—¿Están listas? —susurró Jefferson, echando un vistazo nervioso alrededor.
—Sí —respondió Mohandia con un asentimiento. Kaitlyn y Liza intercambiaron miradas preocupadas, pero no dijeron nada mientras se levantaban de sus asientos.
Sin decir otra palabra, Jefferson las guió a través de los oscuros pasillos, sus pasos cautelosos y medidos. Se movían como sombras, tejiendo a través del silencioso edificio. Pronto, se encontraron en una parte desconocida de la propiedad, una que ninguna de ellas había visitado antes.
—¿A dónde vamos? —susurró Kaitlyn, su voz temblorosa.
—A algún lugar seguro —respondió Jefferson—. Sólo síganme.
Cuando llegaron al gran edificio, Jefferson les hizo señas de detenerse. —Quédense aquí —instruyó, escaneando el área para asegurarse de que no fueran seguidas. Una vez satisfecho, les hizo señas para que entraran.