Capítulo 1: El peso del arrepentimiento
"Qué aburrida es esta vida... Ojalá algo cambie."
Jhon suspiró, recostándose en su cama mientras el techo desgastado de su habitación parecía absorber sus pensamientos. El silencio era tan denso que podía escuchar el tic-tac del reloj en la pared, marcando el paso de un tiempo que sentía perdido. Por un momento, todo pareció detenerse, como si el mundo contuviera la respiración.
Y entonces, una voz resonó en su mente.
"Ok."
Jhon se incorporó de golpe, el corazón latiendo con fuerza. Miró a su alrededor, pero todo estaba igual: la misma habitación estrecha, las mismas paredes descoloridas, la misma soledad que lo acompañaba desde hacía años.
— ¿Qué diablos…? — murmuró, frotándose los brazos para calmar el escalofrío que le recorría la espalda.
Sacudió la cabeza, intentando convencerse de que era solo su imaginación. Pero, en lo más profundo de su ser, algo le decía que aquella voz no era un producto de su mente. Algo había cambiado, aunque no supiera qué.
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### **Años atrás…**
— Mami, gracias por la cometa. Eres la mejor mamá.
Jhon, con apenas ocho años, sostenía la cuerda con una emoción que le hacía brillar los ojos. Su madre, con una sonrisa llena de ternura, le revolvió el cabello y lo abrazó con fuerza. El aroma a jazmín de su perfume se mezclaba con el aire fresco de la tarde.
— Diviértete, mi amor — le dijo, su voz tan cálida como el sol que iluminaba el parque.
Jhon bajó corriendo las escaleras, la cometa ondeando tras él como un pájaro ansioso por volar. No se dio cuenta de que esa imagen de su madre, con su sonrisa y su perfume, quedaría grabada en su memoria como un recuerdo inalcanzable.
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### **Presente…**
Jhon cerró los ojos con fuerza, apretando los puños hasta que le dolieron las uñas en las palmas.
— Soy un inútil… Siempre fallé como hijo. Mi mamá quedó en coma por mi culpa.
La culpa lo carcomía como un parásito que no soltaba su presa. Nadie en el colegio sabía lo que pasaba con su madre. Nadie entendía el peso que cargaba todos los días, esa losa invisible que lo aplastaba cada vez que respiraba.
De repente, la puerta de su habitación se abrió con un crujido. Su hermana mayor, Mayra, entró con la mirada baja, las ojeras marcadas como si tampoco hubiera dormido en días.
— Yo también fui mala hija... Nunca le hice caso — susurró, su voz temblorosa. — La verdad, no sabes cuánto me arrepiento.
Jhon no pudo soportarlo más. Se acercó a ella y la abrazó con fuerza, como si temiera que también se desvaneciera.
— Perdóname, hermana… Nunca fui un buen hermano. No las cuidé. Siempre fui egoísta… y ahora lo lamento más que nunca.
Mayra sollozó en su hombro, sus lágrimas mojando su camiseta.
— Yo también fui mala contigo y con Mayti. Nunca te escuché cuando me decías "no salgas", y me arrepiento, hermano.
El pasado los perseguía como una sombra, un fantasma que no les daba tregua.
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### **Unos días después…**
Jhon estaba tumbado en su cama, el celular en mano, sumergido en una partida de battle royale. Los gritos de sus compañeros de equipo resonaban en sus auriculares.
— ¡Eres un manco! ¡Siempre nos emparejan con gente que no sabe jugar!
Jhon suspiró, acostumbrado a los insultos.
— Así como tú — respondió con una sonrisa irónica.
El niño al otro lado del chat estalló en una retahíla de improperios, mientras los demás jugadores se reían.
— Bro, lo humillaste — comentó alguien.
— ¿Cómo te llamas? — preguntó una voz femenina en el chat.
— Jhon.
— Bonito nombre. Yo soy Alma.
Jugaron juntos un par de partidas más, y sin darse cuenta, terminaron llevándose bien. Alma tenía una forma de hablar que lo hacía sentirse cómodo, como si llevaran años conociéndose. Antes de desconectarse, se agregaron como amigos.
Por primera vez en mucho tiempo, Jhon se sintió un poco mejor.
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### **Más tarde…**
Jhon llamó a su hermana menor, Mayti, quien vivía en Estados Unidos. El tono de llamada sonó varias veces antes de que ella contestara.
— ¿Cómo va todo? — preguntó Jhon, intentando sonar casual.
— Bien… Oye, hermano, lo siento por no ir al hospital — dijo Mayti, su voz apagada.
— No te preocupes — respondió Jhon, aunque las palabras le pesaban en el pecho.
Escuchó sus excusas sin decir nada. Sabía que su hermana también estaba sufriendo, aunque lo ocultara tras una fachada de indiferencia.
Colgó la llamada y miró la hora en su celular.
— Qué pereza, mañana me toca ir al colegio…
Se dejó caer en la cama, el cansancio y el peso de sus pensamientos arrastrándolo hacia un sueño inquieto.
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### **Al día siguiente…**
El colegio Muey E.C. era el mismo de siempre. Jhon caminaba por los pasillos con su postura encorvada, su cabello desordenado casi tapándole los ojos. No destacaba en nada, y eso le gustaba. Pasar desapercibido era su forma de protegerse.
Pero sus amigos eran la excepción.
— ¡Jhon, por aquí! — gritó Alexis, su mejor amigo, desde el otro extremo del pasillo.
— Te demoraste una eternidad en llegar, hermano — bromeó Alan, el otro miembro de su pequeño grupo.
Jhon se dejó caer en su asiento, dejando escapar un suspiro.
— No tengo ganas de clases.
— Como siempre, vago — respondió Alan, lanzándole una bola de papel.
Las clases comenzaron, y como era costumbre, los tres molestaban a los profesores con comentarios sarcásticos y risas ahogadas.
Sin embargo, en medio del aburrimiento, Jhon miró de reojo a una chica tímida de su curso. Nunca había hablado con ella, pero le parecía interesante. Se llamaba Lia, y siempre estaba sola, leyendo un libro en el rincón del salón.
En cambio, Fern, otra compañera, sí le prestaba atención a él. A veces lo miraba fijamente, pero Jhon nunca le había dado importancia.
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### **Y entonces, algo extraño pasó.**
El profesor de matemáticas, un hombre amable de 60 años con gafas gruesas, explicaba una ecuación en la pizarra.
— Y si despejamos la variable X, obtenemos…
De repente, un estudiante cayó de su asiento, golpeando el suelo con un ruido sordo.
— ¿Eh? — murmuró el profesor, volteándose.
Otro estudiante se desplomó. Luego otro. Y otro más.
— ¡¿Qué demonios?! — exclamó Alan, poniéndose de pie.
Jhon sintió que su corazón se aceleraba. No estaban desmayándose por calor ni por cansancio. Algo extraño estaba ocurriendo.
Y en ese momento, el suelo empezó a temblar.
Las ventanas vibraron, los pupitres se sacudieron, y los murmullos de confusión se convirtieron en gritos de pánico.
— ¿Un terremoto? — preguntó Alexis, agarrándose del borde de su mesa.
Pero no era solo un terremoto.
El cielo, visible desde la ventana, había adquirido un tono azul claro, casi irreal, como si el mundo entero se hubiera teñido de un color desconocido.
Y lo más aterrador…
Una extraña aura blanca comenzó a emanar de los cuerpos de sus compañeros.
Jhon sintió cómo su piel se erizaba, un frío extraño recorriendo su cuerpo.
Y en su muñeca… algo comenzó a brillar.
— ¿Qué demonios está pasando…?
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### **Fin del capítulo 1.**