Tenía la piel de gallina por todo el cuerpo, y las piernas me temblaban tanto que pensaba que podría colapsar si daba aunque fuera un paso. Me sentía abrumada por las miradas de todos a mi alrededor. Las únicas personas que parecían felices por mí eran Liza, Kaitlyn, los ancianos y la Señora Elena. En cuanto a Morgana, la jefa de criadas, no tenía idea de lo que estaba pensando—sus expresiones siempre eran inescrutables.
Me quedé paralizada, intentando levantar la cabeza para ver las reacciones de todos.
—Por favor, avanza para que todos puedan verte —dijo la Señora Elena con dulzura, sonriendo cálidamente.
Obligué a mis pies a moverse, pero se sentían como si estuvieran atados por la tensión en el aire. Con cada paso, podía sentir los ojos de todos en mí, algunos llenos de curiosidad, otros de sospecha. Lentamente, alcancé el frente, donde la Señora Elena y los ancianos me esperaban con sonrisas de bienvenida.