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Chapter 9 - Capítulo 9: Luchando contra Goblins Parte 1

La batalla comenzó en el momento en que pusieron un pie en el centro de la cueva.

Los goblins se giraron al unísono hacia ellos, sus ojos brillando con un destello enfermizo en la oscuridad. Un instante de silencio. Un susurro de respiraciones contenidas.

Y entonces, el caos comenzó.

Las criaturas chillaron al unísono y se lanzaron sobre ellos como una ola de carne y furia.

Ren fue el primero en moverse. Su cuerpo reaccionó antes que su mente, su entrenamiento arraigado en cada músculo. Su daga derecha se hundió en la garganta del primer goblin antes de que este pudiera levantar su cuchillo. Un corte limpio. Un chorro de sangre caliente.

Ashiya no se quedó atrás. Esquivó el torpe ataque de otro goblin y le atravesó el pecho con su espada, empujándolo hacia atrás con el peso de su propio cadáver.

Pero no había tiempo para respirar.

Los goblins seguían saliendo de los túneles.

Uno se lanzó sobre Ren desde el costado, pero él giró su cuerpo en el último segundo y lo recibió con una daga en el ojo. El goblin cayó de espaldas, sacudiéndose en espasmos antes de morir.

Pero otros dos ya estaban sobre él.

Ren levantó ambas dagas y bloqueó un cuchillo oxidado con la cruz de sus armas. El impacto lo hizo retroceder.

El segundo goblin intentó cortarle el muslo, pero Ren levantó la rodilla y lo golpeó directo en el estómago. La criatura tropezó hacia atrás, jadeando de dolor.

Ren no le dio oportunidad de recuperarse. Se impulsó hacia adelante y le cortó la garganta con un solo tajo.

El otro goblin intentó apuñalarlo en la espalda, pero Ashiya apareció detrás de él y le hundió la espada en el cráneo.

—Estás bien? —preguntó Ashiya, sin apartar la vista de los enemigos.

Ren le dirigió una mirada rápida, su respiración agitada.

—Sí. Pero aún quedan demasiados.

Y era cierto.

Desde los túneles laterales, seguían saliendo más goblins. Sus chillidos eran insoportables, un eco horrendo en la profundidad de la cueva. No paraban.

—Maldición... —murmuró Ren.

No podían pelear para siempre. No sin un plan.

Pero no tenían opción.

Los goblins atacaron de nuevo.

Uno de ellos saltó directamente hacia Ashiya, blandiendo un garrote improvisado.

Ashiya levantó su espada y bloqueó el golpe, pero la fuerza lo hizo tambalearse.

Otro goblin intentó apuñalarlo por la espalda.

Ren lo vio moverse y reaccionó.

Su daga voló por el aire y se clavó en la base del cráneo del goblin. El cuerpo se desplomó al instante.

—Te cubro la espalda. —Ren se colocó a su lado, jadeando.

Ashiya dio un paso adelante y atravesó a otro goblin.

Pero el número de enemigos no disminuía.

Siguieron peleando.

Uno tras otro, cortando, esquivando, derramando sangre sin parar.

Pero sus cuerpos empezaban a sentir el agotamiento.

Ren notó que su respiración era más pesada. Que sus brazos empezaban a doler.

Ashiya tenía varios cortes en la ropa. Sangre, tanto suya como ajena, le manchaba el rostro.

Y entonces lo vio.

Varias sombras en la oscuridad.

Más goblins saliendo de otro túnel.

—No puede ser... —susurró Ren, sintiendo el peso de la situación.

Estaban en una posición crítica.

Los goblins no paraban de salir.

Ashiya tragó saliva.

—Ren... Estamos acorralados.

Ren apretó los dientes.

No podían perder aquí.

Pero la cueva seguía vomitando más goblins.

Y ellos ya estaban al límite.

La cueva se sentía más estrecha con cada segundo que pasaba.

Ren y Ashiya estaban de espaldas, rodeados. La única luz provenía de un agujero en el techo que dejaba pasar la tenue luz de la luna, reflejándose en la piel verdosa de los goblins. Eran demasiados.

Ren se pasó la lengua por los labios resecos. Su respiración era pesada, su cuerpo dolía con cada movimiento. No podían permitirse caer aquí.

Uno de los goblins chilló y se lanzó sobre él, cuchillo en mano.

Ren giró sobre su eje y hundió su daga en el costado de la criatura, retorciéndola antes de sacarla de un tirón. El goblin cayó de rodillas y convulsionó unos segundos antes de morir.

Pero otro ya estaba sobre él.

Ashiya lo interceptó antes de que pudiera tocar a Ren, atravesándole la garganta con su espada.

El goblin se agarró el cuello, balbuceando un gruñido incomprensible, antes de desplomarse con un sonido sordo.

—No podemos seguir así, —murmuró Ashiya, jadeando.

Ren asintió, sintiendo el sudor correr por su frente.

Pero no había escapatoria.

La única salida estaba bloqueada por más goblins, y los túneles seguían escupiendo más y más criaturas.

Ren tomó aire y levantó la vista.

Si no pueden salir, entonces abrirían un camino con sangre.

—Ashiya, cúbreme.

Sin esperar respuesta, Ren cambió su postura.

Sus dagas se deshicieron en partículas de maná, disipándose en el aire.

No podía seguir luchando con armas cortas.

Necesitaba alcance, poder, destrucción.

Una alabarda de maná apareció en su mano derecha, brillante como una estrella en la oscuridad de la cueva.

Los goblins vacilaron por un segundo, sus pequeños cerebros procesando el cambio en la situación.

Y Ren aprovechó ese instante.

Giró sobre sí mismo y barrió con el arma, golpeando a tres goblins a la vez. Sus cuerpos se elevaron en el aire antes de chocar contra las paredes con un crujido de huesos rotos.

Sin perder tiempo, Ren empujó la lanza hacia adelante y atravesó a otro goblin en el pecho, levantándolo del suelo antes de lanzarlo contra los demás.

—¡Avanza! —gritó Ren, y Ashiya lo siguió de inmediato.

Los goblins intentaron reorganizarse, pero Ren no les dio oportunidad.

Cada golpe de su lanza era un relámpago de muerte.

Cada tajo de la espada de Ashiya dejaba un rastro de sangre.

Pero sus cuerpos ya estaban al límite.

Ren sentía el peso de su lanza como si fuera de plomo.

Ashiya se tambaleó por un segundo, su espada chocando contra una roca en lugar de la carne de un goblin.

Y ese error fue suficiente.

Una daga goblin se hundió en el costado de Ashiya.

—¡Ashiya! —gritó Ren, viendo cómo su compañero se doblaba de dolor.

El goblin intentó girar el cuchillo dentro de la herida, pero Ren lo atravesó con su lanza antes de que pudiera hacerlo.

La criatura chilló y murió, pero el daño ya estaba hecho.

Ashiya se apoyó contra la pared, su mano cubriendo la herida.

—No es grave... —dijo entre jadeos, pero su rostro pálido decía lo contrario.

Ren apretó los dientes.

No había tiempo para curaciones.

Los goblins volvieron a cargar contra ellos.

Ren levantó su lanza de nuevo, preparándose para seguir luchando.

Pero entonces, lo sintió.

Un temblor.

Un estruendo en lo profundo de la cueva.

Los goblins se detuvieron, mirando a su alrededor con confusión.

Algo más venía.

Y Ren no estaba seguro de si eso era bueno o peor para ellos.

El suelo temblaba bajo sus pies.

Los goblins retrocedieron unos pasos, inquietos, sus orejas puntiagudas temblando con cada estruendo que resonaba en la cueva.

Ren apretó la lanza con fuerza. El aire estaba cargado, denso, como si la misma oscuridad dentro de la cueva estuviera conteniendo la respiración.

—No me gusta esto... —murmuró Ashiya, su voz apenas audible.

El eco de sus palabras se perdió en otro retumbo.

Entonces, una grieta se abrió en una de las paredes laterales.

Rocas cayeron, polvo llenó el aire.

Y de entre los escombros, salieron más goblins.

Decenas.

Ren maldecía internamente. Si seguían así, se quedarían sin energía antes de salir de esta maldita cueva.

No podían seguir conteniendo a los goblins solo con armas.

Era momento de cambiar de táctica.

Ren dio un paso al frente, extendiendo una mano mientras la otra aún sostenía su lanza.

El maná se arremolinó a su alrededor.

Era hora de demostrarles por qué había alcanzado el tercer círculo.

Un círculo mágico resplandeció en el aire.

Una esfera de fuego nació en su palma.

Los goblins gritaron al verla, reconociendo el peligro. Pero ya era demasiado tarde.

Ren arrojó la bola de fuego con toda su fuerza.

El hechizo voló a través de la cueva, iluminando cada rincón como si fuera de día.

Y entonces, explotó.

Las llamas engulleron a los goblins en un instante.

Los chillidos llenaron el aire, una cacofonía de muerte y terror.

Las criaturas se retorcían, sus cuerpos consumiéndose hasta convertirse en cenizas.

El calor hizo que el suelo bajo sus pies se agrietara, las paredes temblaban como si la montaña misma sintiera el impacto.

Pero Ren no podía detenerse.

Uno no pelea con goblins.

Uno los extermina.

Ren levantó la mano de nuevo.

Cuchillas de viento salieron disparadas en todas direcciones.

Los goblins que habían logrado sobrevivir a las llamas fueron despedazados al instante.

Las ráfagas cortaban carne, hueso y piedra por igual.

Los túneles quedaron cubiertos de sangre y miembros cercenados.

Ren respiró con dificultad.

El gasto de maná había sido considerable.

Ashiya lo miraba en silencio, su mano aún presionando su costado herido.

Pero los goblins aún no se detenían.

A pesar de las bajas, más seguían emergiendo de los túneles.

Sin fin.

Ren maldijo en voz baja.

No podían seguir en este lugar.

Si no encontraban una salida pronto...

Morirían aquí.