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Derrick se enderezó, su autoridad de alfa entrando en acción. —¿Quién eres? ¿Y por qué estoy aquí?
El otro hombre avanzó. —Las preguntas se responderán adentro. Pero primero, debes ponerte esto.
Sostenía una venda negra.
Los ojos de Derrick se estrecharon. —No lo creo. No he venido aquí a jugar.
La voz del primer hombre se endureció. —Si quieres respuestas, seguirás nuestras reglas. O puedes irte, pero nunca conocerás la verdad.
La mandíbula de Derrick se tensó. Cada instinto le gritaba que se fuera, que luchara, que hiciera cualquier cosa menos confiar en extraños enmascarados.
Sin embargo, la tentadora promesa de respuestas lo mantuvo arraigado en su lugar.
—¿Qué verdad? ¿Qué podría valer tanto la pena como para asumir este riesgo? —pensó.
A regañadientes, asintió. —Está bien. Pero si esto es una trampa, lo lamentarás.
El segundo hombre rió oscuramente. —Tomamos nota. Póntela.