La luna llena iluminaba el campus universitario con su resplandor plateado. Las calles estaban tranquilas, pero el bullicio de la biblioteca central no cesaba ni siquiera a esas horas. Sophia estaba allí, con su cabello oscuro recogido en un moño desordenado y los ojos fijos en una pila de libros que no tenían nada que ver con sus clases.
Habían pasado semanas desde que los hermanos Ravenwood la salvaron de aquel poltergeist que casi le quita la vida. Desde ese día, algo había cambiado en ella. Había una chispa de inquietud, una voz persistente en su cabeza que le exigía respuestas. Era una sensación que no podía ignorar, una mezcla de miedo y fascinación que la empujaba a sumergirse cada vez más en un mundo que le habían advertido que evitara.
En su cuaderno repleto de anotaciones y garabatos, destacaba un nombre: Ravenwood. Lo había subrayado varias veces, rodeándolo con círculos y flechas que conectaban con palabras como demonios, cazadores y monstruos.
-- ¿Qué estoy haciendo? -- murmuró para sí misma, cerrando el cuaderno con fuerza. Pero, aunque intentara detenerse, sabía que no podía.
Mas tarde ese día…
Desde la penumbra de un edificio cercano, Zoey observaba a Sophia con atención. Su cabello rojizo brillaba tenuemente bajo la luz de la luna, y sus ojos dorados centelleaban. No era la primera vez que Zoey se encargaba de vigilar a alguien, pero esta tarea en particular era diferente.
Sophia no era como las demás personas que Zoey había conocido. Había algo en ella, una mezcla de valentía e ingenuidad, que la hacía... interesante. Pero más allá de eso, Zoey sabía que Sophia se estaba metiendo en terrenos peligrosos.
Sophia salió de la biblioteca con su mochila al hombro, pero en lugar de dirigirse a su dormitorio, tomó un desvío hacia los límites del campus. Zoey frunció el ceño al ver hacia dónde se dirigía: la casa abandonada que estaba en boca de todos por los rumores de sucesos extraños.
-- ¿Qué haces, niña? -- murmuró para sí misma mientras la seguía.
La casa estaba cubierta de sombras. Sophia sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras empujaba la puerta, pero no se detuvo. Por dentro, el lugar parecía aún más aterrador, había símbolos extraños pintados en las paredes, y un olor acre impregnaba el aire.
Zoey permanecía afuera, observando desde una ventana rota. No quería intervenir todavía; prefería mantener su presencia como un último recurso. Pero no podía evitar un susurro de exasperación mientras veía a Sophia avanzar sin miedo aparente.
-- Eres como un gatito persiguiendo una bola de hilo... en un campo de minas -- murmuró Zoey.
Sin embargo, cuando escuchó un ruido detrás de Sophia, su instinto protector la llevó a moverse.
Dentro de la casa, Sophia se giró al escuchar pasos. Tres hombres salieron de las sombras, con sonrisas que no eran nada tranquilizadoras.
-- ¿Qué haces aquí, humana? -- dijo el más alto, sus ojos brillando con un tono amarillento.
Sophia trató de retroceder, pero su espalda chocó con una pared. Su voz temblaba cuando intentó explicar:
-- No... no quería molestar, solo estaba curiosa --
El hombre sonrió aún más.
-- Eso es peligroso, niña. La curiosidad mata, ¿sabes? --
Antes de que pudiera tocarla, un movimiento rápido lo interrumpió. Zoey apareció entre ellos y Sophia, con los ojos resplandeciendo de rabia.
-- Si alguien pone un dedo sobre ella, no saldrá de aquí caminando -- dijo con una voz baja y amenazante.
Los 3 hombres se miraron y soltando una carcajada empezaron a acercarse a Zoey. La batalla que siguió fue brutal. Sophia no podía apartar la vista de Zoey, quien se movía con una gracia feroz, enfrentándose a los hombres lobo con una facilidad que parecía sobrenatural. Cuando todo terminó, Zoey se volvió hacia Sophia, todavía con sus colmillos expuestos.
Sophia, paralizada, murmuró:
-- ¿Qué... qué eres tú? --
Zoey suspiró, relajando su postura.
-- Alguien que acaba de salvarte el trasero. Vamos, vámonos antes de que lleguen más --
Mientras caminaban juntas bajo el cielo nocturno, Sophia no pudo evitar hacer preguntas. Zoey, aunque inicialmente renuente, cedió poco a poco, hasta que finalmente soltó:
-- Está bien, te lo diré. Sí, soy una mujer lobo. Pero no se lo digas a nadie, ¿entendido? --
Sophia la miró con una mezcla de fascinación y asombro.
-- Lo prometo -- dijo con sinceridad.
Después de un momento de silencio, Sophia, con una sonrisa tímida, preguntó:
-- ¿Y cómo conoces a los hermanos Ravenwood? --
Zoey ladeó la cabeza, arqueando una ceja.
-- ¿Por qué preguntas eso? --
Sophia se encogió de hombros, pero no pudo ocultar el rubor en sus mejillas.
-- Es que... bueno, los dos son... ya sabes, atractivos. Dylan tiene esa vibra de tipo rudo, como un protagonista de una película de acción. Y Ethan... es tan dulce, pero también parece alguien que ha pasado por mucho --
Zoey dejó escapar una carcajada.
-- ¿Dylan, dulce? Nunca pensé que escucharía eso. Es un idiota arrogante, pero supongo que eso lo hace... interesante -- dijo, rodando los ojos.
Sophia sonrió, animada por la reacción de Zoey.
-- ¿Y qué hay de Ethan? No sé... parece alguien que oculta mucho detrás de esa sonrisa --
Zoey la miró de reojo, un destello de comprensión cruzando su rostro.
-- Sí, Ethan es complicado. Pero tiene un buen corazón. Ambos lo tienen, a su manera --
La conversación se volvió más ligera a medida que hablaban, compartiendo opiniones y risas sobre los hermanos. Por primera vez, Sophia sintió que estaba conectando con alguien que entendía el caos que había entrado en su vida.
Cuando llegaron al campus, Zoey se detuvo, girándose hacia Sophia con una mirada seria.
-- Escucha, esto tiene que parar. No puedes seguir metiéndote en estas cosas. No sabes en lo que te estás metiendo, y la próxima vez podría no haber alguien para salvarte --
Sophia asintió, aunque en el fondo sabía que no podía simplemente dejarlo ir.
-- Lo intentaré -- prometió, sabiendo que era una mentira.
Zoey sonrió levemente, como si pudiera leer sus pensamientos.
-- Está bien. Pero si vas a seguir por este camino, más te vale ser lista. Y recuerda lo que dije, ni una palabra sobre mí a los Ravenwood. No quiero cazadores tras de mí --
Sophia asintió de nuevo, pero esta vez con una sonrisa genuina.
-- Gracias por salvarme. No sé cómo pagarte --
Zoey se encogió de hombros.
-- No tienes que hacerlo. Solo trata de mantenerte con vida y mi secreto en silencio --
Mientras Zoey se alejaba, Sophia la observó, sintiendo que, a pesar de todo, acababa de ganar algo valioso, una amiga.