El viento silbaba entre las ruinas de Aethelgard, arrastrando consigo el lamento de los muertos y el eco de batallas olvidadas. La ciudad, antaño un emblema de la gloria del Orden, yacía ahora en cenizas, un laberinto de sombras y destrucción. Sus torres derruidas y calles cubiertas de escombros eran testigos mudos de una guerra sin fin.
Kael, el Guerrero del Caos, avanzaba entre los restos de la ciudad con paso firme, su silueta recortada contra la luz pálida de la luna. Su armadura negra, marcada con símbolos prohibidos, reflejaba la esencia misma de la oscuridad. Su cuerpo, cubierto de cicatrices, era un mapa de incontables batallas, y sus ojos, rojos como la sangre, destellaban con una furia contenida.
Desde niño, Kael había rechazado las cadenas del Orden. Había crecido entre escombros y fuego, y su corazón ardía con el deseo de ver un mundo donde el Caos no fuera sólo destrucción, sino también libertad. Su magia, una fuerza indomable de energía oscura, era capaz de desgarrar la realidad misma, pero también de remodelarla según su voluntad.
El palacio del Orden, antaño una fortaleza impenetrable, yacía en ruinas. Sus muros fracturados y estandartes desgarrados eran un eco de la derrota de sus antiguos soberanos. Frente a él, un mural casi intacto representaba a los antiguos héroes del Orden, sus rostros congelados en expresiones de orgullo y determinación.
"Mentiras y arrogancia...", susurró Kael con desprecio. "Todo esto debía caer."
Un crujido en la oscuridad interrumpió sus pensamientos. Instintivamente, su mano se cerró sobre la empuñadura de su espada.
De entre las sombras emergió una figura. Lyra, una guerrera del Orden. Su armadura, abollada y ensangrentada, aún conservaba un brillo de nobleza. Sus ojos, llenos de determinación, se clavaron en los de Kael.
"Kael", dijo con voz firme. "Debiste haber muerto en la batalla."
Kael esbozó una sonrisa helada. "Parece que subestimaste mi voluntad de sobrevivir."
Lyra avanzó lentamente, con la tensión reflejada en cada movimiento. "No permitiré que destruyas lo que queda de Aethelgard. El Caos no vencerá."
Una carcajada seca escapó de los labios de Kael. "El Caos ya ha vencido, Lyra. Solo queda aceptarlo."
Antes de que ella pudiera responder, un rugido desgarró el aire. La tierra tembló bajo sus pies. Desde las profundidades de las ruinas, emergió una criatura colosal: un demonio forjado de sombras y fuego, sus ojos como brasas encendidas irradiaban pura malevolencia. Cada paso que daba agrietaba el suelo, y su rugido era un alarido de agonía y furia.
Lyra palideció. "Un engendro del Caos..."
Kael sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que el Caos era impredecible, incluso para él, pero aquello era distinto. Esa criatura no era un simple sirviente del abismo. Era algo peor.
"Prepárate", dijo, desenfundando su espada con un destello de oscura resolución. "La verdadera batalla comienza ahora."