Elena guió suavemente a Kimberly para que se sentara al borde de su cama.
La habitación estaba tranquila, el suave susurro de las cortinas y el débil trinar desde fuera eran los únicos sonidos que rompían el silencio.
Se arrodilló ligeramente frente a Kimberly, su expresión suave pero seria.
—¿Cómo te sientes, Kimberly? —preguntó Elena, su voz tranquila pero llena de preocupación—. ¿Te lastimaste de alguna manera?
Kimberly logró una leve sonrisa, aunque no llegó a sus ojos.
—No, señora. Estoy bien físicamente. Solo... todo se siente tan abrumador ahora mismo. Como si ni siquiera pudiera respirar.
Elena rodeó con un brazo los hombros de Kimberly, atrayéndola hacia un reconfortante abrazo lateral.
—Has pasado por mucho, y está bien sentirse conmovido.
—No tienes que explicar nada a nadie hasta que estés lista. Tómate tu tiempo, ¿de acuerdo?
Kimberly asintió lentamente, la tensión en sus hombros se relajó un poco bajo el calor de Elena.