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Chapter 4 - Destellos en la Sombra

La cálida y tenue luz del amanecer se filtra a través de las ventanas de una humilde cabaña. Tomas que yace en una humilde cama de madera, vendado con sus cicatrices al descubierto lleno de vendas, despierta y percibe un ligero olor a manzanilla y menta la cual se encuentra impregnada en el aire. Una joven dama entra con una bandeja de madera la cual sostiene una taza humeante y un paño fresco. Su cabello de un tono verde oscuro el cual está recogido con una sencilla cinta, y unos ojos como si fueran esmeraldas los cuales brillan reflejando una mezcla de preocupación y alivio al ver a Tomas despertarse.

Tomas queda sin palabras debido a la presencia que emanaba la joven dama la cual le transmitía un aire de calma, algo que no había sentido en mucho tiempo.

Joven señorita (Con una voz firme pero suave):

— Me alegra que hayas despertado. —

Mientras se acerca a la cama en la que esta acostado Tomas.

— Aunque hayas despertado, deberías seguir descansando, la mayoría de tus heridas ya se han cerrado, pero esa herida en tu abdomen parece que tardara más tiempo. —

Tomas permanecía en silencio mientras trataba de entender la situación en la que se encontraba.

Tomas (Ronco, y con una voz débil):

— ¿Dónde me encuentro...?, ¿Y quién eres tú...?

Joven señorita (Mientras le muestra una sonrisa):

— Esta es mi casa, estamos en el pueblo de Virendale y yo me llamo Alenya... Alenya Jadehart. Mi padre y yo somos los médicos del pueblo y yo te encuentre herido en una de las cuevas cercanas de donde yo recolecto hierbas medicinales. —

Tomas que se encuentra algo desorientado y con un dolor agudo en el abdomen busca su daga de Cryotum, Alenya lo detiene con un movimiento rápido, colocando la bandeja de madera que llevaba en la mesa cerca de la cama donde estaba Tomas.

— Deberías evitar hacer esos movimientos estando herido, si lo que buscas es tu daga te la devolveré cuando te hayas recuperado totalmente, mientras tanto bebe esto. —

Alenya le entrega la taza que estaba en la bandeja la cual tenía el aroma a miel y raíz de jengibre lo tranquiliza. Tomas bebe un sorbo y frunce el ceño.

Tomás (Entre dientes):

—Está dulce… —

Alenya esboza una ligera sonrisa mientras observa la expresión de Tomas.

Alenya (Mientras se está riendo):

— Jajaja... No esperaba ver a un adulto con tantas heridas que no soportara una bebida dulce. —

Tomas simplemente permanece en silencio mientras toma de su taza y observa la risa de Alenya.

Alenya se sienta en la cama donde esta Tomas y con una mirada curiosa continua su conversación con él.

— Ahora que lo pienso, ya te eh dado mi nombre, pero tu aun no me dices el tuyo. ¿Cuál es tu nombre? —

Tomas (Tranquilamente):

— Es verdad, mi nombre es Tomas... Tomas Silver. —

La luz del amanecer se intensificaba, tiñendo la cabaña de tonos dorados. Alenya terminó de ajustar los vendajes y retrocedió un paso, observando a Tomás con una mezcla de curiosidad y cautela. Sus ojos esmeralda brillaban como si guardaran secretos ancestrales, pero su voz suave rompió el silencio:

Alenya:

—Tomas Silver… —

Repitió su nombre, como si probara su sabor.

— Un nombre que suena a hojas secas crujiendo bajo la nieve. ¿Eres del norte, quizá? —

Tomás desvió la mirada hacia la ventana, donde el bosque empezaba a despertar. No estaba acostumbrado a responder preguntas, menos aún a las que indagaban en su pasado.

Tomas (Fingiendo indiferencia):

—Tal vez... En realidad, no recuerdo mucho de mi pasado. —

Alenya no se inmutó. Tomó la taza vacía y la colocó en la bandeja, pero antes de retirarse, sus dedos rozaron el borde de la manta que cubría a Tomás. Un contacto fugaz, pero cálido.

Alenya inclinó la cabeza, su colgante de jade rozando el borde de la manta.

Alenya (Murmurando):

—Las heridas del cuerpo sanan... —

Mientras Alenya murmura su jade pulsaba al compás de su voz

— Pero las que escondes aquí… —

Su dedo trazó un círculo sobre su propio pecho, donde el colgante brillaba.

—Son como raíces envenenadas. Si no las arrancas, crecerán hasta ahogarte. —

Tomás sintió como su daga de Cryotum vibraba en la esquina, como si tratara de comunicarle algo en relación con el colgante que llevaba Alenya. Tomas trataba de concentrarse, pero la situación junto a Alenya era algo desconocido para el por lo que lo dejaba desconcertado.

Los ojos de Alenya se posaron en su pecho, donde latía el corazón.

— Esas son las que más tiempo requieren... —

Tomás apretó los puños inconscientemente. Era la primera vez que alguien hablaba de sus cicatrices invisibles. No sabía si sentirse expuesto o aliviado.

Tomas (Tratando de desviar la conversación):

—¿Esa es tu forma de analizar a todos los desconocidos que traes aquí? —

Alenya (Sonriendo sin ningún rastro de burla):

—Solo a los que llevan dagas hechas de Cryotum —

Responde mientras toma un tono de voz bajo.

— Esa hoja… no es un arma común. Pertenece a las Tierras Heladas de Nórdheim, ¿no es así? —

El ambiente se volvió tenso, debido a que la reacción de su daga pareciera no ser simplemente por el colgante de Alenya, y pareciera que ocultaba muchos más secretos de los que él creía.

—El Cryotum elige a sus portadores —

Musitó Alenya, como si leyera sus pensamientos

— Y a ti te ha elegido para algo más que derramar sangre. —

Antes de que Tomás pudiera responder, el sonido de pasos resonó en el exterior. La puerta se abrió con un chirrido, revelando a un hombre mayor de cabello cano y ojos grises: Elion Jadehart, padre de Alenya.

Elion:

—Hija, los preparativos para la cosecha de valeriana… —

Se detiene al observar que Tomás despertó.

— Ah, nuestro huésped ha regresado al mundo de los vivos. —

Su tono era amable, pero Tomás notó la forma en que Elion examinó la daga de Cryotum, colocada sobre un arcón en la esquina. No era la mirada de un simple médico, sino la de alguien que reconocía el poder del metal ancestral. Tomas solo podía ocultar su sorpresa ya que tal parecía que este no era un pueblo cualquiera o por lo menos esta familia no lo era.

Alenya (Mientras presenta Tomas a su padre):

—Padre, este es Tomas... Tomas, Elion Jadehart. —

El anciano asintió con respeto, pero Tomás no pasó por alto el brillo de preocupación en sus ojos.

Elion:

—Bienvenido a nuestro hogar, forastero. Aunque espero que tu estancia aquí no atraiga… complicaciones. —

La advertencia era velada, pero clara. Tomás asintió brevemente, comprendiendo el mensaje: "No traigas tu guerra a nuestra puerta".

Mientras Elion se retiraba, Alenya tomó un frasco de ungüento y lo colocó en la mesa de noche.

Alenya (Con un tono de voz fuerte):

—Descansa, que aun debes de velar por tu recuperación. —

Al salir, una brisa entró por la ventana, acariciando el colgante de jade que colgaba de su cuello. La piedra brilló levemente, y por un instante, Tomás juró ver el reflejo de un gran árbol en ella.

Alenya regresó al mediodía con un cesto de raíces de valeriana, sus manos manchadas de tierra. Tomás, ahora sentado en un taburete junto a la ventana, seguía cada uno de sus movimientos. La luz del sol filtrada por el follaje dibujaba patrones dorados sobre su cabello verde, recordándole a Tomás los vitrales de una catedral abandonada que había saqueado años atrás.

Tomás (Repentinamente):

—¿Por qué me salvaste? —

Rompiendo el silencio. Su voz sonó áspera, como si las palabras le arañaran la garganta.

— Podría ser un bandido. Un asesino. —

Alenya dejó el cesto sobre la mesa sin apartar la mirada de él.

Alenya:

—Las hierbas no juzgan. Curan a quien las necesite —

Respondió, deslizando un manojo de tomillo entre sus dedos.

— Además, tu mirada, aunque es afilada no es la de alguien sanguinario, eso mismo se puede ver reflejado en tu daga de Cryotum. Ya que ese es un metal muy especial. Se alimenta de voluntad… y la tuya aún brilla, aunque intentes ocultarla. —

Tomás contuvo una mueca. Nadie le había hablado así desde… *nunca*.

Tomás:

—¿Y tú? —

Contraatacó, señalando su colgante.

— Esa piedra no es de ningún mercado. Parece una reliquia del pasado, y se siente una energía muy antigua. —

Alenya se quedó inmóvil. Por primera vez, su máscara de calma se resquebrajó, revelando un destello de dolor.

Alenya (Con una expresión de la cual se vislumbra dolor):

—Es un legado. —

Mientras soltaba un suspiro el silencio permaneció por unos segundos

—Uno que mi madre pagó con sangre. —

Esa noche, mientras Elion revisaba los vendajes de Tomás, la luna llena bañó la cabaña con su luz plateada. El anciano dejó caer un frasco de tintura de árnica, y al agacharse para recogerlo, su túnica se entreabrió, mostrando una marca en su clavícula: un árbol estilizado, idéntico al grabado en el colgante de Alenya.

Tomás (Curioso):

—¿Sabes algo sobre los altos elfos? —

Preguntó Tomás, mientras que con una expresión que mostraba una mirada con indiferencia señala el símbolo.

Elion se enderezó lentamente, sus ojos grises nublándose como un lago al amanecer.

Elion:

—Los Altos Elfos son seres sagrados, seres de leyenda que se encargan de la protección del árbol del mundo Eryndor. —

Respondió, ajustando su túnica con un movimiento brusco.

— Pero incluso los seres de leyenda.... A veces dejan caer algunas semillas. —

Y antes de que Tomás pudiera seguir insistiendo, un aullido se oyó a lo lejos como si desgarrara la noche.

Antes de que Tomás pudiera insistir, un alarido desgarró la noche. Alenya irrumpe en la cabaña, y su jade brillaba con un fulgor sobrenatural.

Alenya (Jadeando):

—¡Los lobos! —

Mientras su preocupación se distingue en su rostro.

— Hay una manada en el bosque. Algo los enfureció. —

Tomas coge rápidamente su daga antes de que Elion se diera cuenta siquiera, sin poder detenerlo. La daga de Cryotum comenzó a vibrar como si respondiera a la luz que emitía el colgante de jade de Alenya. Runas comenzaron a tallarse en la hoja mientras brillaban con un tono azul glacial, proyectando sombras danzantes en las paredes.

Tomás (Con una voz fuerte):

—Quédense aquí —

Ordena Tomás, mientras ignora el dolor punzante en su costado.

Alenya lo bloqueó con un brazo, su mirada esmeralda ardiendo.

Alenya:

—No eres el único que sabe pelear —

Responde mientras sale de la habitación, rápidamente vuelve con una gran cantidad de botellas pequeñas las cuales contenían diversos venenos.

— No te tendrás que preocupar por mí, puede defenderme a mí misma por lo menos, pero tu sigues herido así que en el peor de los casos necesitaras de mi asistencia si tus heridas empeoran. —

En el bosque, las sombras respiraban. Una docena de lobos de pelaje negro, con ojos rojos como brasas, rodeaban a un ciervo herido. Pero estos no eran bestias comunes: sus colmillos goteaban un líquido púrpura, y entre sus patas, el suelo se marchitaba.

Elion (Murmurando):

—¡Sombralobos! —

Murmuraba Elion, que los había seguido a pesar de las protestas de Tomás

—Criaturas del Clan Vel'Tharion… Esto es un mensaje. —

Alenya avanzó, su jade pulsando al unísono con el Cryotum.

Alenya (Susurrando):

—No parecen ser solo lobos… —

Mientras los observa detenidamente un pensamiento repentino surge en ella.

— Son espejos. Reflejan la oscuridad que llevamos dentro. —

El primer ataque fue un torbellino de garras y hielo. Tomás se movió por instinto, su daga trazando arcos mortales, pero cada herida que infligía a los lobos se cerraba demasiado rápido. Alenya, entre tanto, danzaba entre las bestias, las evadía mientras lanzaba sus botellas que contenían venenos a la vez que le entrega el antídoto a Toma y a su padre.

Elion (Gritando):

—¡El jade, Tomás! —

Desde la retaguardia Elion le grita a Tomas

— ¡Usa el jade! —

En un momento de distracción, uno de los Sombralobos embistió a Alenya. Tomás reaccionó sin pensar: lanzó su daga, clavándola en el ojo de la bestia, y corrió hacia ella. El colgante de Alenya estalló en un destello esmeralda, y el Cryotum, aún empalado en el lobo, resonó con un canto ancestral.

Los Sombralobos aullaron en agonía mientras una niebla verde los consumía. Cuando se disipó, solo quedaban huesos cubiertos de escarcha.

De regreso en la cabaña, Elion reflexiona sobre lo que estaba pasando debido a que las bestias que iban a atacar a el pueblo eran las criaturas que pertenecían a uno de los cinco clanes que se encargaban de proteger los sellos que limitaban el territorio contra los ángeles y los demonios según el tratado que se firmó tras acabar la gran guerra santa.

—Esto es extraño, porque aparecieron esas criaturas aquí, esos lobos son del continente de Eldarya. —

Mientras tanto se acerca a Alenya y toma su colgante, abriéndolo, es así como Tomas logra ver un pequeño pedazo de madera dentro del colgante.

— Tal vez lo que buscaban era esto. —

Tomas (Confundido):

— ¿Ese pedazo de madera? ¿Cómo podría ser eso tan valioso? —

Alenya le responde a Tomas mientras en su rostro se refleja algo de melancolía.

Alenya:

— Ese pedazo de madera, pertenece al árbol del mundo Eryndor. —

Elion continua.

Elion:

— La madre de Alenya es una descendiente mestiza de un alto elfo, el cual era uno de los guardianes de la santa Sylvara Elyndra. —

Tomas (Sorprendido):

— Entiendo... —

Tomas no era capaz de procesar la información que se le había revelado tan repentinamente.

— Espera... entonces la semilla a la que te referías era sobre la madre de Alenya y a la propia Alenya. —

Alenya (Con melancolía):

— Así que una semilla eh... —

Expresaba mientras observaba a su padre

Elion (Tratando de cambiar de tema):

— E... Es verdad..., pero aun así los del Clan Vel'Tharion no tendría que interesarse en un pequeño fragmento de Eryndor siendo que podrían solicitarle al Alto elfo que lo protege en esta generación el observarlo o incluso tomar un pequeño pedazo del ya que su clan hace una noble misión. —

Mientras se rasca la cabeza pensando en las posibilidades.

— Ah... no lo entiendo, de todos modos, sea esto una coincidencia o no deberás tener más cuidado Alenya. —

Alenya:

— Esta bien papá. —

A su vez Alenya dirige su mirada hacia Tomas para replicarle

— ¡Tomas...! será mejor que no saltes al peligro como ahora cuando aún no te has recuperado por completo. —

Tomas simplemente muestra una mirada baja de manera inexplicable ante las palabras de Alenya.

Pasan los días y Tomas ya se recuperó lo suficiente para poder moverse con más libertad a su vez siente una presencia conocida y se dirige hacia ella.

Tomas (Con disgusto):

— Que es lo que haces aquí Lyrion. —

Lyrion sale de la sombra en la cual se ocultaba y se presenta ante Tomas con su singular y molesta sonrisa.

Lyrion (Burlándose):

— Jajaja... quien diría que vería al gran Lobo domesticado como un perro hogareño. —

Tomas se acerca rápidamente y apunta la garganta de Lyrion con su daga mientras muestra una expresión de molestia por su presencia.

— Wowowow... Tranquilo compañero. —

Tomas corta la conversación rápidamente.

Tomas (Con molestia):

—¡No somos compañeros! —

Lyrion:

—Oh... eso si me deprime. —

Tomas presiona aún más la daga contra el cuello de Lyrion.

— Entiendo... bueno eso ya no importa, vine a darte unas noticias y una advertencia. —

Lyrion toma un poco de aire y prodigue.

— Yo te eh encontrado debido a mis medios especiales, pero tampoco subestimes la red de información de la Luna Sangrienta, así que te recomiendo que te alejes de aquí y reportes el éxito de tu misión de una vez. —

Tras las palabras de Lyrion, Tomas baja lentamente su daga, pero su mirada no pierde intensidad. Lyrion, con su sonrisa burlona intacta, mientras se mezcla con las sombras su voz permanece como si fuera un susurro.

Lyrion:

— Recuerda, Lobo plateado: Tu fuerza provenía de tu soledad, si te atas a una manada a la cual proteger solo te hará vulnerable. —

Antes de desaparecer por completo, arroja un pergamino sellado con el símbolo de la Luna Sangrienta. Tomas lo abre y lee:

"Misión cumplida. Regresa al Cuarto Creciente para informe final. – Aetheria Argentum"

El nombre de Aetheria resuena como una amenaza. Tomas quema el pergamino emanando su energía, pero guarda silencio.

Esa noche, Alenya encuentra a Tomas en el bosque, limpiando su daga de Cryotum bajo la luz de la luna mientras queda absorto observando la luz que emana.

El viento acaricia el jade de su collar, que brilla en sincronía con el metal ancestral.

Alenya (En voz baja):

— ¿En qué tanto piensas? —

Tomas que andaba perdido en sus pensamientos.

Tomas (Sorprendido):

—¡Ah!, no note que estabas cerca —

Alenya se acerca más a Tomas sentándose a su lado mientras al igual que el observa la luna.

Alenya (Insistiendo):

— Aun no me respondes. —

Tomas: 

— … Dentro de poco me tendré que ir. —

Responde Tomas luego de que se tomara un tiempo pensándolo.

— Hoy en la en la tarde un molesto conocido me recordó el tipo de vida que tengo, y lo que no puedo tener. —

Alenya al escuchar esas palabras acerca su cuerpo al de Tomas teniendo un contacto más cercano.

Alenya (Con una voz suave):

— Acaso la vida que tienes no sería una a mi lado... —

Alenya dice esas dulces palabras mientras su rostro se ruboriza para luego ocultarlo de la mirada de Tomas.

Tomas queda desconcertado ante las palabras de Alenya.

Tomas:

— Tal vez una vida así … seria lo mejor. —

Y en la noche en la que brillaba intensamente la Luna y las estrellas, Tomas abraza suavemente a Alenya mientras juntan sus labios uniéndose en un dulce beso.

El amanecer tiñe el cielo de tonos dorados y violáceos, iluminando el pequeño pueblo de Virendale. La cabaña de Alenya y su padre, Elion, está envuelta en una calma tensa. Tomás se prepara para partir, ajustando las correas de su daga de Cryotum, mientras Alenya lo observa desde la puerta, su colgante de jade brillando suavemente. El viento acaricia su cabello verde, y el aroma a manzanilla y menta impregna el aire, recordando a Tomás los días de recuperación que pasó allí.

Alenya (Con voz temblorosa):

—¿Volverás? —

Tomas (Evitando su mirada, mientras ajusta su daga):

—No puedo prometer algo que no sé si podré cumplir. —

Alenya (Acercándose, sosteniendo un brazalete tejido con hierbas):

—Entonces toma esto. Es un brazalete hecho con hierbas que ahuyentan a los lobos... y a las sombras. —

Tomás (Tomando el brazalete, notando cómo brilla levemente al contacto con su piel):

—¿Es magia? —

Alenya (Sonriendo con tristeza):

—Es protección. Y un recordatorio de que, no importa cuán lejos estés, siempre habrá una luz que te guíe de regreso. —

Tomas (Mirándola directamente):

—Alenya, no soy un hombre bueno. He hecho cosas que no puedo olvidar... cosas que no quiero que tú veas. —

La mirada de Tomas reflejaba una mezcla de dolor y determinación

Alenya (Acercando su mano a su corazón):

—No te juzgo por tu pasado, Tomás. Te veo por lo que eres ahora... y por lo que podrías ser. —

Tomas (Apretando el brazalete, sintiendo su calor):

—Si regreso...—

Alenya (Interrumpiéndolo, con firmeza):

—Cuando regreses. Porque sé que lo harás. No importa cuán oscuro sea el camino, siempre habrá una razón para volver. —

Tomas (Asintiendo lentamente, con una sonrisa amarga):

—Eres demasiado optimista para alguien tan pequeña. —

Alenya (Riendo suavemente):

—Y tú eres demasiado pesimista para alguien que es tan fuerte y grande. Además, llevas tu daga de Cryotum y un metal así nunca ha sido fácil de controlar. —

Tomas (Suspirando, mientras guarda el brazalete en su muñeca):

—Tal vez... pero no sé si esa razón es suficiente. —

Alenya (Tomando su mano, con una mirada intensa):

—Entonces encuentra una. Por ti... y por mí. —

El sol comienza a asomarse sobre las montañas, iluminando el rostro de Alenya. Tomás siente una mezcla de dolor y esperanza al mirarla. Por un momento, el mundo parece detenerse.

Tomás (En voz baja):

—No sé si merezco esto... merecerte a ti. —

Alenya (Sonriendo, con lágrimas en los ojos):

—No se trata de merecer, Tomás. Se trata de elegir. Y yo te elijo a ti, con todo lo que eres. —

Tomás (Acercándose, con una expresión vulnerable):

—Entonces... espera por mí. No sé cuánto tiempo tomará, pero volveré. —

Alenya (Asintiendo, mientras una lágrima cae por su mejilla):

—Te esperaré. Pero prométeme una cosa...—

Tomás (Mirándola a los ojos):

—Lo que sea. —

Alenya (Con voz firme):

—No dejes que la oscuridad te consuma. Recuerda que hay algo más allá de la sangre y el hielo... hay luz. Y esa luz te espera aquí. —

Tomás asiente, sintiendo el peso de sus palabras. Con un último vistazo a la cabaña y al pueblo que lo acogió, se da la vuelta y comienza a caminar hacia el bosque. Alenya lo observa desde la puerta, su colgante de jade brillando con intensidad.

Alenya (Susurrando, mientras Tomás desaparece entre los árboles):

—Vuelve a mí, Tomás Silver... Vuelve a mí. —

El viento lleva sus palabras como un eco, y Tomás, aunque ya no puede verla, siente su presencia en el brazalete que lleva en su muñeca.

Tomas retorna a una de las sedes de la Orden de la Luna Sangrienta, y su expresión no ha cambiado en nada, pero conforme va haciendo más misiones sus encuentros con Alenya se hacen más notorios en los sutiles cambios de actitud que va mostrando.

La sala de mármol negro de la Orden vibró con pasos sigilosos cuando Tomás cruzó el umbral. Su capa, impregnada del olor a hierbas silvestres de Virendale, contrastaba con el aire a azufre y metal quemado del bastión. Un grupo de reclutas novatos se apartó al verlo pasar, pero esta vez, Tomás no evitó sus miradas. Uno de ellos, un joven demonio de cuernos retorcidos, se atrevió a asentirle en señal de respeto.

Recluta Nuevo (En voz baja, a su compañero):

— ¿Viste? El Lobo Plateado casi sonrió… —

Tomás fingió no oír, pero sus dedos rozaron el frasco vacío cerca de su daga de Cryotum que guardaba en su cinturón. Dentro, quedaban rastros de miel de Virendale.

En los pasillos, las runas de vigilancia parpadearon con un tono más cálido al detectar su Rei. Hasta la oscuridad parecía retroceder ante él.

En el salón de entrenamiento, donde las dagas dibujaban arcos de muerte, dos asesinas intercambiaban susurros mientras limpiaban sus armas:

Asesina 1 (Frotando una daga con veneno de serpiente):

— Notaste cuánto tarda en volver ahora? Antes sus misiones duraban tres días… ahora son semanas. —

Asesina 2 (Afilando una hoja con desdén):

— Le crecen raíces en algún lugar. Dicen que la Red de los Susurros sigue sus pasos… pero alguien está borrando sus huellas. —

Aetheria Argentum, la Luna del Cuarto Creciente, observaba desde las sombras. Su pelo plateado brillaba como hielo bajo la luz de las antorchas, y sus ojos carmesí seguían cada movimiento de Tomás con desdén.

Aetheria (Murmurando): 

—Un humano que juega a ser lobo…— 

Ajustando su guante de seda negra. 

—Luminis comete un error al confiar en él. —

En la Cámara del Eclipse, un círculo de tronos de ébano rodeaba un mapa de Ethalios grabado en el suelo. Aetheria ocupó su asiento con elegancia vampírica, mientras Luminis Umbra, Señor del Eclipse, flotaba en el centro como una sombra corpórea.

Aetheria (Con voz meliflua, cargada de hielo):

— El humano olvida su lugar. Se alimenta de esperanzas… y eso lo hace débil. —

Un holograma de Tomás se materializó sobre la mesa: imágenes de él negociando con mercenarios en vez de matarlos, curando heridas menores en aldeas remotas, y durmiendo bajo las estrellas en vez de en los cubiles de la Orden.

Crescens (Crujiendo los nudillos, su cicatriz brillando bajo la luz de las antorchas):

— Su Rei ha crecido… pero su lealtad se desangra."

Aetheria (Golpeando la mesa, haciendo temblar las copas de vino de sangre):

— ¡Es una amenaza! Controlamos bestias rompiéndoles el alma… no alimentándoles el corazón. Esa humana es su cadena. —

El holograma cambió: Alenya caminaba por Virendale, su jade brillando incluso en la proyección. Aetheria señaló el colgante con un gesto teatral.

— Tomadla. Romped su aldea. Y cuando él venga a salvarla…—

Sus ojos carmesí se posaron en Luminis Umbra, quien observaba desde las sombras.

Luminis (Con voz grave, emergiendo como una sombra tangible):

— …Le ofreceremos un trato. Su amor por su vida… y por la de ella. —

Nox Mortiferum (Un nigromante anciano con voz de serrín):

— ¿Y si se rebela? Ahora es capaz de herir incluso a una Luna…"

Aetheria (Sonriendo con todos sus colmillos al descubierto):

— Por eso yo lideraré el ataque. Si el Lobo muerde… disfrutaré arrancándole los colmillos. —

Mientras el Consejo se disolvía, Lyrion apareció frente a Aetheria en un remolino de sombras. Su sonrisa era un desafío.

Lyrion (Jugando con una daga de hielo espiritual):

— Cuida tus pasos, Cuarto Creciente. Tomas no es el único que esconde raíces… —

Aetheria (Clavándole una mirada asesina):

— ¿Amenazas, Lyrion? Eres un líder de escuadrón… no una Luna. —

Lyrion (Riendo mientras se desvanecía):

— Las lunas menguan… pero las sombras son eternas. —

Tomas se encuentra en el pueblo de Alenya descansando y a través de una gema con una runa de comunicación se le comunica sobre su siguiente misión.

El amanecer teñía el cielo de tonos violáceos cuando Tomás ajustó la correa de su daga de Cryotum. Alenya, de pie en el umbral de la cabaña, sostenía su colgante de jade con una mano, como si la piedra pudiera retenerlo. El viento jugueteaba con su cabello verde, y Tomás memorizó cada detalle: el brillo de sus ojos esmeralda, la curva de su sonrisa triste, la forma en que la luz del alba se reflejaba en el jade heredado.

Tomás (Con voz ronca, evitando su mirada):

— Volveré antes de que la luna crezca. —

Alenya (Susurrando, con un hilo de ironía):

— Prometes como si el tiempo te obedeciera. —

Tomás no respondió. Simplemente le dice 

Sabía que las promesas en su mundo eran grietas por donde se filtraba la muerte. En su lugar, le entregó un pequeño frasco con un cristal tallado con runas de hielo:

Tomás:

— Recientemente eh sido capaz de manejar mejor las runas. Si te encuentras en peligro … rómpelo. Yo… lo sentiré. —

El frasco contenía una esquirla de Cryotum, imbuida con su Rei. Alenya lo tomó, y por un instante, sus dedos se entrelazaron. No hubo más palabras. Tomás partió hacia el norte, hacia una misión que olía a trampa: "Interceptar un cargamento de armas demoníacas en el Paso de los Suspiros".

Mientras Tomas se adentra en el oscuro sendero hacia el Paso de los Suspiros, con la daga de Cryotum resplandeciendo débilmente a la luz menguante de la luna, su figura se funde con la penumbra del bosque. Cada paso lo aleja del pueblo de Virendale y de la única luz que le queda en el alma, mientras su mente retumba con las palabras de Lyrion y la promesa de venganza. Sus heridas laten en sincronía con su determinación, y cada suspiro parece cargar el peso de un destino ineludible.

A kilómetros de distancia, en un risco imponente sobre el pueblo, Aetheria Argentum, la Cuarto Creciente, se alza entre las sombras. Con una mirada fría y calculadora, convoca a sus escuadrones mientras sus subordinados se despliegan como una marea oscura, listos para atacar el pueblo de Alenya. La atmósfera en esa fortaleza de la venganza palpita con el estruendo silencioso de preparativos mortales, y el brillo carmesí de sus ojos revela un odio ancestral contra todo lo que Tomas representa.

En lo alto de una colina oculta, Lyrion se posiciona, su figura apenas perceptible en el crepúsculo. Gracias a su habilidad única, observa en dos pantallas de la realidad: a la izquierda, la silueta solitaria de Tomas, encaramada en la senda de su misión; a la derecha, Aetheria y sus letales órdenes avanzando hacia el pueblo, como presagio de una tormenta de fuego y sombras. Mientras tanto Lyrion activa su habilidad de policognición siendo así que es capaz de observar varias situaciones de manera simultánea siempre que uno de sus objetivos haya sido marcado previamente por él.

Y Tomas fue marcado durante su lucha en la prueba de las torres y en el caso de Aetheria Lyrion marco a uno de los asesinos que la acompañan

Con la moneda de oro que siempre lleva en la mano, Lyrion la hace girar lentamente, dejando que el tintinear se funda con el eco del destino.

Lyrion (Murmurando mientras ríe con una voz irónica):

—Una cara con un lobo... la otra, con una luna sangrienta. ¿Acaso el Lobo Plateado será capaz de romper sus cadenas y forjar su propio destino, o caerá en la oscuridad que lo persigue? —

El viento arrastra sus palabras entre los árboles, mientras las dos rutas se alejan en la noche, cada una marcada por el ineludible peso de la traición, la venganza y la redención. Así, en ese preciso instante, el destino de Ethalios parece bifurcarse, y Lyrion, observador de sombras, se ríe suavemente, sabiendo que el juego apenas comienza.

Con ese eco de incertidumbre y desafío, la noche se cierra, dejando en suspenso la promesa de un futuro incierto, en el que la luz y la oscuridad lucharán por definir el destino de todos.