Naidelyn
Era una noche fría y oscura de invierno.
Mi familia yacía acostada en sus respectivas habitaciones no muy lejos de la mía, y eso me provocaba una sensación de adrenalina constante.
Estaba casi completamente segura de que me iban a pillar, no solo por que mi casa sea ruidosa, sino porque mis padres y hermanos eran demasiado atentos y cuidadosos con lo que pasaba conmigo y con la casa. Un paso en falso y mi plan se va al traste.
Preparaba la maleta con sumo cuidado intentando no olvidar nada que pueda ser de relevancia para mi viaje y para las próximas semanas.
Abrí uno de los cajones de mi mesilla de noche para recoger unos cuantos tangas de colores que estuvieran limpios para mi travesía y los metí en un neceser que iría directo a mi equipaje con el resto de cosas.
Empecé a cerrar mi maleta cuando me di cuenta de que me faltaba lo más importante; los billetes del bus y la cartera llena de billetes que había cogido "prestados" de mi familia hace solo unas horas.
No es que yo no tenga confianza con mi familia como para pedirles dinero, sino que de normal no suelo contarle a mis padres y hermanos que necesito unos cuantos cientos de euros para mis planes de escape a las 3 de la mañana, lo que me lleva a tener que mangarlo con preciso cuidado sin que ellos se den cuenta.
Ya con toda la maleta lista me quedaba el paso más importante de todos y el que marcaría una vida fuera de esta horrible ciudad o una muerte asegurada por mis padres.
Tenía que salir de aquí sin un mínimo ruido que alertara a alguien.
Primero, abrí la ventana de mi habitación y me dí cuenta de la terrible locura que iba a cometer (mi habitación estaba en el segundo piso, por lo tanto, debía colgarme de una cuerda malamente sujeta y resbalarme por ella con mi equipaje hasta llegar al suelo).
Esto no solo era un claro suicidio por mi parte, sino que mis apestosos vecinos cotillas forrados de dinero hasta pudrirse, se iban a encargar de grabar mi caída con sus asquerosos móviles de lujo con cámaras de alta calidad.
En verdad no me quejo de ellos, porque yo también tengo todos esos lujos y riquezas.
Inconscientemente me quejo de mi familia y de su rica y poco humilde vida.
Lo único en lo que piensan es en su dinero y en conseguir más y más.
Adoran a mis hermanos por el simple hecho de que ellos llegaran a ser buenos doctores o pilotos algún día.
En el caso opuesto estoy yo, una chica que lo único que quiere es el cariño de sus padres y sentirse comprendida.
Yo no quiero una vida lujosa, ni ser una gran abogada, ni tener un rico marido, ni casarme por dinero, yo quiero una vida normal llena de emociones y con un hogar repleto de amor y no de lujos ni cosas caras (aunque tampoco estaría mal; ya entendéis mi punto).