Supongo que esta pequeña historia resume bastante bien lo sucedido hasta ahora, por lo que nuestra situación actual está bastante clara.
Todas las semanas, un escuadrón de templarios viene con carros tirados por caballos, demandando docenas de fanegas en comida, recursos y soldados para librar su guerra, si no se pagan, nos atacarán por ser demonios, así es, vivimos en unos tiempos locos.
Mi nombre es Mendo y mi trabajo es dividir los recursos para tener contentos a los templarios, pero cada vez piden mas, y nuestra comida ya escasea mucho. Lo que hace la mayoría de la gente es presentarse voluntaria para formar parte de los templarios, de esa forma tienen comida y refugio seguro, pero no todos creemos en eso ya que a veces un hijo templario tiene que castigar a sus padres por no cumplir las normas.
Hoy es el penúltimo día de la semana, la cosecha esta preparada y dividida para que vengan a buscarla. Antes venían el último día de la semana, pero cada vez son mas, y necesitan un día de preparación para ordenarlo todo.
Hoy ha ido bastante bien, pero todo cambia cuando se oye el relinchar de los caballos acercándose, y eso es exactamente lo que sucede ahora, el camino tapado por los arboles se ilumina, y una sombra se acerca cada vez mas. Los caballos empiezan a dar la vuelta a la esquina, y con ellos el carro.
El carro es impresionante, enorme y brillante, con muchos detalles.
Paran justo enfrente de nosotros y dos hombres con una armadura reconocible, quitándose los yelmos para poder comunicarse fluidamente.
— ¿Tenéis preparado todo? — Pregunta uno de los templarios.
— Así es, aprendimos nuestra lección. — Le contesto.
Una vez se rompió el carro que desplazaba el pago y tuvieron que esperar unas horas, estaban rabiosos y al día siguiente quemaron uno de nuestros campos.
— Así me gusta, subidlo al carro.
— Si señor, aunque vamos a necesitar un poco de ayuda esta vez, nos habéis pedido pedido 10 fanegas, eso es mucho peso para dos personas. — Miro a mi compañero.
— Haced lo que tengáis que hacer, pero esta vez no solo será un campo. — Se ríe sin piedad.
Unos pasos se acercan, al girarme, la veo, es Edith, una chica del pueblo.
— Edith, necesitamos tu ayuda. — Chillo nerviosamente.
Viene lo mas rápido que puede.
— ¿Qué sucede? — Dice observando a los templarios.
— Necesitamos ayuda para subir el pago al carro, ¿Crees que podrías ir a mirar si hay alguien en tu casa para que nos ayude a subirlo?
— Por supuesto, un segundo.
Edith se marcha y nos deja a solas con los templarios, quienes empiezan a hacer un sonido con la boca. Se están impacientando.
— ¿Otra vez haciéndonos esperar?
— No señor, es que la última vez vinieron cuatro templarios y nos ayudaron a subirlo. — Digo temeroso.
— Pues entonces debéis saber que eso se ha acabado, desgraciadamente dieron sus vidas a la guerra, de ahora en adelante nosotros haremos siempre esta ruta, y no nos gusta que nos hagan esperar.
— Entendi...
Los pasos vuelven a oírse detrás, pero esta vez hay mas, y vienen mas rápido.
Al girarnos, vemos a Edith junto a sus dos hermanos y a su padre.
Sin preguntar ni decir una sola palabra, cogemos la carga y la subimos al carro sin problema.
Los templarios asienten, suben al carro y se marchan.
— Muchas gracias por la ayuda, no se que hubiese pasado si Edith no llega a estar en esta parte del pueblo. —Digo aliviado.
— No hay de que, ¿Cuánto peso había ahí? — Pregunta el padre de Edith preocupado.
— Diez fanegas.
— ¡Diez! ¿Y de que vamos a comer nosotros?
— Eso mismo pienso yo, nuestro pueblo no produce mucho mas...
— Aun así no podemos hacer nada. — Dice Edith con voz temblorosa. — Tienen el control total, ¿Y no queremos que nos traten de demonios verdad?
— No, pero aun así hay que buscar una alternativa, si nuestro pueblo no se alimenta, no tendremos fuerzas suficientes para alimentarles a ellos.
Un silencio incomodo envuelve por completo la calle, Edith se despide de mi y se marchan por donde han venido.
— No puede ser Mendo, te has puesto mas rojo que la sangre. — Dice mi compañero sonriendo.
— ¿Y tu no? Podrían habernos matado hoy.
— No me refiero a eso.
— ¿Y a que te refieres? — Balbuceo.
— Ya sabes... ¿Edith?
— ¿Qué dices estas loco?
— Puede, yo solo te digo que tengas cuidado, se te nota mucho, y encima estaba su padre.
— ¿Tu crees? — Pregunto confuso.
— ¿Qué si creo que se te nota? Así es.
— No se que hacer.
— A mi no me preguntes, no conozco mucho del tema.
Tras la ironía de esa afirmación me río.
— ¿Cómo que no conoces el tema? Estas casado.
— Ehmm, si, pero te recuerdo que lo mío fue un matrimonio preparado, la conocí el día de la boda.
— Bueno, supongo que es distinto.
— Si, aunque la quiero con todo mi corazón, estos años han hecho mucho, dime una cosa ¿Has hablado ya con ella?
— No, no se que decirle.
— Amigo mío, creo que le digas lo que le digas le va a gustar, ¿Has visto como te ha mirado cuando se ha despedido? Es como si esperase algo.
— ¿Tu crees?
— Claro que si, pero no te duermas, a parte de Edith tienes muchas cosas que hacer.
— Si, supongo que si.
— ¿Me prometes una cosa?
— ¿Si? — Contesto dudoso.
— No hagas ninguna tontería, ya sabes, con lo de los templarios.
— Pff, no voy a hacer nada, tampoco es que pueda hacer nada, ¿No?
— Bueno, espero que me hagas caso, dicho esto he de marcharme, mi señora me espera.
— Dale recuerdos de mi parte.
Me mira y suspira.
— Estas malgastando tu juventud, nadie tendría que estar trabajando de estas formas.
— Ya, pero es mas una responsabilidad que una obligación.
— Curioso que seas tan positivo, incluso con los tiempos que corren.
Se levanta de la silla, recoge su capa y se marcha.
Me quedo un rato pensando en lo que ha sucedido y en lo que debo hacer.
No puedo permitirme estar mucho mas tiempo aquí, debo volver a casa, he de reponer energías para trabajar en el campo mañana.
De camino a casa no puedo dejar de pensar en lo que me ha dicho mi compañero Percival, no puedo hacer nada para evitar la injusticia, Entonces ¿Por qué sigo dándole vueltas al asunto?
Paro en seco, tengo una extraña sensación, es como si alguien o algo me estuviese observando, ya ha anochecido por lo que no se puede ver mucho e ir por un camino de tierra con una antorcha en la mano no ayuda mucho.
Empiezan a sonar unos pasos, que parecen venir de todas direcciones, cada vez están mas cerca.
No puedo quedarme aquí, esto me aterra. Empiezo a correr hasta llegar a casa.
Al abrir la puerta, me giro para mirar la dirección en la que he venido. Me quedo congelado unos minutos observando, pero ¿Qué sucedería si veo algo moverse?
No sucede nada, lo cual me alivia por completo, ha sido un día muy largo, simplemente estoy cansado.
Entro a casa y cierro la puerta como de costumbre, aunque a diferencia del resto de días, hoy no tengo nada de hambre, estoy asustado, aunque no sabría decir si ha sido por lo sucedido con los templarios o por lo sucedido en el camino de vuelta.
Mi casa está completamente vacía, siempre que entro por la puerta tengo la esperanza de que Edith me esté esperando dentro, y me imagino siendo feliz junto a ella, pero ese deseo nunca se cumple. A pesar de tener veinte años estoy solo, por lo que cada noche, antes de ir a dormir, reviso el diario de mamá que siempre está encima de la mesa.
Mama murió de una forma muy injusta, al igual que papá, un jinete templario perdió el control de su caballo y este se abalanzó encima de ellos.
Tengo una hermana, Isabella, aunque ella se fue.
Percival y Amice, su esposa, nos ayudaron mucho tras la tragedia, a mi hermana y a mi, son como nuestra familia. Creo que nos trataron tan bien, porque a pesar de haberlo han intentado mucho no consiguen tener descendencia, Amice tiene un instinto maternal impresionante, es injusto que no se le pueda conceder su único deseo, por eso mismo creo que cuando nos quedamos sin hogar, ella se volcó tanto en nosotros y le entristeció mucho que nos fuéramos, nos consideraba sus hijos.
Vaya, hacia mucho que no tenía este tipo de pensamientos, la verdad es que me gustaría ayudar a la gente de este pueblo como Percival y Amice nos ayudaron a Isabella y a mi, pero, ¿Cuál es la forma correcta de hacerlo?
Hay muchas preguntas de las que no obtendré la respuesta, y mucho menos estando cansado como estoy ahora.
De un salto me meto en la cama e intento dormir, y no pasa mucho tiempo hasta que lo consigo.