Alfa Theo se sentó en el centro de su amplio salón, sus rasgos agudos marcados por una mezcla de preocupación e impaciencia.
Sus dedos golpeaban rítmicamente en el reposabrazos de su silla mientras esperaba que sus hombres le entregaran su informe.
La habitación estaba tenuemente iluminada, proyectando largas sombras que parecían reflejar sus oscuros pensamientos.
Las pesadas puertas de roble crujieron al abrirse, y dos de sus hombres más confiables entraron. Inclinaron sus cabezas respetuosamente, esperando su señal para hablar.
Los ojos de Theo, fríos y penetrantes, se levantaron del suelo para encontrarse con los de ellos. Su silencio era una orden.
El primer hombre, más alto y con una cicatriz que cruzaba su mejilla izquierda, dio un paso adelante.
—Alfa, según tus instrucciones, infiltramos el territorio del Alfa Derrick y vigilamos de cerca a Kimberly.
La mirada de Theo no se desvió, pero sus dedos dejaron de golpear. —Continúa —dijo con voz baja y autoritaria.