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El caminante del infinito

Yesiel_Duarte
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Synopsis
Ethan Velorum es un joven común cuya vida da un giro inesperado cuando descubre que no es afectado por las leyes del espacio-tiempo. Tras encontrar un portal invisible, se ve transportado a un mundo donde nada es lo que parece. En su nuevo destino, se encuentra con un Guardián de los Caminantes, quien le revela su verdadero poder: Ethan es un Caminante del Infinito, un ser capaz de trascender las fronteras de las dimensiones y caminar entre infinitos mundos. A medida que explora el multiverso, Ethan se enfrenta a criaturas interdimensionales, enemigos que buscan destruir el equilibrio de la existencia y una oscuridad primordial que amenaza con consumirlo todo. Mientras lucha por entender el vasto poder que reside dentro de él, debe tomar una decisión crucial: ¿será el protector de la creación o se dejará llevar por las fuerzas caóticas que quieren destruir el orden del multiverso? En su sendero eterno, Ethan descubrirá que no solo debe salvar los mundos, sino también comprender su destino como el Viajero Eterno que ha sido elegido para mantener el delicado equilibrio entre la luz y la oscuridad en el tejido mismo de la existencia.
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Chapter 1 - El caminante del infinito

Desde que Ethan Velorum era un niño, su mente había estado atrapada en sueños imposibles. Mientras otros niños se limitaban a imaginar carreras espaciales o aventuras en planetas lejanos, Ethan soñaba con algo mucho más grande: quería recorrer el universo mismo, atravesar dimensiones ocultas, explorar realidades que otros ni siquiera podían concebir.

La primera vez que tuvo un sueño tan vívido fue a la edad de seis años. Era una noche clara, sin luna, y Ethan se despertó en medio de una oscuridad total, en un lugar que nunca había visto. No había estrellas ni planetas, solo un vacío profundo y sin fin. En el horizonte, una figura que no podía identificar se alzaba en el aire, emanando una luz tan pura que parecía derretir la oscuridad misma. Ethan extendió su mano, tratando de alcanzarla, pero cuando lo hizo, la figura desapareció, dejando una sensación de melancolía en su pecho.

Despertó sobresaltado, respirando pesadamente, pero con una sensación de asombro que no podía borrar. De ese momento en adelante, sus sueños fueron diferentes a los de los demás niños. Mientras sus compañeros de clase hablaban sobre cosas sencillas como la escuela, las últimas películas o los juegos, él sentía un anhelo profundo por algo que no podía describir.

En los días que siguieron, Ethan intentó hablar de sus sueños con su madre, quien lo miró con una sonrisa comprensiva, pero con los ojos llenos de preocupación. "Ethan, los sueños son solo eso: sueños. No te dejes llevar por cosas que no puedes alcanzar", le decía mientras acariciaba su cabello. Ella no entendía, no como él. No podía entender cómo el vacío en su interior solo crecía con cada día que pasaba.

A medida que crecía, las voces a su alrededor comenzaron a hacer más eco, como un mantra repetido. "Pon los pies en la tierra", le decían sus amigos y familiares. "¿Por qué no eres como los demás? Todos queremos ser algo, pero tú vives en un mundo de fantasía." Las palabras se clavaban en su mente, y aunque trató de ignorarlas, el peso de esas expectativas sociales no hacía más que intensificar la presión en su pecho.

En su adolescencia, Ethan trató de adaptarse a la vida "normal" de cualquier joven. Se inscribió en actividades extracurriculares, estudió lo que se esperaba de él y trató de encajar. Pero todo parecía artificial. La sensación de estar rodeado de una multitud de personas que no compartían su visión del mundo lo hacía sentirse más solo que nunca. La idea de "ser uno mismo" le parecía ajena, porque en su interior sabía que no era uno más; era diferente.

"¿Por qué quiero esto?", pensaba mientras caminaba por los pasillos de la escuela, observando las caras que se cruzaban a su paso. "¿Por qué esto no es suficiente? ¿Por qué siento que soy parte de algo mucho más grande, algo que ni siquiera puedo tocar?"

Pasaron los años, y Ethan creció, pero sus deseos no cambiaron. A los diecisiete años, después de una noche en la que no pudo dormir debido a una serie de sueños intrincados sobre realidades alternas, dimensiones en expansión y criaturas de un poder indescriptible, Ethan llegó a una conclusión inquietante. El mundo en el que vivía no era más que una pequeña burbuja en un océano sin fin de posibilidades. Su existencia, su vida, parecía reducirse a una ilusión.

"Este no es mi lugar", pensó con una certeza casi absoluta.

Pero, ¿cómo escapaba de algo que ni siquiera comprendía completamente? La desconexión era aterradora. Era como si estuviera atrapado en una jaula de cristal, observando el mundo desde fuera, viendo cómo las personas se aferraban a la vida cotidiana mientras él sentía que se desvanecía lentamente.

Ethan comenzó a sumergirse más en sus pensamientos, buscando respuestas en los lugares más oscuros. Leyó libros de filosofía, teoría cuántica, ciencia ficción, incluso textos místicos y espirituales, buscando algo que encajara con las sensaciones extrañas que experimentaba. Buscó conocimiento, no solo en las palabras de los demás, sino en su propio ser. Había algo dentro de él que le decía que la respuesta no se encontraba en la razón, sino en el sentimiento, en la conexión más profunda con el universo.

De madrugada, mientras caminaba por la ciudad vacía, observando las luces titilantes de los edificios y los coches que pasaban a lo lejos, Ethan sintió una chispa dentro de él. No sabía cómo explicarlo, pero lo sintió como una vibración que recorría su columna vertebral, una energía extraña que se alineaba con algo más grande, algo más allá de los límites de la realidad que conocía.

Esa noche, después de otra serie de sueños, algo cambió en su interior. En uno de esos sueños, fue guiado por una figura envuelta en sombras, que lo condujo a través de un pasadizo formado por luces danzantes, una espiral infinita que parecía un portal hacia una dimensión desconocida. "La realidad no es lo que ves, Ethan Velorum", le susurró la figura. "Es solo una capa de lo que realmente existe. El universo está en constante expansión, y tú tienes la llave para desbloquear lo que yace más allá."

Despertó sudoroso, pero esta vez algo era diferente. La sensación de estar atrapado comenzó a desvanecerse, reemplazada por una firme determinación. Algo había sido activado en su ser, algo que no podía ignorar. Durante días, no podía dejar de pensar en ese sueño. La figura, las palabras, la sensación de estar al borde de algo que nunca había imaginado. Decidió que debía actuar, debía encontrar esa clave, esa verdad que había estado buscando toda su vida.

Comenzó a estudiar con más intensidad, no solo los libros, sino todo lo que pudiera encontrar sobre lo inexplicable. Mientras sus compañeros de clase hablaban sobre sus planes para el futuro y su próximo examen de matemáticas, Ethan se sumergió en textos antiguos sobre los secretos del multiverso, en las teorías más arriesgadas sobre las leyes de la física, buscando algo que lo conectara con lo que sentía en su interior. No importaba lo que pensaran los demás. Ya no podía seguir viviendo en la superficie, como si todo fuera lo único que existiera.

Una noche, en el último rincón de su pequeño cuarto, encontró un texto que parecía más antiguo que cualquier cosa que hubiera leído. Estaba escrito en un idioma que no comprendía completamente, pero las ilustraciones lo fascinaban. Mostraban seres de luz que atravesaban enormes portales, cruzaban agujeros de gusano y existían en dimensiones múltiples. Había algo en esas imágenes que hacía que su corazón latiera con más fuerza. Era como si reconociera esas entidades, esas puertas. Fue entonces cuando entendió lo que le había estado llamando todo este tiempo.

Ethan dejó todo atrás: su escuela, sus amigos, su vida como la conocía. Su mente había alcanzado un nivel de comprensión superior, y aunque nadie lo entendiera, sabía que no podía seguir en este mundo limitado. Partió hacia el mundo desconocido, sin un destino claro, solo con la firme convicción de que el universo le debía una respuesta.

A medida que se adentraba en los rincones oscuros de la realidad, comenzó a notar cambios en sí mismo. La vibración que había sentido en la ciudad se intensificaba. Cada vez que pasaba cerca de algo que parecía irreal, su mente se expandía, y su visión de la realidad se distorsionaba. Se sentía más cercano a lo que buscaba, pero también más alejado de su vida pasada.

Una noche, mientras meditaba bajo las estrellas, una figura apareció frente a él. Era la misma del sueño, envuelta en luz pura, sin forma definida, como si el universo mismo estuviera tomando forma a su alrededor.

"El camino es largo, Ethan Velorum", le dijo la figura. "Pero has despertado lo que estaba dentro de ti. El universo te está esperando."

Y entonces, por primera vez, Ethan sintió que su vida realmente comenzaba. El vacío que había sentido toda su vida desapareció, reemplazado por una sensación de unidad con todo lo que existía. Sabía que su destino no estaba en el mundo que conocía, sino en un viaje a través de lo desconocido, hacia los rincones más allá de la imaginación humana.

Este era solo el principio.

Un día, después de una tarde común y corriente, algo extraño ocurrió. Era el tipo de tarde en la que las personas estaban ocupadas con sus rutinas diarias: niños regresando de la escuela, trabajadores terminando su jornada, el zumbido de la vida urbana continuaba con su ritmo constante. Ethan caminaba por las aceras de la ciudad, sin prisa, mirando distraídamente las vitrinas de las tiendas y la multitud de transeúntes que pasaban sin dejar una huella en su conciencia. La normalidad lo rodeaba, esa misma normalidad que tanto le desconcertaba, ese constante ciclo de vida cotidiana que lo hacía sentir más ajeno, más perdido.

Él había estado viviendo con la sensación de ser diferente desde que tenía memoria, como si hubiera algo más, algo detrás de la cortina de la realidad. Pero hasta ese momento, todo había sido solo sueños y pensamientos dispersos, sin ninguna prueba tangible que pudiera validarlo. La extraña sensación de que el mundo, tal como lo veía, era solo una fachada le había acompañado siempre. El anhelo de algo más grande, algo fuera del alcance de la comprensión humana, persistía.

Era tarde, ya comenzaba a oscurecer, y el aire fresco de la noche comenzó a invadir sus pulmones. Fue entonces cuando sintió algo. Una presencia inexplicable. No era como una voz en su mente ni un sentimiento normal, era algo más profundo. Era como si algo estuviera llamándolo, como si el mismo universo hubiera decidido que era su turno.

Ethan se detuvo en seco. Miró a su alrededor, observando las calles tranquilas y los edificios que se alineaban de manera casi mecánica. No podía identificar la fuente de esa sensación, pero había algo innegable en el aire, algo que lo hacía sentir como si estuviera al borde de una revelación. Algo en él sabía que debía ir hacia ese llamado, hacia lo desconocido.

Guiado por una fuerza que no entendía, sus pasos lo condujeron de manera instintiva hacia un callejón oscuro entre dos edificios. No era un lugar al que nunca hubiera prestado atención antes. De hecho, no recordaba haberlo visto jamás. El callejón era angosto, oscuro, casi desolado. Sin embargo, a pesar de la oscuridad, Ethan no dudó ni por un segundo. Algo lo atraía allí, y no podía resistir esa llamada.

El aire en el callejón parecía más denso, como si el tiempo mismo se estirara de manera diferente allí. A medida que avanzaba por el estrecho camino, una sensación de incomodidad lo invadió, pero no era miedo. Era algo más profundo, como una mezcla de fascinación y asombro. Cada paso que daba lo acercaba más al centro del callejón, donde había algo que brillaba en la pared de ladrillo.

Cuando llegó al final del callejón, sus ojos se fijaron en una forma que nunca había visto antes. En la pared frente a él, apareció un símbolo brillante, como una estrella fugaz grabada con fuego. El símbolo era casi hipnótico, un conjunto de líneas geométricas que se entrelazaban en un patrón complejo. Parecía moverse sutilmente, como si estuviera vivo, como si respirara a través de la piedra misma.

Ethan sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Su corazón latía con fuerza, como si una corriente eléctrica hubiera comenzado a fluir dentro de él. Era como si su cuerpo reconociera ese símbolo, como si estuviera programado para encontrarlo en ese preciso momento. No pensó en lo que podría estar pasando ni en las consecuencias de su acción. Su mano se levantó sin que su mente diera la orden, y lentamente, casi como si fuera guiado por una voluntad ajena, la extendió hacia el símbolo brillante.

Tan pronto como sus dedos tocaron la pared, algo ocurrió que lo cambió todo.

Un torrente de energía recorrió su cuerpo con una fuerza abrumadora. Fue como si el universo mismo hubiera despertado dentro de él. Su cuerpo se tensó, y una ráfaga de sensaciones intensas lo invadió. La energía parecía provenir de todas partes, fluyendo a través de él con una velocidad imposible de describir. La intensidad del poder era tal que casi perdió el control de sus sentidos. La visión de Ethan comenzó a distorsionarse, como si la realidad se estuviera desmoronando ante sus ojos. Las luces de la ciudad, los edificios, las calles, todo se desvaneció, como si la tela misma del mundo se estuviera rasgando.

Durante unos segundos, vio lo imposible. Vio el vasto multiverso, como un océano de mundos infinitos donde la realidad se doblaba, se entrelazaba y se desdoblaba. Era como si su mente hubiera cruzado las fronteras de su ser, desmaterializándose, conectando con una red de existencias que nunca había imaginado. Vio universos naciendo y muriendo, dimensiones ocultas entrelazadas con hilos invisibles, y el flujo interminable de energía que mantenía todo unido.

Ethan intentó comprender lo que estaba sucediendo, pero no podía. La experiencia era demasiado abrumadora. En ese mar de energía cósmica, se sintió pequeño, insignificante, pero al mismo tiempo, también se sintió parte de algo mucho más grande que él mismo. La sensación de conexión era indescriptible. Se dio cuenta de que él no era común. Algo dentro de él había despertado. Pero, ¿qué era? ¿Y por qué ahora?

La energía comenzó a disminuir gradualmente, y con ello, la visión distorsionada de su mente comenzó a aclararse. Lentamente, los sonidos del mundo regresaron a su conciencia: el murmullo lejano de los coches, los susurros del viento entre los edificios, la vibración de la ciudad que nunca dejaba de moverse. Pero todo se sentía diferente. El aire parecía más denso, más cargado de una energía que antes no había percibido. Su cuerpo se sentía extraño, como si hubiera sido modificado de alguna manera. La sensación de que algo dentro de él se había despertado y transformado era inconfundible.

Se apartó lentamente de la pared, tembloroso, mirando sus manos como si fueran ajenas. Había algo en ellas, algo que antes no estaba allí. La sensación de poder, de conexión con algo más grande, seguía presente, como un eco en su pecho. Miró hacia el callejón, pero ya no era el mismo lugar que antes. Algo había cambiado en él, y algo en el aire parecía haber cambiado también.

La confusión se apoderó de él. ¿Qué era lo que había tocado? ¿Por qué lo había llevado allí esa fuerza inexplicable? ¿Qué había sido esa visión? Se miró alrededor, pero no vio nada que le explicara lo que acababa de experimentar. Las calles, las luces de la ciudad, las personas que pasaban distraídas por la acera, todo seguía igual. O al menos eso parecía. Pero Ethan sabía que nada sería igual para él a partir de ese momento. Su mundo había cambiado, y con ello, su comprensión de la realidad.

El símbolo en la pared comenzó a desvanecerse, como si nunca hubiera existido. La luz que lo rodeaba se desintegró en el aire, y el callejón se volvió tan oscuro como antes. Ethan se quedó allí, parado, sin saber qué hacer, pero sabiendo que la llamada del universo había llegado a él.

Volvió a la ciudad, pero cada paso que daba parecía estar fuera de lugar. Las personas seguían con sus vidas como si nada hubiera cambiado, pero él no podía dejar de sentir que su existencia había dado un giro irreparable. Sentía que algo profundo había sido desbloqueado dentro de él, y con eso, una serie de preguntas que lo asaltaban. ¿Qué significaba todo esto? ¿Por qué lo había elegido a él? ¿Qué propósito tenía esta nueva realidad en la que parecía haberse sumergido sin quererlo?

Ethan no tenía respuestas, pero algo en su interior le decía que debía encontrarlas. Algo lo impulsaba a continuar, a buscar, a explorar esa conexión cósmica que había tocado. El viaje acababa de comenzar, y aunque no entendía completamente lo que había ocurrido ni cómo afectaría su vida, sabía una cosa con certeza: su destino ya no estaba en la Tierra. Había algo más grande que lo esperaba, algo que sólo él podría descubrir.

Esa noche, los sueños de Ethan se volvieron más vívidos que nunca. Ya no eran simples visiones o recuerdos fugaces de mundos lejanos. Esta vez, sus sueños se transformaron en travesías, en viajes cósmicos a través de estrellas lejanas, universos distorsionados y dimensiones ocultas. A medida que cerraba los ojos, era como si su conciencia se expandiera más allá de los límites de su propio cuerpo, fusionándose con una realidad más grande, más infinita. Sentía su alma desplazándose, tocando el tejido mismo del universo, sintiendo la energía de millones de galaxias fluyendo a través de él.

En esos viajes, Ethan escuchaba voces susurrantes. No palabras de un idioma común, sino algo más antiguo, algo que resonaba en lo más profundo de su ser. Las voces hablaban de los Caminantes del Infinito, seres capaces de cruzar dimensiones como si fueran uno con el universo. Seres que podían ver más allá de las fronteras del espacio-tiempo, que podían moldear la realidad misma con solo desearlo. Esas voces hablaban de un poder inalcanzable, de un destino grandioso, y de un universo que se encontraba ante sus pies.

Ethan sentía que esas voces lo conocían. Sabían quién era. Sabían lo que estaba destinado a ser. Pero por alguna razón, no podía comprender completamente el mensaje. Sentía que algo se le escapaba, como si estuviera viendo una verdad a través de un velo, pero no podía atravesarlo. La sensación de no entender por completo su propia existencia lo atormentaba, pero también lo cautivaba. El universo lo estaba llamando, y él no podía ignorarlo. No quería ignorarlo.

Una noche, en medio de una de esas travesías estelares, cuando su alma flotaba entre las constelaciones y las galaxias, una figura apareció ante él. Era un hombre anciano, de rostro arrugado, pero con una mirada tan penetrante que parecía mirar más allá del tiempo mismo. Sus ojos brillaban con un dorado resplandeciente, como si albergaran un sol en su interior. A medida que la figura se acercaba, Ethan sintió una mezcla de temor y veneración, como si el mismo peso del cosmos estuviera sobre sus hombros. La figura lo observó con una calma que parecía atemporal, y aunque no dijo nada, sus ojos hablaron más que mil palabras.

Finalmente, el anciano abrió los labios, y su voz resonó en el aire como un eco cósmico.

Tu sangre es antigua, Ethan. —dijo el anciano con una suavidad que parecía retumbar en las profundidades de su alma—. No eres un humano cualquiera. Eres uno de nosotros, un Caminante del Infinito. Tu destino es trascender el espacio y el tiempo.

Las palabras del anciano atravesaron el corazón de Ethan como una espada luminosa. Al principio, no entendió. ¿Caminante del Infinito? ¿Qué quería decir con eso? La mente de Ethan intentó procesar lo que acababa de escuchar, pero era como si las palabras se desvanecieran en el aire, como si pertenecieran a un lenguaje más antiguo que las mismas estrellas.

No eres un mortal. —dijo el anciano, levantando una mano hacia el horizonte cósmico—. Tu linaje proviene de aquellos que caminan entre las estrellas, que cruzan las fronteras del tiempo y la realidad. Nosotros somos los que habitan en los intersticios del universo, aquellos que pueden alterar el curso de la existencia. Tu destino está atado al caos y el orden, a la creación y la destrucción. Solo tú puedes moldear el futuro, porque eres uno de los pocos capaces de ver la verdad del multiverso.

Las palabras retumbaban en su mente, pero Ethan no podía comprender todo lo que le decía el anciano. ¿Por qué él? ¿Qué había hecho para merecer tal destino? Sentía una creciente sensación de impotencia, como si todo lo que conocía fuera solo una mentira construida para ocultar una verdad mucho más grande. La duda lo asaltaba, pero en el fondo de su corazón había algo que le decía que el anciano hablaba con sinceridad.

Tu despertar comenzó hace tiempo, Ethan. —El anciano se acercó aún más, y Ethan pudo ver que su rostro parecía haberse fundido con la luz de las estrellas. Era como si el anciano fuera una manifestación misma del cosmos, una proyección de la sabiduría eterna—. Cuando tocaste el símbolo, el mismo símbolo que ha llamado a todos los Caminantes del Infinito, comenzaste tu viaje. Ya no eres el mismo que antes. La esencia de lo que eres ahora está conectada con el vasto tejido de la creación.

¿Qué significa todo esto? —preguntó Ethan, sintiendo cómo la desesperación y la ansiedad comenzaban a apoderarse de él—. ¿Por qué yo? ¿Por qué ahora? No entiendo...

El anciano sonrió, y una ráfaga de viento cósmico pareció soplar alrededor de ellos. La calma en su rostro nunca desapareció.

Porque en tu interior resides una chispa del Infinito. La misma chispa que vivió en aquellos que antes caminaron por los mundos y más allá de ellos. Estás destinado a caminar entre los pliegues de la existencia. Tu alma ha sido marcada, y tú, Ethan Velorum, eres uno de los pocos capaces de comprender los secretos del universo. Solo tú tienes el poder de alterar el equilibrio de las realidades, de ser el cambio que este universo tan desesperadamente necesita.

Las palabras del anciano se clavaron en su alma como flechas de luz. Ethan entendió que ya no podía ser un espectador pasivo en su propia vida. El llamado de las estrellas, las voces que había oído, la presencia que lo había guiado hacia ese callejón… todo tenía un propósito. Él era parte de algo más grande, algo que no podía comprender completamente aún, pero que lo impulsaba hacia adelante, hacia lo desconocido. El universo, con su vastedad infinita, lo necesitaba.

El anciano parecía disolverse en el aire, como una estrella que se desvanecía en el horizonte. Sus ojos dorados fueron lo último que Ethan vio antes de que se desvaneciera por completo.

Recuerda, joven Caminante. El Infinito te espera. Solo tú podrás decidir qué hacer con el poder que has recibido. El destino de las realidades depende de ti.

Las palabras retumbaron en la mente de Ethan, y su alma se sacudió como si una tormenta hubiera pasado por su ser. Todo lo que había conocido hasta ese momento parecía tan pequeño, tan insignificante. No podía volver atrás. Ya no podía vivir una vida común. Había tocado algo que lo había cambiado para siempre. La sangre en sus venas ahora llevaba un legado ancestral, un poder que fluía a través de él, esperando ser liberado.

Ethan despertó de golpe, sudoroso, con el corazón acelerado, su mente confundida. La habitación en la que se encontraba era la misma, las paredes, las sábanas, todo seguía igual. Pero él ya no era el mismo. El peso de lo que había soñado, de lo que había experimentado, le seguía palpitando en su pecho. Las palabras del anciano retumbaban en su cabeza con una claridad que no podía ignorar.

Se levantó rápidamente de la cama, caminó hacia la ventana y miró al cielo estrellado. Las estrellas brillaban con un resplandor inusitado, como si lo estuvieran observando a él, como si todo el universo supiera que ahora era uno de ellos, que formaba parte de algo mucho más grande que su pequeña vida cotidiana.

Y entonces lo vio. La grieta. La fractura en la realidad. Un portal, invisible para todos los demás, pero claramente visible para él. Había una brecha en el tejido de las dimensiones, y a través de ella, el Infinito lo llamaba. Sin dudarlo, un impulso profundo lo movió a cruzar ese umbral, a dar el siguiente paso en su viaje.

El universo lo estaba llamando, y Ethan no podía hacer más que responder.

Ethan caminaba por las calles oscuras de la ciudad, sumido en pensamientos que lo desconcertaban. No podía dejar de pensar en las palabras del anciano. Caminante del Infinito. Trascender el espacio y el tiempo. Los ecos de ese misterioso mensaje retumbaban en su mente, pero la incertidumbre lo envolvía con una fuerza arrolladora. ¿Qué significaba todo esto? ¿Qué debía hacer ahora? Y, sobre todo, ¿por qué él? No estaba preparado para algo tan grande. Era solo un chico común, un adolescente que había soñado con aventuras más allá de la comprensión humana, pero nunca había imaginado que esas fantasías pudieran ser reales.

Sin embargo, no pudo negar la sensación que recorría su cuerpo, una energía extraña, casi sobrenatural, que lo impulsaba a seguir adelante. Como si una fuerza invisible lo estuviera guiando, le daba la certeza de que debía actuar ahora, antes de que fuera demasiado tarde.

Con un suspiro profundo y un latido acelerado, Ethan se dirigió al callejón oscuro que había descubierto aquella misma tarde, el mismo en el que había tocado el símbolo brillante en la pared. En ese momento, la misma sensación de irrefrenable impulso volvió a apoderarse de él, un magnetismo que lo atrajo hacia el mismo lugar.

Al llegar al callejón, su respiración se detuvo por un momento. Los recuerdos de esa noche, cuando había tocado el símbolo y su cuerpo había sido invadido por una energía pura, aún permanecían vivos en su memoria. Ahora, sin saberlo, se encontraba a punto de dar el siguiente paso hacia lo desconocido, hacia el futuro que el universo le tenía reservado.

Con el corazón palpitando fuerte en su pecho, Ethan extendió la mano hacia la grieta invisible en el aire, la misma que había visto en sus sueños. Sus dedos apenas la rozaron, y de inmediato, el mundo a su alrededor se deshizo en una explosión de luz, como si toda la realidad se estuviera derrumbando. Un torrente de energía lo envolvió, y una fuerza arrolladora lo arrastró. Ya no podía ver nada, ni el callejón, ni las estrellas, ni el mundo que conocía. Todo se convirtió en una brillante neblina de energía, y su cuerpo, su ser, desapareció en un destello.

Cuando los ojos de Ethan se abrieron de nuevo, la oscuridad lo rodeaba, pero no era la oscuridad de su ciudad, ni la de cualquier lugar que pudiera recordar. Esta oscuridad era densa, inquietante, y no tenía las mismas reglas que el mundo que conocía. En su lugar, el vasto vacío del espacio se desplegaba ante él. Flotaba en el medio de un abismo cósmico, un mar de estrellas y agujeros negros, pero las leyes de la física que gobernaban el universo que conocía no parecían existir aquí.

Ethan se dio cuenta de inmediato de que algo había cambiado. El aire, si es que podía llamarse aire en este lugar, parecía a la vez opresivo y etéreo. Podía sentir la gravedad del espacio, pero no de la manera que esperaba. No había gravedad real, ni presión en el aire, ni sonidos, solo un vacío insondable. La distorsión del tiempo y el espacio era tan palpable que las estrellas a su alrededor parecían torcerse y retorcerse como hilos de luz doblándose bajo una fuerza invisible.

El cielo no era un cielo, sino una pantalla infinita de colores que fluían, se desvanecían y cambiaban constantemente. Las galaxias, los cúmulos estelares y las nebulosas giraban en un frenesí de caos, y las estrellas mismas parecían parpadear con un brillo inconstante. Cada estrella, cada fragmento de luz, era solo una chispa fugaz en un vasto océano de dimensiones infinitas. Lo que antes eran constelaciones familiares ahora eran elementos que se distorsionaban ante su vista, como si el espacio mismo estuviera siendo remodelado.

—¿Qué es este lugar? —pensó Ethan, sintiendo una mezcla de asombro y terror. Había llegado a un lugar más allá de la comprensión humana, y por primera vez en su vida, se sintió completamente fuera de lugar.

De repente, algo se movió en el vacío a su alrededor.

Un destello de luz fugaz atravesó el espacio, seguido de una sombra que se deslizó entre las distorsiones de la realidad. Ethan parpadeó, tratando de enfocar su visión en lo que acababa de ver. Unas figuras, grandes y oscuras, se materializaron a su alrededor. Eran entidades interdimensionales, seres que parecían existir más allá de las limitaciones del tiempo y el espacio, criaturas que habitaban en las grietas entre dimensiones, observando el paso de las realidades como si fueran testigos de un espectáculo interminable.

Ethan observó con una mezcla de fascinación y temor mientras las criaturas comenzaban a rodearlo. Sus formas eran fluidas, etéreas, como si no estuvieran completamente presentes en este universo. Sus cuerpos, si se podían llamar cuerpos, parecían ser puro vapor de energía condensada, cambiando de forma y color a cada momento. Algunos tenían ojos que brillaban como estrellas, otros se retorcían y desvanecían a medida que se movían, dejando rastros de luz que desaparecían en la oscuridad.

Los seres lo miraban con una curiosidad distante, como si no fuera importante si él estuviera allí o no. Pero Ethan sintió que su presencia era algo más que una simple curiosidad. Estos seres lo estaban evaluando, como si esperaran algo, algo que él aún no entendía.

A medida que sus miradas se fijaban en él, una presión invisible se asentó sobre sus hombros. El peso de la existencia misma parecía empujarlo hacia abajo, pero al mismo tiempo, una energía incomprensible comenzaba a llenar sus venas, llenándolo de una fuerza que no podía controlar. El poder del universo entero parecía fluir a través de él, pero no podía comprender cómo manejarlo.

Las criaturas no dijeron nada, pero sus movimientos parecían coordinarse como si estuvieran decidiendo cuál sería el siguiente paso. De repente, una de ellas, una figura más grande que las demás, se acercó a Ethan. No era como las demás; su forma era más sólida, más definida, aunque seguía siendo una entidad compuesta de energía. Sus ojos eran dos esferas brillantes, como agujeros negros que absorbían toda la luz a su alrededor.

Una voz profunda resonó en la mente de Ethan, como un susurro que atravesaba su conciencia.

Tú no deberías estar aquí. —La voz era grave, como un eco que venía de una profundidad insondable. Ethan sintió un estremecimiento recorrer su cuerpo—. Este lugar es para aquellos que han trascendido. Pero... tú no has completado tu viaje. Aún eres una chispa en la vasta oscuridad.

Ethan intentó responder, pero las palabras no salían de su boca. En lugar de hablar, su mente comenzó a resonar con la comprensión de lo que la criatura había dicho. No estaba listo. No debía estar allí. Pero de alguna manera, algo dentro de él le decía que su llegada era inevitable. Este encuentro con lo desconocido había sido parte de su destino.

En ese momento, otra figura se acercó. Era una criatura más pequeña, pero su presencia irradiaba una energía más intensa que la de las demás. Sus ojos eran dos puntos brillantes de luz blanca, y su forma parecía estar hecha de una sustancia líquida que se disolvía en el aire.

Él es el elegido. —dijo la pequeña criatura con una voz suave, pero cargada de poder. Ethan no entendió cómo podía saberlo, pero al escuchar esas palabras, un torbellino de emociones recorrió su ser. El universo lo estaba mirando, evaluando cada uno de sus movimientos. Estaba siendo juzgado, pero no sabía aún por qué.

Un segundo después, el vacío se cerró a su alrededor, y la realidad misma pareció romperse, distorsionarse aún más, como si todo estuviera a punto de desmoronarse.

Ethan sabía que su viaje apenas comenzaba.

Las criaturas, que antes se habían limitado a observarlo con una curiosidad distante, comenzaron a moverse con rapidez, sus cuerpos de energía fluctuante haciendo que el espacio mismo pareciera distorsionarse. Ethan no entendió lo que estaba sucediendo, pero el miedo, que antes lo había paralizado, comenzó a convertirse en algo diferente. Una chispa de fuerza comenzó a despertar en su interior, una energía que no sabía de dónde venía, pero que se sentía inconfundible, como si ya hubiese estado allí todo el tiempo, esperando ser liberada.

Las criaturas lo rodeaban con rapidez, pero Ethan no podía dejar de moverse, como si su cuerpo ya supiera cómo actuar en este extraño entorno. Sin pensarlo, esquivó el primer ataque de una de las entidades, un golpe de energía pura que pasó tan cerca de él que la vibración del aire casi lo derriba. Pero sus reflejos fueron sorprendentes, y la criatura no pudo seguirlo.

Con un movimiento rápido, Ethan giró sobre sí mismo, saltando en el aire con la agilidad de un animal salvaje. Las criaturas trataban de atraparlo, pero él parecía estar un paso adelante en todo momento. Cada giro, cada movimiento fluía con una precisión que nunca había experimentado en su vida. La gravedad, el espacio, las leyes físicas ya no parecían tener control sobre él. Estaba fuera de la realidad que conocía, en un lugar donde todo era posible.

Fue entonces cuando algo dentro de él se rompió. En un parpadeo, una energía desconocida emergió de sus manos, una explosión de luz que iluminó todo a su alrededor. Ethan sintió un torrente de poder recorrer su cuerpo, una sensación tan intensa que casi lo destruye. El esfuerzo era abrumador, como si todo su ser estuviera siendo presionado al límite. Pero antes de que el dolor pudiera consumirlo, una oleada de claridad invadió su mente.

La energía que surgió de sus manos no era una simple explosión. Era el reflejo de su propia fuerza interior, algo que había estado esperando ser liberado. En ese instante, comprendió que su destino estaba sellado. Era un Caminante del Infinito, uno de los pocos seres capaces de cruzar dimensiones y controlar las fuerzas que regían el universo. Pero aún quedaba mucho por aprender, mucho por comprender sobre su poder.

Sin tiempo para reflexionar, Ethan vio que una grieta dimensional se abría ante él, un portal que apareció de manera tan repentina que no pudo evitar lanzarse hacia él. El espacio alrededor de él comenzó a desmoronarse, las criaturas tratando de alcanzarlo con gritos de furia, pero Ethan ya no podía detenerse. Estaba más allá del miedo, más allá de las limitaciones de su mente. El salto hacia lo desconocido era inevitable.

Un Nuevo Mundo

El portal lo absorbió en un suspiro, llevándolo a través de un abismo cósmico de luces y sombras, de colores imposibles y fragmentos de estrellas rotas. La sensación de ser arrancado de su propia existencia fue aterradora, pero a medida que pasaban los segundos, la luz comenzó a disiparse, y la distorsión de la realidad comenzó a calmarse.

Cuando finalmente aterrizó en un suelo sólido, Ethan cayó de rodillas. Respiraba con rapidez, su cuerpo aún cargado de la energía que había desbordado de él, su mente girando con la magnitud de lo que acababa de experimentar. Cuando sus ojos se abrieron, se dio cuenta de que estaba en un lugar completamente diferente. No era el espacio interdimensional donde había estado antes, ni la ciudad en la que había vivido su vida. Este lugar parecía ser de una época distinta, una dimensión que no se parecía a ninguna otra que él hubiera imaginado.

Estaba de pie en una llanura amplia, donde el cielo parecía estar compuesto por un color vibrante que no existía en su mundo. El horizonte estaba lleno de montañas imponentes, algunas cubiertas por nubes brillantes y otras envueltas en una especie de niebla mística que no podía comprender. A lo lejos, se erigían estructuras colosales, como templos antiguos, pero con una arquitectura tan avanzada que parecía desafiar las leyes de la física. Era un lugar extraño, un lugar que existía en la intersección de lo antiguo y lo moderno, lo primitivo y lo celestial.

De repente, una figura apareció ante él, avanzando con pasos firmes y tranquilos, como si estuviera en paz consigo mismo y con el universo. Su presencia era imponente, una mezcla de sabiduría y poder que irradiaba desde cada poro de su ser. La figura llevaba una capa de un material que parecía cambiar de color según la luz, reflejando el entorno de una manera casi hipnótica. Su rostro estaba cubierto parcialmente por una máscara luminosa, pero sus ojos, brillantes y profundos como el cosmos, lo miraban con una intensidad que parecía penetrar en su alma.

Ethan no dijo nada, pero la presencia de esa figura era suficiente para que comprendiera que no estaba solo. No era una entidad hostil, sino una de las muchas que habitaban en este extraño universo. La figura avanzó hasta donde Ethan se encontraba, y con un gesto suave, levantó su mano, como si lo invitara a levantarse.

—Sabía que vendrías —dijo la figura con una voz profunda y calmada, como un eco que resonaba en la vastedad de este mundo extraño. Ethan sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral al escuchar esas palabras. Era como si ese ser ya supiera todo sobre él, como si hubiera estado esperando su llegada mucho antes de que él mismo lo supiera.

—¿Quién eres? —preguntó Ethan, su voz resonando con una mezcla de asombro y cautela. Su corazón latía con fuerza, y aunque no sentía peligro inmediato, la incertidumbre sobre lo que estaba sucediendo le daba un sentido de vulnerabilidad que no había experimentado hasta ahora.

La figura sonrió suavemente, su expresión serena, pero llena de un misterio profundo.

—Soy uno de los guardianes de los Caminantes del Infinito. He estado esperando tu llegada, Ethan. Sé que no entiendes todo lo que está sucediendo, pero estás aquí por una razón. Has sido elegido para caminar por los senderos que atraviesan el universo. Pero antes de que puedas comprender el alcance de tu poder, debes aprender a dominarlo.

Ethan frunció el ceño. Las palabras del guardián lo confundieron aún más, pero al mismo tiempo, había algo dentro de él que sabía que este era el siguiente paso. Había cruzado el umbral hacia lo desconocido, y no podía dar marcha atrás. Si quería comprender su destino, debía seguir adelante.

—¿Caminantes del Infinito? —preguntó, con una mezcla de incredulidad y fascinación. —¿Qué significa eso? ¿Y por qué yo? ¿Por qué fui elegido?

El guardián lo observó con una calma imperturbable, como si ya supiera las preguntas que Ethan iba a hacer. Se acercó un poco más, y con un gesto de su mano, una esfera de luz apareció entre ellos, proyectando una imagen en el aire. Dentro de la esfera, Ethan vio fragmentos de lo que parecían ser otras dimensiones: mundos extraños, universos paralelos, civilizaciones avanzadas que existían en las sombras de la realidad.

—No eres el primero, Ethan —dijo el guardián, su voz profunda resonando en el aire. —Los Caminantes del Infinito son aquellos elegidos para trascender las limitaciones del espacio-tiempo. Son aquellos que pueden cruzar entre dimensiones, acceder a secretos antiguos, y controlar el flujo del universo. Has sido elegido porque tu sangre es especial. Tu conexión con el multiverso ha sido activada. Pero solo a través del sacrificio, el aprendizaje y la voluntad podrás convertirte en uno de nosotros.

Ethan observaba en silencio las imágenes flotantes, sintiendo una mezcla de asombro y miedo. Había tanto que no comprendía, tanto que aún debía descubrir. Pero, por alguna razón, algo en su interior le decía que estaba listo para comenzar este viaje, aunque el camino fuera incierto y peligroso.

El guardián lo miró fijamente, como si pudiera ver más allá de sus palabras y sus pensamientos.

—Es hora de que empieces a entrenar, Ethan. Para dominar el poder que llevas dentro, deberás enfrentarte a tus miedos, a tus dudas y a tus inseguridades. El universo no será benevolente contigo, pero si eres capaz de superar lo que está por venir, entonces serás capaz de caminar por los senderos del Infinito.

El guardián extendió su mano hacia Ethan, invitándolo a dar el siguiente paso en su viaje. Y así, con un último vistazo al mundo que acababa de descubrir, Ethan dio un paso hacia lo desconocido, dispuesto a enfrentar lo que el universo le tenía reservado. El viaje de su vida apenas comenzaba.

El ser ante Ethan no era un humano, ni una criatura común. Su piel resplandecía con un tono plateado, que brillaba suavemente bajo la luz de las estrellas distorsionadas en el fondo. Era una figura imponente, pero al mismo tiempo, su presencia irradiaba una calma indescriptible. A pesar de que su figura parecía etérea, su mirada era tan intensa que Ethan sintió como si estuviera siendo observado por todo el universo. Era una presencia que lo hacía sentir pequeño, pero a la vez, le transmitía una extraña sensación de seguridad, como si estuviera destinado a algo mucho mayor.

Aelios no se movió, pero su voz resonó dentro de la mente de Ethan, clara y serena, como si las palabras flotaran en el aire, como si vinieran de un lugar más allá de la propia realidad.

—Bienvenido, Ethan. —Su voz tenía una cadencia tranquila, pero las palabras fueron tan poderosas que causaron un estremecimiento en todo el cuerpo de Ethan—. Soy Aelios, un guardián de los Caminantes del Infinito. Sabía que el despertar de tu poder estaba cerca. Has cruzado el primer umbral. Ahora, debes entender lo que eres.

Ethan tragó saliva, su corazón latía con fuerza. No comprendía la magnitud de lo que acababa de escuchar. Caminantes del Infinito. Era como si Aelios estuviera hablándole en un idioma completamente diferente, uno que su mente aún no era capaz de procesar por completo. A pesar de la calma que Aelios emanaba, había una urgencia en sus palabras que no podía ignorar.

—¿Caminantes del Infinito? ¿Qué significa eso? —preguntó Ethan, su voz titubeante pero firme.

Aelios hizo un leve movimiento, como si la atmósfera misma se desplazara suavemente a su alrededor. La luz a su alrededor parecía ondular, creando una serie de patrones fractales que Ethan no comprendía. Sin embargo, sentía como si algo dentro de él comenzara a despertar, como si un velo se estuviera levantando lentamente, revelando un vasto conocimiento que había estado oculto por mucho tiempo.

—Los Caminantes del Infinito —dijo Aelios, su voz resonando aún más fuerte en la mente de Ethan— son seres que han trascendido los límites del espacio-tiempo. No están sujetos a las restricciones de un solo universo. Ellos caminan entre dimensiones, explorando los rincones más profundos de la realidad, viajando por universos paralelos y existencias infinitas.

Ethan frunció el ceño. Las palabras de Aelios parecían demasiado vastas para su mente. Trascender el espacio-tiempo, caminar entre dimensiones... ¿Era posible? A pesar de las dudas que inundaban su mente, algo dentro de él sentía que todo lo que Aelios decía tenía un peso profundo.

—Entonces, ¿yo... soy uno de esos Caminantes? —preguntó con cautela, sintiendo un nudo en el estómago.

Aelios asintió lentamente, como si lo que acababa de decir fuera algo obvio.

—Sí, tú eres uno de ellos. O más bien, eres su heredero. —Aelios hizo una pausa, como si estuviera evaluando las palabras—. Tu linaje proviene de una antigua raza, una raza que fue exiliada hace milenios. Una raza destinada a trascender los límites del universo. Pero, por diversas razones, su destino se desvió, y tu raza fue olvidada por casi todos los seres de este universo.

Ethan sintió que su mente comenzaba a retumbar con las revelaciones. ¿Él era parte de una raza ancestral que había sido exiliada hace milenios? Esto comenzaba a sonar como un sueño delirante. No podía comprender cómo encajaba en todo eso. La gente de su vida, sus amigos, su familia… Nada de eso tenía relación con las palabras de Aelios.

—¿Por qué yo? —preguntó con una mezcla de confusión y temor—. ¿Por qué soy yo el que lleva esta herencia? ¿Qué pasó con mi raza? ¿Y por qué ahora?

Aelios inclinó ligeramente su cabeza, como si buscara la mejor manera de responder.

—Tu linaje fue ocultado por razones que ni siquiera yo puedo comprender por completo. Existen fuerzas en este universo que temen a los Caminantes del Infinito. Temen su poder, su capacidad para alterar la realidad. Y tu raza, por su potencial, fue exiliada y olvidada. La memoria de tu gente fue borrada, sus nombres y su historia desvanecidos. Pero tú, Ethan, fuiste elegido. Tu despertar fue inevitable, porque el equilibrio del multiverso comenzó a deteriorarse. Algo está cambiando, y tú eres la clave para restaurar el orden, o para llevarlo aún más allá.

Ethan sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. ¿Era posible que todo lo que había conocido hasta ahora fuera solo una pequeña parte de algo mucho más grande? ¿Que su vida estuviera conectada a algo cósmico, más allá de la comprensión humana?

—Entonces, ¿cómo... cómo puedo ser uno de ellos? —Ethan preguntó, sintiendo una mezcla de esperanza y terror. No entendía nada, pero las palabras de Aelios hacían que su alma sintiera que debía saber más.

Aelios extendió su mano hacia él, un gesto tranquilo y seguro. Cuando Ethan lo miró, vio una energía resplandeciente fluir desde la palma de Aelios, una luz pura que parecía unir el espacio mismo.

—Tu poder ya ha comenzado a despertar, Ethan. Pero hay mucho que debes aprender. El camino no será fácil. Estás destinado a caminar entre las dimensiones, y debes dominar los poderes que duermen en tu interior. Tus habilidades deben ser afiladas, tu mente debe ser fuerte. Sólo cuando hayas comprendido lo que realmente eres, podrás entender el propósito de tu existencia.

Aelios levantó su otra mano y, con un movimiento delicado, una figura etérea apareció frente a Ethan: un mapa multidimensional, que parecía moverse y cambiar constantemente. Era como si el universo entero estuviera siendo mostrado frente a él, con infinitos caminos y portales a otros mundos.

—Este es el primer paso, Ethan. El primer umbral. Debes aprender a navegar entre las dimensiones, a comprender los secretos que yacen más allá de la realidad. Y para hacerlo, primero debes enfrentarte a las fuerzas que acechan tu linaje. —Aelios lo miró con seriedad—. Hay quienes no desean que tú logres tu destino. Y ellos vendrán por ti.

El mapa en el aire comenzó a brillar con más intensidad, revelando portales que se abrían en la distancia, cada uno hacia una dimensión desconocida. Ethan se sintió abrumado, pero al mismo tiempo, algo dentro de él resonaba con ese poder. Sabía que no podía retroceder.

—¿Estoy listo? —preguntó, con una voz que, por primera vez, sonaba decidida.

Aelios lo miró con una ligera sonrisa, como si supiera que la verdadera respuesta residía en Ethan mismo.

—La respuesta no está en mi, Ethan. La respuesta está en ti. El viaje comienza ahora.

Aelios no dijo nada más, pero su presencia fue suficiente para llenar el aire con una sensación de peso. Ethan no sabía si estaba preparado para lo que venía, pero algo en su interior le decía que debía enfrentar lo que estaba por suceder. La calma de Aelios se convirtió en un contraste abrumador con la inquietud creciente en el corazón de Ethan.

De repente, el espacio comenzó a distorsionarse, como si el universo mismo estuviera retorciéndose. El suelo desapareció, y una grieta se abrió debajo de sus pies. A pesar de la extraña quietud del momento, Ethan sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Antes de que pudiera reaccionar, se vio transportado a un campo de batalla que parecía no tener fin.

El aire era denso, impregnado de una energía viscosa que hacía que cada respiración fuera más difícil que la anterior. El cielo estaba cubierto de nubes oscuras, como si la misma atmósfera estuviera tensa, esperando una tormenta. A lo lejos, el sonido de gritos y ecos distorsionados resonaba, mientras el paisaje cambiaba constantemente, como si el espacio mismo estuviera siendo arrancado y reorganizado a cada momento.

Ethan trató de enfocarse, pero el terreno parecía moverse bajo sus pies. La gravedad se sentía como un concepto relativo en este lugar, y las sombras se retorcían como si estuvieran vivas. Sin embargo, la verdadera inquietud de Ethan no vino del entorno; fue la sensación en su pecho, esa creciente sensación de vacío, la misma que había sentido durante toda su vida, aunque nunca la había entendido completamente.

—Este es el campo de batalla interdimensional —dijo Aelios, su voz proveniendo de todas partes a la vez, como una presencia omnipresente—. Aquí, los Caminantes enfrentan sus propios miedos. La lucha no solo es contra los enemigos que surgen. La batalla más grande es contra ti mismo.

Antes de que Ethan pudiera responder, el aire alrededor de él comenzó a rasgarse y distorsionarse. Delante de él, emergieron criaturas que se retorcían y cambiaban de forma, deformándose y desmoronándose como si el concepto de lo que eran estuviera en constante flujo. Había seres con rostros distorsionados, cuerpos elongados, y ojos que brillaban con una luz amarilla inhumana. No eran criaturas que pudieras entender. Su existencia misma era una violación de las leyes naturales, como si nacieran de los miedos y las angustias más profundas de la mente humana.

Sin embargo, Ethan no estaba solo ante estas criaturas. A medida que las primeras se acercaron, Ethan se sintió vacío. No era solo el miedo a la batalla lo que lo invadía, sino una sensación de insignificancia, como si nunca hubiera sido capaz de cumplir con las expectativas que los demás tenían de él. Era una sensación que había sentido desde que era niño, un sentimiento de no ser suficiente, de no estar a la altura de su propio potencial. Sus padres, sus amigos, incluso Aelios… Todos habían depositado sus esperanzas en él, pero en su interior, se sentía solo, vacío.

Un grito rompió sus pensamientos. Una de las criaturas lo atacó, lanzándose hacia él con una rapidez inhumana. Ethan levantó las manos instintivamente, y en un resplandor fugaz, una esfera de energía apareció frente a él. La criatura impactó contra la barrera, pero el golpe lo envió retrocediendo, aterrizando de rodillas en el suelo.

—¿Por qué no puedes hacerlo? —le susurró una voz que resonó dentro de su cabeza. Era su propia voz, pero distorsionada, una versión de sí mismo que se burlaba y acusaba. —Te están esperando, y aún no eres capaz de hacer lo que debes hacer. ¿De qué sirve tener este poder si no puedes usarlo?

Ethan apretó los dientes, luchando contra el impulso de rendirse. Pero la voz no lo dejaba en paz. Las criaturas, con sus cuerpos deformados, seguían atacando, y él no podía escapar de ellos. En cada golpe, sentía cómo la energía de la esfera se desvanecía, como si su propia voluntad se desmoronara con cada ataque. Un sentimiento de desesperanza lo invadió completamente.

La figura de Aelios apareció al frente de él, observando sin moverse, pero su mirada era penetrante. La calma de Aelios parecía inquebrantable, y la presencia del guardián era la única constante en ese caos. Pero Ethan no podía concentrarse en él. Cada golpe, cada criatura que surgía de las grietas, era una representación de todo lo que él temía. Cada uno de ellos representaba una duda, una frustración, una pieza de su pasado que no había podido superar.

De repente, una de las criaturas más grandes se levantó, con un cuerpo imponente que desbordaba el suelo con su presencia. Tenía múltiples rostros, cada uno mostrando una expresión de terror y desesperación. Ethan reconoció uno de los rostros: el suyo propio. Era él, pero no el Ethan que conocía. Era una versión suya, más joven, llena de inseguridad y miedo. La visión lo dejó sin aliento. Esa era la parte de él que nunca había logrado aceptar.

La criatura comenzó a avanzar hacia él, sus pasos resonando como ecos de su propia angustia. Cada paso retumbaba en su mente, recordándole sus fallos, sus errores, su miedo a no ser lo suficientemente bueno. La luz que emanaba de la criatura era cegadora, como si toda su ansiedad se materializara en ella.

Ethan no pudo evitar sentirse abrumado por la presencia de esa figura. La tristeza lo envolvió como una ola que arrastra todo a su paso. No podía luchar contra lo que veía. Estaba luchando contra sí mismo, y esa batalla era más difícil que cualquier monstruo o enemigo físico. En ese momento, la luz se apagó dentro de él, y la esfera de energía cayó, debilitada por la falta de convicción.

Aelios observó todo sin moverse, y cuando la criatura de múltiples rostros estuvo lo suficientemente cerca de Ethan, él habló de nuevo, su voz como una ráfaga de viento en medio de una tormenta:

—No luches contra tus miedos huyendo de ellos. Abrazarlos, enfrentarlos, es la única forma de trascenderlos.

La voz de Aelios, más que palabras, era una verdad intrínseca. Ethan sintió algo dentro de sí, una chispa. Fue fugaz, pero lo suficientemente fuerte como para que su mente comenzara a despertar de su parálisis emocional. Él estaba allí, enfrentándose a sus miedos, no porque estuviera solo, sino porque no podía seguir huyendo de sí mismo.

Con un esfuerzo casi sobrehumano, Ethan se levantó. No fue un gesto lleno de valentía. No fue una explosión de poder. Fue un acto de aceptación. Aceptó sus miedos, sus dudas, sus inseguridades. Y, cuando lo hizo, un resplandor comenzó a emanar de su pecho, una luz cálida y pura que desmoronó la oscuridad a su alrededor. La criatura retrocedió, desvaneciéndose en el aire, como si nunca hubiera existido.

La grieta en la que las criaturas emergían comenzó a cerrarse. La batalla había terminado. Ethan había comprendido que la verdadera lucha no era contra los monstruos que surgían del espacio-tiempo, sino contra los propios demonios internos que le impedían ver su verdadero potencial.

Respiró profundamente, mirando a Aelios. El guardián sonrió con satisfacción, aunque su rostro permaneció imperturbable, como siempre. No había necesidad de palabras. La prueba había sido superada. Pero lo que más resonó en Ethan fue la sensación de que esta batalla no era la última. Cada enfrentamiento, cada lucha, era solo un paso más hacia lo que debía llegar a ser.

Y mientras las grietas comenzaban a cerrarse, y el campo de batalla interdimensional se desvanecía, Ethan entendió que su viaje apenas comenzaba.

Ethan continuó su viaje entre dimensiones, un destino que no podía comprender completamente, pero que sentía que formaba parte de su esencia. Cada mundo que visitaba ofrecía una nueva forma de desafío, un nuevo obstáculo que lo empujaba más allá de sus límites. Pero al mismo tiempo, algo comenzaba a despertar dentro de él. A medida que se enfrentaba a lo desconocido, su poder también se expandía, creciendo en formas que no podía imaginar al principio.

La primera dimensión que visitó después de su prueba en el campo de batalla interdimensional era un planeta de colores imposibles, un lugar donde la realidad misma parecía doblarse y desmoronarse en patrones fractales. Las montañas flotaban en el aire, suspendidas por fuerzas que desafiaban toda lógica. Los océanos estaban suspendidos en grandes esferas, pero las olas no caían; en su lugar, se arrastraban lentamente, ascendiendo y descendiendo como si obedecieran a un ritmo cósmico.

Ethan aterrizó en el borde de un precipicio flotante. A lo lejos, podía ver una ciudad hecha de cristal y metal, suspendida en el aire, y las formas de las personas que caminaban por allí parecían flotar, sin ninguna necesidad de soporte físico. Todo en este lugar parecía ser una contradicción en sí mismo, un lugar que no podía ser explicado por las leyes de la física tal como las conocía.

Dando un paso al frente, sintió una ligera presión en el pecho. La gravedad era inversa aquí. En este mundo, todo lo que normalmente caía hacia el suelo ascendía hacia el cielo. Y sin embargo, a pesar de la confusión y el desorden que esto causaba en su mente, Ethan no podía evitar sentirse fascinado por la elegancia del lugar. El aire era diferente, más ligero, y cada respiración parecía llenar su ser con una energía pura.

A medida que caminaba hacia la ciudad flotante, la sensación de inestabilidad aumentaba. Su cuerpo comenzaba a desorientarse con la gravedad invertida, pero algo en su interior reaccionaba. No era solo la física del lugar lo que lo desconcertaba, sino la sensación de que podía sentir la vibración de este mundo. Podía percibir las distorsiones en el aire, las fluctuaciones en el espacio-tiempo. Algo en su ser estaba respondiendo a esta realidad, como si tuviera una conexión más profunda con ella.

Al llegar a la ciudad, notó que las personas allí no caminaban como lo harían los seres humanos comunes. Flotaban, sí, pero sus movimientos eran suaves, controlados, como si estuvieran completamente adaptados a las extrañas leyes de la gravedad en ese lugar. Ethan miró sus propios pies. Mientras su cuerpo aún era pesado y resistía los tirones de la gravedad invertida, se dio cuenta de que algo comenzaba a cambiar. Su respiración se volvió más fluida, y la presión sobre su pecho disminuyó.

Fue entonces cuando una figura apareció ante él. Un ser con una especie de armadura ligera que parecía hecha de luz pura, su rostro oculto tras una máscara. Al ver la expresión de la figura, Ethan pudo sentir una fuerza inexplicable, como si estuviera mirando a alguien que había dominado las leyes de este mundo y mucho más allá.

—Has llegado a la ciudad de Nivar —dijo la figura, su voz profunda y resonante. —Bienvenido, Caminante. Este es el lugar donde los viajeros pueden aprender a dominar los principios del espacio-tiempo.

Ethan no podía hablar, no podía entender completamente lo que se le ofrecía. Las palabras no parecían suficientes para describir lo que estaba sucediendo en su interior. Algo dentro de él, una fuerza imparable que se había despertado en su pecho, comenzaba a fluir. Sintió cómo su mente se expandía, cómo sus percepciones de la realidad se distorsionaban. Se dio cuenta de que no solo estaba viajando entre mundos. Estaba comenzando a moldear esos mundos, a darles forma con su voluntad.

En ese momento, una comprensión profunda se apoderó de él. Cada vez que cruzaba un portal, cada vez que visitaba una nueva dimensión, algo de ese mundo se quedaba con él. Los desafíos, las extrañas leyes físicas, las formas de vida que encontraba, todo eso se estaba grabando en su ser. Su poder no solo era el de viajar entre mundos. Era el de alterar las leyes mismas de esas realidades.

La figura frente a él, aparentemente como si supiera lo que estaba ocurriendo en su mente, asintió lentamente.

—Tu poder no solo es la capacidad de moverte a través de dimensiones. Es la capacidad de ser parte de ellas, de adaptarte a sus reglas y, con el tiempo, modificarlas. Ya puedes sentirlo, ¿verdad? El pulso de este lugar. Lo que no sabías es que, al absorber la energía de estos mundos, puedes dar forma a la realidad misma.

Ethan miró sus manos, y una extraña corriente de energía comenzó a fluir por sus venas. Su piel brilló brevemente con un resplandor azul, y pudo sentir cómo el mundo a su alrededor respondía a su presencia. Las estructuras de la ciudad comenzaron a retorcerse, adaptándose a su poder. La gravedad, por un breve momento, comenzó a cambiar a su voluntad. Las montañas flotaron un poco más alto, las esferas de agua se inclinaron hacia él, como si esperaran su comando.

Este no era un simple ajuste físico. Este era el principio de algo mucho más grande, algo que él solo comenzaba a comprender.

—Tu poder es solo el principio —continuó la figura, su voz llena de comprensión. —Lo que enfrentas ahora es un despertar. Cada mundo, cada dimensión que atravieses, te otorgará un nuevo poder. Y con cada portal que cruces, aprenderás a dominar las leyes de esos mundos. Tu destino es trascender más allá de estos límites.

Ethan sintió cómo una sensación de miedo y a la vez de exaltación se apoderaba de él. ¿Estaba listo para asumir este poder? ¿Estaba preparado para manejar las consecuencias de alterar la realidad a su alrededor?

Antes de que pudiera responder, la figura extendió su mano hacia él.

—Ven, Caminante. Es hora de que aprendas a controlar este poder.

Ethan asintió, sabiendo que había mucho más que aprender. El viaje que había comenzado como una travesía para entender quién era y por qué estaba dotado de habilidades tan extraordinarias, ahora se transformaba en algo mucho más grande. Él no solo viajaba por dimensiones, sino que estaba destinado a dominarlas, a moldearlas con su poder.

La figura lo guió a través de una serie de pruebas y enseñanzas. Cada mundo que visitaron le ofreció un nuevo desafío. En uno, tuvo que enfrentar un planeta donde la materia era completamente maleable. Allí, la creación y destrucción eran actos que se realizaban con solo pensarlo. En otro, llegó a un universo paralelo donde el tiempo se movía en todas direcciones, y las acciones del presente podían alterarse dependiendo de cómo se percibiera el pasado.

Con cada lección, Ethan aprendía algo nuevo sobre sí mismo y sobre las vastas posibilidades de su poder. Comenzó a comprender que su habilidad no solo lo conectaba con los mundos a través de los portales, sino que también le permitía moldear la esencia misma de esos lugares. Podía crear, destruir, alterar las leyes de la realidad y hasta fusionar mundos de maneras que desafiaban la comprensión.

A medida que avanzaba, las pruebas se volvieron más difíciles. Seres con poderes inimaginables ponían a prueba su voluntad. En un mundo de sombras, enfrentó a criaturas que vivían en la oscuridad, alimentándose de la energía de los mundos. En otro, luchó contra distorsiones del tiempo que desmaterializaban la realidad, borrando cualquier rastro de existencia. Pero con cada batalla, su poder se fortalecía, y su conexión con el multiverso se profundizaba.

Cada portal que cruzaba lo hacía más fuerte, más consciente de su lugar en este vasto tejido de dimensiones. No solo estaba viajando entre mundos. Estaba comenzando a ser una fuerza dentro de ellos, una entidad capaz de alterar su curso, de modificar sus propias leyes y realidades.

Sin embargo, había algo más que sentía, algo que iba más allá de su poder creciente. Había una profunda conexión entre los mundos, una interdependencia que le revelaba una verdad aún más grande: su destino estaba ligado al equilibrio de todas las dimensiones, y su poder, aunque infinito, también lo ponía en peligro. La responsabilidad de tal poder era más grande que cualquier amenaza externa. Y mientras viajaba de mundo en mundo, algo dentro de él sabía que, tarde o temprano, tendría que enfrentarse a un dilema mucho más grande que cualquier desafío físico o espiritual.

Pero ese día aún no había llegado. Por ahora, Ethan continuaba su viaje, cruzando portales, enfrentando miedos, y dominando las leyes de los mundos que visitaba. Cada nueva dimensión era una oportunidad para fortalecer su conexión con el multiverso, y con cada nuevo portal que cruzaba, se acercaba más a entender lo que realmente significaba ser un Caminante del Infinito.

Ethan había cruzado portales por incontables dimensiones, cada una más extraña que la anterior, más llena de retos y secretos ocultos en las sombras del multiverso. Sin embargo, el universo en el que ahora se encontraba parecía distinto a todos los demás. No había una atmósfera palpable, ni sonidos que resonaran. La realidad aquí se deshacía en fragmentos de luz y oscuridad que flotaban como islas en un vacío eterno. Todo parecía estar a punto de colapsar, y la sensación de caos era casi palpable. Era como si el mismo espacio-tiempo se hubiera roto, dejando atrás una remanente fragmentada de lo que alguna vez fue un orden.

Era en este universo fracturado donde Ethan se encontró con un ser primordial, una entidad tan antigua como el mismo multiverso. La figura estaba suspendida en el aire, sin ataduras al espacio o al tiempo. Su forma era imposible de definir por completo. En un momento parecía ser pura luz, brillante y cegadora; al siguiente, se transformaba en sombras tan densas como la noche más oscura. Su presencia era tan imponente que parecía distorsionar el espacio a su alrededor, como si el universo mismo se desintegrara en su presencia.

Ethan sintió una presión en su pecho, una mezcla de asombro y temor. Esta no era una criatura común. No era un ser que perteneciera a una sola dimensión, sino algo más grande, más trascendente. El guardián observó a Ethan, y en sus ojos —si es que se podían llamar ojos— brillaba una luz infinita.

La voz del ser resonó en su mente, no en sus oídos. Era como si las palabras nacieran de un lugar más allá del tiempo y del espacio, un lugar profundo en el que resonaba la verdad misma del universo.

—El tiempo ha llegado, Ethan. El camino que has recorrido hasta ahora te ha preparado para este momento. Has sido testigo del caos y la destrucción, y has aprendido a moldear las dimensiones con tu voluntad. Pero ahora, debes decidir quién serás.

Ethan no respondió. Se sentó en silencio, observando al ser primordial, sintiendo el peso de sus palabras en su alma. No era solo el poder que había ganado lo que estaba en juego. Era algo mucho más grande, mucho más trascendental. Algo que implicaba el equilibrio del multiverso mismo.

El guardián continuó, su voz penetrando las capas de la realidad.

—Tu poder ha crecido, Ethan. Eres capaz de alterar las leyes del espacio-tiempo, de reescribir las reglas de cualquier dimensión que crucen tus pies. Cada portal que has cruzado, cada mundo que has visitado, ha dejado una huella en ti, un fragmento de su ser que ahora resides en ti. Sin embargo, esa misma capacidad de dominar todo lo que tocas también viene con un gran precio. Si te conviertes en lo que estás destinado a ser, puedes restaurar el orden, pero también puedes destruirlo. La oscuridad que acecha más allá de las estrellas, aquella que comenzó a romper la estructura del multiverso, está esperando tu decisión. El balance entre la luz y la sombra, entre la creación y la destrucción, depende de ti.

Ethan cerró los ojos, absorbiendo las palabras del guardián. Por un momento, fue consciente de todo lo que había logrado, pero también de todo lo que aún no comprendía. El poder que poseía era más grande de lo que jamás había imaginado. Había cruzado mundos enteros, enfrentado a criaturas y fuerzas inimaginables, y había comenzado a entender que no solo estaba viajando entre dimensiones, sino que también tenía la capacidad de transformarlas. Pero, ¿hasta qué punto debía llegar? ¿Qué tan lejos estaba dispuesto a ir por el bien de su misión? Y, más importante aún, ¿quién iba a determinar lo que era "el bien"?

La voz del guardián lo sacó de sus pensamientos.

—La oscuridad, Ethan, no solo es una fuerza externa que acecha. Está dentro de todos los seres que tienen poder, incluida la tuya. La línea entre la luz y la oscuridad es delgada, y a veces, incluso los mejores de los seres se pierden en ella. El multiverso necesita un protector, alguien que mantenga el equilibrio, que asegure que ni la luz ni la oscuridad dominen por completo. ¿Serás tú ese protector, o caerás en la oscuridad que amenaza con devorar todo lo que has conocido?

Ethan se levantó lentamente, su cuerpo iluminado por el resplandor y las sombras que emanaban de la figura. Sentía la vastedad del multiverso a su alrededor, y su destino parecía estar entrelazado con los hilos de la existencia misma. Había una decisión que tomar, pero no era solo sobre él. Era sobre todo lo que existía, sobre la eternidad misma. Una elección que marcaría no solo su futuro, sino el de cada vida, de cada universo.

—No quiero ser una amenaza, pero tampoco quiero ser un espectador —dijo Ethan, su voz firme pero llena de la incertidumbre de quien aún busca su propósito. —El multiverso necesita ser restaurado, pero no a costa de destruirlo todo. Si tengo que enfrentar la oscuridad, lo haré. Si tengo que dominarla para salvar todo lo que conozco y todo lo que podría existir, lo haré.

La figura primordial pareció observarlo por un largo momento, como si estuviera evaluando cada palabra, cada emoción que Ethan había mostrado. Finalmente, el guardián asintió lentamente, y la luz que emanaba de su ser pareció volverse más cálida, como si hubiera aprobado la decisión de Ethan, aunque sabía que el futuro no sería fácil.

—Entonces, has elegido. Te conviertes en lo que naciste para ser: un guardián del multiverso. Pero recuerda, Ethan, que con tu poder viene una responsabilidad que ni siquiera el tiempo podrá borrar. La oscuridad que acecha siempre buscará una grieta en tu alma. Mantente firme en tu propósito. Recuerda siempre que la luz que posees debe equilibrarse con la oscuridad que habita en ti. Solo así podrás mantener el equilibrio.

Con esas últimas palabras, la figura primordial comenzó a desvanecerse, su luz y sombra fusionándose hasta que no quedó más que una chispa de energía en el aire. La atmósfera se relajó, y el universo fracturado que había rodeado a Ethan comenzó a sanar, sus fragmentos volviendo lentamente a su estado original. El caos se calmó, y por un breve momento, Ethan sintió una paz profunda, como si el multiverso, en su infinita complejidad, hubiera encontrado una estabilidad temporal.

Pero dentro de él, algo había cambiado. No solo había decidido su destino, sino que también había aceptado la carga que venía con él. Sabía que no sería fácil, que los desafíos que lo esperaban eran más grandes que cualquier lucha que había enfrentado hasta ahora. La oscuridad que acechaba más allá de las estrellas no desaparecería con un solo acto heroico. Su lucha no había hecho más que comenzar.

Ethan miró al infinito, sabiendo que su poder, su responsabilidad y su destino estaban más allá de lo que cualquier ser humano podría comprender. Pero estaba listo. Ya no era solo un viajero entre dimensiones, un simple caminante del infinito. Ahora, era el protector del multiverso, el guardián de la luz y la oscuridad, destinado a mantener el equilibrio entre todas las cosas.

Y mientras las estrellas brillaban en el vasto vacío del espacio, Ethan dio un paso hacia adelante, preparado para enfrentarse a lo que viniera. La decisión estaba tomada, y el universo entero era suyo para dominar. Pero eso también significaba que debía enfrentarse a la oscuridad que acechaba más allá de las estrellas, una oscuridad que tenía el poder de destruir todo lo que él había llegado a amar. El camino hacia el futuro no estaba claro, pero una cosa era cierta: Ethan no daría marcha atrás. La batalla por el multiverso acababa de comenzar.

Con su destino finalmente claro, Ethan Velorum se paró frente al vasto vacío que se extendía más allá de la puerta dimensional. La energía del multiverso, una mezcla de destellos cósmicos y corrientes de pura existencia, danzaba alrededor de él, como si estuviera presenciando el latido de todas las realidades.

Había aceptado su destino. No era solo un Caminante del Infinito, no solo alguien capaz de trascender el espacio-tiempo. Ethan ahora comprendía la magnitud de lo que realmente era. Era un creador de universos. Cada paso que daba alteraba el tejido mismo de la existencia, creando nuevas realidades, nuevos destinos, nuevas posibilidades.

Al principio, la idea lo había aterrorizado. La responsabilidad de tener el poder de moldear universos era abrumadora. Había tenido dudas. Pero ahora, con la orientación del Guardián de los Caminantes y el conocimiento profundo de lo que representaba, Ethan se sintió preparado para enfrentar lo que viniera.

El Guardián había sido claro en su enseñanza: "Todo lo que ves, todo lo que sientes, es una construcción. El multiverso es una danza entre la luz y la oscuridad, entre la creación y la destrucción. El balance es la clave para que exista la armonía. Tú, Ethan Velorum, serás el guardián de esa armonía."

"¿Y si mis decisiones desatan el caos?", había preguntado Ethan en una ocasión, su voz cargada de incertidumbre.

"Es el riesgo inherente a ser creador," respondió el Guardián, su figura misteriosa iluminada por una aura de sabiduría infinita. "Pero también es la razón por la que debes ser fuerte. Porque solo aquellos que están dispuestos a caminar por la línea entre el orden y el caos, entre la luz y la oscuridad, pueden verdaderamente comprender el equilibrio."

En esos momentos, Ethan había comprendido lo que estaba en juego. Ya no era solo un joven viajero, perdido en la inmensidad de dimensiones desconocidas. Ahora era un protector, un guardián del multiverso. Y con esa responsabilidad sobre sus hombros, sabía que el tiempo para la indecisión había pasado.

Miró al horizonte. Las dimensiones a su alrededor vibraban con poder. El vacío había dejado de ser vacío. Era un lienzo en blanco, esperando ser pintado con la voluntad de Ethan. Con un simple gesto, había abierto una brecha hacia una nueva realidad, un mundo paralelo lleno de posibilidades. Pero no era un mundo cualquiera. Era uno con una oscuridad creciente, una sombra que había comenzado a devorar las estrellas.

"Esa oscuridad… es la amenaza," murmuró Ethan para sí mismo. La sombra se había extendido por varias dimensiones, corrompiendo todo lo que tocaba. El equilibrio del multiverso estaba siendo alterado, y la responsabilidad de detenerlo recaía sobre sus hombros.

Con determinación, Ethan dio un paso hacia la brecha, la energía cósmica que lo rodeaba comenzando a pulular a su alrededor como si respondiera a su llamada. Su armadura luminosa, una armadura que parecía fusionarse con el mismo espacio-tiempo, brilló con intensidad, reflejando el caos que se desataba a su alrededor.

Al atravesar la brecha, Ethan fue transportado a un nuevo plano de existencia. Era un mundo fracturado, lleno de grietas en el espacio-tiempo. Las leyes físicas ya no parecían aplicarse aquí. Las montañas flotaban en el aire, y las estrellas se torcían en extrañas espirales de energía. En el horizonte, una figura oscura se alzaba, su forma envolviendo la luz en una aura de desolación.

El enemigo estaba ahí.

El Guardián de los Caminantes había hablado de él, del Ser Primordial que había caído en la oscuridad. La entidad que alguna vez había sido un protector del equilibrio, pero que ahora buscaba desatar el caos. El Ser Primordial había encontrado una manera de corromper las dimensiones, de devorar los mundos y reescribir las realidades a su imagen.

Ethan, sin embargo, no estaba dispuesto a ceder. Sabía que esta batalla no sería fácil. Sabía que esta era la primera de muchas que tendría que librar para mantener el equilibrio del multiverso. Pero su voluntad era férrea, y el poder que había adquirido al comprender su rol como creador lo llenaba de una fuerza incalculable.

"Este no es solo un enfrentamiento físico," murmuró para sí mismo, sus ojos brillando con intensidad cósmica. "Es una batalla por la existencia misma."

La figura oscura se giró hacia él, un aura de pura oscuridad envolviendo su ser. "Eres solo un niño," dijo el Ser Primordial, su voz resonando en todo el plano. "¿Crees que puedes detenerme? Yo soy la oscuridad que ha existido desde el comienzo de los tiempos. El vacío eterno. La destrucción inevitable."

"Soy el guardián de la creación," respondió Ethan con firmeza. "Y tú no eres más que una sombra que ha olvidado su propósito."

Con un movimiento rápido, Ethan alzó su mano, y el espacio-tiempo a su alrededor comenzó a distorsionarse. La energía cósmica se arremolinó a su alrededor, como si el universo mismo lo reconociera. La armadura de Ethan brilló con una luz cegadora, y un vórtice de energía pura se formó frente a él, una tormenta cósmica lista para ser liberada.

La batalla que siguió fue una tormenta de pura destrucción. El Ser Primordial desató su oscuridad, creando grietas en la realidad, distorsionando las dimensiones a su alrededor. Las estrellas parpadeaban y desaparecían, y el espacio-tiempo se retorcía bajo el peso de su poder. Pero Ethan, armado con la comprensión de su destino, se mantuvo firme. Cada golpe de oscuridad que el Ser Primordial lanzaba era contrarrestado por las fuerzas de creación que Ethan invocaba. Con cada ataque, el poder de Ethan crecía, fusionándose con la energía cósmica que lo rodeaba, expandiendo su control sobre la realidad misma.

La batalla era más que un enfrentamiento físico. Era una lucha por el alma del multiverso, una lucha por el equilibrio entre la creación y la destrucción. Y Ethan sabía que no podía perder. No solo por él mismo, sino por todas las vidas que dependían de su victoria.

Finalmente, con un rugido de pura energía cósmica, Ethan liberó un rayo de luz tan intenso que atravesó la oscuridad del Ser Primordial. La oscuridad se disipó ante la luz, y la figura del Ser Primordial comenzó a desvanecerse, su forma desmoronándose en fragmentos de pura energía.

Ethan cayó de rodillas, agotado por la batalla. El multiverso a su alrededor volvió a estabilizarse, las grietas en el espacio-tiempo comenzando a repararse por sí solas. La energía cósmica se calmó, y el caos que había amenazado con destruir todo lo que conocía comenzó a disiparse.

Pero Ethan sabía que esta victoria era solo el comienzo. El Ser Primordial no había sido el único enemigo que acechaba las dimensiones. Había muchas más amenazas en el horizonte, muchas más fuerzas oscuras que deseaban destruir el equilibrio. Pero, por ahora, había salvado el multiverso. Por ahora, el equilibrio se mantenía.

Con un suspiro, Ethan se levantó. La puerta dimensional ante él se abrió una vez más. El Guardián de los Caminantes lo esperaba, su mirada llena de orgullo.

"Has hecho bien," dijo el Guardián. "Pero esto es solo el principio. Las fuerzas que amenazan al multiverso no se detendrán. Y ahora, como protector del equilibrio, será tu deber enfrentarlas. El destino de todas las realidades está en tus manos."

Ethan asintió, su mirada fija en el horizonte. Sabía que su viaje aún no había terminado. Había mucho más por descubrir, mucho más por proteger. Pero estaba listo. Sabía que, como creador de universos, su poder era ilimitado. Y con ese poder, nada podría detenerlo. "Fin"