— ¡Cuidado! ¡Que viene el Asesino de compañeros!
La advertencia se susurraba entre los estudiantes mientras Ardyn caminaba por los pasillos de la academia. Un murmullo colectivo se extendía en su paso, pero él no mostraba reacción alguna. Sus pasos eran pesados, seguros, y su presencia era inconfundible. De todos los estudiantes en la academia, era el 02, el número que lo había colocado en la cima de la jerarquía. Alto, musculoso, con una expresión seria que reflejaba una determinación implacable, Ardyn era alguien a quien nadie se atrevía a desafiar. No por miedo, sino por respeto.
A pesar de su estatus, su apodo, "El Asesino de Compañeros", no surgía de ninguna matanza real, sino de algo mucho más peligroso: su habilidad para hacer que aquellos que intentaban seguirle el ritmo en las pruebas, simplemente no pudieran soportarlo. Muchos de los que habían sido asignados a sus pruebas en pareja no habían regresado. No por su culpa directamente, pero porque nadie podía estar a la altura del número 02. Nadie podía seguir su ritmo. Al final, aquellos que se quedaban atrás... no sobrevivían.
Era otro año más en la academia, el segundo para Ardyn. Tres más por delante. Para ser un estudiante de segundo año, tener el 02 como número era algo impresionante. Sorprendente, ¿verdad?
La academia era un lugar extraño. Aunque supuestamente se dedicaba a formar a los mejores, su sistema operaba bajo una estructura muy clara: solo los más afortunados y con mayor talento podían entrar. Los estudiantes eran clasificados según un número que representaba su potencial en todos los aspectos: inteligencia, destreza física, habilidades sociales. Cada número significaba algo. Los números altos recibían privilegios: los mejores alojamientos, los recursos más exclusivos, el respeto absoluto. Los números bajos, en cambio, eran tratados con indiferencia y relegados a vivir en la oscuridad, constantemente presionados por saber que su valor estaba muy por debajo de los demás.
Ardyn nunca había necesitado nada más. Su número, el 02, lo colocaba en la cima de la jerarquía. Era el más cercano a la perfección, el modelo a seguir. Pero, a pesar de estar en la cúspide, esa posición no le brindaba satisfacción alguna. Siempre había visto a las personas como simples herramientas, sin importarle lo más mínimo su bienestar. A lo largo de su tiempo en la academia, había tenido parejas para las pruebas, pero ninguno había sido capaz de seguirle el ritmo. Todos habían muerto, intentándolo.
La academia no solo educaba a sus estudiantes. El verdadero propósito de este lugar era evaluar su potencial mediante pruebas extremas. Cada cierto tiempo, enviaban a los estudiantes a islas remotas y lugares inhóspitos, diseñados para probar su resistencia tanto física como mental. No todos volvían de estas pruebas. Solo aquellos con números lo suficientemente altos podían acceder a la protección de los recursos de la academia, mientras que los demás quedaban a merced de la naturaleza y de sus propias limitaciones.
Ardyn había sido criado en una academia aún más exigente, donde se buscaba crear al "humano perfecto". Sin embargo, se cuestionaba si ese "humano perfecto" era realmente alguien que no sentía afecto por los demás.
Esa mañana, tras la presentación del segundo año, Ardyn caminaba hacia el área de descanso. En una mesa apartada, vio a un grupo de estudiantes conversando animadamente. Pero algo le llamó la atención. En la esquina del comedor, sentada sola, había una chica. Su número era el 055, un número bajo. Muy bajo en comparación con los demás. Pero lo que realmente atrajo la atención de Ardyn no fue su número, sino la actitud con la que se comportaba.
A pesar de estar en uno de los rangos más bajos, la chica no parecía intimidada ni preocupada. Su postura era erguida, su mirada decidida, como si estuviera completamente segura de su lugar en la academia. Ardyn la observó desde lejos, con indiferencia, y se sentó solo en una mesa a comer.
Desde lejos, muchas personas lo miraban. Envidia, miedo, admiración. Era un modelo a seguir, un ejemplo de lo que todos querían ser. Sin embargo, nadie se acercaba a él. Su estatus era inalcanzable para los demás, y su aura de superioridad hacía que la distancia entre él y los demás fuera aún más palpable.
Se veía como un grupo de tres chicos se acercaban a la mesa de Ardyn. Eran estudiantes con números 072, 090 y 067. Comparados con él, unos fracasados. Sin embargo, no parecían intimidarse. Se sentaron en la mesa frente a él y comenzaron a hablar sobre la siguiente prueba. Una prueba de iniciación, en la que los iban a enviar a una selva controlada por la academia para ver cómo se las arreglaban. Ardyn escuchaba en silencio, sin mostrar ningún interés. Los chicos seguían hablando, pero él no respondía.
Finalmente, Ardyn se levantó y se fue, sin decir una palabra. La gente en la sala de descanso se quedó mirando, incluidos los tres chicos. Mientras caminaba hacia la salida, uno de ellos intentó detenerlo, agarrándole del brazo para que no se fuera. Pero antes de que pudiera tocarlo, Ardyn dio un codazo hacia atrás, golpeándolo en el pecho. El chico cayó al suelo de inmediato, sin poder reaccionar. Todo sucedió tan rápido que nadie pudo seguir el movimiento.
El chico, desde el suelo, gritó:
— Eres un idiota, Asesino de Compañeros.
Un silencio absoluto llenó la sala. Todos los ojos estaban puestos en Ardyn, pero él no se detuvo. Sin mirar atrás, continuó caminando con su paso firme, ignorando las miradas y los murmullos. Cuando alcanzó la puerta, se detuvo por un segundo, solo para mirar de reojo al chico que lo había retado. El chico lo observaba aterrorizado, como si esperara que Ardyn lo atacara nuevamente. Pero Ardyn simplemente siguió su camino.
Ya fuera de la sala de descanso, Ardyn levantó la vista al cielo, notando que el sol comenzaba a ponerse. Decidió ir a su apartamento, sin ninguna prisa. No le gustaban los lujos innecesarios, no le importaba destacar aún más. A pesar de su número y su apodo, prefería mantener un perfil bajo.
Mientras caminaba por un sendero tranquilo rodeado de árboles y flores, se encontró con una chica que venía en dirección opuesta a la suya. Al acercarse, ella le dirigió la palabra.
— Hola... —dijo, nerviosa, probablemente una nueva estudiante que no sabía quién era él.
Ardyn la miró fríamente. Era el número 060. Aunque todo el mundo sabía quién era Ardyn, él siempre trataba de ocultar su número en su muñeca.
— ¿Qué quieres? —respondió él de manera brusca.
La chica no se intimidó y continuó hablando.
— Soy nueva aquí, soy el número 060. Estoy conociendo a la gente...
Ardyn la observó sin mostrar ningún tipo de lenguaje corporal, simplemente permaneció en silencio por un momento, evaluando la situación.
Finalmente, le dio una respuesta fría:
— Si eres nueva y eres 060, siendo guapa no tendrás problema. Solo te recomiendo que no te juntes con los números altos.
Dicho esto, comenzó a caminar, pero la chica lo detuvo.
— ¡Oye! No puedes irte así, dame tu número de teléfono o al menos tu número de potencial...
Ardyn se detuvo, pensando un segundo antes de sacar su móvil y darle su número. La pantalla mostraba una lista de contactos vacía.
La chica se sonrojó ligeramente al ver la falta de contactos en su lista, pero sonrío tímidamente. Apuntó su número en su teléfono y lo guardó.
— ¿Cómo te agrego?
— Ponme solo "A". —respondió él, y luego siguió su camino, dejándola atrás.
Al llegar a su habitación, se tiró sobre la cama, agotado por el día. Estaba a punto de quedarse dormido cuando su teléfono vibró, avisando que había recibido un mensaje.