Luego de sellar su pacto con aquel Ser, Lucifer se vio condenado a vagar indefinidamente por la inmensidad del vacío, donde su mente vago por la desesperanza de la existencia misma.
Todo era un torbellino borroso; los conceptos de tiempo, razón y conciencia se desvanecieron por completo. No quedaba más que su pequeña alma, flotando sin rumbo en los límites de la creación, una chispa de lo que alguna vez había sido, perdida en la vastedad del infinito.
El tiempo en ese abismo era irrelevante para él, apenas un parpadeo, un instante fugaz, pero para el universo, fueron miles de millones de años. En su ausencia, incontables eventos se desplegaron: extinciones, guerras, masacres y tragedias innombrables sucedieron luego de su muerte. Civilizaciones enteras se alzaron y cayeron; la historia se escribió con sangre y desesperanza. Lo que alguna vez fue un cosmos equilibrado y repleto de belleza, se había convertido en un un paramo devorado por el conflicto, donde la guerra se volvió la respuesta a todas las soluciones....
Lucifer no tenía la más mínima idea de lo que su muerte había causado. No podía concebir las devastadoras consecuencias de sus actos, ni la huella imborrable que dejó en la creación.
Pero cuando lo supiera... ¿se arrepentiría de sus actos?
....
Un tiempo indefinido pasó antes de que algo en su interior comenzara a cambiar. Al principio, fue apenas un susurro en el borde de su conciencia, un tenue eco en la inmensidad. Luego, una sensación—extraña, ajena, pero distinta de la inmutable oscuridad que lo había consumido.
Lucifer estaba despertando.
Por primera vez en eones, sintió algo diferente. La negrura infinita se fragmentó, y sus párpados, pesados como el mismo universo, se abrieron lentamente.
"¡!"
Ante él, se desplegaba un paisaje que desafiaba toda expectativa.
Lo rodeaban árboles colosales, tan altos que sus copas parecían tocar el cielo. Sus troncos resplandecían con una luz tenue, como si dentro de ellos ardiera un fuego ancestral. El aire estaba impregnado de un aroma fresco y dulce, y un río de aguas cristalinas serpenteaba a su alrededor, murmurando melodías que parecían susurros de un tiempo olvidado.
Sobre su cabeza, un cielo de azul puro y radiante se extendía hasta el horizonte, salpicado de destellos dorados como si mil estrellas hubieran descendido a danzar en aquella tierra sagrada. La brisa acariciaba su piel con una calidez imposible, un contraste absoluto con el frío eterno de su letargo.
Lucifer parpadeó algo confundido con lo que sucedía.
"¿D-Dónde rayos me encuentro?"
Su mente, aún nublada, apenas logró formular la pregunta en medio de la confusión que lo envolvía.
Pasar largos años en la oscuridad había dañado su percepción de la realidad. Al principio, pensó que solo era otro de sus sueños recurrentes, pero, poco a poco, la verdad comenzó a abrirse paso en su mente y comenzó a caer en cuenta de que se trataba de la realidad.
"Realmente cumplió con su promesa..."
Una sonrisa, lenta pero creciente, se dibujó en su rostro. Lucifer comprendió que aquel Ser había cumplido con su pacto, y al momento de saber que todo había sido real, la felicidad lo invadió como pocas veces lo había invadido en su existencia.
Su cuerpo temblaba de emoción, su sonrisa se ensanchaba con cada segundo que pasaba, y sus pensamientos de júbilo parecían reflejarse en la realidad misma.
"¡Maldita sea!"
Dejó escapar un grito profundo de euforia.
Aún estaba confundido, sin comprender del todo lo que sucedía. Pero, una vez que la verdad se asentó en su mente, la felicidad en su rostro no pudo ser más evidente.
Definitivamente la muerte era el peor castigo de la existencia, vagar por la oscuridad por el resto de la eternidad era algo que nadie debería de experimentar, y ahora que Lucifer lo había experimentado, sin duda no quería volver a vivir ese limbo.
La libertad era lo mejor que podía existir y Lucifer lo comprendía mejor que nadie.
Vivir en aquel limbo era algo que lo había dañado profundamente, y ahora que se había liberado de aquel terrible lugar, Lucifer iba a hacer todo lo posible para no volver a aquel miserable infierno.
"No desperdiciara está oportunidad..."
"Aprovecharé al máximo esta oportunidad que me fue dada..."
Lucifer apretó los puños con determinación, jurándose a sí mismo que no dejaría que este regalo de la vida se le escapara nuevamente.
La muerte le había revelado lo asombroso que era la belleza de la vida, y en el instante en que se dio cuenta de cuán maravilloso era vivir, comprendió que la muerte ya no era algo que deseaba experimentar nuevamente. Así que cuando hizo el trato con aquel Ser, Lucifer no se preocupaba por entender el porqué de su regreso. Lo único que le importaba era vivir, aferrarse al milagro de la existencia, y nunca volver a perder aquello que alguna vez perdió. Todo lo demás era realmente irrelevante para él.
"Ahhh..."
"¡Cómo extrañaba este sentimiento..."
Lucifer cerró los ojos, disfrutando cada movimiento de su cuerpo, cada articulación que había olvidado en su estancia en aquel limbo infernal. Redescubrir el placer de sentir su propia carne fue algo que antes no le significaba absolutamente nada. Ahora, sin embargo, era el sentimiento más sublime que podía experimentar. De pronto, cada detalle pequeño que antes era insignificante, le parecía algo dingo de apreciar, mostrándole una belleza que iba más allá de lo superficial.
Su visión del mundo había cambiado ligeramente. Lo que antes no tenía valor, ahora parecía cobrar sentido en este momento. El aire fresco del bosque, el crujir de las hojas bajo sus pies, la luz filtrada entre los árboles... todo era un recordatorio de lo que había perdido y que ahora podía volver a disfrutar como antes. Era como si su cuerpo y su mente hubieran renacido para enseñarle el camino que debió seguir desde un principio.
"He vuelto..."
El susurro de Lucifer resonó en el silencio del bosque, y su rostro se iluminó con una sonrisa que no solo reflejaba un deseo de revancha, sino también una cierta serenidad que indicaban que había vuelto a la vida con nuevos propósitos. Evidentemente aun había mucho que reparar, muchos asuntos que ajustar, pero también sabía que el tiempo no estaba de su lado y que no todo podría hacerse a su antojo.
Lucifer, confiado como siempre, intentó utilizar su antigua magia. Su energía, su poder... Aquella que lo hizo reconocido y que hizo temblar a sus enemigos durante siglos. Pero al intentar utilizar su antiguo arte, se dio cuenta que ya no podía utilizar su arte antiguo.
"¡Magia de sangre!"
"...."
El eco de su voz se perdió en la vasta quietud del bosque. Lucifer frunció el ceño, sin sorpresa, pero con una reflexión interna.
"Me lo imaginaba..."
El precio de regresar a la vida no era para nada barato. Aquel Ser le había advertido. La vida, como todo lo valioso en la existencia, venía con su propio coste. La magia, sus artes prohibidas y su fuerza física que lo caracterizaban y lo hacían alguien temido por todos, había sido lo que debía pagar por tener una segunda oportunidad en el universo, Y aunque ahora le faltaba esa herramienta fundamental, algo dentro de él sabía que podía encontrar nuevas formas de recuperar lo perdido.
Así, con una mirada decidida, Lucifer comprendió que, aunque había perdido mucho, la oportunidad que se le presentaba ahora era mucho más que la simple restauración de su antiguo poder. Podía reinventarse, evolucionar y forjar un nuevo destino y poder. Pero antes que nada, debía aprender a disfrutar de esta nueva vida, en su forma más pura y bella que existía.
"Ah... Supongo que tendré que empezar de nuevo..."
"Ya no puedo usar mi poder mágico. Ni siquiera soy capaz de acceder a una fracción de mi antigua fuerza... Es como si me hubiera convertido en un alma humana..."
"Sin magia, sin poder, con un cuerpo frágil y pesado que podría quebrarse en cualquier momento... Pero, supongo que el precio a pagar es bastante justo."
"El poder es algo que va y viene. Y sé que puedo recuperarlo cuando lo desee... Así que, no es tan malo como parece. Solo necesito ponerme a trabajar para llegar a la cima del mundo... Pero antes de eso, tendré que avanzar paso a paso."
"Comencemos con lo primero. ¿Dónde rayos me encuentro?"
Lucifer avanzaba por el bosque, sus ojos recorriendo el entorno en busca de algo que le resultara familiar. Trataba de encontrar algún indicio, algún vestigio que le diera una pista de dónde se encontraba, pero, por más que lo intentaba, no hallaba nada que lo guiara. La incertidumbre lo invadía.
"Supongo que no me queda otra opción que seguir caminando..."
"..."
"Tengo que descubrir dónde estoy..."
Pero antes de continuar, algo más llamó su atención. "¿Qué demonios es esta ropa que llevo puesta?"
Lucifer bajó la vista y observó con desdén las prendas que cubrían su cuerpo. Una mezcla de frustración y desconcierto se reflejaba en su rostro al no entender ni remotamente la moda que se había impuesto en el universo.
En su tiempo, Lucifer había usado armaduras de acero forjadas por sus propios súbditos, diseñadas complejamente para él y hechas no solo para proteger, sino para impresionar, para destacar él increíble poder que poseía. Aquellas armaduras eran parte de su esencia, una extensión de su autoridad y su fuerza. Pero ahora, el panorama era completamente distinto.
Lo que llevaba puesto no podía ser más ajeno a lo que solía usar. Sus piernas estaban cubiertas por unas extrañas perneras de un material ligero, tan frágil que parecía que un simple rasguño podría destruirlas. Las botas que calzaba, cortas y ajustadas, no eran más que una burla de las botas de combate robustas que solía llevar. Y la túnica que cubría su torso era aún más desconcertante: simple, poco funcional y, lo más sorprendente de todo, increíblemente frágil.
Era una vestimenta inútil para la batalla, pero, por alguna razón, Lucifer no pudo evitar sentir una ligera satisfacción al mirarse. Aunque no ofrecía ninguna ventaja práctica, el diseño tenía algo... peculiar. Algo que extrañamente le atraía.
"No está tan mal..."
Murmuró con una sonrisa irónica, mientras miraba los harapos con un atisbo de curiosidad. Pasó un buen rato observando las extrañas prendas antes de cansarse y seguir adelante, decidido a encontrar respuestas.
Caminó durante un largo rato con sus pensamientos perdidos en la incertidumbre, hasta que llegó a la orilla de un río extenso. El agua fluía con calma, el sonido relajante del flujo le brindó una sensación de calma momentánea. Lucifer se detuvo, se acercó al borde y, sin pensarlo demasiado, se agachó para beber de la cristalina agua. Aprovechando el momento, se lavó la cara, sintiendo la frescura del agua recorrer su piel.
Al levantar la mirada, fue cuando se dio cuenta de algo. Por primera vez desde su regreso, observó su rostro detenidamente en el reflejo del agua.
"..."
"Sigo siendo el mismo de siempre..."
Sus ojos, rojos como la sangre, reflejaban la misma intensidad de siempre. Su cabello negro carbón, desordenado, caía sobre su rostro de manera casi perfecta, como si desafiara cualquier intento de ordenarlo. La simetría impecable de su rostro, la misma belleza que lo había definido en tiempos pasados, seguía allí, intacta.
Su piel, pálida como la nieve, y su figura esculpida, eran una manifestación de su perfección. Repleto de músculos, pero sin llegar a ser excesivo, cada detalle de su cuerpo mantenía la armonía que siempre lo había caracterizado.
Definitivamente, seguía siendo el mismo de siempre. Y esa constatación le brindó una calma profunda a su Ser. A pesar de todo lo perdido, su esencia permanecía completamente intacta, lo que lo dejo totalmente tranquilo.
"Es momento de continuar...."
Sabiendo que todo seguía igual, Lucifer decidió continuar su camino en busca de las respuestas que necesitaba. Sin embargo, un grito repentino lo interrumpió, proveniente de los alrededores.
"¡Ahhhhh!"
Lucifer, que aún estaba bebiendo agua del río, se levantó de inmediato, alerta, al escuchar el desgarrador grito.
"¿Qué demonios está pasando ahora...?"
Se puso de pie rápidamente, intentando evaluar la situación.
Pero, antes de que pudiera hacer algo, un segundo grito rompió el silencio.
"¡Kyhaaaa!"
El eco del grito resonó en sus oídos, y con ello, sus opciones se redujeron. La decisión era clara: esta era la oportunidad perfecta para hacerse notar, para introducirse en este nuevo universo, y de paso, obtener las respuestas que tanto deseaba.
"No soy fanático de jugar el papel de héroe, pero esta es mi oportunidad para conseguir lo que busco..."
"¡Es momento de presentarme al universo!"
Sin pensarlo dos veces, Lucifer comenzó a correr hacia el origen de los gritos. Su emoción era palpable, ansioso por mostrar al universo quién era él realmente, pero también consciente de que el universo ya no sería el mismo que recordaba. Todo había cambiado, y él tendría que adaptarse a esa nueva realidad.
El universo, en su infinita sabiduría, iba a demostrarle a Lucifer que las reglas de este lugar ya no eran las mismas. Aquello que él conocía, las fuerzas del bien y del mal, ya no existían como antes. Lo que quedaba ahora eran meros vestigios de lo que alguna vez fue.
"¡Vamos a mostrarle al universo quién es Lucifer!"
"¡El príncipe de la luz y la oscuridad!"