¿Serias capaz de de luchar contra tu destino a pesar de conocer el inevitable final?, Aun sigo pensando que tipo de historia quiero escribir en este libro. Cual seria la mejor manera de transmitir todos estos sentimientos que tengo acumulados en mi pecho, estos sentimientos que se revuelven dentro de mi como una tormenta.
El Imperio Zephirion ha sido el guardián de la humanidad durante incontables generaciones. Un reino sostenido por el poder de Caleus, el Dios de la creación que protege el equilibrio de este mundo. Su bendición otorga poder a las 4 Casas Ducales que estan bajo la supervision del emperador y mantienen la estabilidad en el Imperio. Sin embargo, cada quinientos años, este equilibrio es amenazado.
El Vacío es el origen del caos. Es una existencia anterior a los dioses, un abismo de oscuridad que busca consumir toda la creación. Se manifiesta en el mundo a través de las grietas, fracturas en la barrera que separa la realidad del abismo. Por ellas emergen criaturas de pesadilla, monstruos que destruyen y corrompen todo a su paso.
Para cerrar estas grietas, los sacerdotes del Templo del Cielo canalizan el poder divino. Sin embargo, la aparición de estas fracturas siempre deja secuelas, y una de las más conocidas y temidas es la Maldición del Vacío.
Cada vez que las grietas se abren, algunos niños nacen marcados por su influencia. Se dice que son fragmentos del abismo infiltrados en el mundo, ya que cuando las grietas desaparecen, ellos mueren como si fueran absorbidos de vuelta a las mismas. El Templo del Cielo ha decretado que estos niños son abominaciones y deben ser exterminados antes de que su mera existencia corrompa el mundo y sus habitantes.
A lo largo de la historia, cientos de ellos han sido cazados y ejecutados sin piedad. Los registros de su existencia han sido eliminados. Son como sombras, como susurros en los pasillos de la historia Imperio.
Pero esta historia no es sobre los que fueron eliminados. Esta historia es sobre la niña que desafió el destino mismo.
En una fría noche de invierno, en los barrios bajos del Imperio, una mujer de cabello oscuro y piel palida llamada Elara —cuyo nombre significa "Estrella brillante" en las antiguas lenguas— se aferraba a la esperanza de una nueva vida. Su vida como prostituta le había dejado cicatrices invisibles, pero cuando supo que estaba embarazada, vio en su hija la oportunidad de escapar de aquel mundo. Sin embargo, esa esperanza se convirtió en horror cuando descubrió la marca oscura en la parte inferior de la muñeca izquierda de su hija.
Su hija había nacido con la Maldición del Vacío.
Elara sintió su respiración entrecortarse.
"No... no puede ser...", susurró.
Con la voz quebrada. El terror la golpeó de inmediato. Sabía lo que ocurría con los niños malditos, los había visto ser arrancados de los brazos de sus madres y ser quemados en plazas públicas. No podía permitir que eso le pasara a su hija.
Recurrió a la única persona en la que podía confiar, la partera que la había ayudado a dar a luz.
"Por favor, no digas nada...", le rogó con lágrimas en los ojos. "Haré lo que sea… lo que sea, solo... solo déjame ir".
La partera, una mujer de avanzada edad, la tomo suavemente de la mano, y asintió con calma. Esto lleno de de esperanza a Elara, pues creia que con esto, todo estaria bien de momento.
La mujer termino de atenderla, y se dirigió hacia la puerta, y mientras esta salia, una sonrisa se podia vislumbrar en su rostro.
El Templo del Cielo ofrecía grandes recompensas a todos aquellos que entregaran a los malditos del vacío, ya que su mision era eliminarlos. Por lo que muchas veces amigos y familias eran traicionados facilmente debido a esto.
…
Horas después, Elara se desperto al escuchar los cascos de los caballos retumbar en las calles de los barrios bajos. Se quedó inmóvil, su instinto le gritaba, tenia que correr. Unos minutos después, un fuerte golpe sacudió la puerta de la habitación destartalada donde se encontraba.
"¡Abrid en nombre del Templo del Cielo!", rugió una voz firme desde afuera.
Elara sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor.
"No… por favor, no ahora...", murmuró, abrazando a su hija con fuerza.
Sin pensarlo más, tomó una capa raída y envolvió a su hija, asegurándose de ocultar su marca.
Cuando la puerta se abrió de golpe, el caballero la vio, ya estaba saltando por la ventana trasera. Ella se deslizo sobre el tejado, y cayo con dificultad en un callejón mientras escuchaba al soldado gritar a sus compañeros.
"Salto por la Ventana… vayan por atras".
El frío mordía su piel mientras corría por los callejones oscuros. El sonido de los soldados persiguiéndola llenaba el aire. El miedo y la desesperación eran visibles en su rostro. A lo lejos, las campanas de un pueblo lejano sonaban con un estruendo ominoso, acompañadas de gritos y antorchas agitadas en la oscuridad.
"¡Detened a la mujer! ¡Lleva consigo un maldito del Vacío!", "¡Encuentren a la impía! ¡No puede haber perdón para los malditos del Vacío!", Gritaban los soldados mientras la buscaban por el barrio.
Elara tragó su miedo y siguió corriendo, forzando sus piernas a moverse más rápido. Su aliento salía en jadeos entrecortados. Sabía que si la atrapaban, no habría piedad ni para ella ni para su hija.
La niña en sus brazos se removió con un gemido débil. La bebé que llevaba en su pecho apenas había nacido hace unas horas, su llanto apenas un murmullo que el viento se llevaba. Una marca negra yacia en ella, un símbolo maldito que condenaba su existencia desde el primer respiro.
Elara continuo corriendo entre los callejones del barrio rojo, intentando ocultarse de los caballeros del templo, pero todo era inutil. Si queria huir de ellos, tendría que dejar el barrio y dirigirse a un nuevo lugar, dejaría atras toda su vida. Pero no habia tiempo para dudar, ahora lo mas importante era poner a su hija a salvo.
Elara con determinación, se desvió hacia un puente, sus pies resbalando en las piedras húmedas, corria sin voltear atras.
"¡No escaparás, mujer impía!", grito un grupo de soldados, bloqueándole el camino al frente.
Las antorchas iluminaban su figura mientras un grupo de soldados aparecía en la parte de atrás, estaba rodeada. Con desesperación, miró a su alrededor. Solo había una opción.
"Mi pequeña... lo siento tanto...", dijo bajando la mirada.
Tomando una última bocanada de aire, y abrazando con fuerza a su hija, saltó al agua helada.
El impacto al golpear el agua fue brutal. La corriente la arrastró con violencia, pero no soltó a su hija en ningún momento.
"Aguanta, mi niña... aguanta...", Rogaba mientras luchaba por mantenerse ambas a flote.
Las voces de los soldados se desvanecieron cuando la corriente la alejó del peligro. Elara nadó con todas sus fuerzas hasta que su cuerpo no pudo más. Encontró una orilla y, con las últimas fuerzas que le quedaban, se arrastró fuera del agua, abrazando a su hija contra su pecho.
"Viviremos... encontraremos un hogar... te lo prometo", dijo a su pequeña abrazándola y besando su frente mientras que luchaba con el dolor y el cansancio.
…
Después de días de agotador viaje, con el cuerpo debilitado y la esperanza menguando, El viento helado de la noche soplaba con en el bosque, La luna, pálida y distante, apenas iluminaba el camino pedregoso donde una mujer caminaba con dificultad. Sus brazos apretaban contra su pecho a su pequeña envuelta en mantas raídas, su corazón latiendo con el mismo frenesí.
Por la noche Elara llego a un pequeño pueblo remoto, lo suficientemente apartado para estar lejos del control directo del Templo. Allí, fue descubierta por el alcalde del pueblo mientras rondaba el pueblo, un hombre curtido por los años y la vida difícil. Enseguida la reconoció como una forastera.
"Parece que llevas días sin probar bocado...", dijo el hombre con voz grave. "No quiero problemas en mi pueblo…", continuo mientras la observaba.
"P-por favor… no tenemos a donde ir…", dijo con una voz rota y cansada mientras luchaba en mantenerse en pie.
El hombre se quedo en silencio por un momento mientras trataba de observarla mejor en la oscuridad, cuando se despejo la luna en el cielo, su luz revelo el terrible estado en el que se encontraba aquella mujer, y tambien revelo la criatura que sostenia entre sus brazos como si fuera su mayor tesoro.
"No me importa quién seas o de dónde vengas. Solo sigue las reglas del pueblo y tendrás un lugar donde quedarte", dijo el hombre bajando la mirada y dando un paso atras.
Elara asintió, apenas pudiendo contener las lágrimas de alivio.
"Gracias... de verdad, gracias", dijo con la voz quebrada intentado mantener la compostura.
El alcalde la guio hasta su casa donde le ofrecio un refugio temporal y comida caliente para ella y su hija, nuevamente Elara le agradecio al alcalde por darles una oportunidad de vivir.
Luego de cenar, este les mostro una habitacion que podian utilizar por esa noche, las despidio y las dejo descansar.
En la oscuridad de la habitacion, Elara rompio en llanto al darse cuenta que habian logrado sobrevivir, abrazo con fuerza a su pequeña mientras veía por la ventana de la habitación y agradecía a los cielos.
"G-gracias… gracias…".
Luego vio a su pequeña que dormía tranquilamente en sus brazos y esbozo una sonrisa, tomando una decisión.
"Tu nombre sera Lyria… que significa libertad", dijo mientras acercaba su rostro a su pequeña. "mi mas grande deseo es que puedas ser libre del destino que se te ah impuesto", dijo mientras levantaba la mirada nuevamente hacia los cielos, como si pidiera que alguien cumpliera dicho deseo.
Fue así como Elara y Lyria lograron asentarse en aquel pueblo. El alcalde les dio una cabaña que estaba vacía en las afueras del pueblo, la cual sería su nuevo hogar. Con el paso del tiempo, lograron integrarse a la comunidad, viviendo con la constante precaución de que algún día el pasado podria alcanzarlas. Y lo haría.
"!!CRACK!!"
Se puede observar como si el cielo empezara a quebrarse, el destino que Elara había temido se acercaba lentamente en las cercanias del pueblo.