Mona irrumpió en la habitación del hospital, sus tacones agudos chasqueando contra el suelo de baldosas.
Sus ojos inmediatamente se dirigieron a la cama donde su padre, Alfa Darwin, se suponía que debía estar descansando en su estado comatoso. Pero la cama estaba vacía.
Por un segundo, ella se quedó paralizada, su mente negándose a procesar lo que estaba viendo.
Inhaló profundamente, tratando de suprimir el pánico que burbujeaba dentro de ella. Girando bruscamente hacia sus guardias, hizo un gesto hacia uno de ellos.
—Ve a buscar al médico. ¡Ahora! —La voz de Mona era como hielo, su tono cortando el ambiente.
Uno de sus guardias salió disparado de la habitación sin dudarlo. Mona apretó los puños, mirando fijamente la cama vacía.
«Esto es imposible. ¡No puede simplemente desaparecer! Alguien tiene que responder por esto.»
La puerta se abrió de golpe momentos después, y el médico, visiblemente alterado, entró a la habitación con pasos apresurados.