La suave cereza roja que adornaba la llanura nevada se endureció bajo la insaciable succión de Yang Fan.
—Mmm... Mmm... —Wei Juan enlazó sus manos alrededor del cuello de Yang Fan y dejó escapar gemidos voluptuosos como suspiros fragantes.
A pesar de sus mejores esfuerzos por contenerse, los sonidos se escapaban inadvertidamente.
Su rostro se tornaba cada vez más sonrojado, cambiando rápidamente a un rubor profundo.
Sus largas piernas, colgadas sobre el regazo de Yang Fan, se entrelazaban inquietas, frotándose y presionándose la una contra la otra, mientras sus nalgas se movían inconscientemente acercándose a cierta parte de Yang Fan, comenzando una fricción increíblemente sutil.
Aunque las acciones de Wei Juan eran bastante discretas, ¿cómo podrían tales movimientos escaparse de los sentidos de Yang Fan?
Él estaba extremadamente sensible y emocionado en ese momento; incluso un leve movimiento era claramente sentido, y mucho menos tal suave roce.