Daniel se dejó caer en una silla en la esquina del cuarto, con la mirada repasando el espacio. Colocó el kit de emergencia sobre sus rodillas y comenzó a extraer los materiales con movimientos precisos. Examinó la herida en su brazo: un corte limpio causado por un fragmento de cristal. No era grave, pero no podía permitirse negligencias en este mundo.
Sacó una jeringa y se inyectó un antibiótico de amplio espectro para prevenir infecciones. Luego, limpió la herida con desinfectante, ignorando el ardor. Su pulso se mantuvo firme mientras cerraba el corte con unos puntos básicos y lo cubría con un vendaje ajustado. Terminó su trabajo en silencio, con la eficiencia de quien ha hecho esto más veces de las que le gustaría recordar.
Los disparos recientes habían alterado a los caminantes. Los gemidos guturales y los golpes sordos contra puertas y ventanas se hacían evidentes. Sabía que no sería prudente moverse hasta que se calmaran. Decidió que lo mejor sería esperar hasta la mañana.
Observó la luz tenue que comenzaba a decaer. Pronto oscurecería. Por ahora, este lugar serviría como refugio temporal.
Desvió la vista hacia Rick. Los suministros médicos que había reunido serían suficientes por el momento.
Se levantó y con manos firmes, conectó una bolsa de nutrientes líquidos y una solución salina con la destreza propia de su experiencia quirúrgica. Revisó dos veces las conexiones antes de dar por concluido el procedimiento. Cada acción estaba guiada por la necesidad de mantener a Rick con vida, no por apego emocional, sino porque entendía que un aliado podría marcar la diferencia en este infierno.
Volvió a su silla, recostándose contra la pared. Cerró los ojos, pero no se permitió un sueño profundo; su descanso siempre era ligero, con el oído alerta a cualquier anomalía. Planeaba comer algo más tarde, pero su cuerpo cedió por un instante.
Cuando abrió los ojos, la luz del día ya llenaba el cuarto. Había dormido más de lo previsto.
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El sonido de los caminantes se había calmado. Todo volvió al silencio tenso en el que se había estado moviendo desde que despertó en este mundo.
Daniel revisó su mochila y decidió dejarla en el cuarto. No podía cargar peso innecesario. Su prioridad era trasladar los alimentos, medicinas y otros suministros del almacén al Atlas. Si el tiempo jugaba a su favor, también subiría algunos recipientes con diésel como combustible de reserva.
Sabía que tenía mucho por hacer y pocas horas de luz.
Con el cuchillo asegurado en su cinturón, su arma lista y la linterna en mano, dejó lo demás y se dirigió hacia el almacén de limpieza que había inspeccionado anteriormente. Entró con sigilo, escudriñando cada rincón, y encontró bolsas plásticas de basura. Serían útiles para transportar los suministros de forma más eficiente.
Los medicamentos líquidos y otros artículos frágiles irían en cajas. Gracias al espacio del Atlas, podría organizar todo adecuadamente y aprovechar cada centímetro.
Se movió entre los pasillos con cautela. Su decisión de cerrar las puertas había sido acertada; no encontró caminantes en el camino. Aún así, su atención permanecía afilada en busca de cualquier peligro.
Al llegar al almacén, retiró la cadena con movimientos calculados. Una vez dentro, comenzó a recolectar los suministros siguiendo un sistema riguroso.
Con todos los suministros empacados, comienzó a realizar el transporte llevando la mayor cantidad posible para avanzar rápidamente.
Con cada carga que transportaba al Atlas, Daniel se aseguraba de mantener un orden lógico. No podía permitirse un acomodo descuidado. En una emergencia, necesitaba saber exactamente dónde encontrar cada cosa sin perder tiempo buscando.
Primero, decidió dividir el espacio en áreas funcionales dentro del compartimiento trasero del vehículo.
Empezó por el lado izquierdo, el más cercano a la salida, donde colocó todo lo relacionado con la atención médica. Las medicinas frágiles y sueros fueron asegurados dentro de cajas acolchonadas para evitar golpes. Los medicamentos en pastillas y material médico menos delicado los guardó en una bolsa resistente, asegurada con correas contra una de las paredes del vehículo.
El lado derecho lo destinó a los alimentos. Los enlatados, más pesados, fueron apilados en la base para dar estabilidad, mientras que los alimentos empaquetados quedaron encima, sujetos con una malla improvisada para evitar que se movieran durante el trayecto.
En la parte trasera derecha, reservó un espacio para el agua embotellada. Los bidones más grandes quedaron asegurados contra la pared del compartimiento, mientras que las botellas individuales fueron organizadas en una caja separada para evitar que rodaran o se rompieran.
Para descansar, necesitaba algo más que el asiento del conductor. Buscó en los cuartos vacíos del hospital y encontró dos colchones en buen estado. Los acomodó en la parte central del compartimento trasero, sobre una base hecha con cajas de suministros menos frágiles. Así, tenía un espacio donde dormir sin entorpecer el acceso a los materiales importantes.
El combustible debía estar bien separado del resto de los suministros. Lo colocó en la parte trasera izquierda, en bidones asegurados con correas para evitar derrames.
Finalmente, dejó un espacio libre en el lateral derecho, cerca de la compuerta, para los suministros militares que planeaba recolectar en el campamento. Si encontraba armas, municiones o equipo táctico, ese sería su lugar.
La tarde había caído para cuando terminó de transportar y organizar todos los suministros.
Regresó al cuarto donde estaba Rick, revisando su estado con la misma precisión meticulosa con la que trataría a un paciente en el quirófano. Cambió los suplementos, verificó su frecuencia respiratoria y su estado general antes de dar por terminado el procedimiento. El hombre seguía estable.
Volvió a su silla habitual, tomó su mochila y sacó algo para comer. Mientras masticaba con calma, comenzó a tratar su propia herida. Limpió la zona con desinfectante, revisó que no hubiera signos de infección y renovó el vendaje con un nuevo apósito. Cuando terminó, la luz de la tarde ya se había desvanecido y la noche cubría el exterior.
Se tomó un momento para analizar su situación. Solo habían pasado tres días desde que despertó en este mundo y, en ese tiempo, había asegurado un refugio temporal, reunido suministros esenciales y adquirido un vehículo militar completamente equipado. Su enfoque había sido claro desde el principio: garantizar su supervivencia antes de tomar cualquier decisión a largo plazo. Aún no tenía tantas armas como le gustaría, pero por ahora tenía lo necesario.
Su plan inicial seguía en pie: unirse a Rick y su grupo. Conocía la serie y sabía que ellos tenían una alta probabilidad de sobrevivir, al menos en las primeras etapas del apocalipsis. Sin embargo, su lealtad no estaba garantizada. Si al pasar tiempo con ellos descubría que no eran aptos para este mundo, no dudaría en dejarlos atrás y buscar su propio camino.
El apocalipsis no tenía espacio para los débiles ni para los que se aferraban a una moralidad inflexible. Sobrevivir significaba tomar decisiones difíciles, y Daniel estaba preparado para ello. Aun así, mientras no viera señales de incompetencia o fragilidad peligrosa en el grupo, seguir con ellos seguía siendo su mejor opción.
Notando que la oscuridad había envuelto por completo la habitación, se acomodó en su silla, listo para descansar, aunque sin permitirse un sueño profundo. Su descanso siempre era ligero, con los sentidos alerta ante cualquier sonido inusual.
Mañana sería otro día. Tenía claro su siguiente paso: recorrer el campamento militar con mayor detenimiento. Sabía que entre el caos aún podían quedar equipos tácticos, armas, municiones o cualquier otro material militar útil. No podía permitirse pasar por alto nada valioso.
La exploración del hospital le había demostrado que, a pesar del tiempo transcurrido desde el colapso, aún era posible encontrar recursos si se sabía dónde buscar. La clave estaba en la planificación y en la paciencia. La supervivencia no dependía solo de la fuerza, sino de la estrategia.
Y él tenía ambas.
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¡Hola a todos!
Quiero agradecerles por tomarse el tiempo de leer mi fanfic. Su apoyo significa mucho para mí y me motiva a seguir desarrollando la historia. Me encanta explorar este mundo y darle mi propio giro, y saber que hay personas disfrutándolo hace que valga la pena el esfuerzo.
También me gustaría conocer sus opiniones. ¿Qué les ha parecido la historia hasta ahora? ¿Hay algo que les gustaría ver más adelante? La historia está abierta a sugerencias y siempre es interesante intercambiar ideas con quienes disfrutan este universo tanto como yo.
¡Gracias nuevamente por su apoyo! Espero seguir sorprendiéndolos con cada capítulo.