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El Legado del Colapso

🇲🇽Elian_U_G_Zubia
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Chapter 1 - CapĂ­tulo 1: El Ăšltimo Refugio

El viento soplaba con fuerza, levantando nubes de polvo que se entrelazaban con las cenizas flotantes de un mundo en ruinas. El horizonte, una línea borrosa entre el cielo gris y la tierra quebrada, parecía no tener fin. El sol, apenas visible a través de las nubes, proyectaba una luz tenue, como si también estuviera exhausto de la lucha por iluminar la tierra que una vez fue un paraíso.

Thorne caminaba al frente del grupo, sus pasos firmes y resonantes sobre el suelo resquebrajado. Las cicatrices de su cuerpo, testigos de innumerables batallas, se movían con él, como una memoria que nunca se desvanecería. Su mirada, fija y decidida, no se apartaba del camino que se extendía ante él. Era el líder, aunque a veces dudaba de sí mismo. El peso de la responsabilidad recaía sobre sus hombros, pero su voluntad era más fuerte que cualquier sombra de inseguridad.

A su lado caminaban los demás: Kaia, cuya calma era una roca en medio de la tormenta; Lira, siempre analítica, observando cada rincón en busca de algo útil; Jarek, un muro de músculo y resistencia, que parecía listo para enfrentarse a cualquier amenaza; Milo, el más joven, pero con una agudeza y curiosidad que no podían subestimarse; y Corvin, un líder a su manera, siempre calculador, pero confiable en su lealtad.

El refugio al que se dirigían no era un lugar seguro, pero era el único que quedaba en la ruta. Un asentamiento subterráneo, construido hace años por los últimos sobrevivientes de la utopía que una vez existió. Nadie sabía exactamente qué ocurrió con esa civilización, solo sabían que un experimento fallido había dejado el mundo al borde de la destrucción.

—Vamos, aún nos queda mucho por recorrer antes de la caída de la noche —dijo Thorne, su voz firme pero con un toque de agotamiento.

Kaia asintió, sin decir palabra, pero su mirada se posó brevemente en el horizonte. Aquella tierra, marcada por el desastre, parecía no ofrecer ninguna esperanza, pero ella sabía que la sobrevivencia era una batalla diaria. En sus manos, un pequeño mapa maltratado por el tiempo era su única guía.

—He escuchado historias sobre este lugar —comentó Lira, con su tono característico de escepticismo—. Se dice que la tecnología subterránea todavía funciona. Si logramos llegar, podríamos encontrar algo útil. Quizá incluso un refugio real, no como esos huecos en el suelo que usamos de escondites.

Jarek resopló, ajustando su mochila sobre los hombros. Su cuerpo robusto y su semblante de guerrero no eran fáciles de engañar. La idea de "tecnología funcionando" le parecía más un mito que una realidad. Sin embargo, confiaba en Lira, aunque la duda siempre lo rondaba.

—Lo que sea que esté allí, mejor que nos dé algo para defendernos —gruñó, mirando hacia las montañas distantes que se alzaban como sombras gigantescas.

Milo, caminando a unos pasos detrás, se mantuvo callado, pero su curiosidad no dejaba de brillar en sus ojos. A pesar de su juventud, entendía la gravedad de la situación. Cada día fuera de los refugios era una lucha por mantenerse con vida, y él no podía dejar de pensar en lo que les esperaba.

Corvin, el más callado del grupo, observó a Thorne por un momento, notando la tensión en sus hombros. Aunque el líder nunca lo dijera, todos sabían que la carga de ser el encargado de guiarlos a través de este mundo devastado lo pesaba más de lo que quería admitir.

—Si alguien puede encontrar una salida, es Thorne —dijo Corvin finalmente, con un tono casi solemne. Las palabras eran pocas, pero llevaban un peso que el grupo entendía bien.

Thorne miró al horizonte, sin responder. Sabía que su rol como líder era mucho más que solo dirigir. Tenía que ser la esperanza, la fuerza que los impulsara a seguir adelante, incluso cuando las sombras del pasado los acechaban.

Al llegar al borde de un acantilado, el grupo observó la entrada al refugio. Era un túnel subterráneo, oscuro y olvidado por el tiempo. Un rastro de huellas en la tierra sugería que otros ya habían llegado allí antes, pero su destino era incierto.

Thorne levantó la mano para hacer una señal de silencio. Las sombras de la tarde ya se cernían sobre ellos, y algo en el aire les decía que no estaban solos.

—Entramos juntos, como siempre —ordenó, y sin esperar una respuesta, empezó a caminar hacia la entrada.

Mientras el grupo lo seguía, un susurro distante flotó en el aire, como un eco de lo que alguna vez fue. Un recordatorio de que el colapso no solo había destruido ciudades, sino que había dejado cicatrices más profundas, marcas invisibles en las almas de quienes aún quedaban.