Ante la sincera propuesta de Yang Fan, la cara de Wu Xue Mei se llenó de conflicto, mientras la tensión que acababa de apaciguarse volvía a envolver sus mejillas, tiernas y rosadas como flores de durazno en marzo.
—Fanzi, hagámoslo normalmente —dijo Wu Xue Mei con timidez y nerviosismo.
Simplemente mirar las siluetas entrelazadas en el teléfono de Yang Fan la había hecho entrar en pánico hasta casi perder la razón, y mucho menos hacerlo con Yang Fan. Solo de pensarlo se sentía sumamente incómoda, haciendo que hasta sus pelos se erizaran.
—Solo inténtalo un poco, Hermana Wu, definitivamente se sentirá muy cómodo —persuadió Yang Fan.
Si bien esta mujer no evocaba un intenso deseo de conquista como Wu Xuelan, sí presentaba un cierto placer en entrenarla.
Viendo que Yang Fan insistía, Wu Xue Mei mordió su labio y asintió débilmente, —Entonces, está bien.
—Solo seguiremos lo que hacen en el teléfono, cómo lo hacen, lo haremos de esa manera, ¿vale? —Yang Fan dijo sonriendo.