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La Torre: Crónica del Heredero de Hielo

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Synopsis
En las gélidas tierras del Norte de Therianor las fuerzas aliadas por primera vez se atreven a realizar una incursión más allá de las montañas. Los peligros acechan en cada sitio, solamente un valor más grande que cualquier otro podrá ayudarlos a sobrevivir en esta misión suicida. Fieras batallas harán brotar todo lo que se anida en el fondo de los corazones de los guerreros, entre el miedo y la locura se balancean las decisiones que cada uno debe tomar para sobrevivir a esta dura prueba. Elysion, un joven guerrero de uno de los campamentos del Norte de Therianor intentará sobrevivir a toda costa.
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Chapter 1 - Capítulo Primero: Viento Blanco (parte 1)

Palabras del autor: Esta obra nació como una fantasía heroica, que es lo que verán aquí publicado. Justamente la publico aquí porque la estoy reformando para hacerla más grimdark, que es el mundo hacia el que me he ido sumergiendo, supongo que por la edad. Cuando escribí esto tenía unos quince años menos, si mal no recuerdo. Espero que les guste, a pesar de su estilo clásico...

— ¿Has visto alguna ves las planicies congeladas más allá de las montanas escarpadas y de las cumbres más altas?

Las palabras de Elysion le parecieron extrañas al pequeño Asmael, sus dorados cabellos refulgían bajo los rayos del sol reflejados en todas direcciones por la blanca nieve. Su sonrisa era dulce y le hablaba a Elysion que el pequeño nunca había visto morir a nadie aún. la vida podía tener esos bemoles, lo que para algunos era una desgracia, para otros podía tornarse en fortuna.

 —No hermano, aún soy un niño, el Patriarca nunca me dejaría ir a las planicies.

 Elysion lo sabía, por supuesto, pero buscaba que su hermano se diera cuenta de una cosa importante: El verdadero significado de la tan inestable paz de la que gozaban ahora, aquello por lo que tenían que luchar todos los días.

La mano de Asmael entre la suya mientras iban al campamento de regreso era cálida y suave, no como la de él, que llevaba varios años blandiendo su espada en el frente. Casi le parecía un sueño el poder caminar libremente por el descampado sin preocuparse si una flecha lo iba a atravesar de un segundo a otro, aunque vivir con ese miedo no era algo que su hermano siquiera pudiera imaginar.

—Cierto Asmael, eres un niño aún, pero te diré esto, ese lugar es hermoso, la luz del sol cae sobre la tierra nevada al igual que aquí, pero parece brillar más, como si fuera cristal, como si ahí hubiera algo distinto, una fuerza distinta, es hermoso y a la vez terrible.

Asmael lo miró sin comprender del todo lo que le decía su hermano mayor, para él el mundo aún era un lugar seguro, porque desconocía todo lo que ocurría fuera de la empalizada del Campamento Ether, el último campamento humano al Norte de Druggil. Asmael había nacido en el campamento en durísimas condiciones y su madre había muerto cuando apenas tenía tres años, él era el hijo del Patriarca y habían adoptado a Asmael justamente por ser el más pequeño en el campamento y, porque el padre del pequeño también había muerto esa fatídica noche, defendiendo el campamento de un ataque de los Norteños. Esa noche muchos murieron de la mano de los salvajes, pero en forma casi milagrosa lograron levantarse y seguir ahí custodiando el Norte.

 Cuando Elysion se unió a la edad de doce años a la fuerza de combate casi se habían duplicado en el campamento los hombres en edad de combatir. Ellos no eran del ejército Rojo, eran hombres de Therianor, sabían desde que tenían uso de razón que su destino era proteger a los Reinos del Sur de los Salvajes y de los hombres bestia. Él lo sabía perfectamente y nunca se había cuestionado esta forma de vivir, aunque su padre no pensaba igual. Muchas veces habían pedido auxilio a los Rojos, pero el hecho de que uno de los ocho magos hubiera nacido ahí los había marcado para siempre, no recibían la ayuda de la Orden aunque mandaran cientos de cartas a Druggil, estaban solos. Recordaba solamente una vez que un caballero de la Orden había pisado el campamento con una fuerza de unos cien hombres, El Blanco, le llamaban los caballeros. Recordaba su figura imponente, casi como un espectro de las nieves, lo recordaba bien porque ese día habían podido recuperar con su ayuda el campamento especial Elixir de la mano de los Norteños.

La vida al Norte no era fácil para nadie, por lo que estaban en cierta forma acostumbrados a los periodos de hambre y a comer porciones frugales. Las cenas ostentosas eran por lo general parte de las canciones y las poesías, al menos él no recordaba haber celebrado algo parecido a lo que creía era un banquete, nunca había suficiente comida, ni pan, ni verduras, ni carnes. La carne salada y las verduras encurtidas eran algo regular, a veces las pocas mujeres que quedaban en el campamento debían viajar custodiadas por horas para ir por agua fresca a los pocos cursos de agua que no estaban congelados ¿por qué no descongelaban la nieve para beber? La verdad era que lo hacían en caso de emergencia, pero tenía mal sabor. Además se necesitaba buscar en lo profundo para encontrar nieve compacta de la cual hacer suficiente agua, y requería más esfuerzo del que significaba ir al río más cercano. Ni hablar de comerse la nieve, eso era algo que nunca debían hacer, era algo que te enseñaban desde niño, comer nieve solamente hace daño, a los labios, a la lengua y no hidrata para nada, además ayuda a descender la ya baja temperatura corporal, lo mejor era derretir la nieve antes de beberla, pero sí, tenía un sabor muy extraño.

—Hermano ¿crees que el papá nos lleve al Sur?

 Asmael creía que todos se irían al Sur, pero la verdad era que solamente enviarían a las mujeres y los niños, para los demás ya era demasiado tarde. El Rey les había encomendado realizar un ataque definitivo a la única fortaleza de los salvajes conocida en el corazón de la cordillera escarpada. Un recinto que formaba más parte de cuentos y leyendas y que ellos llamaban el Bastión Sombrío, por su nombre era evidente su horrible construcción, rodeado de un bosque extraño de pinos de hojas negras, pero aún más porque las empalizadas estaban cubiertas de cuerpos de los que como él, habían defendido esas tierras.

—Ya no hay vuelta atrás Asmael, cuando lleguen los refuerzos partiremos, algunos al Norte y otros al Sur— Él intentó no apenarse por ello, pero era lo mejor, su hermano no estaba hecho para la guerra.

— ¿Entonces volverán con nosotros luego de eso cierto?— En los ojos del pequeño Asmael brillaba la esperanza, para tener ocho años era demasiado noble, demasiado blando para ser Norteño, lo mejor para él era ir a las tierras verdes y cálidas del Sur donde todo era más fácil, estaba convencido de ello.

—Eso espero hermano, eso espero... 

Los dos entraron al campamento Ether recibiendo el saludo de los guardias. Ese día hacía frío, pero era caluroso en comparación con otros. Tomaron camino hacia el salón del Patriarca que era donde pasaba la mayor parte del tiempo su padre ejerciendo su posición de líder.

La labor del Patriarca no era una tarea sencilla, muchos combates, muchas decisiones, sobre los hombres, los recursos, los suministros, las expediciones, todo, absolutamente todo pasaba por sus manos. Si hubiera más mujeres en edad de parir también él elegía quienes podían tener hijos y con quien. La vida no era sencilla ahí y por eso debía tomar parte incluso en los asuntos que en otros lugares eran considerados como íntimos. La necesidad los había empujado a eso, era tan así que el Rey de Druggil si bien mandaba sobre ellos, no enviaba ordenes de este tipo ni impartía justicia en esas latitudes. Era el Patriarca quien tenía todas esas potestades, aunque él nunca había visto un criminal al Norte, estaban tan ocupados sobreviviendo que no tenían tiempo para eso. Hacía muchos años que habían comprendido que, para sobrevivir ahí, era necesario actuar como una gran familia y jutamente por eso era que les dolía tanto ver partir a los suyos.

 Esa tarde la mayor parte de los hombres del pueblo estaban reunidos en el centro del campamento, junto al Patriarca, esperando se hiciera público lo que todos ya sabían de oídas. Algunas mujeres ya lo sabían debido a que tenían que preparar las cosas para partir hacia el Sur, el último éxodo dijeron algunos, otros decían que era una jugada para sacarlos del mapa y definitivamente abandonar el norte. Parecían haber olvidado lo que había sucedido la última vez que lo habían intentado, cuando el viaje de casi todas las fuerzas a Peliaros llevó a una guerra intensa pero breve en el centro del Continente, una guerra en la que incluso desaparecieron ciudades y una raza completa, Peliaros era el ejemplo de que los Norteños estaban hechos solo para el Norte.

La reunión comenzó bien, con el Patriarca saludando a todos los presentes. Elysion y Asmael estaban en un costado del tumulto y no esperaban interferir. Las tareas de su padre como Patriarca eran demasiado importantes para ellos y para los demás, incluso cuando estaban solos en casa seguía siendo su padre el Patriarca. Después de tantos años era demasiado difícil sacarse el traje de Patriarca y pretender ser algo que no era, él mismo sabía que era más Patriarca que padre, quizá el cargo lo había consumido, pero lo había hecho pensando en los demás y en sus propios hijos.

—Hermanos, hoy como es sabido por todos, comenzará el viaje de nuestras mujeres y niños, escoltados por un pequeño contingente de los nuestros, hacia el Sur. Irán a Druggil y de ahí partirán hacia Marianor. El Rey Silfion ha decidido hacer lo que los demás Reyes tienen miedo de hacer desde que los hombres habitan Therianor, comenzar a tomar las tierras de los Norteños, eliminar nuestras amenazas para que podamos vivir en paz y asentarnos de una vez por todas. No tenemos la fuerza que teníamos cuando el Mago de Hielo nos acompañaba, pero nos levantaremos y venceremos. Somos más que antes, más fuertes que nuestros padres y con más experiencia, les quitaremos sus tierras y haremos lo que ningún Reino antes ha podido hacer, venceremos...

Los gritos de los hombres dispuestos a combatir resonaron como una trompeta batiente en el aire frío de la tarde. Todos querían vencer, todos querían darle un fin a todo esto, ya sea que murieran o no, pero ya estaban hartos de luchar simplemente por sobrevivir, querían más, y si era necesario dejarlo todo en una última apuesta, lo iban a hacer. Esa tarde los carromatos estaban llenos y listos para partir con dirección al Sur.

—Hermano.

La voz dulce de Asmael le llegó con cierto temor, como si a pesar de ser un niño, supiera que existía una enorme posibilidad de que no volvieran a verse.

—Tranquilo, sólo vete, conocerás por fin un prado verde, y podrás recorrer las tierras descalzo, el pasto brillará hasta perderse en el horizonte y verás animales pastando en los campos. Estás a punto de conocer un mundo nuevo, no lo dejes ir pequeño.

Asmael lo miró con los ojos hinchados de lágrimas y los labios apretados. Por unos segundos Elysion se imaginó el dolor que sentían los padres al dejar ir a sus hijos y esposas, ya que él sentía algo similar en su pecho, era la misma sensación que tenía cuando iba al frente y dejaba a su hermano en el campamento, pero ahora era mucho más intenso y combinado con un nuevo temor de no volver a verlo. Esta sensación le hizo dudar un segundo, quizá no era el guerrero más fuerte, aún era joven e inexperto, pero lo iba a dar todo si con eso evitaba que su hermano tuviera que volver; obtendría una victoria en esta batalla y luego viajaría al Sur a buscarlo. Planeaba ser el nuevo Patriarca y hacer de Ether una ciudad tan grande como la había sido Peliaros hace muchos, tantísimos años atrás.

 Al caer la noche ya se habían marchado y la tristeza se apoderó junto al silencio, del campamento, era un silencio extraño y perturbador, como la premonición de lo que iba a suceder con ellos. La piel se le puso de gallina, no recordaba haber sentido una soledad tan profunda en Ether alguna vez. Elysion entró al salón del Patriarca, había un buen número de hombres reunidos ahí, pero para ellos él era un muchacho hábil en el combate y nada más, no tenía ni voz ni voto en ninguna reunión y solamente toleraban su presencia ahí por ser hijo del Patriarca.

—Mañana deberían llegar las fuerzas de Druggil comandadas por el hijo del Rey Silfion, partiremos con ellos al amanecer, el ataque al bastión de los Norteños debe ser veloz y devastador, no podemos dejar que vuelvan a levantarse— la voz del Patriarca recorría la enorme carpa con la gravedad que le caracterizaba.

—Todos deben estar preparados para partir al amanecer, lleven todo lo que estimen necesario— dijo el jefe de la guardia, Erfall el fuerte. Era un hombre enorme y tremendamente musculoso, podía levantar un hombre adulto en cada brazo y sentarlos sobre sus hombros sin problema y una fiera en el campo de batalla. Elysion nunca lo había visto herido o algo parecido, aunque no recordaba lo que había sucedido antes de unirse al combate, según sus propios dichos, hubo tiempos malos en que volver con vida era una verdadera hazaña, fue en esa época cuando la mayoría de los hombres que estaban en ese salón habían construido su fama, la cual llegaba incluso hasta Druggil.

La fama, buena o mala, les precedía más de lo que ellos creían. Eran conocidos por ser los héroes del Norte y también como unos carniceros despiadados, aunque la realidad era otra, eran hombres buenos, fieros en el combate y que estaban dispuestos a dar la vida por su Patriarca y por su gente. En Ether era más común recordar al Patriarca que al Rey, debido a la vida que habían llevado, alejados de cualquier clase de comodidad de las ciudades y conviviendo a diario con el riesgo de morir, incluso a veces en manos del enemigo más silencioso, el frío.