Jenny salió del auto con un movimiento ágil, tirando del cinturón de su chaqueta para ajustarlo mientras evaluaba el edificio frente a ella. Se erguía majestuoso, un testimonio de la opulencia moderna, con sus fachadas de vidrio y líneas minimalistas. Era uno de esos lugares donde la élite prefería residir, aquellos cuyo estilo de vida parecía más un escaparate que una realidad. Jenny no pudo evitar esbozar una sonrisa irónica. "Al menos murieron con estilo", pensó, permitiéndose un momento de humor negro antes de recuperar su compostura profesional. Sus colegas ya estaban reunidos en la entrada, esperándola, y con un leve asentimiento, Jenny alzó la barbilla, adoptando la expresión de gravedad que la situación exigía.
El apartamento estaba impregnado de un silencio inquietante, roto únicamente por el zumbido de las luces fluorescentes y los murmullos apagados de los oficiales. Apenas cruzó el umbral, el hedor metálico de la sangre le asaltó los sentidos, un recordatorio visceral de la crudeza de su trabajo. En el centro de la sala yacía el cuerpo: un hombre joven, probablemente en sus treinta, conocido por protagonizar una popular serie de televisión. La brutalidad del ataque era evidente; el golpe fatal provenía de un trozo de mármol desprendido del decorado, que descansaba a un lado, ensangrentado y macabro. Jenny se agachó junto al cadáver, su mirada fija en el arma homicida mientras su mente procesaba los detalles con la precisión fría que los años de experiencia le habían otorgado. A su alrededor, sus colegas especulaban en voz baja, pero ella permanecía centrada, dejando que los hechos hablasen por sí mismos.
—¿Testigos? —inquirió con tono firme, sin apartar la vista del mármol ensangrentado.
Un oficial novato, que parecía algo incómodo en la escena, se adelantó para responder:
—La mujer que llamó al 911 está afuera. Dijo que encontró el cuerpo al llegar.
Jenny asintió brevemente. Mientras se incorporaba, una sensación extraña comenzó a instalarse en su estómago, como una advertencia que aún no lograba descifrar. Se dirigió hacia la salida, su mente todavía procesando la brutalidad del crimen. Pero al cruzar la puerta, el aire pareció volverse sólido en sus pulmones. Ahí, de pie bajo las luces de emergencia, estaba una figura que reconoció de inmediato.
Era Connie.
El tiempo pareció detenerse. Connie, su exnovia, con esos ojos grandes que siempre habían logrado desnudar sus pensamientos más recónditos, y esa postura ligeramente altiva que nunca dejaba de desconcertarla. Por la expresión de sorpresa en el rostro de Connie, estaba claro que el impacto era mutuo. Ninguna de las dos habló al principio; un silencio tenso se extendió entre ellas, cargado de emociones y recuerdos no resueltos.
"Maldita sea." El pensamiento cruzó las mentes de ambas casi al unísono.
Jenny fue la primera en recuperar la compostura, aclarando su garganta para romper el hechizo de aquel instante. Su voz, sin embargo, traicionó una nota de vacilación.
—Connie, ¿qué… qué haces aquí?
Connie desvió la mirada, incómoda. Ese gesto, ese leve movimiento que siempre delataba su inquietud, era algo que Jenny aún reconocía con dolorosa familiaridad.
—Yo… estaba viniendo a dejarle un guion a Alec. Cuando entré, él ya estaba… bueno… así.
Las palabras colgaron en el aire, pesadas e incómodas. Jenny tomó aire profundamente, esforzándose por mantener su enfoque profesional. No podía permitir que sus emociones enturbiaran su juicio, no aquí, no ahora.
—Voy a necesitar que respondas algunas preguntas. Te advierto que esto no será fácil.
Connie, cruzando los brazos con un gesto defensivo, arqueó una ceja, una chispa de desafío iluminando sus ojos.
—¿Desde cuándo le temes a lo difícil, Jen?
Jenny entrecerró los ojos, sintiendo cómo la familiaridad de esa réplica removía algo dentro de ella. Había una tensión palpable entre ellas, una mezcla de resentimiento, complicidad y algo más que ninguna de las dos estaba dispuesta a nombrar. Y mientras observaba a Connie, una sensación inquietante crecía en su interior. No sabía qué la desestabilizaba más: que su exnovia estuviera de alguna manera conectada con un caso de asesinato… o que, después de todo este tiempo, aún la conociera tan bien.
Ambas sabían, sin necesidad de decirlo, que la situación estaba a punto de volverse mucho más complicada de lo que cualquiera de las dos habría querido. Y, por encima de todo, que ninguna saldría ilesa de esta tormenta.