El Pasado de Ren
De vuelta en los carruajes, Ashiya no podía evitar mirar a Ren con curiosidad.
Había algo que quería preguntar desde el enfrentamiento con los kobolds.
Finalmente, decidió hacerlo.
—Ren… ¿cómo eres tan fuerte? No me lo esperaba.
Ren suspiró y se llevó una mano a la nuca.
—Supongo que era cuestión de tiempo antes de que preguntaras.
Se acomodó en su asiento y sonrió levemente.
—Te contaré la historia.
Varios años antes, en el Castillo Real…
Un joven Ren sollozaba en silencio, escondido entre los jardines del palacio.
Sus hermanos mayores lo habían atacado otra vez.
Era algo normal. Demasiado normal.
Y él no podía hacer nada para detenerlo.
Pero Ren no estaba dispuesto a seguir soportando aquella humillación.
Con determinación, pidió hablar con su padre y le contó todo lo que ocurría.
El Rey Louvel frunció el ceño con preocupación.
—Si es así, castigaré a tus hermanos para que dejen de hacerlo —dijo con firmeza.
Pero Ren negó con la cabeza.
—No quiero eso. Quiero defenderme por mi cuenta.
Sabía que su padre no siempre estaría ahí para protegerlo.
El Rey Louvel se quedó en silencio por unos segundos…
Y luego, sonrió.
—Bien. Te entrenaré yo mismo.
Desde aquella noche, en secreto, ambos comenzaron un riguroso entrenamiento en una sala oculta del castillo.
Al principio, fue difícil. Muy difícil.
Pero Ren aprendía rápido.
A los 14 años, alcanzó el Primer Círculo Mágico, algo nunca antes visto en la historia del imperio.
El Rey, sorprendido por su progreso, decidió entrenarlo también en combate físico, para que no dependiera solo de la magia.
Ren se especializó en armas de asta.
Y cuando su padre le enseñó el hechizo de "Arma de Maná", su desempeño mejoró aún más, ya que podía entrenar en cualquier lugar sin necesidad de portar un arma real.
Este entrenamiento se mantuvo en secreto por dos años…
Hasta que los otros dos príncipes comenzaron a sospechar.
Para evitar ser descubiertos, el entrenamiento tuvo que finalizar.
—Actualmente, estoy en el Tercer Círculo Mágico, pero entreno mi cuerpo todos los días —explicó Ren con calma.
—Mis habilidades con las armas de asta alcanzaron el rango de experto.
Ashiya asintió lentamente, impresionado.
—Comprendo. Muchas gracias por responder.
Bajó la cabeza en señal de respeto.
Ren sonrió levemente.
—No hay problema.
El carruaje siguió avanzando.
Ashiya no dijo nada más, pero en su mente, su percepción de Ren había cambiado por completo.
Llegada a Dandelion
El resto del viaje transcurrió con relativa tranquilidad. Hubo algunos incidentes menores, pero nada que los mercenarios no pudieran manejar con facilidad.
Tras varias horas de viaje, finalmente llegaron a las afueras de Dandelion, la capital del territorio Yamamoto.
—Hemos llegado, pero... ¿qué pasa aquí? —murmuró Ren, incrédulo.
Nadie pensaría que este alguna vez fue uno de los territorios más prósperos del imperio.
Las calles estaban cubiertas de suciedad, los indigentes deambulaban sin rumbo, y el panorama era desolador.
Parecía como si las sonrisas hubieran sido prohibidas en la ciudad.
Mientras avanzaban hacia la residencia noble, Ashiya miraba todo con conflicto.
Él había crecido en Dandelion, y ver su ciudad en este estado lo perturbaba profundamente.
Al llegar a la residencia, tocaron la puerta para anunciar su llegada.
Instantes después, un hombre de sesenta y tantos años, de excelente porte y voz solemne, apareció ante ellos.
Al verlos, se arrodilló y habló con respeto:
—Lo he estado esperando, su majestad. Me informaron que asumiría el control del territorio, y espero ayudarlo con todo mi ser.
—Soy Haruto, el mayordomo en jefe. Es un honor conocerlo.
Ren asintió con una cálida sonrisa, aliviado de saber que al menos contaba con apoyo dentro del territorio.
—Gracias, Haruto.
Miró a su alrededor y tomó una decisión.
—Entremos y pongámonos cómodos. Ashiya y Haruto, nos reuniremos en mi oficina en media hora.
La Crisis del Territorio Yamamoto
Media hora después, en la oficina de Ren, la conversación se tornó seria.
—Haruto, dime el estado actual del territorio.
El mayordomo suspiró con preocupación antes de responder:
—Mal, señor.
—El territorio tiene una población de 330,000 personas, de las cuales 100,000 viven en esta ciudad.
—Sin embargo, solo tenemos alimentos para 180,000.
Ren frunció el ceño.
—Eso significa que miles morirán este invierno…
Haruto asintió con pesar.
—Podríamos solicitar alimentos a los estados vecinos, pero…
Hizo una breve pausa antes de continuar:
—Ya tenemos una deuda acumulada de 2,500 monedas de oro con los estados de Tsushida y Gouda.
—Desde hace años dependemos de su ayuda, y dudo que estén dispuestos a prestarnos más.
—Para empeorar las cosas, las cosechas fueron muy pobres este año, por lo que tampoco pudimos comerciar mucho.
Haruto extendió un mapa sobre la mesa y señaló ciertas regiones.
—Estos son nuestros terrenos de cultivo, cerca de los ríos.
—Nuestros principales cultivos son el trigo, la cebada y el maíz.
Ren asintió y observó el mapa con atención.
—¿Hay alguna mina en el territorio?
Con las montañas al norte, no sería extraño que hubiera alguna explotación minera.
Haruto bajó la mirada con tristeza.
—Sí... Había una mina de oro y dos de hierro.
—Pero fueron tomadas por el Reino Demoniaco durante la guerra.
—No podemos acceder a ellas.
Ren se quedó en silencio unos segundos antes de preguntar:
—¿Y qué hay de la milicia?
Haruto volvió a suspirar antes de responder:
—Tenemos 5,300 soldados en total.
—4,500 de infantería, 500 de caballería, 280 arqueros y solo 20 magos.
—Los magos se dividen en dos grupos: 18 de Primer Círculo y solo 2 de Segundo Círculo.
Ren apoyó los codos sobre la mesa y murmuró para sí mismo:
—Son pocos, de bajo nivel, y no tenemos dinero para contratar mercenarios…
Recuperar las minas no era una opción viable por el momento.
Primero, debía resolver el problema inmediato.
—Haruto, dame los libros contables. Quiero ver la situación en detalle.
—Sí, señor.
Haruto tomó varios libros de cuentas y los puso sobre la mesa.
Ren comenzó a revisarlos con atención.
Pero al cabo de unos minutos, su expresión se endureció.
—Haruto… me dijiste que las minas estaban ocupadas y no podían usarse, ¿verdad?
—Así es, señor. Están inutilizables.
Ren levantó la mirada con seriedad.
—Entonces, ¿por qué figuran gastos anuales de 150 monedas de oro para la mina?
Haruto parpadeó sorprendido.
—No tenía conocimiento de eso…
Una chispa de enojo apareció en su mirada.
—Citaré inmediatamente al tesorero para que nos dé explicaciones.
Ren sonrió de manera fría.
—Perfecto.
La investigación apenas comenzaba.
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Sistema Monetario del Imperio
El Imperio utiliza una moneda estandarizada desde su fundación, con las siguientes equivalencias:
10 monedas pequeñas de cobre = 1 moneda de cobre
10 monedas de cobre = 1 moneda pequeña de plata
10 monedas pequeñas de plata = 1 moneda de plata
10 monedas de plata = 1 moneda pequeña de oro
10 monedas pequeñas de oro = 1 moneda de oro
Además, existen dos monedas especiales:
Moneda de Platino: Usada solo en grandes transacciones, su valor es 100 monedas de oro.
Moneda Imperial: Acuñada con la cara del emperador en el momento de su coronación. Solo se fabrican 10 por emperador. Su valor es indeterminado.
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Estado Actual del Territorio Yamamoto
Ingresos anuales: 1,200 monedas de oro.
Gastos anuales: 1,500 monedas de oro.
Déficit: -300 monedas de oro anuales.
Deuda acumulada: 2,500 monedas de oro con Tsushida y Gouda.
Milicia:
>Infantería: 4,500 soldados.
>Caballería: 500 soldados.
>Arqueros: 280 soldados.
>Magos: 20 (18 de Primer Círculo y 2 de Segundo Círculo).
Problemas principales:
>Escaramuzas espontáneas con el Reino Demoniaco. Suelen terminar en derrota, lo que obliga a entregar 10 personas al enemigo para evitar masacres.
>Ejército desmotivado tras constantes derrotas.
>Falta de un instructor adecuado.
>Armas en mal estado por falta de mantenimiento.