Bajo el asalto alterno de labios y lengua de Yang Fan, el pequeño cuerpo de Yang Yuan se ablandó en un charco de ternura enseguida.
Ella jadeaba profundamente, gemidos subían y bajaban uno tras otro, su carita más roja que la noche en la que estaba borracha perdida de sus sentidos.
Un tentador rojo brillaba a través del blanco, su piel delicada y tierna inspiraba piedad.
Yang Fan enterró su cabeza en ese atractivo Valle Dorado, sus manos al mismo tiempo se deslizaban subrepticiamente hacia su esbelta cintura.
Viendo esto, Yang Yuan tomó la iniciativa de levantarse su top estampado con tirantes.
El sofocante verano proporcionaba amplia conveniencia para tales actividades, sin necesidad de preocuparse por desvestirse. Un mero alcance lo llevaría directamente al núcleo, a tocar ese lugar suave.