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El eco de tu voz, el peso de tu ausencia

Non_Kaito
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Synopsis
"El eco de tu voz,el peso de tu ausencia",narra la historia de Jim y Emma,dos jóvenes que se conocen en un juego online. A través de partidas, risas y largas conversaciones, desarrollan una conexión que va más allá de la pantalla. A pesar de sus diferencias, la relación florece durante cuatro años, enfrentando la distancia y las dificultades. Pero cuando la realidad se impone, las brechas que crecen entre ellos terminan desgastando lo que parecía ser un amor eterno. Cuando Emma sigue adelante, Jim se queda atrapado en su recuerdo, luchando contra su propia oscuridad. ¿Qué pasa cuando el amor no es suficiente? ¿Y cómo se puede encontrar la paz cuando una parte de ti sigue mirando hacia el pasado?

Table of contents

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Chapter 1 - Conexión

El cursor parpadeaba en la barra de texto.

Jim tecleó las letras de su nickname con la facilidad de alguien que lo había escrito cientos de veces: OceanS. No recordaba bien cuándo había elegido ese nombre ni por qué, pero se había quedado con él desde que empezó a jugar en línea. Sonaba bien, lo suficientemente distante para no revelar nada personal y lo bastante simple para que los demás lo recordaran.

Con un clic, entró al juego. La pantalla se iluminó con la interfaz familiar: el chat, la lista de jugadores y la cuenta regresiva para la siguiente partida. No esperaba nada nuevo. Solo era otra noche más llenando el tiempo, escapando de la realidad con un par de partidas antes de dormir.

El emparejamiento fue rápido. En cuestión de segundos, una nueva persona se unió a su equipo. Su nombre apareció en la esquina inferior de la pantalla: Tsubasa.

Jim no le prestó demasiada atención. Para él, los nombres en línea eran solo eso, palabras flotando en una pantalla, sin rostros ni historias detrás. Sin embargo, algo en el nombre "Tsubasa" le pareció cálido. ¿Era casualidad o algo más? No lo sabía, pero no le dio mucha importancia.

El contador de inicio llegó a cero y la partida comenzó. Jim movió a su personaje con precisión automática, recorriendo el mapa en busca de puntos estratégicos. Era un jugador metódico, calculador. Sabía exactamente qué hacer y cuándo hacerlo. Estaba acostumbrado a jugar solo, a no depender de nadie. Era la única forma en que sentía que podía tener control sobre algo.

Tsubasa, en cambio, jugaba de una forma distinta. Se notaba que tenía habilidad, pero también que disfrutaba el juego de una manera diferente. Mientras Jim analizaba rutas y estrategias, ella hablaba con emoción.

—Oh, hay enemigos cerca... ¡Voy a intentar una emboscada!

Jim la vio moverse en la pantalla y sintió una punzada de duda. Sus movimientos eran arriesgados. Iba demasiado adelante.

—Vas sola —le advirtió, aunque con cierto tono de indiferencia.

—Lo sé, lo sé —respondió ella—. Pero si logro atraparlos desprevenidos, podemos ganar ventaja.

Jim suspiró. Aquello no tenía sentido. En su experiencia, el juego se trataba de control y paciencia, no de lanzarse sin pensar. Sin embargo, por alguna razón, en lugar de dejar que se metiera en problemas, él ajustó su estrategia para seguirla. Esa extraña sensación de incomodidad lo hizo actuar. ¿Por qué? No tenía ni idea.

Y entonces ocurrió. Tsubasa se adelantó demasiado y quedó atrapada en un fuego cruzado.

—¡Ah! ¡Me atraparon!

Jim apretó la mandíbula. Con un par de movimientos calculados, flanqueó a los enemigos y eliminó a dos de ellos antes de que pudieran reaccionar. Tsubasa logró escapar con apenas un hilo de vida.

—¡Eso fue increíble! —dijo ella, riendo.

—Fue innecesario —respondió él, aunque sin la dureza que solía tener cuando corregía a alguien.

—¡Pero emocionante! —exclamó ella.

Jim no pudo evitar soltar una ligera exhalación que casi parecía una risa.

La partida siguió con ese mismo ritmo. Tsubasa tomaba riesgos impulsivos y Jim los corregía o los cubría sin darse cuenta. Ella llenaba los silencios con comentarios despreocupados, hablando no solo del juego sino también de cosas aleatorias. Jim frunció el ceño. Era raro que alguien hablara así en el chat de voz. Normalmente, la gente se limitaba a dar órdenes o soltar insultos. Y sin embargo, aquí estaba ella, haciendo que incluso los silencios entre partidas no fueran incómodos.

Se hizo un breve silencio, interrumpido por una pequeña risa de ella. Ligera, genuina.

La partida continuó, pero Jim notó algo curioso: Tsubasa no jugaba como los demás. No era solo su forma de moverse en el mapa o su estrategia… era la manera en que hablaba. Comentaba lo que hacía con entusiasmo, reía cuando fallaba un disparo, se disculpaba cuando cometía un error. Algo sobre ella parecía refrescante, una energía que él nunca había sentido en ninguna otra persona en línea.

—¿Te gusta Attack on Titan? —preguntó de repente, como si la pregunta fuera tan casual como si estuvieran hablando del clima.

Jim parpadeó, sorprendido por el cambio repentino de tema.

—Sí... Me gusta. La trama es interesante, aunque la animación en la última temporada me dejó algo indiferente.

Se preparó para una respuesta corta o una simple afirmación. Pero en lugar de eso, Tsubasa dejó escapar una exclamación emocionada y empezó a hablar de sus escenas favoritas, de las teorías que había leído y de lo mucho que le gustaba el personaje de Levi.

Jim la escuchó en silencio. Normalmente, cuando la gente hablaba demasiado, desconectaba su atención. Pero con ella… con ella no. Algo en su voz, en su manera de expresarse, lo mantenía alerta. A pesar de lo cansado que estaba, no podía evitar seguir prestando atención.

En un momento, sin venir a cuento, dijo:

—Por cierto, OceanS, ¿te puedo llamar Océano?

Jim parpadeó. Nadie le había preguntado eso antes.

—No sé... —respondió, dudando.

—¡Bah! De todas formas lo haré. OceanS suena muy formal.

Jim negó con la cabeza, pero no la corrigió. Algo en su tono despreocupado le hizo pensar que no valía la pena decir nada. Además, a esas alturas, ese "Océano" ya empezaba a sonar menos extraño.

A medida que la partida avanzaba, Jim comenzó a notar algo extraño. Aunque su estilo de juego era completamente diferente, funcionaban bien juntos. Cuando Tsubasa se metía en problemas, él estaba ahí para sacarla. Cuando él quedaba atrapado en una pelea desfavorable, ella aparecía con una solución inesperada.

No era perfecto. En más de una ocasión, la impulsividad de ella le hizo rodar los ojos y la frialdad de él la hizo suspirar. Pero de algún modo, en esa extraña combinación, había un balance. Como si su forma tan opuesta de ver las cosas no fuera un obstáculo, sino algo que los unía.

Cuando la partida llegó a su fin con una victoria, Tsubasa dejó escapar un pequeño grito de alegría.

—¡Ganamos!

Jim apoyó la espalda en su silla, sintiendo algo curioso en su interior. No era la victoria lo que le importaba. Había algo más. Algo en la manera en que ella hablaba, en la forma en que el silencio entre ellos no era incómodo. Había algo en su energía que lo hacía sentir… menos solo, quizás. ¿Era posible sentir eso a través de una pantalla?

—¡Juguemos otra! —propuso ella.

Jim miró la hora. Ya era tarde, pero algo en su interior no le dijo que debía irse a dormir.

—Está bien —dijo finalmente, sorprendiéndose a sí mismo.

Después de la primera partida, Jim pensó que cerraría el juego y seguiría con su rutina de siempre. Pero cuando Tsubasa insistió en jugar otra, se encontró aceptando sin pensarlo demasiado.

Y así, la noche avanzó entre partidas, risas y conversaciones que poco a poco se alejaban del juego.

—Oye, Océano —dijo ella en algún momento entre rondas—. ¿Tienes mascotas?

Jim arqueó una ceja ante la pregunta inesperada.

—No.

—Oh… qué triste.

—No es triste. Simplemente nunca tuve.

—Pues deberías. Dicen que los gatos ayudan a las almas solitarias.

—No soy un alma solitaria.

Tsubasa rió.

—Eso es exactamente lo que diría un alma solitaria.

Jim no supo qué responder. No era alguien que se quedara sin palabras fácilmente, pero con ella… con ella era diferente. Sus respuestas nunca eran las que él esperaba. Algo sobre ella hacía que se sintiera, de alguna manera, más humano.

A lo largo de las horas, Jim comenzó a notar pequeños detalles sobre ella. Tsubasa hablaba mucho, pero no de manera molesta. Más bien, llenaba los silencios de una forma que hacía que el ambiente fuera más ligero. Le contaba cosas aleatorias: que su anime favorito cambiaba cada año, que tenía un peluche de un oso llamado "príncipe" en su cama al que llamaba "El príncipe blandito".

Él, en cambio, no compartía tanto. No porque no quisiera, sino porque simplemente no estaba acostumbrado. Sin embargo, con el tiempo, se dio cuenta de que Tsubasa nunca lo presionaba. No le hacía preguntas incómodas, no exigía respuestas. Solo hablaba y hablaba, y cuando él decidía aportar algo, por pequeño que fuera, lo recibía con entusiasmo genuino.

—¡Oh! Así que te gustan los RPGs. ¿Cuál es tu favorito?

—No sé… tal vez Persona 4.

—¡Nooo! ¡Esa es mi saga favorita! ¿Quién es tu personaje preferido?

Jim sintió una extraña calidez en el pecho. No estaba acostumbrado a que alguien compartiera sus mismos intereses de esa manera.

—Naoto —respondió finalmente.

—¡Sabía que dirías eso! Tienes toda la vibra de alguien que se representaría con Naoto.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Significa que eres un cerebrito reservado con un aire misterioso.

Jim soltó una leve risa nasal.

—Eso es una exageración.

—¿Ves? ¡Exactamente lo que diría alguien con aire misterioso!

La partida terminó y la madrugada se asomaba en el reloj de su pantalla. Jim sabía que debía desconectarse, pero por alguna razón, no quería hacerlo. No aún.

—Oye, Océano.

—¿Qué?

—Me agradas.

Jim sintió un ligero escalofrío en la espalda. No porque le incomodara, sino porque… ¿cuánto tiempo había pasado desde que alguien le decía algo así de forma tan directa y sin esperar nada a cambio?

Hubo un instante de vacío en su mente, como si su cerebro necesitara procesarlo. 'Me agradas'. Dos palabras simples, sin adornos, sin intención oculta. Y sin embargo, dejaron una huella más profunda de lo que esperaba.

No supo qué responder. Solo se quedó en silencio, mirando la pantalla, con los dedos inmóviles sobre el teclado.

Tsubasa no insistió. Solo esperó un segundo y luego, con su tono ligero de siempre, dijo:

—Bueno, una última partida y me voy a dormir.

Jim tomó aire y, sin pensar demasiado, dijo:

—Está bien.

Y así, sin darse cuenta, permitió que una extraña, con un nombre de usuario curioso y una forma de hablar despreocupada, comenzara a colarse en su vida.