaginar a una niña pequeña, sentada frente a un piano, esperando que su madre regresara.

—¿Y tu padre? —preguntó con cuidado.

Akari hizo una pausa en su interpretación.

—Él... nunca fue el mismo después de eso. Se sumió en su trabajo y básicamente me dejó a mi suerte. La música se convirtió en mi única forma de sentirme cerca de ella, pero también en un recordatorio constante de que me abandonó.

Takumi asintió lentamente, comprendiendo ahora por qué la música era tan importante para ella, y por qué le resultaba tan difícil expresar sus emociones a través de ella.

—Gracias por contarme eso —dijo finalmente—. No debió ser fácil.

Akari se encogió de hombros, como si quisiera restarle importancia.

—No es algo de lo que hable normalmente. Pero si esto va a funcionar, necesitas entender por qué escribo lo que escribo.

Takumi sonrió de medio lado.

—Entonces, ¿esto significa que estás empezando a confiar en mí?

Ella lo miró con una expresión seria.

—No te hagas ilusiones. Solo significa que necesito que hagas tu trabajo.

A pesar de su tono frío, Takumi notó un ligero cambio en su actitud. Era como si una pequeña grieta se hubiera abierto en su armadura, permitiéndole vislumbrar algo más allá de su fachada distante.

En los días siguientes, Takumi y Akari continuaron trabajando en la canción, pero el progreso era lento. Akari se frustraba fácilmente, descartando ideas casi tan rápido como Takumi las proponía. Sin embargo, a medida que pasaban más tiempo juntos, Takumi comenzó a notar pequeños detalles que le ayudaban a entenderla mejor.

Notó cómo se mordía el labio inferior cuando estaba concentrada, cómo sus ojos se iluminaban brevemente cuando encontraba un acorde que le gustaba, y cómo su voz se suavizaba cuando hablaba de música, como si fuera el único tema que le permitía bajar la guardia.

Una tarde, mientras Takumi garabateaba en su cuaderno, Akari se acercó y miró por encima de su hombro.

—¿Qué estás escribiendo? —preguntó, con curiosidad apenas disimulada.

—Algo que se me ocurrió anoche —respondió él, pasándole el cuaderno—. Es solo un borrador, pero creo que podría encajar con la melodía que estabas tocando antes.

Akari leyó las líneas en silencio, y por primera vez, Takumi vio una sonrisa genuina en su rostro.

—Esto... no está mal —admitió—. Es diferente de lo que habíamos intentado antes.

—Es porque te estoy conociendo mejor —dijo Takumi, devolviéndole la sonrisa—. No puedo escribir para ti si no sé quién eres.

Akari lo miró durante un momento, como si estuviera considerando sus palabras. Luego, asintió lentamente.

—Tal vez tengas razón. Pero no pienses que esto significa que vamos a ser amigos o algo por el estilo.

Takumi rió entre dientes.

—No te preocupes, no me hago ilusiones. Solo soy tu escritor fantasma, ¿recuerdas?

A medida que Takumi aprendía más sobre Akari, las letras que escribía comenzaron a resonar más profundamente con ella. Ya no eran solo palabras vacías; ahora estaban llenas de emociones reales, de experiencias compartidas y de secretos guardados.

Sin embargo, la canción seguía incompleta. Akari insistía en que faltaba algo, algo que no podía definir pero que sabía que necesitaba. Takumi, por su parte, comenzó a preguntarse si lo que faltaba no era algo en la música, sino en Akari misma.

La noche había llegado, Akari tocó la melodía completa por primera vez, con las nuevas letras de Takumi. Aunque aún no estaba perfecta, había algo en ella que se sentía... diferente. Más auténtica.

—Esto es un buen comienzo —dijo Akari, con un tono de satisfacción en su voz—. Pero todavía no es suficiente.

Takumi asintió, comprendiendo que, para ambos, esto era más que una canción. Era una forma de enfrentar sus demonios, de encontrar algo que habían perdido hacía mucho tiempo.

—Entonces seguiremos trabajando —dijo—. Hasta que esté lista.

Akari lo miró, y por un breve momento, pareció que iba a decir algo más. Pero en lugar de eso, simplemente asintió y volvió al piano.

Y así, en la penumbra de aquel edificio abandonado, dos almas rotas continuaron tejiendo su historia, nota a nota, verso a verso.