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Chapter 11 - Capítulo 11: Choque de voluntades.

—Entonces, ¿son conocidos? —la voz de un anciano interrumpió el momento. Lo reconocí de inmediato: Dale. Venia acompañando a Shane y otros dos hombres a los que no identifiqué.

—Soy Rick Grimes, compañero de Shane, esposo de Lori. —Rick se presentó antes de que Shane pudiera decir algo.

Dale asintió, observándolo con una mezcla de sorpresa y algo más difícil de descifrar. Sus ojos se desviaron hacia Shane y luego a Rick, como si intentara leer la situación.

—Soy Dale. Supongo que Lori y Carl estarán felices de verte. —Su tono era cordial, pero su mirada seguía evaluando a Shane y Rick. —Vimos los autos y no sabíamos si eran una amenaza, así que decidimos asegurarnos antes de acercarnos. Pero ya que no lo son, deberían venir con nosotros.

Era una explicación razonable. No podían darse el lujo de confiar ciegamente en desconocidos.

—¿Cuántos más son? —preguntó Shane, con el ceño fruncido. Su mirada se posó en mí y en los vehículos detrás de nosotros. No me sorprendió su desconfianza; así era él.

—Él es Daniel. Atrás vienen Morgan y su hijo. Los conocí cuando desperté… son confiables. —Rick intentó disipar la tensión, pero Shane solo gruñó en respuesta.

Dale, notando el ambiente tenso, trató de aligerarlo.

—Será mejor que suban. Los demás están nerviosos.

Rick asintió sin dudarlo.

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El camino hasta la cantera fue tranquilo, pero cargado de una tensión silenciosa. A medida que nos acercábamos, el campamento apareció ante nosotros: varias tiendas de campaña distribuidas sin un orden claro, algunas fogatas apagadas y unos cuantos vehículos dispersos. Modesto, improvisado… y poco seguro.

Los autos se detuvieron en un espacio libre. No tardé en notar que varias miradas se posaban en el Atlas. El imponente vehículo militar destacaba como un faro en medio del caos. Había curiosidad… y oportunismo.

Rick se reencontró con su familia. Observé la escena desde la distancia, sin participar en la emotividad del momento. No pasó mucho tiempo antes de que Shane se acercara con su típico aire de autoridad. Se cruzó de brazos, con una expresión que ya anticipaba problemas.

—Veo que tienes algunos suministros. Aquí compartimos los suministros con todos. Es lo que hacemos. —Su tono no dejaba lugar a dudas: no era una sugerencia, era una orden.

Lo miré sin emoción, dejando que el silencio se estirara un poco antes de responder.

—Eso es interesante, realmente lo es. —Hice una pausa, observando su postura confiada. Sabía que este tipo de hombres no reaccionaban bien cuando se les desafiaba en público. —Pero verás, Shane, yo no soy una persona compartida. Y considerando que conseguí estos suministros sin ayuda de nadie aquí, no veo por qué tendría que repartir lo que es mío.

Shane entrecerró los ojos, irritado. Alrededor, varios del grupo miraban la escena con atención. Algunos parecían incómodos, otros curiosos, pero nadie intervenía.

—Así es como hacemos las cosas aquí.

Incliné la cabeza levemente.

—No, eso es cómo ustedes hacen las cosas aquí. Yo soy un recién llegado y aún no decido si esta comunidad me interesa.

Shane dio un paso adelante, tensando los músculos. No le gustaba que lo desafiara, y menos delante de su gente.

—Nadie puede sobrevivir solo. Si todos actuaran como tú, esto se iría al carajo.

Sonreí de lado, sin humor.

—La diferencia es que no todos pueden sobrevivir solos. —Lo corregí con tranquilidad. —Pero yo sí.

El silencio que se formó después de mis palabras fue pesado. Shane me sostuvo la mirada con una mezcla de desafío y desagrado, pero también con algo más profundo: inseguridad. Sabía que en este mundo, la fuerza importaba. Y yo había demostrado que no me faltaba.

Antes de que Shane pudiera responder, Rick se acercó e intervino.

—Tranquilos, los dos. —Su mirada pasó de Shane a mí, con una calma que contrastaba con la creciente hostilidad. Pero no era solo calma; había un análisis detrás. Estaba tratando de entenderme. —Daniel nos ayudó. Si no fuera por él, Morgan y yo no estaríamos aquí. Y si logró conseguir todo eso por su cuenta, es decisión suya qué hacer con ello.

Shane apretó la mandíbula, visiblemente molesto. No le gustaba que lo desafiaran, mucho menos que Rick lo corrigiera delante de los demás.

—Lo que sea. —Masculló, dándose media vuelta y alejándose.

Algunos susurros se levantaron en el campamento. No me gustaba la atención, pero entendía que este tipo de enfrentamientos eran inevitables. No me había movido un centímetro y ya había ganado un enemigo.

Rick, en cambio, se quedó en su lugar. Dudó un instante antes de hablar.

—Sé que es tu decisión qué hacer con tus cosas. —Su mirada recorrió el campamento, viendo a su esposa y su hijo entre la gente. —Pero viendo la situación en la que están todos… ¿no podrías compartir algunos suministros? Está claro que los necesitan.

Estudié su expresión. No era una exigencia, sino una petición genuina. Pero eso no cambiaba mi postura.

—Lo necesitan, pero no lo obtendrán de mí. Ni siquiera los conozco. No veo el motivo por el cual compartiría los suministros que tanto me costó conseguir con personas que solo he visto unos minutos.

Rick exhaló por la nariz, asimilando mis palabras. Podía ver que no estaba de acuerdo, pero tampoco intentó presionarme más.

—Entiendo. —Su voz era neutra, aunque no completamente libre de decepción.

—Espero que recuerdes lo que te dije antes de venir, Rick. El mundo en el que despertaste no es el mismo que recuerdas. Un grupo es importante y conveniente en ocasiones, pero la supervivencia y cómo vives en este nuevo mundo dependerá de ti mismo.

—Lo entiendo en su mayoría, pero no estoy de acuerdo con tu modo de ver las cosas, Daniel. Ayudarnos unos a otros siempre será lo correcto y lo que nos hará superar lo que venga.

—Sé que no compartes mi opinión. Pero piensa en esto… si tu esposa e hijo estuvieran muriendo de hambre y tienes poco alimento, ¿serías capaz de dejarlos sufrir para alimentar a quien te rodea? ¿O si tuvieras que elegir entre salvar a alguien del grupo y salvar a Carl, qué harías?

Rick me sostuvo la mirada.

—No es lo mismo.

—Lo es. —Mi voz no dejó espacio a dudas. —Quizás no ahora, pero llegará un momento en el que te enfrentarás a decisiones así. Y cuando lo hagas, tal vez recuerdes todo lo que diste a otros… y te des cuenta de que ya no puedes darle a tu familia.

Rick apretó los labios, sin responder de inmediato. Finalmente, asintió levemente y se alejó, volviendo con su familia.

Suspiré.

Mientras analizaba la situación, una voz femenina llamó mi atención.

—Eso fue impresionante. No muchos le plantan cara a Shane.

Giré la cabeza y me encontré con una mujer rubia de ojos azules. La reconocí de inmediato: Amy, la hermana menor de Andrea.

Tenía una sonrisa curiosa en los labios, pero sus ojos eran los de alguien que observaba con interés genuino. No la simple fascinación de un espectador… más bien la de alguien que estaba tratando de entender a la persona frente a ella.

Le sostuve la mirada por un momento antes de responder.

—No me agrada la gente que cree que puede imponerme sus reglas sin siquiera preguntarme.

Amy sonrió con un deje de diversión.

—Te acostumbrarás. O no. Depende de cuánto tiempo te quedes.

—No tengo intención de acostumbrarme. —Desvié la mirada hacia el campamento. —Si me quedo, será para mejorar esto. No para adaptarme a algo que claramente no funciona.

Amy se cruzó de brazos, su sonrisa no desapareció, pero su expresión se suavizó levemente.

—Es raro escuchar a alguien hablar así. La mayoría simplemente intenta encajar, seguir la corriente.

—Eso es lo que los mantiene vivos, pero también es lo que los hace débiles.

Amy inclinó la cabeza, evaluándome. Finalmente, sonrió de lado.

—Veremos cuánto tardas en romper tu regla de no compartir.

La miré por un momento, permitiendo que el silencio hablara. No respondí. No porque dudara, sino porque sabía que, en este mundo, las reglas siempre terminaban cambiando.

Amy sostuvo la mirada un poco más antes de soltar una risa ligera y alejarse, lanzándome una última mirada curiosa por encima del hombro.

Interesante.