Chereads / La Carga Del Más Fuerte, Fragmentado / Chapter 1 - C1 El Causante del Fin

La Carga Del Más Fuerte, Fragmentado

JaxDominus
  • 7
    chs / week
  • --
    NOT RATINGS
  • 83
    Views
Synopsis

Chapter 1 - C1 El Causante del Fin

Un hombre irrumpió en la oficina con pasos apresurados, casi tropezando con la puerta. Su voz resonaba en el pequeño espacio, cargada de urgencia:

—¡Hagane, ya va a empezar la guerra por el altar! ¡¿Qué carajos haces aquí sentado como si no te importara nada?!

En el centro de la habitación, Hagane, un hombre de cabello dorado ligeramente desordenado y largo, estaba sentado con una pierna cruzada. La ventana circular detrás de él lo iluminaba tenuemente, dándole un aire casi divino, aunque su postura despreocupada arruinaba cualquier atisbo de solemnidad. Sus gafas oscuras cubrían unos ojos dorados, rodeados por un aro del mismo color. Movió la cabeza levemente hacia la izquierda, dejando escapar un suspiro de aburrimiento.

—¿La guerra por el altar? —bostezó, alargando las palabras mientras apoyaba su barbilla en una mano—. ¿Puede venir Sasha conmigo? —Levantó la mano, añadiendo con sarcasmo—. ¿O prefieres que resuelva todo con un chasquido?

El hombre frunció el ceño, claramente molesto.

—¡Hagane, basta de bromas! El Altar de Ascensión es crucial; amplifica el poder no solo las armas sino de nuestros alumnos. ¡Muévete ya!

Hagane inclinó su cabeza hacia atrás, dejando escapar una risa ligera.

—Armas, armas… —repitió, con un tono burlón mientras alzaba su puño frente a su rostro—. A veces, una buena técnica es suficiente… quizás debería ascender mis nudillos. —Una sonrisa pícara se dibujó en su rostro.

El hombre lo miró con impaciencia, cruzándose de brazos.

—Es para los estudiantes. No todos tienen tu… "desdichada herencia". Ahora ve a Jurtgenzan y haz lo que tengas que hacer.

Hagane dejó caer su mano, mirando al techo como si estuviera considerando algo profundamente.

—Ah, entiendo. ¿Entonces mi tarea es salvar a los pobres mortales que no tienen mi talento? —Se levantó con un movimiento fluido, sacudiéndose el polvo imaginario de los hombros. Caminó hacia la puerta, deteniéndose justo antes de abrirla.

—Oye, deberías buscarte un hobby. Te dará un infarto si sigues gritándome. —Abrió la puerta y salió—. Ya estás viejo para estas cosas.

El hombre apretó los dientes mientras veía a Hagane salir, murmurando entre dientes:

—Si tan solo supieras lo que realmente te espera…

Mientras Hagane avanzaba con paso firme hacia el patio, una sonrisa arrogante se dibujaba en su rostro. Sus ojos brillaban con determinación, reflejando su confianza casi desmedida.

—Es verdad lo que dice el viejo —murmuró para sí, dejando escapar una risa baja y burlona—. Sería bueno que Sasha tenga un arma ascendente.

Su mente giraba en torno a la idea, y no pudo evitar imaginar las posibles amenazas que acechaban a su grupo. Se detuvo un momento, cruzando los brazos sobre el pecho, mientras contemplaba el cielo despejado.

—Si algún día no estoy aquí —dijo con una seriedad palpable—, hay una buena posibilidad de que los enemigos ataquen. No puedo dejar que eso ocurra.

Con un ligero movimiento de su cabeza, como si desechara cualquier duda, Hagane se enderezó y comenzó a caminar de nuevo, esta vez con un aire aún más decidido.

—Muy bien, lo haré. —Chasqueó los dedos con entusiasmo. Luego soltó una risa llena de confianza, como si estuviera seguro de que todo saldría según su voluntad.

—Aunque, claro… ¿Quién sería capaz de acabar conmigo?

Hagane llegó al patio central de la escuela, sus pasos resonando en la roca. La energía de los estudiantes parecía vibrar a su alrededor, creando un ambiente cargado de expectación, con solo su presencia, la energía lo adoraba y se reducía a causa de eso. Observó las construcciones con techos de paja y muros deteriorados, sintiendo que el lugar necesitaba urgentemente una renovación.

—Este lugar necesita una remodelación urgente —murmuró para sí mismo—. Quizás pedir ayuda a la Tierra… algo más moderno.

Desde la distancia, la voz del hombre resonó con fuerza:

—¡¿Cómo se te ocurre mencionar a la Tierra?! ¡Nadie fuera de este mundo puede saber de nosotros!

Hagane levantó las manos, fingiendo rendición.

—Calma, calma. Fue solo una idea, "jefe".

Mientras caminaba, algunos estudiantes lo reconocieron y corrieron hacia él.

—¡Profesor Hagane! ¡Enséñenos una de sus convergencias!

Hagane levantó las manos con una sonrisa confiada.

—¡Hola a todos! Estoy en una misión, pero puedo mostrarles algo en clases. Recuerden, está estrictamente prohibido salir con un profesor.

Los estudiantes rieron, mientras Hagane continuaba su camino y se encontró con Sasha.

—Oye, vamos. Voy a una misión súper secreta y peligrosa, ¿quieres venir? —dijo con una pose divertida, pero Sasha tenía otros planes.

—Ah… lo siento, Hagane, tengo que hacer algunas cosas. —Ryuga se sintió desilusionado, se despidió y se fue.

Llegó al centro del patio, donde un árbol viejo y majestuoso se alzaba como el corazón del colegio. Se detuvo frente a él, alzó una mano y tocó su corteza con cuidado.

—Tranquila, chiquita… pronto descansarás.

Desde atrás, la voz del hombre volvió a interrumpir:

—¿Ahora hablas con los árboles?

Hagane giró la cabeza lentamente, su mirada llena de burla.

—¿Te metes con mi árbol? Escoge bien tus palabras, viejo, y cuida a Sasha.

Hagane cerró los ojos, permitiendo que la energía del árbol fluyera hacia él. Pequeños hilos brillantes comenzaron a surgir de la corteza, serpenteando hacia sus dedos como diminutas corrientes de luz. El contacto era cálido y pulsante, como si el árbol mismo lo reconociera.

—Ah… esto nunca pasa de moda. —Una sonrisa confiada apareció en su rostro mientras inclinaba la cabeza hacia un lado—. ¿Ves eso, viejo? Este árbol siempre me ha dado buena energía.

—¡Concéntrate, Hagane! —se escuchó desde la distancia.

Hagane resopló con una mezcla de exasperación y diversión.

—Estoy trabajando, no molestes. Además, este árbol y yo tenemos una conexión especial. —Le guiñó un ojo al imponente tronco frente a él—. Tranquila, chiquita. Sé que me extrañarás cuando cruce, pero no te preocupes, volveré pronto.

Los hilos de energía se sincronizaron con los suyos. La conexión estaba completa. Hagane apretó la corteza con la mano y susurró para sí mismo:

—La energía del árbol debe unirse con la del usuario para poder entrar al centro de todas las dimensiones. —Recordó lo que le explicaba a sus alumnos en clase. —Pero es mucho más fácil usarla cuando hay emociones fuertes o negativas. —Se encogió de hombros y añadió con una sonrisa ladina—. Por suerte, siempre he sabido aprovechar mis habilidades.

Abrió los ojos, la energía ahora brillando en sus pupilas doradas. Dio un paso hacia adelante, y el mundo pareció abrirse. Una puerta de luz emergió en otro lugar, Hagane atravesó sin dudar el árbol.

El cambio fue inmediato. Ahora estaba en un lugar que parecía salido de un sueño: un árbol colosal cuyas ramas se extendían más allá de la vista, como si conectaran mundos enteros. Sus hojas cristalinas emitían una luz suave que se mezclaba con el cielo, donde galaxias enteras parecían moverse lentamente.

—Siempre tan dramático, ¿eh, árbol? —murmuró Hagane, con una mezcla de admiración y desdén. Su mirada recorrió las hojas brillantes y los infinitos caminos de luz que serpenteaban entre las ramas. Una sonrisa ligera se dibujó en su rostro.

—Extrañé este lugar. —Apoyó una mano en el tronco del árbol, sintiendo la calidez que irradiaba de su corteza.

—¡¿Recuerdas cuando nací, árbol?! De seguro sí. Tú me diste tu bendición y el privilegio de ser portador de la raíz primordial —dijo en voz baja, como si esperara que el árbol respondiera.

Entonces ocurrió algo que no esperaba.

De repente, su cuerpo se paralizó. El aire pareció detenerse. Las ramas del Árbol congelaron su movimiento, y el tiempo mismo pareció fracturarse. Una energía envolvente llenó el espacio, cálida pero ineludible, como si estuviera atrapado en un abrazo imposible de rechazar.

Hagane no podía moverse. Sus manos, sus piernas, todo su cuerpo estaba inmóvil. Solo sus pensamientos permanecían activos, desordenados, buscando una lógica a lo que ocurría.

"¿Qué demonios está pasando? ¿Por qué no puedo…?"

El sonido de un susurro rompió el silencio, como el roce de las hojas cristalinas al viento, pero era más que eso: una voz femenina, suave y etérea, cargada de una fuerza que atravesaba su mente y su alma.

—Sí, lo recuerdo —susurró la voz.

Hagane intentó girar la cabeza, buscar el origen de ese susurro que resonaba por todas partes y ninguna. La calidez de la voz no se parecía a nada que hubiera escuchado antes. Cada palabra parecía envolverlo, penetrar su piel y alcanzar lo más profundo de su ser.

"¿Quién eres? ¡Muéstrate!" Pero no podía hablar. No podía gritar.

La voz continuó, tan dulce como inquietante.

—Hagane… yo te amo.

El corazón de Hagane pareció detenerse. Incredulidad, confusión y una sensación inexplicable de vulnerabilidad lo atravesaron como un rayo. Sus pensamientos se congelaron ante esa declaración. La voz, cargada de una dulzura que casi dolía, reverberaba en el aire como si el universo mismo la pronunciara.

—¿Me vendrás a visitar solo porque quieres… y no por un interés egocéntrico? —preguntó la voz, cada palabra cargada de una mezcla de esperanza y tristeza.

Hagane sintió que su mente intentaba responder, pero su cuerpo seguía atrapado. Las emociones lo abrumaban: la confusión inicial se transformaba en una sensación de desconcierto profundo. ¿Por qué esa voz le hacía sentir expuesto? ¿Por qué parecía conocerlo de una forma que nadie más lo había hecho?

El silencio que siguió fue absoluto, casi sofocante. Era como si el Árbol mismo contuviera el aliento, esperando una respuesta que Hagane no podía dar.

De repente, todo volvió a la normalidad.

El viento sopló suavemente entre las ramas, las hojas cristalinas volvieron a brillar y las galaxias en el cielo retomaron su movimiento lento y eterno. El cuerpo de Hagane recuperó el control de golpe, como si un hechizo hubiera sido roto. Se tambaleó ligeramente, su respiración pesada.

—Buenos días, Hagane.

La voz de Gugi lo devolvió bruscamente a la realidad. La pequeña criatura surgió de su reloj, flotando torpemente a su lado, como si nada hubiera ocurrido.

—¿Qué…? —Hagane parpadeó, aún sintiendo la calidez de aquella presencia etérea. Sacudió la cabeza, intentando centrarse.

—¿Qué estás haciendo aquí, Gugi? Ya sabes que no necesito ayuda. —Intentó recuperar su actitud confiada, aunque su voz sonaba ligeramente temblorosa.

Gugi inclinó la cabeza, como si percibiera algo extraño en su maestro.

—¿Está todo bien, Hagane? La energía aquí… es diferente. Se siente más fuerte que de costumbre.

Hagane alzó una ceja, intentando ocultar su incomodidad.

—Bah, debe ser porque estoy aquí. El Árbol simplemente me extrañaba —bromeó, forzando una sonrisa mientras le daba una palmada ligera en la cabeza a Gugi—. Ahora vuelve al reloj. Hoy es un día solo para estrellas, y tú ya tuviste suficiente protagonismo.

Gugi pareció dudar, pero finalmente desapareció de nuevo en el reloj.

Hagane continuó caminando por las ramas del Árbol, pero algo en su mirada había cambiado. Su mente regresaba, una y otra vez, a aquellas palabras.

"Yo te amo, Hagane…"

—Amo este lugar —murmuró, como si intentara convencerse de que todo estaba bien. Pero cada paso que daba lo hacía sentir observado, como si el Árbol mismo lo vigilara, buscando algo en él.

Las ramas parecían alargarse hacia él, retorciéndose suavemente como si intentaran tocarlo. Era un gesto cálido, casi reverencial. Hagane suspiró, intentando recuperar su actitud confiada.

—Solo fue… nada. Fue el Árbol jugándome una mala pasada.

Pero mientras avanzaba hacia la puerta de luz que lo esperaba a lo lejos, no pudo evitar llevar una mano al pecho. Sentía un calor extraño allí, como si la voz hubiera dejado algo en él, una marca invisible.

"¿Quién eres…?" pensó, pero la pregunta se quedó sin respuesta.

—La NecroRuna… —Dijo, tratando de alejarse de esa sensación—. Este artefacto permite controlar energía y magia para las criaturas que no son mágicas. A veces me gustaría deshacerme de él, aunque, claro, es tan importante como mi corazón.

A lo lejos, una puerta de luz comenzó a formarse. Hagane sonrió, sus ojos brillando con emoción.

—Ahí está. Hora de brillar.

Sin perder más el tiempo, Hagane corrió hacia ella y saltó.

Hagane salió de un árbol, atravesándolo, igual que cuando entró. Levantó la mirada y observó el lugar.

La atmósfera había cambiado abruptamente al cruzar. Pasó de la majestuosidad del árbol a un campo desolado y sombrío. El suelo estaba cubierto de cuerpos y el aire era denso, cargado con la promesa de más muerte.

Hagane aterrizó con gracia, sacudiéndose el polvo de los hombros.

—Bueno, bueno… ¿Qué clase de lugar deprimente es este? —miró a su alrededor con desdén—. ¡Este sitio necesita urgentemente una renovación de Hagane y Sasha! ¿Verdad Sasha? Ah... cierto.

Antes de que pudiera avanzar, una criatura del vacío emergió de las sombras. Era un ser imponente, con alas negras como cuchillas y una armadura natural que cubría su cuerpo, reflejando un verde oscuro. Sus ojos brillaban con malicia, y sus garras arañaban el suelo con un sonido metálico.

La criatura rugió, lanzándose hacia él con ferocidad. Hagane apenas se movió, esquivando el ataque con un giro elegante.

—¿De verdad? —preguntó con una sonrisa burlona mientras examinaba a su atacante—. ¿Eso fue todo? Estoy decepcionado, amigo.

Con un movimiento rápido, golpeó la coraza del ser con un puño envuelto en energía, enviándolo al suelo.

—Ahí tienes. Presume mi marca antes de que se cure.

La criatura gruñó, levantándose con dificultad, pero Hagane ya había saltado hacia un lado con gracia. Observó al ser abrir una grieta en el aire y desaparecer en el vacío.

—Hmm… criatura mágica. Interesante. —Se quitó las gafas oscuras, guardándolas en su bolsillo con cuidado—. Aunque, claro, ni con trucos tendrás una oportunidad contra mí.

Ryuga podía ver la energía de la criatura moviéndose de un lado al otro; era una buena técnica, pero sus Ojos del Árbol eran perfectos contra esa Maniobra Avanzada.

Una visión futura se mostró en sus ojos; en solo tres segundos más, la criatura atacaría.

El aire pareció tensarse cuando la criatura reapareció, lanzándose desde lo alto como un depredador. Sin vacilar, Hagane alzó los brazos, formando una tijera con los dedos.

—Hora de enseñarle mi regalo divino… a un principiante. —Un portal oscuro se materializó frente a él, envolviendo a la criatura en un destello sombrío.

—Una buena maniobra avanzada del vacío para una criatura del vacío.

La criatura rugió en desafío, pero el portal la absorbió sin resistencia. Hagane cerró sus tijeras, cortó el aire con precisión, cerrando el portal como si sellara una herida en el tejido de la realidad.

—Pero mi Regalo Divino me da la ventaja de llevarte a mi propio mundo. —Se giró con calma, sacudiéndose el polvo de las manos.— No mereces morir. Te liberaré cuando todo esto termine, simple animal. Tú también lo harías, ¿Verdad Sasha?

Hagane continuó su camino, enfrentándose a guerreros, magos y criaturas más fuertes a medida que avanzaba. Cada enemigo caía ante él, enviado a su dimensión de bolsillo. Finalmente, llegó al Altar de Ascensión sin antes pensar "Me habría divertido más si hubieses estado tú conmigo…"

El lugar era una tumba abierta. Los cuerpos esparcidos por el suelo contienen historias truncadas. El dolor y la desesperación estaban congelados en sus rostros, como si incluso en la muerte se resistieran a dejar ir. Sangre y fragmentos de armas rotas cubrían el campo, mientras débiles rastros de energía chisporroteaban en el aire como últimos suspiros de vida.

Hagane avanzó con pasos lentos, su mirada dorada cargada de un desconcierto inusual. A cada paso, los ecos de la batalla parecían resonar en su mente: el crujir del metal, los rugidos de criaturas mágicas, los gritos de quienes luchaban por sobrevivir.

Se detuvo junto al cuerpo de un joven usuario de NecroRuna, que aún aferraba una lanza con ambas manos, como si la hubiera defendido hasta el final. Su rostro, joven y sereno, contrastaba con la brutalidad de su muerte.

—¿Por qué arriesgar tanto por un altar? —murmuró Hagane, arrodillándose junto al muchacho. Sus dedos rozaron el asta de la lanza, ahora teñida de rojo, como si quisiera entender el sacrificio que este chico había hecho.

A su alrededor, cuerpos inmóviles de Gerfeniles yacían en posiciones defensivas, sus garras desgastadas y ensangrentadas. Vanpelusgos con dientes rotos y colmillos partidos se habían desplomado sobre sus propios escudos. Vacuvalijes, criaturas sin emociones, yacían como restos de insectos destrozados. Cada uno de ellos contaba una historia de resistencia y valor.

Hagane cerró los ojos de un Gerfenil caído, susurrando para sí mismo:

—Nunca lo entenderé. Esto no es un sacrificio... es un desperdicio.

Se puso de pie, sintiendo un peso extraño en su pecho. Levantó la lanza del joven, ahora rota y desgastada, y la colocada sobre el altar. Inclinó la cabeza con respeto. 

—Esto no devolverá sus vidas, pero espero que su sacrificio no sea en vano. Debemos aprender de esto.

Con una voz solemne, conjuró las palabras que activaban el altar:

—אֱלֹהִים, אור ומלחמה, התחלה וסוף. הגעתי. —"Dios, luz y guerra, principio y fin. He llegado".

El altar comenzó a brillar con una intensidad cegadora. La lanza levitó entre sus manos mientras símbolos rúnicos aparecían en el aire, girando en un ciclo lento pero constante. El primero, "א", fue absorbido por el arma. Luego, "ת" se grabó en la punta afilada. Finalmente, "אֱלֹהִים" cubrió toda la lanza como una nueva capa.

Cuando cayó al suelo, la lanza ya no era la misma. La asta desgastada había sido reemplazada por madera pura del Árbol Interdimensional, y la hoja parecía haber sido pulida con un brillo celestial. Hagane tomó el arma, sintiendo cómo la energía fluía a través de ella, y murmuró:

—Un arma digna de un sacrificio tan alto.

Sin embargo, mientras observaba el campo de batalla, algo dentro de él se rompía. La arrogancia que normalmente lo definía parecía haberse desvanecido, reemplazada por un sentimiento de impotencia.

—Sasha… ojalá estuvieras aquí. Quizás entenderías mejor lo que siento ahora.

Con una última mirada al campo de batalla, saco a todos de su Regalo Divino, activó su Maniobra Avanzada y desapareció, dejando atrás un lugar marcado por la tragedia.

El más fuerte desapareció entre el vacío y huyó de ahí.

Cuando Hagane regresó al colegio, atravesando una grieta dimensional con la lanza en la mano, el hombre que lo había enviado lo esperado. Sus brazos estaban cruzados, y su expresión era de impaciencia.

—¿Qué tal te fue?

Hagane permaneció en silencio por un momento, con la mirada perdida. Aún podía escuchar los gritos del campo de batalla, sentir el peso de la lanza en sus manos como un recordatorio de todos los que habían caído.

"Me siento mal… Cambia de actitud, Hagane. La muerte es natural, no tiene nada de malo… es el curso de la vida", pensó para sí mismo, forzando una sonrisa.

—¿Hagane? —insistió el hombre, frunciendo el ceño al ver su expresión distante.

Hagane levantó la lanza con un gesto teatral, esbozando una sonrisa arrogante.

—Perfecto, como siempre. No hay desafío que el gran Ryuga Hagane no pueda manejar.

El hombre sospechó, sin rastro de humor en su rostro.

—Baja de tu nube, Hagane. Lo que está en juego aquí no es un espectáculo para alimentar tu ego.

Hagane fingió llevarse una mano al pecho, como si las palabras lo hubieran herido.

—¡Qué duro eres, viejo! Pero estás bien, te perdono. Es difícil vivir bajo mi sombra, lo entiendo.

Sin esperar respuesta, siguió caminando hacia su oficina, pero su paso era más lento de lo habitual. Los estudiantes lo saludaron al verlo pasar.

—¡Profe! ¡¿Cuándo nos enseñará su técnica?! —preguntó uno con entusiasmo.

Hagane levantó una mano con un gesto elegante, recuperando parte de su actitud confiada.

—Algún día, chicos. Todo a su tiempo. Todavía no están listos para algo tan espectacular.

Cuando llegó a su oficina, cerró la puerta y se dejó caer en su silla con un suspiro largo. La lanza estaba apoyada contra la pared, y por un momento, la miró en silencio.

—Otra misión impecable cumplida… —murmuró para sí mismo, aunque las palabras carecían de su típica energía.

De repente, sintió el frío filo de unas dagas rozando su cuello, esbozaban una energía divina que le recordaban a la lanza, pero esto era diferente.

—Hola, Hagane.

Sin inmutarse, sonriendo con calma.

—Ah… ya había visto esto. Tres segundos al futuro, claro.

La sombra delante de él creada por la luz de la ventana circular. Dejó escapar una leve risa.

—Exacto. Tus ojos dorados son impresionantes, pero ¿cuánto más pueden ver?

Hagane alzó una ceja, divertido.

—Espero que me muestres algo interesante; Recuerda que mis alumnos me estarán observando. Tendré que lucirme un poco.