Todos se apartaron, temerosos de acercarse a Kimberly. Sin embargo, Elena, convocando todo su valor, dio lentos pasos hacia ella.
La tensión era tan densa que parecía que las propias paredes contuvieran su aliento.
Kimberly se removió. Sus párpados se abrieron con dificultad, pero la intensa luz del sol que se filtraba a través de la ventana la hizo entrecerrar los ojos. Levantó su mano para protegerse los ojos.
—Kimberly, ¿cómo te sientes? —preguntó Elena, su voz temblaba ligeramente.
Kimberly giró su cabeza débilmente hacia el sonido. Sus ojos parpadearon, ajustándose a la luz mientras intentaba enfocar el rostro de Elena.
—Yo... no sé. ¿Qué está pasando? —La voz de Kimberly era débil, su confusión evidente.
Los demás intercambiaron miradas cautelosas. El mago apretó su agarre en el báculo, el aire a su alrededor vibraba levemente mientras preparaba un hechizo.
—¿Recuerdas algo? —insistió Elena suavemente, arrodillándose junto a Kimberly.