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Hijos de la tierra

Miss_Janie
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Synopsis
Copycha vive para un glorioso futuro, es una esperanza, está destinado a traer de vuelta la vida en la tierra. Tiene un gran don, un gran propósito como la vida misma. O al menos eso le dice el viento. Pero solamente eso. Aislado, solitario, sin un propósito, no se siente parte de algo. No puede hacer florecer a la más pequeña de las flores y su destino se siente como un huracán, incierto y horrible. Demasiado grande para alguien tan pequeño. Hasta que en el bosque encuentra una singular criatura, alguien que es como él que se siente como un "algo" a lo que pertenecer. La compañía de aquella persona tan diferente y tan igual a él hace que todas las flores del campo florescan. Dos mundos se conectan, dos mundos diferentes que pertenecen a una sola tierra. ¿Acaso ambos están destinados a unirse o colisionar y destruirse entre ellos?

Table of contents

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13 hours ago
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Chapter 1 - 1

𝙴𝚕 𝚓𝚊𝚛𝚍í𝚗 𝚍𝚎 𝚞𝚗 𝙳𝚒𝚘𝚜

______________________________________

"La tierra ha muerto, ha sido asesinada por los hombres. No hay esperanza, no hay un futuro más allá de la inminente muerte de toda vida existente.

[...]

Pero desde las profundidades de la oscuridad un rayo de luz surgirá para alzarse y resurgir cuál fénix. La tierra cobrará vida desde la desesperación, [...] la traerán desde las cenizas y nuevamente habrá un mañana lleno de vida."

______________________________________

『Narrador』

Muy pocos conocen la historia de la tierra que murió pues ha sido olvidada entre generaciones. Cómo un mito, una leyenda, un simple cuento de nuestros antepasados.

Pero esta es nuestra historia, nuestro pasado.

O nuestro futuro.

Esta es la historia de una tierra muerta, una tierra que fue asesinada. Un mundo perdido y una humanidad desalmada.

Una historia de un héroe, un sol, una luz en la oscuridad.

La historia de un hijo de la tierra.

.

.

.

Entre las montañas lo ocultaron, lejos de dónde la esperanza parecía perecer y la muerte parecía dominar.

Rodeado de aquellas grandes montañas se guardó un gran valle, y en lo profundo del bosque había un tesoro, un regalo, una luz.

Corría por el bosque como un cervatillo despistado brincado sobre las rocas mientras se iba columpiando con la ramas más bajas de los árboles. El irregular terreno del bosque y el frío de la madrugada ni siquiera era un problema para él.

Era como si el viento estuviera a su favor y toda naturaleza parecía inclinarse ante él como si fuera su gran rey.

Se detiene en medio del bosque viendo a su alrededor con esos ojos tan verdes como manzana y brillantes como esmeralda reflejando lo enérgico de su ser. Su largo cabello alborotado se meció con la suave brisa de la madrugada como un pequeño sol resguardado entre sus lacios mechones, con una piel canela casi como la tierra. Siendo su corazón tan grande como un océano, tan pacífico y cálido como un día soleado.

—¡Padiuxhi!— gritó con alegría a los ciervos que estaban pasando por ahí, cada mañana solía verlos en dirección al prado.

Cada uno de los ciervos lo miró sin perturbarse por su presencia, el chico rio y corriendo se acercó hasta ellos.— ¿Puedo unirme a ustedes? ¡Es aburrido jugar solo!

Los ciervos lo miraron en silencio hasta que uno de ellos se abrió paso entre los demás, un joven ciervo dió brincos a su alrededor invitándolo a jugar. El chico sonrió con alegría al ver que había sido aceptado para jugar, empezó a correr junto a el ciervo, muy pronto los demás se unieron y comenzaron a correr por todo el bosque.

Saltaron los árboles caídos y cruzaron el arroyo, las hojas secas crujían bajo sus pies mientras el canto de los pájaros inundaba todo el bosque, jugaron hasta que el sol comenzó a subir las montañas. Llegaron hasta el prado, el lugar que visitan con mayor frecuencia los ciervos para conseguir algo de comida. Mientras seguían caminando jugaban con sus astas que se empezaban a formar, dándose cabezazos y dando ligeros toques a los demás ciervos con sus astas, y él no podía equiparar sus fuerzas.— Necesito un descanso...para poder seguir...— pero no lo escucharon, enfrascados en sus juegos siguieron persiguiendose y corriendo por el prado, alejándose del joven humano que quedó solo a la orilla del bosque viendo como se alejaban con los suyos.

Se sentó en el suelo cubierto de hojas secas y abrazó sus piernas con tristeza. Más pronto que tarde una ráfaga de viento se arremolinó alrededor de él agitando su cabello.— Padiuxhi, Ta Quiye.— saludó el joven con tristeza aún con su cara oculta por sus piernas.

La ráfaga de viento dió vueltas alrededor del joven e incluso despeinó su ya alborotada melena rubia, aún así el joven no propició señal alguna de prestar atención. El viento comenzó a transformarse y tomar una forma humana, tan hermosa y etérea como la que solo un Dios podía tener.

— ¿Xi cayúnilu?— El tono de voz del viento le hizo saber que estaba enojado así que lentamente alzó su cabeza para ver al Dios del viento que se encontraba frente a él de brazos cruzados con una mirada reprobatoria.

— Quería jugar un poco.— dijo con una voz lamentable.— Pero nadie quiere jugar conmigo. Yo sigo sin encajar.

Quiye soltó un suspiro.— Copycha.— Quiye reclamó la atención del niño que evitaba su mirada.— No puedes huir de tus obligaciones, debes cumplir con lo que se te pide. Sabes que mientras más se adentre el invierno no puedo estar contigo mucho tiempo y debes cuidarte solo.

Copycha se levantó del suelo y removió las hojas que se pegaron a sus piernas. — ¿Qué caso tiene?, nunca dan resultado.— Copycha bufó molesto.— Y durante el invierno menos.— Copycha hizo una mueca con su boca en total desacuerdo, no quería seguir intentando algo que no funcionaba.

— Si te rindes tan fácil está claro que no dará resultado.— Respondió Quiye con severidad.

— Desde que llegué aquí...no importa lo que haga no puedo hacer que las plantas crezcan ni un poquito .— Rompió una rama seca de uno de los árboles y comenzó a hacer garabatos en el suelo mientras ignoraba la mirada de desaprobación de Quiye.

Quiye suspiró impaciente por la actitud del niño que día a día parecía más reacio a cumplir sus obligaciones y era peor durante invierno ya que el Dios del viento necesitaba descansar, o más bien Invernar, durante esa estación.— Ni siquiera pones empeño en que eso suceda, Copycha. Por lo tanto está claro que nada sucederá si no pones el debido empeño en aprender y esforzarte, las cosas no sucederán por arte de magia.

Copycha dió un suspiró y se puso en marcha sin mirar a Quiye, solo miró hacía las profundidades del bosque. Quiye se sorprendió por la acción del niño y no le quedó más remedio que caminar detrás de él.— ¿Y de qué sirve?— Estaba haciendo un berrinche pero después de todo era solo un niño que quería jugar y tener un amigo, un Dios no comprendería la simpleza de tal deseo.

—¿Disculpa?— El dios del viento estaba desconcertado por la actitud del menor.

—¡De qué sirve todo esto!—. Extendió sus brazos hacía el cielo en una manera de querer exteriorizar sus sentimientos y frustración, buscando que el mensaje le llegara al señor Quiye de alguna forma y otra.— ¿De qué sirve que ayude a las plantas a crecer? ¿Por qué debo hacer esto? ¿Que propósito hay en que acelere un proceso natural?

Quiye lo miró con seriedad, Copycha se retrajo ante su rostro serio y bajo la mirada aunque Quiye no lo regañó, en su lugar lo tomó de los hombros con la misma expresión seria y muy calmadamente le dijo.— Mírame Copycha.— Lo miró y puso total atención en lo que quería decirle incluso si no quería escucharlo.— Lo que tú tienes es un don muy especial. Y es tu deber aprender a usarlo, el mundo necesita que tú aprendas a controlar lo que se te a dado. Tu eres un rayo de esperanza en este mundo desierto y oscuro, un día cuando salgas más allá de estas montañas todo será... diferente.— había hecho una pausa, como si no hubiera encontrado las palabras correctas para describir lo que había más allá del gran jardín que tenía en ese valle.— y lo que aprendas aquí será sumamente necesario para el futuro y tú seguridad ¿Entiendes?

Copycha asintió con firmeza.— Muy bien. Ahora andando, después de practicar necesitas terminar tus tareas.— y nuevamente el Dios volvió a su forma intangible mientras acompañaba a Copycha por el bosque.

Pero Copycha realmente no entendía lo que aquellas palabras significaban "Un mundo desierto y oscuro " "todo será diferente" un mundo que necesitaba de él. Encerrado en su burbuja, en su propio pequeño mundo en el gran jardín de un Dios; vivía sin conocer algo más allá de lo que se le decía, algo más allá de ese valle rodeado de grandes montañas. Sin alguien más que un maestro que cuidaba de él como un hijo, veía a los animales del bosque jugar entre ellos y relacionarse con sus iguales pero él no tenía un igual. Los animales eran animales y jugaban entre ellos, Quiye era Pitao Quiye y él era solo él.

Sin un igual.

Nadie más con quién compartir un "algo" que lo hiciera sentir parte de un lugar y no solo una pieza que desecanjaba y estaba completamente fuera de lugar en aquellas tierras.

Sin poder hablar sin poder jugar, solo entrenando para un propósito que desconocía. "Lo sabrás cuando seas mayor." Era lo que decía Quiye cuando preguntaba por propósito de todas aquellas prácticas, por la razón del porqué el Dios del viento se empeñaba tanto en que aprendiera a controlar su "don".

"Cuando tengas el control de ti mismo podrás tener el control de algo más y conocer lo que te fue encomendado."

Entrenaba todos los días, y realmente se concentró en su meta incluso cuando desconocía qué había más allá de eso y lo que le esperaba. Seguía las indicaciones del maestro incluso si no conocía nada más que el presente y el pasado, no lo cuestionaba y hacía lo que pedía de forma obediente. Pero realmente en el fondo de su corazón no había una meta a la cual aspirar y un "que" a lo que perseguir, simples órdenes sin propósito o destino.

Hacía sus labores, tenia su hogar limpio, preparaba sus propias comidas y elaboraba sus propias herramientas además de cultivar sus alimentos. Su huerta ciertamente le ofrecía un entrenamiento de manera más entretenida así que mejoró considerablemente cuando Quiye dejó de cuidar la huerta y la encomendó totalmente a Copycha cuando cumplió ocho años.

Los poderes de Copycha mejoraron de manera considerable sin embargo Quiye recalcó que no estaba listo apenas era un pequeño porcentaje de lo que podría lograr.

—¡Por fin!— saltó emocionado levantándose de un brinco del suelo viendo el pequeño brote de hierba que había hecho crecer debajo de la sombra de un gran árbol.— ¡Lo logré! ¡¡Lo logré por fin lo hice!!— daba vueltas saltando eufórico alrededor del árbol y finalmente se lanzó hacia Quiye.

Quiye esquivó el intento de abrazó elegantemente hacia un lado y Copycha cayó de cara al suelo.— Felicidades Copycha. Este es un buen inicio para lo que lograrás en un futuro.— se acercó para asegurarse de que estuviera bien, aunque Copycha siempre había sido más fuerte y resistente que un humano común.

Copycha giró y su espalda quedó contra el suelo, se ensucio la cara por la tierra mientras tanto los rayos del sol que se filtraron por las hojas y se posaron en su cara.—¡Eso espero!— y rio tan jovial como el niño que era.

Las estaciones pasaron, los días se hicieron semanas y las semanas meses hasta que un año se completó. Finalmente Copycha cumplió nueve años pero a pesar del tiempo su progreso no era realmente excepcional, seguía atascado en el mismo nivel de poder lo que fue realmente frustrante y desalentador pues había entregado todo su esfuerzo para lograr avanzar y aún así no importó.

— Ni siquiera...he cubierto la mitad de esto.— señaló a la sombra del árbol bajo el que se encontraba, estaba jadeando y sudando por el cansancio que implicaba usar sus poderes.— ¡No importa...cuánto lo intente...no logro mejorar!— alzó los brazos exasperado y se tiro de espaldas contra el suelo. Hubo un pequeño silencio y soltó un suspiro para luego mover sus piernas de arriba abajo soltando gruñidos y palabras sin sentido haciendo una rabieta por la sensación de ser incapaz de mejorar.— Ta Quiye ¿No dirá nada?— preguntó una vez terminó de hacer la rabieta.

La hierba verde alrededor se movió al igual que las hojas del árbol, movió los mechones de cabello más sueltos de Copycha y entonces un silbido pasó entre las ramas del árbol, finalmente el viento se volvió un remolino que se detuvo entre las ramas de los árboles. Copycha miró hacía arriba y pudo ver a un hombre entre las ramas de los árboles, sentado cómodamente mientras comía una fruta. "Buí'", como la conocía él.

— Tan impaciente como siempre Copycha.— Dió una mordida a la buí' y se recostó en las ramas del árbol.— La paciencia es un don que debes cultivar si quieres mejorar.

— Con todo respeto, Ta Quiye, creo que he sido muy paciente.—susurro lo último —¡Ay!— algo golpeó su cabeza y rebotó para caer al suelo, se dió cuenta que era la fruta que Quiye mordió. Miró rápidamente hacía arriba con el ceño fruncido pero no le dijo nada, no podía reclamar pero era obvio que su intención había sido golpearlo con la fruta, lo conocía lo suficientemente bien para saberlo.

Quiye estaba relajado mientras movía su pierna que estaba colgando pues estaba fuera de la rama del árbol , la movía de un lado a otro. — Dominar tu don no es cosa de un año o dos.— en un rápido y fino movimiento bajó a una rama y se paró sobre ella. Sus movimientos siempre eran finos y elegantes, tan ligeros como una pluma y flexibles como agua, etéreos y divinos como si el solo verlo fuera un privilegio. — Esto apenas es el inicio de tus poderes Copycha.— incluso con esa forma relajada y gruñona no perdía esa elegancia celestial.

— ¡Pero lo he intentado todo! Y es igual a cuando lo hice por primera vez.— Entonó frustrado y se recostó en el suelo para patalear molesto por la situación.

Finalmente Quiye descendió del árbol flotando, sus pies tocaron el suelo sin hacer ruido. Miró desde arriba a Copycha.— Niño tonto.— dio un golpe en su frente con una vara, se quejó y luego Quiye le dio un pequeño toque a su pecho con la vara de madera.— Es esto lo que no te permite avanzar.

Giró y se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, y aún así en el suelo, su porte seguía siendo elegante y refinado, etéreo como solo un Dios podía ser.

El niño de cabello alborotado se enderezó rápidamente y también cruzó las piernas mientras se arrastraba un poco aún sentado para acercarse a Quiye, aunque su postura era mas desastrosa y jovial. —¿Qué quiere decir Ta Quiye?

El dios lo miró por unos segundos y luego cerró los ojos nuevamente para tomar una profunda y lenta respiración. Juntó sus manos y las puso sobre sus piernas.— Necesitas hacer esto desde el corazón, no solo porque "puedes" sino porque "quieres". Todo lo que haces es dar vida y la vida es amor, no puedes dar vida si no encuentras una razón por la que hacerlo.— abrió sus ojos y lo miró.— Es por eso que no avanzas Copycha, te falta una razón y un propósito. No lo había notado pero ahora después de un año es evidente.— tocó el pecho del niño con su dedo índice, en la zona izquierda.— No tienes un propósito, incluso si te encomiendo en tu destino tu mismo no te sientes parte de ese camino. Ahora lo veo, debes encontrar tu propósito en la vida para poder otorgar vida.

La suave brisa inundó el silencio que se formó entre ambos. El sonido del viento, las hojas y la hierba continuaron pero el niño no encontró una respuesta, si algo desconocía Copycha era su propósito su destino el "quién" es él.

Para él lo único que debía hacer era seguir lo que se le pedía, acostumbrado a seguir reglas no entendía que hacer si algo dependía completamente de él.

Miró sus manos durante mucho tiempo.— Es difícil...decirlo.— fue su única respuesta.

— Entonces encuentra tu propósito. Copycha.— Y desapareció con el viento que pasó en aquel momento, de una forma tan natural que era casi hipnotizante.

Copycha tomó la flor que había hecho crecer.— Un propósito. Una inspiración.

Se dio cuenta que jamás había pensando en eso. Un futuro incierto era el que seguía, vivía en su pequeño mundo corriendo y saltando jugando con los animales, pero no sé sentía como su mundo cuando lo analizaba a fondo. Él simplemente era un invitado en aquel lugar que o decía las reglas con tal de quedarse ahí para siempre. Pero ni con tantos años logró sentir aquel lugar como su hogar.

Se sentía como un extraño en aquel lugar, como un planeta que pertenecía a otra persona, un gran jardín que no era suyo.

El jardin que un Dios le había otorgado como un lugar en el que existir pero no un hogar en el cual vivir.