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Chapter 3 - ¿Sentimientos?

La luna llena brillaba intensamente, bañando el claro del bosque en un resplandor plateado, él se encontraba recargado en un enorme árbol de sakura que se alzaba imponente en medio del claro, la escena perfecta. Se veía altanero, muy atractivo, su mirada intensa y penetrante la atrapó, provocando un leve sonrojo en la azabache.

 ¿Qué haces aquí, Sesshomaru? — soltó confundida, ¿esta es la energía que la llamaba?

 El no dijo nada, desvió la mirada de la chica y ella lo percibió como una invitación, se acercó con cautela y se sentó junto al chico de cabellos plateados. El silencio era reconfortante. Se quedaron ahí sin decir nada. Ella no sabía porque, estar con él se sentía correcto.

 ¿Porque le mientes a tus amigos? — pregunto seriamente el Daiyokai.

 La chica se quedó en silencio, claro que recordaba el haber estado en su castillo hace casi un mes, aún se sonrojaba cuando recordaba sus palabras. Eres mía. Como una demanda. Le parecía terriblemente sensual. Su cabeza no había dejado de repetir esas palabras.

 No sabía qué decirles a mis amigos — dijo por fin, mientras sus manos se entretenían con el dobladillo de la falda, ocultando sus ojos del Demonio.

 El silencio se prolongó más de lo que a ella le hubiera gustado. Pero aprovecho para ver mejor al Daiyokai, Su largo y sedoso cabello plateado cayendo como un manto, brillando bajo la luz de la luna, sus garras se veían imponentes. Por su mente paso un deseo de tenerlas recorriendo su cuerpo. Nuevamente atrapada por sus ojos dorados, profundos y penetrantes. Aparto la vista y se sonrojo al momento.

 ––– Espero que ese lobo no se atreva a tocarte de nuevo, eres mía Kagome ––– la chica se quedó de hielo, nuevamente su nombre en los labios del Daiyokai se escucha tan perfecto. Sus labios se encontraron en un beso robado, lleno de lujuria y pasión. Fue un beso que hablaba de anhelos ocultos, de una conexión que iba más allá de las palabras.

 — Hay muchas cosas que necesitas saber — dijo el Daiyokai separándose de sus labios levemente, en un acto de posesión, Sesshomaru, deslizó sus labios hacia el cuello de Kagome. Con un gesto firme mordió el cuello de la azabache, justo en el lugar donde previamente había sido marcada como suya.

 El escalofrío que recorrió el cuerpo de Kagome fue electrizante, una mezcla de sorpresa y deseo que la hizo temblar. En ese instante, supo que su vida nunca volvería a ser la misma. Un gemido escapó de su boca y de un momento a otro el Daiyokai ya había desaparecido, dejando a la chica con la respiración agitada, con fundida y un poco ¿Excitada?

 Kagome se encontraba frente al espejo, había levantado más temprano de lo normal, era su cumpleaños 14, se sentía como una adulta, buscaba algún vestigio de cambio, se vio exactamente igual que el día anterior, pechos ni grandes, ni pequeños. En desarrollo. Por lado, sus caderas habían crecido en las últimas semanas. Pasaría por la tienda y cambiaría el vestido que compró, le quedaba un poco… ajustado para su gusto.

 Un ruido llamó su atención. El pozo. Odiaba ese lugar, pero fue a investigar.

 -Hola — dijo la chica ingresando por la puerta.

 Silencio, justo cuando la chica estuvo a punto de salir… escucho su nombre, se giró.

 -Sota no es gracioso — seguro el odioso de su hermano estaba escondido en el pozo pensó la chica.

 La chica ve acerco, se asomó, pero no vio a nadie. Una luz brilló desde el fondo, haciéndola caer. Odiaba ese pozo. Salió escalando. Algo la llamaba, se sentía como en un trance. Camino por largo rato. Pudieron haber sido horas. No sentía cansancio y tampoco era dueña de su cuerpo, como si algo la controlase. Despertó en medio del bosque, a punto de anochecer. Kagome no sabía dónde estaba o cómo había llegado ahí. Camino tratando de llegar alguna carretera o encontrarse a alguien haciendo campamento.

 Traía puesto el uniforme de la escuela, se sentía perdida, encontró un pequeño riachuelo y lo siguió, la llevó una pequeña cascada y a lo más increíble que había visto en su vida, un castillo. Debe ser un sueño pensó la chica. Se acercó a la orilla para ver si había forma de bajar.

 -¿Qué haces en estas tierras humana? — un pequeño susto que provocó que la chica cayera por el acantilado.

 Sintió que su vida pasaba a por sus ojos. En realidad, unos brazos fuertes la sostuvieron antes de caer. Sus ojos chocolates chocaron con los dorados del joven, provocando un sonrojo casi involuntario en la chica.

 -Definitivamente estoy soñando — el chico que la había salvado era de otro mundo, cabellera larga, plateada, ojos dorados, tenía 2 marcas moradas en las mejillas y los brazos, vestía de una manera extraña. Soy el gran Sesshomaru, ¿quién eres y qué haces en mis tierras? No tengo idea — soltó la chica — todo esto es un sueño verdad.

 La chica miró alrededor, quedando embelesada. El lugar era magnifico, definitivamente debió quedarse dormida. Vio nuevamente al chico, quien le daba una mirada extraña.

 -¿Por qué vistes tan raro humana? — ella enmarco una ceja ¿yo?, pero si tú traes una estola, armadura y un traje extraño — Dijo la chica mientras caminaba, dejando al chico atrás Qué lugar tan triste—, dijo la chica— ¿Porque no hay árboles aquí? ––– la vista al castillo era casi directa desde donde se encontraban. Un poco desolado.

 El llego a la chica con un movimiento rápida, tomándola fuertemente de la muñeca, encajando sus uñas en la piel de porcelana de la chica, haciéndola gritar de dolor y sangrar. El joven jaló su muñeca para saborear su sangre. Se arrepintió al momento. Al probarla, una explosión de sensaciones recorrió su ser; el sabor era único, casi etéreo, con matices de flores silvestres y un toque de miel que evocaba la esencia misma de la naturaleza.

 ––– ¿Suficiente realidad para ti? — Dijo mientras trataba de contener las ganas de abalanzarse sobre la chica y saborearla más — quiero respuestas — el chico extraño era amenazante.

 La chica sintió terror. El la lanzó por los aires, haciéndola volar unos metros, cayendo inconsciente al instante.

 Kagome despertó en la penumbra, rodeada por un silencio inquietante que parecía absorber todos los sonidos. La oscuridad era total; no podía ver nada, pero su corazón latía con fuerza, resonando en el vacío. Cada sombra, cada susurro del viento la mantenía alerta, mientras su mente trataba de descifrar su situación. Tenía grilletes, quiso ponerse en pie. Pero también tenía grilletes en los pies. Provocando su caída en la obscuridad, dándose directo con el piso de piedra provocando dolor en la barbilla de la chica, sintió líquido fluir. Seguro se había hecho daño.

 Estaba asustada, tenía frío, hambre, sentía su cuerpo pesado. No sabía dónde estaba. Comenzó a llorar. Los minutos pasaron y la chica no dejaba de sollozar.

 -Estoy ciega — dijo entre sollozos — quiero volver a casa

 La chica no podía verlo, pero un Daiyokai de ambarinos no perdía ningún movimiento de la chica. Él la podía ver perfectamente en a la oscuridad podía sentir su frustración, tristeza y su impotencia arremolinándose. Lo intrigaba.

 Esta mañana se había sentido particularmente extraño, una sensación que nunca había tenido, inquietud. Recordó la plática que sostuvo con su madre unos días antes.

 ––– Ya habíamos hablado de esto Hijo

––– No me interesan 

––– No estamos hablando de interés, estamos hablando de la madurez de un Inu Yokai, simplemente se encuentra en tu sistema, es natural. ––– dijo su madre alejando por fin la vista del libro y viéndolo con ternura.

 Él no estaba interesado en obtener pareja o formar una familia, si tenía que casarse lo haría por algún arreglo politico o por el bien de su Reino. Amor. Deseo. Eran simples sentimientos que los humanos trataban de inculcar a los Yokais.

 Sin embargo, ahí estaba el, sintiéndose endemoniadamente extraño y todo había empeorado cuando se encontró a esa mujer extraña; cuando sus ojos se encontraron con los chocolates de la chica, sintió un tirón en el pecho. Sesshomaru había pasado siglos despreciando a los humanos, viéndolos como criaturas frágiles. Sin embargo, la presencia de esta extraña chica despertaba en él una necesidad que no podía ignorar. Era un conflicto entre su naturaleza demoníaca y un anhelo que nunca había sentido antes.

 Lo que más había hecho que el Daiyokai sintiera furia recorrer por su interior, fue que su demonio interno, quien había estado tranquilo por décadas comenzaba a aullar en su mente, hambriento de deseo por la humana que tenía enfrente. Seguro esta mujer era una bruja, su vestimenta, su olor, su sangre… y la energía que irradia. Él había esperado que la chica tratara de escapar, pero no sucedió. 

 Habían pasado unas 24 horas, para la chica era una eternidad. En la posición incómoda que se encontraba no podía conciliar el sueño, pero eventualmente el cansancio la venció. La despertó al instante la sensación de agua helada, se sentía como un millón de agujas en su piel. Gritó desgarradoramente, más lágrimas salieron de sus ojos.

- Confiesa maldita humana.

 En un instante, el aire se volvió denso y electrizante. Sesshomaru, con su mirada ardiente, se acercó a Kagome con una mezcla de rabia y deseo que lo consumía. La tensión en el ambiente era palpable.

Atravesando la habitación y tomando a la chica por el cuello. Tan solo ese toque, había logrado que grandes descargas de electricidad pasaran a través de su mano. Podía ver lo demacrada que se veía la chica, pero aun así soltaba un delicioso aroma a jazmín con un toque de terror. Eso le encanto a Demonio.

 -No tengo nada que confesar. Quiero ir a casa ––– Mas sollozos ¿Qué haces en mis dominios? ––– Apretando más su agarre Sesshomaru, basta — una voz femenina logró que su mano soltara el cuello de la chica.

 Qué nombre tan extraño, pensó la chica. No tuvo mucho tiempo para continuar con sus pensamientos. Sus manos y pies fueron liberados. Sintió que unos brazos la cargaban quitando todo el peso que había sentido. Se desmayó al instante.

 Los rayos del sol entraban por la ventana, la azabache daba vueltas y vueltas. Esta mañana no tenía ganas de ir a la escuela, había tenido una pesadilla horrible, aún podía sentir sus muñecas y tobillos doler. Se incorporó aun tallando sus ojos.

 ––– ¿Que rayos? — al abrir por completos sus ojos se dio cuenta que no estaba en su casa.

 Al ajustar su vista, la chica se percató que estaba en una habitación de piedra, no había nada más que el futón elevado en piedra, una puerta detrás de ella y otra de lado izquierdo se puso en pie. Pero sintió sus piernas no responderle correctamente, cayendo al suelo. Se dio cuenta en el momento que solo tenía puesta su ropa interior.

 ––– Aún te encuentras un poco débil — la voz femenina que escucho en la obscuridad levantó la vista, una alta figura con cabello plateado, recogido en una coleta alta, con fleco y una luna morada en su frente — ella es Mikato, te ayudará con todo lo que necesites de ahora en adelante.

 La chica reparo en otra figura femenina a su lado, no tan alta como la primera; se apresuró a levantarme, varias figuras extrañas ingresaron a la habitación directo a la puerta que estaba detrás. La extraña peli plata se sentó al borde del futón.

 -¿Cuántos años tiene? 14 — dijo la chica con nerviosismo. Pero si solo eres un cachorro de humano — acarició el cabello de la chica, dejando al descubierto una de sus orejas. ¿Cachorro? — preguntó la chica extrañada. Dime que recuerdas — pidió ignorando su pregunta.

 La chica explicó, que se encontraba en casa y se dirigía a la escuela, recuerda haber caminado un poco y haberse encontrado en un bosque que no reconocía. Las lágrimas se agolpaban en sus ojos, angustia y miedo.

 – Tranquila — limpiando las lágrimas de la chica — si requieres alguna cosa, pídela a Mikato.

 Sin decir más palabras salió de la habitación. Mikato no dijo nada, la cargó nuevamente y la llevó a la puerta trasera. Un baño. Kagome no se había dado cuenta lo sucia que estaba. Una gran bañera de piedra llena de flores.

 La azabache dejo que la bañaran, su cabeza tenía un y mil pensamientos… todos eran muy extraños, sus ropas, la forma de comportarse, todos parecían amenazantes. La chica fue vestida con un simple kimono, blanco con rojo. Le recordaba a su abuelo. Lágrimas cayeron de sus ojos.

 –– No llore señorita — dijo la chica, su piel era pálida, su cabello era violeta al igual que sus ojos, tenía unas líneas verdes desde la punta de sus dedos y estas se perdían en el interior de las mangas de su kimono — La señora Irasue la cuidará.

 La chica le brindó una falsa sonrisa ella quería volver con su familia, la extraña chica salió de la habitación, dejándola sola. Espero unos momentos hasta ya no escuchar pasos en el exterior. Tenía que escapar. Probo la puerta. Cerrada. Sus ojos pasaron por la habitación, no había nada que pudiera ayudarla a escapar. Se dirigió a la ventana. La vista fue aterradora.

 Se apreciaba desde su ventana, el patio central del castillo había muchos soldados, algunos con armaduras y otros con telas ligeras. Algunos parecían humanos, pero tenían orejas puntiagudas, líneas, garras, colmillos o características distintivas como cuernos, colas, y piel de diferentes colores, reflejando su naturaleza sobrenatural. Horrorizada la chica se apartó de la ventana. No sabía dónde estaba y tampoco cómo había llegado ahí.

 Habían pasado algunos días desde que Kagome se encontraba con esas personas desconocidas. Pero la señora Irasue había sido muy atenta. A cierta hora del día siempre instruía a Kagome con información del lugar donde se encontraban. La chica ya comprendía un poco sobre los Yokais, la política del lugar y porque los humanos les temían. Al inicio ella también les temía.

 –– Kagome, querida, Hoy veremos un poco de lo que es el celo de los Daiyokais, demonio y semi demonios ––– la azabache se sonrojo al momento de escuchar el tema.

 ––– El celo en los Daiyokais es un fenómeno natural que ocurre durante ciertas épocas del año. Es un período en el que los instintos de apareamiento se intensifican, y los Daiyokais, como Sesshomaru, sienten una atracción poderosa hacia sus parejas potenciales ––– Levanto sus ojos un poco del libro y vio a Kagome prestándole atención ––– Durante este tiempo, los Daiyokais experimentan un aumento en su energía y poder, lo que puede hacer que se vuelvan más protectores y posesivos.

 ––Entonces, ¿eso significa que Sesshomaru se vuelve más... intenso durante ese tiempo? ––– pregunto la chica con una mezcla de asombro y comprensión.

Había visto al hijo de Irasue un par de veces de lejos, ciertamente le daba un poco de curiosidad y temor. Él se mostraba siempre serio y muy de vez en cuando cruzaba palabra con ella. Al menos, no después de aquella última vez. Una corriente de energía paso por la espalda de la chica.

 ––– Es importante entender estos aspectos de su naturaleza, pero también recordar que, en el fondo, los Daiyokais son seres que buscan amor y conexión, al igual que cualquier otro ––– Irasue cerro el libro que tenía en la mano ––– pedí que tus cosas fueran trasladas a otra área — sorpresa se veía en sus ojos — Estaré fuera del castillo unas semanas, pero trataré de volver pronto.

 ––– ¿Paso algo? ––– Pregunto la azabache preocupada, ella era su única compañía.

––– Tengo que acudir a mi castillo cariño, resolver algunos asuntos de suma importancia.

––– creí que este era tu castillo.

––– Este lugar pertenece a mi hijo ––– La vio de manera maternal.

––– oh, Sesshomaru cierto ––– Irasue asintió ––– ¿Cuándo te iras? ––– Pregunto tratando de sonar casual.

––– Me voy en cualquier momento, por favor. Siente libre de visitar la biblioteca en mi ausencia ––– Dedicando una sonrisa y continuando con su libro. Conversación terminada.

 Irasue se fue esa tarde, no se despido de Kagome. Imagino que la conversación que sostuvieron en la biblioteca temprano había sido su despedida. La chica se había acostumbrado a la compañía de la Yokai. Ahora había vuelto a los silencios de Mikato. La Yokai de cabello morado la llevaba silenciosamente a su nueva habitación.

 Se detuvieron en una puerta de madera, la chica hizo una reverencia y se retiró. Kagome abrió la puerta un poco dudosa, la recibió una recámara más grande, de piedra, había una cama con base de madera, se veía mucho más cómoda que la anterior, tenía diferentes tipos de pieles, todas blancas, frente a esta un enorme peinador, al fondo parecía un armario, un pequeño balcón, no muy grande con barandal de piedra grueso. La chica corrió con emoción y se asomó. La vista era maravillosa, la chica cerró los ojos mientras disfrutaba de la deliciosa brisa. Frente a ella, un hermoso jardín. No sabía hasta cuándo vería a su madre. Hasta que unas manos limpiaron una lágrima solitaria que caía por su rostro.

 Sabía quién era el joven que tenía enfrente, era el que la había encontrado en el bosque, Sesshomaru. El Daiyokai no dijo nada. Solo la escudriñó con sus ojos fríos. Mientras diversos ¿Sentimientos? Se arremolinaban en su estómago. No podía dejar de pensar en esta humana, su olor… su sabor. Lo había estado volviendo terriblemente loco.