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SUKU LA AVENTURA - TEMP.1

🇦🇷MOCHIMOB
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Synopsis
En la gigantesca y caótica ciudad de Ladrópolis, el crimen acecha en cada esquina y las sombras esconden oscuros secretos. Pero hay un héroe dispuesto a enfrentarlo todo: Suku, un perro antropomórfico con un olfato infalible, reflejos sobrehumanos y un fuerte sentido de la justicia. Cuando extrañas desapariciones comienzan a sacudir la ciudad, Suku descubre que todas las pistas llevan a un solo nombre: Dr. Frank, un genio malvado cuya tecnología avanzada amenaza con sumir a Ladrópolis en el caos. Pero detenerlo no será fácil. Con una red de secuaces mecánicos y trampas mortales, el villano está siempre un paso adelante. A lo largo de capítulos de acción, misterio y aventuras, Suku recorrerá la ciudad enfrentando peligros, descubriendo conspiraciones y desafiando los límites de su valentía.

Table of contents

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Chapter 1 - CAPITULO 1

Aviso Legal y Derechos de Autor

© 2025 - Angel Gabriel. Todos los derechos reservados.

Esta obra es una creación original de ficción. Cualquier similitud con personas reales, vivas o fallecidas, o con eventos históricos, presentes o futuros, es pura coincidencia y no intencional. Los nombres, lugares y situaciones han sido desarrollados con fines narrativos y no deben interpretarse como referencias a individuos o entidades del mundo real.

El contenido de este libro, incluyendo pero no limitado a su texto, personajes, trama y conceptos, está protegido por las leyes de derechos de autor y tratados internacionales. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra en cualquier forma o medio, ya sea impreso, digital o audiovisual, sin la autorización expresa y por escrito del titular de los derechos.

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El autor no se hace responsable de la interpretación que los lectores puedan dar al contenido de esta obra, ni de las acciones derivadas de su lectura. Este libro ha sido concebido para el entretenimiento y la reflexión, sin ninguna intención de influir en opiniones, decisiones o conductas.

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Capítulo 1: El Ladrido en la Noche

Ladrópolis nunca dormía. Sus calles, iluminadas por luces de neón y el resplandor de anuncios publicitarios gigantes, zumbaban con el sonido de autos volando sobre los rieles magnéticos y drones patrullando el cielo. Pero a pesar del bullicio, algo oscuro se movía entre las sombras. Algo que ponía nerviosos hasta a los criminales más endurecidos.

Las desapariciones habían comenzado hacía un mes. Primero fue un trabajador nocturno de una fábrica, luego una periodista, después un grupo de amigos que salieron a cenar y nunca regresaron. Nadie sabía a dónde iban, ni qué los atrapaba. Solo había una cosa en común: todas las desapariciones ocurrían en el distrito industrial, en un radio de diez manzanas.

Y si había alguien capaz de resolver este misterio, era Suku.

Desde lo alto de un edificio, el perro antropomórfico observaba la ciudad con una mirada afilada. Su gabardina marrón ondeaba con la brisa nocturna, y su bufanda roja se apretaba contra su cuello. En su pata derecha sostenía un pequeño dispositivo con una pantalla que mostraba un mapa digital de Ladrópolis.

—Otra desaparición en el distrito industrial —murmuró, repasando los datos en la pantalla—. Esto no es coincidencia.

Suku había estado siguiendo un patrón. Cada tres noches, alguien desaparecía cerca de una fábrica en ruinas. Pero lo más extraño era el rastro químico que siempre quedaba en el aire, un olor tan sutil que solo su olfato canino podía detectar. Lo había analizado en su laboratorio improvisado, pero no coincidía con ninguna sustancia conocida.

Respiró hondo y guardó el dispositivo en el bolsillo de su gabardina. Luego, con un movimiento ágil, saltó del borde del edificio y aterrizó en un callejón sin hacer ruido. Sus patas acolchonadas amortiguaron la caída.

Avanzó entre las sombras, su cuerpo pegado a las paredes para no ser detectado. Sus orejas giraban en todas direcciones, captando cualquier sonido sospechoso. Y entonces, ahí estaba otra vez: el aroma químico. Débil, pero inconfundible.

Lo siguió, zigzagueando entre callejones, pasando junto a edificios abandonados y esquivando charcos de agua estancada. Hasta que llegó al almacén.

Era un edificio grande y deteriorado, con paredes cubiertas de grafitis y un letrero viejo que colgaba torcido sobre la entrada. Las ventanas estaban rotas y las puertas metálicas, oxidadas. Cualquiera pensaría que era un lugar vacío, pero Suku sabía que algo no encajaba.

Con cuidado, empujó la puerta. El metal crujió, resonando en la oscuridad. Dentro, el almacén estaba lleno de cajas apiladas, algunas con símbolos extraños pintados en los lados. El suelo estaba cubierto de polvo, pero en ciertas zonas había marcas de pisadas recientes.

Suku avanzó lentamente, con la respiración controlada. Su instinto le decía que no estaba solo.

De repente, un sonido metálico rompió el silencio.

Giró de inmediato, poniéndose en guardia. Desde la penumbra, dos ojos rojos brillaron.

Y entonces, emergió la figura.

Era un robot felino, de aspecto imponente. Su cuerpo era una combinación de placas metálicas negras y doradas, con garras largas que zumbaban con una energía azulada. Su cabeza tenía la forma de un gato estilizado, con orejas afiladas y ojos resplandecientes.

—Bienvenido, Suku —dijo la máquina con una voz distorsionada, casi burlona—. El Dr. Frank te estaba esperando.

Suku frunció el ceño. No era la primera vez que oía ese nombre, pero esta era la prueba definitiva de que él estaba detrás de todo.

—Dile a tu amo que no me gustan las trampas —respondió con calma, flexionando sus patas para prepararse.

El robot soltó un siseo mecánico y se lanzó al ataque.

Suku reaccionó en el último segundo, rodando hacia un lado justo cuando una de las garras metálicas impactó el suelo con un estallido eléctrico. El concreto se agrietó, dejando una marca humeante.

—Interesante… —murmuró, poniéndose de pie y sacudiéndose el polvo de la gabardina—. A ver de qué estás hecho.

El robot giró con movimientos fluidos, su cola mecánica cortando el aire con un silbido. Saltó de nuevo, esta vez con más velocidad.

Suku esquivó por instinto, saltando hacia atrás, pero el robot no le dio respiro. Sus garras se movían como cuchillas, cada golpe cargado de electricidad.

—Tienes buenos reflejos —dijo el robot, su voz distorsionada—. Pero no será suficiente.

Suku chasqueó la lengua. No podía seguir esquivando para siempre. Necesitaba una estrategia.

Su mirada recorrió la sala en busca de algo útil. Y entonces lo vio: un panel eléctrico expuesto en la pared derecha.

—Veamos qué tan resistente eres a tu propia energía —murmuró, con una sonrisa.

Esperó a que el robot atacara de nuevo. Esta vez, en lugar de esquivar por completo, bloqueó una de las garras con su brazo cubierto por la gabardina. La electricidad recorrió su cuerpo, pero resistió el dolor.

Usando la fuerza del robot en su favor, lo empujó hacia la pared con un giro ágil. En el último segundo, Suku saltó hacia atrás.

El robot impactó contra el panel eléctrico.

Hubo una explosión de chispas y un zumbido ensordecedor. El felino mecánico convulsionó, sus circuitos sobrecargándose.

—¡Error! ¡Error! —balbuceó la máquina, con humo saliendo de sus articulaciones.

Suku se acercó con cautela, listo para acabarlo si era necesario.

Pero antes de que pudiera moverse, una voz resonó por los altavoces del almacén.

—Vaya, vaya… No esperaba menos de ti, Suku.

El perro se tensó. Esa voz… La había oído antes, en transmisiones clandestinas, en grabaciones robadas.

Era Dr. Frank.

—Espero que hayas disfrutado tu calentamiento —continuó la voz—, porque esto apenas comienza.

En ese instante, el suelo tembló. Algo se activó bajo sus patas.

BOOM.

El almacén entero explotó en llamas.

Suku reaccionó en el último segundo, saltando por una ventana rota antes de que todo el lugar se viniera abajo. Rodó en el suelo del callejón y se puso de pie rápidamente, jadeando.

Miró hacia el almacén. Solo quedaban escombros ardientes.

El Dr. Frank había intentado matarlo.

Pero lo que más le preocupaba no era eso.

Era el mensaje oculto en sus palabras: esto apenas comenzaba.

Y Suku sabía que lo decía en serio.

Fin del Capítulo 1